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Sociedad e Interés General - 18-11-2025 / 19:11
19 DE NOVIEMBRE DE 1973

Juan Perón viaja a Montevideo para suscribir el Tratado del Río de la Plata

Juan Perón viaja a Montevideo para suscribir el Tratado del Río de la Plata
El 19 de noviembre de 1973, el presidente Juan Perón llega a Montevideo, para suscribir el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo. Es un tratado internacional entre Argentina y Uruguay y que puso fin a la disputa de límites en las aguas del Río de la Plata.
Juan Perón asumió su tercera presidencia el 12 de octubre de 1973 y el 19 de noviembre ya había firmado el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo, que estableció la libertad de navegación y la igualdad de uso de los canales situados en agua de uso común, permitiendo la navegación de buques comerciales y de guerra de terceros países autorizados por la otra parte, siempre que no afectaran el orden público y la seguridad.
 
Quedaba atrás casi un siglo de disputas y controversias que hipotecaron el destino común de ambos pueblos. El viejo general dejaba también a sus espaldas cualquier tipo de agravio o resentimiento con Uruguay, que fue el refugio permanente de los gorilas golpistas argentinos antes de 1955, para poner por delante su irrenunciable vocación por la unidad continental.
 
Perón no quiso morir sin poner de manifiesto su genuina vocación de reconciliación y fraternidad con el pueblo oriental. Sabía bien que estas dos naciones hijas de una misma patria, o construían un futuro común o no tendrían ninguno.
 
La Opinión Popular
 

19 DE NOVIEMBRE DE 1973
 
El General Perón en Montevideo
 
"Hemos tomado conciencia de las enormes riquezas naturales de que disponemos, cuya defensa y racional aprovechamiento nos crea una obligación irrenunciable ante la humanidad". (Discurso de Perón a la firma del Tratado del Río de la Plata)
 
Hace 40 años, el General Juan Domingo Perón llegaba a Montevideo, para suscribir el Tratado del Río de la Plata. Quedaba atrás casi un siglo de disputas y controversias que hipotecaron el destino común de ambos pueblos.
 
El viejo general dejaba también a sus espaldas cualquier tipo de agravio o resentimiento, para poner por delante su irrenunciable vocación por la unidad continental.
 
Así lo entendió el pueblo de Montevideo que se volcó a las calles para saludar a quien a menos de dos meses de haber asumido su tercera presidencia constitucional venía en nombre de todos los argentinos a reconocerle al Uruguay y a su pueblo, los derechos que absurdos desencuentros habían postergado.
 
Poco le importó a Perón la manifiesta ilegitimidad del gobierno uruguayo de entonces.
 
Perón sabía mejor que nadie y por experiencia propia, que los gobiernos pasan y los pueblos quedan y que es solo sobre el alma y la voluntad de los pueblos y a través de la correcta interpretación de sus intereses permanentes, que se sellan los acuerdos que les permiten avanzar juntos por el camino de su auténtica liberación.
 
Perón no quiso morir sin poner de manifiesto su genuina vocación de reconciliación y fraternidad con el pueblo oriental. Sabía bien que estas dos naciones hijas de una misma patria, o construían un futuro común o no tendrían ninguno.
 
Se abrió así un horizonte de esperanza que solo ensombreció la barbarie de las tiranías.
 
Hoy, a treinta y cinco años de aquellos acontecimientos y cuando las dificultades nos tientan al desaliento y convocan a los viejos fantasmas de patrioterismos adolescentes, resulta más necesario que nunca revivir el espíritu de grandeza que el pueblo uruguayo y Perón, pusieron por entonces de manifiesto.
 
Hoy también, cuando nuestros pueblos enfrentan una crisis que no provocaron y que como en oportunidades anteriores se pretende hacerles pagar con la postergación o renuncia de sus derechos inalienables, la consigna de la hora es la unidad.
 
Unidad sin la cual el precio a pagar será sin duda el bienestar, la dignidad de nuestros pueblos y la viabilidad de nuestras naciones.
 
Con esta convicción, con el espíritu de grandeza que hizo posible la firma del Tratado del Río de la Plata y con la serena esperanza de resolver con madurez nuestras circunstanciales diferencias, uruguayos y argentinos debemos celebrar este hecho histórico que alumbra con su ejemplo el camino a transitar.
 
Por Hernán Patiño Meyer, ex embajador de la República Argentina en la Republica Oriental del Uruguay
 
Fuente: Nac y Pop

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Han pasado más de cincuenta años de aquel día, el 17 de noviembre de 1972, en que Juan Perón volvió al país tras 17 años de exilio y proscripción, como consecuencia de uno de los procesos de mayor movilización popular de la historia argentina, por masividad y amplitud metodológica, para romper la estrategia de continuidad de los monopolios imperialistas, del "partido militar" y de sus aliados políticos.

La represión se descargó: todo estaba prohibido en la dictadura militar. El general Alejandro Lanusse había desplegado 30 mil soldados para impedir y desalentar la movilización popular, empecinado en evitar que el Pueblo le diera la bienvenida a su Líder. Finalmente Perón pudo regresar, la dictadura tenía los días contados.

En el país, Perón preparó el frente civil que forzaría la salida democrática, para lo cual llegó a fundirse en el famoso abrazo con un antiguo enemigo, el jefe radical Ricardo Balbín. Y, articulando la lucha popular con una acumulación de poder social, pudo disponer el camino del regreso al poder del que había sido desalojado por las armas en septiembre de 1955.
 
La Gesta del Retorno del Caudillo, el sueño de tantos peronistas que desde el cincuenta y cinco, no se rindieron, fueron años de lucha popular, de una larga y sacrificada resistencia en que la militancia peronista entregó todo, tras una consigna que se transformó en grito de guerra:¡Perón vuelve!
 
Por eso, el 17 de noviembre es el Día del Militante, una fecha para brindar un reconocimiento especial a todos los compañeros peronistas que combatieron, en fábricas, barrios y universidades, con sincero entusiasmo, tenacidad y sacrificio, animados por un auténtico ideal nacional, popular y revolucionario.

Batalla de Caseros: Triunfo de la Oligarquía y Derrota de la Patria 
Escribe: Blas García

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