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Internacionales - 01-01-2025 / 11:01
1º DE ENERO DE 1945

Año nuevo de 1945 en las Ardenas: el fracaso de la última ofensiva de Hitler en Europa Occidental

Año nuevo de 1945 en las Ardenas: el fracaso de la última ofensiva de Hitler en Europa Occidental
La batalla de las Ardenas fue una gran contraofensiva alemana, lanzada a finales de la Segunda Guerra Mundial (16 de diciembre de 1944 – 25 de enero de 1945), a través de los densos bosques y montañas de la región de las Ardenas de Bélgica, Francia y Luxemburgo en el Frente Occidental. Fue la mayor y más sangrienta de aquellas en las que combatieron en la Segunda Guerra Mundial.
Año nuevo de 1945 en las Ardenas: el fracaso de la última ofensiva de Hitler en Europa Occidental
La batalla de las Ardenas fue una de las más duras de la Segunda Guerra Mundial. Los combates estuvieron marcados por el frío, la nieve y la brutalidad.
 
El 16 de diciembre de 1944 los aliados occidentales fueron sorprendidos por una posibilidad que, tras su rápido avance en Francia, habían dado por cerrada: un grupo de ejércitos alemanes los atacó por sorpresa y penetró las líneas angloamericanas en una zona de bosques en Bélgica. En medio de un invierno helado, las últimas reservas de tanques de Alemania arrollaron sorpresivamente en diciembre de 1944 a las tropas estadounidenses que defendían la frontera en Bélgica.
 
Por un momento explotó el pánico, quizás aún más entre generales y mandos medios que en la tropa, por la violencia de un ataque con tanques, artillería e infantería que no se veía desde los combates en Normandía que, a pesar de ser un intento desesperado de un régimen ya prácticamente derrotado, partía de un peligro estratégico real.
 
Durante siete días los panzer se abrieron paso entre los reductos aliados y se lanzaron en dos grandes columnas, amparados en un durísimo clima invernal que había dejado en tierra a la poderosa fuerza aérea estadounidense.
 
Pero el 23 de diciembre el clima mejoró y los aviones reanudaron su incesante bombardeo de concentraciones de tropas, líneas de abastecimiento y, cientos de kilómetros atrás, las grandes ciudades alemanas.
 
Para el día de navidad la última ofensiva nazi en occidente había llegado a su avance más grande, unos 96 kilómetros, y ya no seguiría. El brutal dictador Adolf Hitler ordenó frenar el 28 de diciembre, y en el día de año de nuevo de 1945 comenzaba una retirada que no frenaría hasta el fin de la guerra. En Navidad el clima mejoró, la fuerza aérea aliada frenó de lleno el ataque y para el 01 de enero el panorama era distinto.
 
La Ofensiva de las Ardenas había sido un costoso fracaso, con pérdidas humanas (entre muertos, heridos, desaparecidos y prisioneros) de unos 77.000 hombres entre los aliados y 80.000 entre los alemanes, según estimaciones, y miles de tanques, semiorugas, camiones y otro equipamiento. 
 
Nadie la había anticipado. En los últimos meses el avance de las tropas aliadas en Europa occidental había sido mucho más rápido de lo esperado. Tras el desembarco en Normandía el 6 de junio de 1944, los ejércitos angloamericanos se abrieron paso en las defensas alemanas y liberaron París en agosto.
 
Quizás con demasiada confianza, fallaron en septiembre en su intento de dar un golpe decisivo con la Operación Market Garden en Holanda, pero de cualquier manera para octubre habían ya tomado la ciudad Aachen (Aquisgrán), dento del territorio de Alemania.
 
Pero la defensa de esta ciudad había sido tan dura, junto a la ofrecida por los alemanes en el bosque Hürtgen, y las tropas estaban tan cansadas y lejos de sus líneas de suministros, que las operaciones frenaron momentáneamente en diciembre, cuando parecía que el fin de la guerra ya estaba al alcance de la mano.
 
