Nacionales - 23-10-2025 / 08:10
LOS POSIBLES ESCENARIOS DEL DÍA DESPUÉS: INTERVENCIÓN, PROFUNDIZACIÓN AUTORITARIA O CRISIS
Milei al borde del abismo: teme no alcanzar ni el tercio que lo sostiene en el Congreso para los vetos y el juicio político
El gobierno llega exhausto a las urnas, sin dólares, sin rumbo y sin aliados. Con el frente económico fuera de control, el gabinete fracturado y la sombra de la injerencia extranjera yanqui sobrevolando la Casa Rosada, el Loco Milei enfrenta unas elecciones que pueden marcar el inicio de su propio final político, entre la deriva autoritaria, el saqueo financiero y el riesgo de un desenlace anticipado.
En el ocaso de una campaña sin épica, Javier "el Cipayo" Milei enfrenta el miedo más grande de su propio gobierno: quedar sin el tercio legislativo que sostiene su poder político seudo democrático. El que hace un año prometía "refundar la Argentina", llega a la elección del 26 de octubre devaluado, aislado y con un discurso cada vez más errático, mientras las encuestas anticipan una caída que podría dejar a La Libertad Avanza sin capacidad de defensa en el Congreso.
Consultado por Guillermo Andino sobre qué consideraría un "buen resultado", el presidente no habló de ganar ni de convencer, sino de sobrevivir: "Uno que me asegure un tercio en la Cámara, que es una pared de defensa", admitió Milei, resignado a celebrar un empate como si fuera un triunfo. Esa "pared" es lo único que separa al Gobierno anarco capitalista del colapso institucional. Sin ese tercio, el oficialismo perdería poder de veto sobre leyes opositoras, vería caer sus DNU y hasta quedaría a tiro de un eventual juicio político, algo que hoy se comenta en voz baja en despachos peronistas y radicales.
Según un informe elaborado por el politólogo Gonzalo Taboada, el Gobierno solo mantendría control con un 39 por ciento de los votos, cifra que nadie se anima a pronosticar. En el escenario más optimista, Milei llegaría a 104 diputados sumando el PRO y algunos gobernadores aliados; pero con un resultado más realista, cercano al 32 por ciento, el oficialismo quedaría a merced de bloques provinciales y de una oposición fortalecida, con 109 bancas y capacidad de bloquear cualquier iniciativa presidencial.
En el peor escenario, con un 30 por ciento o menos, La Libertad Avanza ni siquiera lograría conformar el tercio propio ni sumando al PRO, lo que significaría una catástrofe política. "Una elección de 30 por ciento o menos es el número del abismo", señaló Taboada. "En ese escenario el Gobierno dependería de los árbitros, perdería autonomía y quedaría sin margen de maniobra".
La situación no sorprende a quienes observan el deterioro del poder libertario. El desquiciado Milei, que se soñó emperador, terminó mendigando apoyo a Donald Trump, mientras su ministro de Economía intenta contener una recesión que ya acumula dos años consecutivos, con inflación persistente y un dólar que sigue escalando.
A la crisis económica se suma una soledad política creciente. Karina "la Coimera" Milei se atrincheró en la Secretaría General, Santiago Caputo perdió influencia y el vínculo con los gobernadores aliados se tensó al extremo. El PRO ya no se comporta como socio, sino como tutor de un Gobierno que no logra ordenar su propia tropa.
La estrategia electoral del oficialismo se limitó a campañas de miedo, spots improvisados y discursos cargados de enojo, sin propuestas ni respuestas ante el descontento social. Milei dejó de hablar de "reformas estructurales" para conformarse con conservar la silla presidencial y evitar el aislamiento total.
"Pasar de un balotaje con 55 por ciento a una legislativa que arranque con un 20 y pico sería un golpe devastador", reconoció un operador libertario que, en privado, admite que el Gobierno festejará si logra un empate técnico. La foto final podría marcar un antes y un después. Si Milei no alcanza el tercio, su relato de liderazgo "anticasta" trucho quedará pulverizado y su futuro político dependerá de los mismos actores a los que prometió "dinamitar". La elección del domingo, más que una prueba electoral, será un plebiscito sobre su propia capacidad de gobernar.
La Opinión Popular
El día después: ¿intervención, profundización autoritaria o crisis?
El gobierno nacional llega a las elecciones de medio término en condiciones críticas. No encontró calma en el frente financiero, que se obstina en correr contra el peso; sigue hundido en una recesión de la que no se avizora el final; la economía de los argentinos continúa estancada mientras que los precios volvieron a acelerarse. La plata no alcanza. No hay trabajo. Y no hay ni siquiera una promesa de alivio.
