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Sociedad e Interés General - 13-11-2025 / 19:11
EL 13 DE NOVIEMBRE DE 1955, PEDRO EUGENIO ARAMBURU ASUME EL PODER DICTATORIAL

Golpe interno: El día que la Libertadora generó la Fusiladora

Golpe interno: El día que la Libertadora generó la Fusiladora
El ala liberal del Ejército promueve un putsch contra Eduardo Lonardi, el primer presidente de facto de la Revolución Libertadora, que encabezaba a la facción nacionalista. Pedro Eugenio Aramburu asume la presidencia, mientras que Isaac Francisco Rojas mantiene el cargo de vicepresidente. A partir de ahora, se endurece la política de la Libertadora hacia el peronismo. Los militares avanzarán con la proscripción de los partidarios de Perón, la intervención de la CGT y el secuestro del cuerpo de Evita.
 
El 13 de noviembre de 1955, la autodenominada Revolución Libertadora dejó de simular moderación. Ese día, el general Pedro Eugenio Aramburu desplazó a Eduardo Lonardi, el presidente provisional que había prometido "ni vencedores ni vencidos", y lo hizo sin tanques en la calle: bastó una interna de uniforme y un acta firmada en la sombra. Fue el golpe dentro del golpe, la escena donde el anti peronismo se quitó el disfraz de reconciliación y mostró su rostro más duro, más clerical, más vengativo.
 
Lonardi había durado apenas 52 días. Su pecado: no odiar lo suficiente al peronismo. Mientras intentaba una transición con gestos de contención hacia el peronismo proscripto, los sectores más duros del Ejército, la Iglesia y la oligarquía lo acusaban de tibieza. Aramburu, en cambio, llegó con la misión de "desperonizar" la Argentina: intervenir sindicatos, encarcelar dirigentes, borrar símbolos, prohibir palabras. El nuevo rumbo no buscaba pacificar, sino disciplinar. Y lo hizo con método.
 
La escena no fue solo militar. Fue también simbólica: el reemplazo de un general católico y conservador, pero dialoguista, por otro general católico y conservador, pero sanguinario. La diferencia no era de uniforme, sino de estrategia: de la liturgia de la reconciliación a la liturgia del castigo. Aramburu no solo asumió el poder: asumió el odio como política de Estado. Y con él, la proscripción como forma de gobernar.
 
La Argentina de noviembre del 55 no solo cambió de presidente: cambió de tono, de gramática, de enemigo. El peronismo pasó de ser adversario a ser delito. La palabra "Perón" fue prohibida por decreto. Las fotos, quemadas. Las tumbas, profanadas. La política se volvió exorcismo. Y el Estado, un aparato de purga simbólica. La Libertadora ya no liberaba: disciplinaba.
 
Esa fractura sigue latiendo. Porque lo que se rompió aquel 13 de noviembre no fue solo un gobierno militar, sino la posibilidad de una salida sin revancha. La historia argentina quedó atrapada en ese gesto: el de un poder que, incapaz de convivir con el otro, decide eliminarlo. No con balas, esta vez, sino con decretos, cárceles y silencios. Fue el inicio de una pedagogía del enemigo que aún hoy se recicla.
 
Setenta años después, la efeméride no es solo memoria: es presente, porque el Gobierno de Javier Milei se parece mucho al de Aramburu, al menos en lo ideológico.
 
Por Gustavo Zandonadi
 
Fuente: NOVA
 

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