Fue en medio de ese corto período de tranquilidad, de descanso y reordenamiento, cuando Hitler encargó a sus generales el diseño y ejecución de su desesperado plan.
 
La situación para la Alemania Nazi era insalvable. Los aliados occidentales estaban apostados a lo largo de la frontera alemana, preparados para el avance final. En el este, el ejército soviético acaba de finalizar su exitosísima Operación Bagration (llamada así por un general ruso victorioso contra las tropas de Napoleón), había liberado casi todo su territorio y avanzaba sobre Polonia y cada vez más cerca de Berlín.
 
En este contexto apocalíptico, el plan de Hitler era extremadamente ambicioso. Quería lanzar a sus últimas reservas contra el sector más débil de la línea aliada en la frontera tripartita entre Bélgica, Luxemburgo y Alemania, penetrar el bosque de las Ardenas, cruzar el río Mosa y dar con el objetivo final: Amberes.
 
Este puerto belga de agua profunda tenía un rol estratégico vital para las operaciones aliadas en el norte de Europa, ya que la mayoría de los suministros y tropas de reemplazo llegaban por allí desde Inglaterra.
 
Amberes había sido capturada apenas en noviembre, pero era esencial para lanzar un ataque sobre Alemania ya que de lo contrario deberían utilizarse líneas de logística demasiado largas hasta las playas de Normandía.

 
Año nuevo de 1945 en las Ardenas: el fracaso de la última ofensiva de Hitler en Europa Occidental 
Con la derrota alemana en las Ardenas, los aliados continuaron aproximándose a la frontera, listos para dar el siguiente paso: la invasión de Alemania.



Hitler creía que recapturando la ciudad y destruyendo su infraestructura portuaria, y provocando fuertes pérdidas humanas en el proceso, pondría un momentáneo freno al avance aliado, los forzaría a firmar la paz (en lugar de un rendición incondicional) para evitar más guerra y romper así la "amistad" con los soviéticos, y luego enviaría a todas sus tropas restantes a hacer frente a los rusos para frenar su ofensiva sobre Alemania.
 
¿Qué tan cerca estuvo? Las tropas alemanas nunca alcanzaron el río Mosa y fueron frenadas a unos 100 kilómetros de Amberes.
 
El ataque comenzó el 16 de diciembre con un breve bombardeo sobre líneas de comunicación y cuarteles generales, para no arruinar la sorpresa, seguido de la infiltración de la infantería y luego el avance de los tanques, en medio de la nieve, el frío y el viento, y sobre un sector defendido por tropas estadounidenses experimentadas pero también agotadas y en escaso número.
 
Para el historiador militar y teniente coronel retirado del ejército de los Estados Unidos, Carlo DEste, la sorpresa fue un "fracaso abismal de la inteligencia aliada", según explicó en el portal The History Reader, que había interpretado los incesantes movimientos de tropas y materiales en la frontera como preparaciones para la defensa de Alemania y no para una ofensiva.
 
Más aún considerando que la ruta a través de las Ardenas era ya un clásico del manual militar alemán para invadir Francia: la utilizaron en 1940, forzando el colapso aliado; en 1914, dando inicio a la Primera Guerra Mundial en el oeste; e incluso en 1870, durante la guerra franco-prusiana.
 
Los alemanes usaron algunas de sus mejores unidades de tanques en la que llamaron Operación Wacht am Rhein (Guardia sobre el Rin), pero en el terreno de la infantería la calidad era irregular. Había tropas aguerridas, veteranas de mil batallas, y había batallones de soldados demasiado jóvenes o demasiado viejos, con poco entrenamiento y equipo deficiente. Y estaban los fanáticos de las Waffen SS.
 
El avance inicial fue notable, dividido en una columna en el norte y otra en el centro del sector delimitado entre las ciudades Monschau, en Alemania, y Diekirch, en Luxemburgo.
 
Quizás la unidad más famosa, en infame, de esta etapa fue la del comandante Joachim Peiper, el Kampfgruppe Peiper (Grupo de Combate Peiper), que armado con los nuevos tanques pesados Tiger II lideró los avances en el norte, aplastó la oposición estadounidense y fusiló a 84 prisioneros en Malmedy en el camino.
 
