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Internacionales - 25-12-2024 / 10:12
EL 25 DE DICIEMBRE DE 1991 MIJAÍL GORBACHOV RENUNCIA COMO JEFE DE ESTADO DE LA URSS

Debacle del comunismo y desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas

Debacle del comunismo y desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
Mijaíl Gorbachov presentó su dimisión el día de Navidad, el 25 de diciembre de 1991. Lo hizo mediante un mensaje emitido por televisión. Echó la culpa de todos los males al sistema de "ordeno y mando" instaurado por la nomenklatura soviética y admitió que la política de reformas denominada perestroika "provocó serias tensiones en la sociedad" como consecuencia de la resistencia a desaparecer del viejo sistema y a "nuestros propios prejuicios y estereotipos, que nos han hecho perder mucho tiempo y han agravado aún más la situación".
El 25 de diciembre de 1991, Mijaíl Gorbachov, cediendo ante lo inevitable, dimitió como presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), declarando la presidencia extinguida y traspasando sus poderes restantes al presidente de Rusia, asumiendo ésta los compromisos y la representación internacional del desaparecido Estado.
 
Durante la noche de aquel mismo día, fue arriada del Kremlin la bandera roja con la hoz y el martillo que representaba a la Unión Soviética y en su lugar fue izada la vieja bandera tricolor de la Rusia imperial. Un día más tarde, el 26 de diciembre de 1991, el Soviet Supremo reconoció la extinción de la Unión y se disolvió.
 
Para finales de año todas las instituciones soviéticas oficiales habían cesado sus actividades, y las repúblicas asumieron el papel del gobierno central. Todas las Repúblicas que constituían la URSS fueron reconocidas internacionalmente como Estados independientes.
 
La disolución del Estado socialista más grande del mundo, poniendo fin a la vigencia del Tratado de Creación de la URSS, y el establecimiento de estados con economías capitalistas en las antiguas repúblicas soviéticas, marcó el fin de la Guerra Fría.
 
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Mijaíl Gorbachov presentó su dimisión el día de Navidad, el 25 de diciembre de 1991. Lo hizo mediante un mensaje emitido por televisión. Echó la culpa de todos los males al sistema de "ordeno y mando" instaurado por la nomenklatura soviética y admitió que la política de reformas denominada perestroika "provocó serias tensiones en la sociedad" como consecuencia de la resistencia a desaparecer del viejo sistema y a "nuestros propios prejuicios y estereotipos, que nos han hecho perder mucho tiempo y han agravado aún más la situación".
 
Dijo que el mayor logro de la perestroika fue la libertad democrática que, según él, "la gente no aprendió a utilizar". El ya ex presidente resaltó como realizaciones conseguidas durante su mandato la liquidación del sistema totalitario, "condenado a servir a la ideología comunista y a soportar el fardo de la militarización". Apuntó también como logros el inicio de las reformas económicas, el final de la Guerra Fría y la disminución del peligro de conflagración nuclear.
 
Gorbachov aseguró que cambios tan profundos en un país tan grande, con tantos problemas y con una población tan heterogénea, era imposible hacerlos sin dolor y advirtió que el mantenimiento de las conquistas democráticas de la perestroika era condición indispensable para aspirar a un futuro mejor.
 
Poco antes de la retransmisión, había hecho entrega del botón nuclear al presidente de la Federación de Rusia, Borís Yeltsin, y, nada más desaparecer de la pantalla, la guardia del Kremlin procedió a arriar la bandera roja soviética con la hoz y el martillo y a izar en su lugar la tricolor rusa.
 
Así terminó sus días el Estado opresor nacido tras la Revolución de Octubre de 1917. Así se derrumbó una de las dos grandes potencias antagónicas durante los tiempos de la "guerra fría".
 
Aunque el proceso de desintegración empezó a hacerse patente a partir de 1989 y tras la intentona golpista de agosto de 1991 parecía ya un hecho inevitable, su culminación, con la dimisión de Gorbachov el 25 de diciembre, no dejó de ser un acontecimiento sorprendente. Cambió completamente la configuración mundial.
 
