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Sociedad e Interés General - 28-02-2025 / 07:02
28 DE FEBRERO DE 1983

La dictadura militar se quiebra y llama a elecciones

La dictadura militar se quiebra y llama a elecciones
El 28 de febrero de 1983, el dictador militar Reynaldo Bignone anuncia el cronograma electoral que marca el fin del régimen genocida instaurado en 1976.
La derrota militar en la Guerra de Malvinas significó el derrumbe del gobierno militar, que había llevado adelante la tremenda tragedia del golpe del 24 de marzo de 1976, caracterizada por un baño de sangre de opositores en la Argentina y una total entrega del patrimonio nacional con el programa económico neoliberal.
 
Al poco tiempo de la derrota, las cúpulas de las Fuerzas Armadas entienden que deben replegarse y buscan un hombre para intentar la institucionalización del país, en un arreglo con los partidos políticos y así se designa al general Reynaldo Bignone, que asume el 01 de julio de 1982 con la idea de hacer un retroceso, una salida que sea lo más honrosa posible para las Fuerzas Armadas que habían cometido todas las barbaridades posibles durante varios años.
 
El 28 de febrero de 1983, el dictador militar Bignone anuncia el cronograma electoral que marca el fin del régimen instaurado en 1976. En un discurso por cadena nacional hace saber que la fecha de las elecciones presidenciales será el 30 de octubre de 1983, y que pretende entregar el mando el 30 de enero de 1984. La fecha de los comicios será, efectivamente, el 30 de octubre, pero la democracia no volverá en enero siguiente, sino apenas 40 días después de la votación, el 10 de diciembre, con la asunción de Raúl Alfonsín.
 
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Como cada 9 de Julio reivindicamos la lucha de las masas populares contra la permanente agresión política, económica y cultural neocolonial e imperialista, que busca disolver la identidad nacional y condenar a nuestra Patria a la condición de colonia dependiente como factoría de las metrópolis imperiales, mera proveedora de materias primas y alimentos baratos. 

El 09 de julio de 1816, el histórico Congreso, reunido en Tucumán, declara la independencia de las Provincias Unidas del Sur, que así rompe los lazos de dependencia con España y proclama la existencia de una nueva nación, libre e independiente. Lo hacía cuando la Santa Alianza, de Austria, Rusia y Prusia, promovía en Europa la restauración monárquica y combatía los movimientos liberales y democráticos.

Es el momento culminante de la gesta revolucionaria iniciada en 1810 y se realizó en Tucumán por el creciente malestar de los pueblos del interior contra Buenos Aires. Desde la supresión de la Junta Grande por el Primer Triunvirato en 1811 y hasta el Directorio de Carlos María de Alvear, la elite porteña había impuesto sus criterios centralistas, desconociendo el sentimiento federal de la mayoría del interior. La independencia, que se proclama en la sesión presidida por el sanjuanino Francisco Narciso de Laprida, es el fundamento a partir del cual José de San Martín impulsará la campaña para liberar Chile y luego Perú, consolidando la independencia argentina.

Las masas populares, con sus lanzas y su fuerte sentimiento de libertad, construyeron la Patria independiente con San Martín, las montoneras bravías del interior que nos legaron el federalismo, los ciudadanos revolucionarios de don Hipólito Irigoyen que cimentaron la democracia del Pueblo y las multitudes obreras movilizadas por Juan Perón que combatieron por la Justicia Social.
 
Invariablemente, la alternativa histórica fue siempre: independencia económica o subdesarrollo y miseria, e implica optar entre aceptar resignadamente la dependencia del país al FMI o luchar por la Liberación, por una Nación Justa, Libre y Soberana.
 
Tomamos el valiente ejemplo de San Martín que, para la Declaración de la Independencia, se impuso militarmente a los españoles y políticamente a aquellos sectores vinculados a la elite porteña que ya estaban negociando, tanto con el Imperio español como con el Reino Unido de Gran Bretaña, una nueva dependencia.
 
La nuestra es una historia de caudillos y masas populares. Los líderes pesaron profundo en los procesos. En 1816, San Martín, Belgrano, Güemes, Pueyrredón, Artigas, Juana Azurduy... Y la participación de las masas populares es una herencia del período independentista revolucionario, por la importancia que tempranamente tuvo la movilización popular, política y militar, en nuestra historia, desde la formación de las milicias urbanas para derrotar a los invasores británicos, y la voluntad del Pueblo que jugó un papel sin precedentes en la destitución de un virrey y el nombramiento de su sucesor.
 
Como decía don Arturo Jauretche"La historia es la política del pasado y la política es la historia del presente". Hoy, como siempre, peleamos por nuestra única, verdadera e irrenunciable independencia, evidenciando el aparato de colonización mental montada por los países centrales y sus operadores internos, como el macrismo y el mileismo, para perpetuar la dependencia.
 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista
Escribe: Blas García 

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