Javier Milei gobierna por fuera del marco constitucional, en abierto desacato al Congreso; no le quedan aliados confiables; tiene el gabinete estallado por internas y perdió a su canciller a 96 horas de los comicios. El domingo, La Libertad Avanza llevará en varias boletas a candidatos vinculados con el narcotráfico; en otras a completos desconocidos. No tiene garantizado el operativo de fiscalización.
El presidente ya no puede dar notas ni a sus amigos. Él y su hermana, Karina Milei, están comprometidos en varios casos de corrupción de alto perfil. Entregaron el país a un grupo de supermillonarios, ultraderechistas y financistas yanquis, a cambio de un paquete de ayuda a todas luces insuficiente que apenas alcanzó para llegar a las elecciones. Sin Donald Trump y Scott Bessent el gobierno caía antes.
La visita a Buenos Aires de Jamie Dimon, titular de JP Morgan, el banco global que fue semillero de todo el equipo económico de Luis Caputo y que se llevará la parte del león en las operaciones de deuda que se anuncian como si fueran éxitos, es la avanzada de playa de la etapa final del saqueo, donde aparece el botín más valioso, justo antes de que todo estalle por los aires.
JP Morgan es uno de los bancos del consorcio que negocia con el gobierno de Estados Unidos un préstamo repo de 20 mil millones de dólares para la Argentina y que debería tener como garantía colateral activos nacionales. ¿Cuáles? No lo sabemos. Junto a Dimon llegaron al país dos asesores estrella de JP Morgan: el ex primer ministro británico Tony Blair y la exsecretaria de Estado Condoleeza Rice.
La agenda es muy reservada, pero tendrían una visita a la Casa Rosada. La coincidencia de Blair y Rice, alineados con la estrategia hemisférica de Trump, es la evidencia de la continuidad entre el neoliberalismo de los 90, los neoconservadores de la primera década de este siglo y el neofascismo de los nuevos años 20, del que se están escribiendo páginas importantes por estas horas.
Independientemente del resultado del domingo, el futuro del país dependerá en gran parte de lo que haga o deje de hacer Milei a partir del lunes. Será crucial prestar atención a sus decisiones para no perder de vista el desarrollo de tres escenarios que pueden desplegarse, cada uno o todos ellos en alguna combinación: el intento de intervención del gobierno, una profundización autoritaria y/o un final traumático.
La iniciativa en este momento es de Santiago Caputo, que se asoció al lobbista gringo Barry Bennet para sumar adeptos en la Argentina y Estados Unidos a su plan para intervenir el gobierno desde adentro en sociedad con algunos fondos de inversión y la usina de ultraderecha CPAC. A la aventura se sumaron, sin hacer muchas preguntas, los gobernadores de Provincias Unidas, la UCR y el PRO.
La salida del ministerio de Relaciones Exteriores de Gerardo Werthein, que se había encargado de ventilar sus diferencias con el asesor estrella, fue leída de forma unánime como una confirmación de la entronización de Caputo. De acuerdo a versiones extendidas en el norte y en el sur, trabajaría codo a codo con Federico Sturzenegger. Falta saber qué opina Karina. Ella tiene otros planes.
Respecto a la profundización autoritaria, es un proceso en curso que una derrota electoral podría acelerar. Donald Trump y Jair Bolsonaro intentaron dar golpes de Estado después de perder las elecciones presidenciales. Si Milei percibe que la correlación de fuerzas significa una amenaza para su futuro, puede verse tentado a ahondar el conflicto institucional, en el que hasta ahora no encontró gran resistencia.
En cualquier caso, los problemas no habrán terminado el domingo sino más bien estarán comenzando. A partir de esa noche, el gobierno deberá gestionar situaciones más complejas que durante sus primeros dos años de gestión con menos herramientas que las que tuvo hasta ahora y con menos paciencia social. Hará falta más que la ayuda de Trump para sortear esas dificultades.
Un mal resultado electoral, o una mala lectura política de un resultado no tan malo, podrían hacer que regresen rápidamente los fantasmas de un final traumático, fuera de los términos constitucionales, como sucedió en esos días aciagos entre la derrota bonaerense del 7 de septiembre y el primer tuit de Scott Bessent, cuando se hablaba de Asamblea Legislativa y algunos se probaban trajes.
Por Nicolás Lantos
Fuente: El Destape