Fuente: abc.es

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07-11-2025 / 09:11
Una realidad imposible de pensar apenas dos meses atrás acaba de imponerse en forma irrefutable al neoliberalismo del presidente yanqui Donald Trump, golpeando y diluyendo un poco más su promocionada intención de "hagamos nuevamente grande a los Estados Unidos". Por cierto, que las ideas base de hacer nuevamente grande -es decir: dominador- a su país atrasan un poco y se desubican otro tanto.
 
Si algo se puede estimar que le ha ido de acuerdo con sus planes es la relación con la Argentina de Javier Milei, un país que va quedando reducido a la condición de neocolonia, de un imperio decadente. Esa relación, que incluye el apartar la presencia china, también ha conseguido despertar las iras de los agricultores estadounidenses ya que, al disminuir a nuestro país como proveedor sojero, los chinos se han volcado a otros países latinoamericanos, Brasil fundamentalmente, desplazando a los yanquis.

También los manejos financieros en pro de la decadente moneda argentina han indignado a algunos sectores norteamericanos, que ven en esos millones de dólares facilitados a nuestro país una pérdida de posibles apoyos. Simultáneamente, la desubicación de Trump había anunciado la construcción en la Casa Blanca de un salón de baile, con un costo de más de 200 millones de la moneda norteamericana. La consiguiente reacción de la opinión pública lo obligó a desistir de la idea.

Como contrapartida, la semana que pasó los noticieros de todo el mundo informaron y visualizaron una noticia insólita, asombrosa: las largas colas en varias ciudades de los EE.UU. en procura de los bonos que les permitan adquirir algunos alimentos básicos. Esta vigencia del hambre, que lo es, numéricamente está estimada en unos 42 millones de personas (una cifra casi equivalente a la población argentina).

Sin embargo, al gobierno yanqui la más formidable bofetada política de los últimos tiempos se la dio el resultado de la reciente elección del alcalde de Nueva York, la ciudad más populosa del país y uno de los centros financieros y comerciales más importantes del mundo. Ocurre que, pese a la desvergonzada y falaz propaganda del Partido Republicano en el poder federal, los neoyorquinos eligieron como autoridad comunal a Zohran Mamdani, un miembro del Partido Demócrata que además es inmigrante que llegó a los EEUU siendo muy pequeño, de cultura y religión árabe y con ideas claramente inclinadas al socialismo, o al menos lo que los miembros del Partido Republicano entienden por socialismo.

Mamdani es un líder progresista y basó su campaña en un compromiso con la solución de los problemas de vivienda, educación y justicia social. Ha acumulado experiencia política y sabido conectarse con diversos grupos comunitarios de la ciudad, promoviendo una promesa de mejor calidad de vida, con aumento de los impuestos a las grandes fortunas de la ciudad. Esas condiciones principalmente le permitieron imponerse por una sorprendente mayoría de votos.


A los resultados de Nueva York se suman los batacazos demócratas de Nueva Jersey, donde ganó la demócrata Mikie Sherrill como gobernadora; de Virginia, donde ganó otra mujer (por primera vez en ese estado), Aigail Spanberger; en Detroit, donde se impuso otra mujer como alcalde (Mary Sheffield); y en Cincinnati, donde Aftab Pureval logró la reelección como alcalde, como hicieron también Corey OConnor en Pittsburgh y Andre Dickens en Atlanta.

La reacción del gobierno de Trump, dentro de todo, ha sido la que se podía esperar: calificar abiertamente a Mamdani de comunista y predecir una avalancha de fortunas neoyorquinas con destino a Miami, a imitación de los cubanos emigrados por el castrismo. 
Incluso Milei criticó a Mamdani e invitó a invertir en la Argentina.Por cierto, que esa ligereza en los juicios recuerda a actitudes muy parecidas que se dan por estas latitudes. Es el desafío en escala internacional que las derechas ultras y extremas, de Trump y Milei, les plantean a los progresismos y al peronismo en Argentina.


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