También fue famosa la dura resistencia de las tropas paracaidistas estadounidenses en Bastogne, de la división 101, que tras rechazar el ataque alemán retrasaron a la columna centro y la forzaron a tomar un desvío.
 
Así como la unidad de comandos alemanes angloparlantes de Otto Skorzeny, que vestidos con uniformes estadounidenses intentaron sembrar el caos dando indicaciones falsas y cambiando carteles en las rutas.
 
Para el 23 de diciembre las dos columnas habían avanzado mucho y creado una saliente (o "Bulge", que en inglés da uno de los nombres de la batalla), pero no lo suficiente y sin lograr sus objetivos.Library of Congress
 
La saliente creada por el avance, en su mayor extensión al 27 de diciembre. En el sector sur se puede ver la ciudad de Bastogne, que no pudo ser tomada (Library of Congress)
 
Los soldados aliados resistían como podían, en algunos casos retrasando a los alemanes o incluso frenándolos. Mientras que los oficiales aliados estaban al borde del pánico, desacostumbrados a actuar a la defensiva.
 
En un momento comandante en jefe de las fuerzas aliadas, Dwight D. Eisenhower, resolvió reemplazar al general estadounidense a cargo del sector, Omar Bradley, por el experimentado militar británico Bernard Montgomery. Oficialmente esto se debía a que Bradley había quedado aislado en Luxemburgo, tras rechazar mudar su cuartel general a la retaguardia para evitar el pánico. Pero también respondía a sus fallas en la reacción frente a la ofensiva.
 
Pero el clima entonces mejoró. Pronto los cazabombarderos P-47 Thunderbolt y P-51 Mustang empezaron a despegar una vez más en sus misiones de destrucción de tanques, líneas de suministros y cuarteles generales alemanes.
 
La Luftwaffe, la fuerza aérea alemana desangrada en las operaciones de intercepción de bombarderos estadounidenses y británicos, ya desde Normandía había prácticamente cesado de oponer una resistencia real, y el primero de enero de 1945 reunió lo que tenía y lo lanzó en la Operación Bodenplatte contra los aeródromos aliados y en apoyo de la ofensiva terrestre.
 
La destrucción causada fue tan impresionante como insignificante: los estadounidenses y británicos podían reponer los entre 300 y 500 aviones perdidos. La Luftwaffe, en cambio, se había quedado sin las últimas reservas de aparatos y pilotos.
 
De esta manera la resistencia estadounidense, los incesantes bombarderos, y una afortunada maniobra de divisiones británicas en el norte lograron frenar el avance alemán y contener la saliente. Era el año nuevo de 1945, y las tropas alemanas comenzaron a replegarse frente a un potente contraataque aliado que sería el último de la guerra.
 
Para febrero, los aliados habían recuperado todo el territorio de la saliente y podían ingresar al territorio alemán enfrentados a 80.000 soldados y unos 600 tanques menos.
 
El consenso sobre la batalla
 
La historia de posguerra adoptó la idea de que la Ofensiva de las Ardenas fue un último y desesperado intento de Hitler, que no tenía posibilidad de tener éxito y que apenas resultó en muerte y destrucción para los dos bandos, sin cambiar nada.
 
En gran medida el detallado libro del historiador británico Antony Beevor, Ardenas, 1944: la última apuesta de Hitler, publicado en 2015 continúa en esa dirección y ahonda en ejemplo más de la futilidad y destrucción de la Segunda Guerra Mundial.
 
Mientras que Ardenas, 1944-1945: la ofensiva de invierno de Hitler, publicado en 2014 por el historiador sueco Christer Bergström, presenta documentación inédita y nuevos testimonios cuestionando el consenso y sosteniendo que, quizás, la idea del genocida nazi no era tan descabellada. Amberes podría haber sido alcanzada con una mejor gestión de las tropas y algo de suerte, y de lograrlo el fin de la guerra podría haberse retrasado un año.
 
