Nacionales - 30-03-2011 / 09:03
EFEMERIDES POPULARES. EL 30 DE MARZO DE 1793 NACE JUAN MANUEL JOSÉ DOMINGO ORTIZ DE ROZAS Y LÓPEZ DE OSORNIO
Juan Manuel de Rosas, nuestro contemporáneo
Rosas nos dejó una lección insuperable de patriotismo, de fe en los destinos de la Argentina. Marchó pobre pero sin amarguras ni rencores a un exilio que sabía definitivo. Era riquísimo cuando llegó al gobierno, y salía de él a vivir poco menos que de la mendicidad, aun de quienes fueron sus enemigos.

Por Blas García
Juan Manuel de Rosas, militar y político argentino, nació en Buenos Aires, el 30 de marzo de 1793. En 1829, tras derrotar al general Juan Lavalle, accedió al gobierno de la provincia de Buenos Aires. Durante veinticuatro años ejerció el mando absoluto, y logró constituirse en el principal dirigente de la Confederación Argentina (1835-1852)
Conservó la unidad nacional y detuvo el proceso de disgregación del ex virreinato del Plata. De no haber sido por él habría continuado el proceso que llevó al Alto Perú, al Paraguay, a la Banda Oriental, a evadirse de la argentinidad y hoy seríamos una Centroamérica de trece o catorce republiquetas independientes y enemigas.
Defendió drásticamente el orden interno. Desde mayo de 1810 se vivía en la anarquía, el desorden de continuas revoluciones y cambios de gobiernos. Rosas, a veces con mano dura, consiguió instalar un orden interno del que no se había gozado nunca. Y no se gozó tampoco después de Caseros con la separación de Buenos Aires, las luchas intestinas, la guerra del Paraguay, las guerras de indios y las continuas revoluciones locales.
Defendió la independencia económica con la ley de aduana protectora de las industrias nativas, y la independencia financiera del Banco de la Provincia de Buenos Aires, sustituyendo en 1836 el establecimiento extranjero creado por Rivadavia que tuvo hasta 1836 la emisión del papel moneda y el monopolio del crédito.
Efectivizó el respeto a nuestra soberanía impuesto formalmente a las grandes potencias europeas después de guerras desiguales y alevosas con Inglaterra y Francia. Y con ello el reconocimiento de la argentinidad de los ríos navegables.
Sostuvo el sistema americano de mutua defensa de los pequeños países al ayudar a los uruguayos a sacudirse el gobierno títere impuesto por los interventores europeos; protestar contra la expedición del general Flores a Ecuador con la protección de Inglaterra y España; rechazar la anexión de Texas a Estados Unidos en 1845, y el apoderamiento de vastos territorios mexicanos en la guerra subsiguiente.
Arregló del problema del indio sin eliminar a éstos (como se haría después), cumplido con su campaña de 1833, ocupación del "camino de los chilenos" y subvención a las tribus aborígenes.
Fue el único gobierno popular que tuvimos en el siglo XIX. Si democracia es gobierno del démos, la "tiranía de Rosas" fue el más democrático de los gobiernos argentinos. En realidad, el único democrático.
Mejoró socialmente a la clase popular, por la política aduanera que protegió a los talleres artesanales, y por el incremento de los saladeros y molinos de harina. Pese a las intervenciones europeas y los subsiguientes bloqueos al puerto de Buenos Aires, el progreso material alcanzó un ritmo notable.
Juan Manuel de Rosas, militar y político argentino, nació en Buenos Aires, el 30 de marzo de 1793. En 1829, tras derrotar al general Juan Lavalle, accedió al gobierno de la provincia de Buenos Aires. Durante veinticuatro años ejerció el mando absoluto, y logró constituirse en el principal dirigente de la Confederación Argentina (1835-1852)
Conservó la unidad nacional y detuvo el proceso de disgregación del virreinato. De no haber sido por él habría continuado el proceso que llevó al Alto Perú, al Paraguay, a la Banda Oriental, a evadirse de la argentinidad y hoy seríamos una Centroamérica de trece o catorce republiquetas independientes y enemigas.
Defendió drásticamente el orden interno. Desde mayo de 1810 se vivía en la anarquía, el desorden de continuas revoluciones y cambios de gobiernos. Rosas, a veces con mano dura, consiguió instalar un orden interno del que no se había gozado nunca. Y no se gozó tampoco después de Caseros con la separación de Buenos Aires, las luchas intestinas, la guerra del Paraguay, las guerras de indios y las continuas revoluciones locales.
Defendió la independencia económica con la ley de aduana protectora de las industrias nativas, y la independencia financiera del Banco de la Provincia de Buenos Aires, sustituyendo en 1836 el establecimiento extranjero creado por Rivadavia que tuvo hasta 1836 la emisión del papel moneda y el monopolio del crédito.
Efectivizó el respeto a nuestra soberanía impuesto formalmente a las grandes potencias europeas después de guerras desiguales y alevosas con Inglaterra y Francia. Y con ello el reconocimiento de la argentinidad de los ríos navegables.
Sostuvo el sistema americano de mutua defensa de los pequeños países al ayudar a los uruguayos a sacudirse el gobierno títere impuesto por los interventores europeos; protestar contra la expedición del general Flores a Ecuador con la protección de Inglaterra y España; rechazar la anexión de Texas a Estados Unidos en 1845, y el apoderamiento de vastos territorios mexicanos en la guerra subsiguiente.
Arregló del problema del indio sin eliminar a éstos (como se haría después), cumplido con su campaña de 1833, ocupación del "camino de los chilenos" y subvención a las tribus aborígenes.
Fue el único gobierno popular que tuvimos en el siglo XIX. Si democracia es gobierno del démos, la "tiranía de Rosas" fue el más democrático de los gobiernos argentinos. En realidad, el único democrático.
Mejoró socialmente a la clase popular, por la política aduanera que protegió a los talleres artesanales, y por el incremento de los saladeros y molinos de harina. Pese a las intervenciones europeas y los subsiguientes bloqueos al puerto, el progreso material alcanzó un ritmo notable.
Derrotado en 1852 después de Caseros, Rosas nos dejó una lección insuperable de patriotismo, de fe en los destinos de la Argentina. Marchó pobre pero sin amarguras ni rencores a un exilio que sabía definitivo. Era riquísimo cuando llegó al gobierno, y salía de él a vivir poco menos que de la mendicidad, aun de quienes fueron sus enemigos.
Rosas murió pobre y calumniado. La pobreza la aguantó estoicamente, y hasta los 84 años trabajó duro en modestas faenas rurales. Jamás le amargaron las calumnias, y supongo que si alguna vez pudo abatirse, le bastaría con mirar el sable de Chacabuco pendiente de su chimenea. ¡Qué podían importarle los aullidos de la jauría al heredero de la gloria de San Martín!
Resumen de notas de Blas García tomadas del libro "Rosas nuestro contemporáneo" autoría del maestro José María "Pepe" Rosa, considerado uno de los más respetados y consultados historiadores del país.