Si este retraso hubiera generado la paz que esperaban los nazis o, por el contrario, el uso de bombas atómicas sobre Alemania, es terreno de la historia contrafáctica.
 
Peter Caddick-Adams, en cambio, argumenta de manera novedosa y, a la vez, desconcertante. El historiador británico escribe en su libro Nieve y Acero: la batalla de las Ardenas 1944-1945 que toda la ofensiva podría ser fruto del intento de asesinato de Hitler por parte de un grupo de sus propios generales liderados por Claus von Stauffenberg, es decir de su paranoia.
 
"El genesis del plan de Hitler sobre las Ardenas es su aferramiento al control de los asuntos militares y su necesidad de probar al Tercer Reich que él seguía siendo el líder", dijo en una entrevista con The National Geographic.
 
Por Germán Padinger
 
Fuente: infobae.com

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El 20 de enero de 2017 entrevisté en la explanada frente al Capitolio de Washington a un hombre solo que daba vueltas silencioso con una pancarta colgada al cuello. A diferencia de las decenas de miles de personas que se concentraban en Washington para protestar durante la toma de posesión de Donald Trump, Dave Bojanowski me llamó la atención porque no gritaba ni enarbolaba caricaturas o grandes eslóganes. El mensaje de su letrero era sencillo: "Really?" ("¿de verdad?").
 
La incredulidad de aquel momento se reflejaba bien en la pancarta de este hombre de mediana edad dedicado a la conservación rural en un valle del noroeste del estado de Nueva York. Había llegado a ese mensaje con la ayuda de su hija, Julie: "Intentamos encontrar la manera más simple de expresar el desconcierto que sentimos por haber elegido a Donald Trump como presidente sin ser agresivo o despectivo... No creo que Trump sea una persona viable para ser presidente de Estados Unidos", me decía entonces.
 
Un rato más tarde, el expresidente George W. Bush resumió el estado de ánimo tras escuchar el discurso de la primera toma de posesión de Trump: "Menuda mierda tan rara". De hecho, las palabras de Trump, que había ganado por los pelos y a pesar de haber perdido el voto popular por casi tres millones, fueron inusualmente agresivas, un mensaje oscuro y nacionalista y la visión de un país que, según él, era "una carnicería" de terror, drogas y pobreza.
 
Lo que vendría después serían cuatro años de caos en la Casa Blanca, corrupción y conflictos de interés, mentiras, persecución de minorías, violencia supremacista y una pandemia que dividió todavía más a la sociedad. Pero también fueron años en los que los miembros del gabinete de Trump -su secretario de Defensa, el jefe del Estado Mayor, el jefe del FBI o su vicepresidente- pararon ocurrencias del presidente de atacar a Irán o China, disparar armas nucleares a los huracanes, hacer pruebas inyectándose lavandina contra el COVID o no reconocer el resultado de las elecciones.
 
Esos cuatro años terminaron con dos procesos de impeachment contra Trump: uno por intentar chantajear al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, para que buscara trapos sucios contra el hijo de Joe Biden; y otro por animar al asalto al Capitolio en 2021 e intentar revertir el resultado de las elecciones presidenciales de 2020 que perdió.
 
Pese a todo lo que ocurrió entre 2017 y 2020, Trump tenía entonces frenos dentro de su propio equipo y su propio partido y no contaba con una mayoría conservadora tan clara en el Tribunal Supremo ni con más de 200 jueces nombrados por él dentro del sistema. Para empresarios, periodistas e incluso votantes demócratas parecía un accidente que pasaría.
 
Esto facilitará la confirmación del gabinete de Trump, que ha propuesto para los cargos a hombres y mujeres con poca experiencia, trayectorias erráticas, problemas con la justicia, conflictos de interés y a menudo una carrera en Fox News. Son nombres conocidos y controvertidos, pero en puestos menos prominentes Trump también quiere colocar a personas menos conocidas pero igualmente dispuestas a aplicar sus ideas más extremistas. 
 

20-01-2025 / 07:01
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