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Sociedad e Interés General - 11-09-2024 / 05:09
REVOLUCIÓN DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1852

En 1852, los porteños se separan de la Argentina

En 1852, los porteños se separan de la Argentina
El 11 de septiembre de 1852 los unitarios toman el poder en Buenos Aires, excluyendo a los partidarios y representantes del general Urquiza; éste se negó a aplastar la rebelión, por considerar que gozaba de apoyo popular. Sólo después de que perdiera la posibilidad de derrotarlos, Urquiza supo que el Estado de Buenos Aires declaraba no reconocer ninguna autoridad nacional exterior a sí misma.
En 1852, los porteños se separan de la Argentina
Plaza Once (foto histórica) es el actual y absurdo homenaje porteño al más rancio centralismo y el recuerdo amargo de una etapa funesta.
 
Tras el derrocamiento de Juan Manuel de Rosas, el general Justo José de Urquiza concretó la organización del país por medio de una constitución para la Confederación Argentina. Entre las imposiciones que se realizaban a Buenos Aires estaba nacionalizar los ingresos aduaneros de su puerto y federalizar su ciudad capital, Buenos Aires, que pasaría a ser capital de la Confederación.
 
Esto no fue de agrado de los centralistas porteños, que experimentaban una prosperidad muy superior al resto de las provincias gracias a los ingresos de la Aduana. Así, algunos grupos de políticos unitarios porteños apoyaron la exclusión de Buenos Aires de la Confederación, recién creada.

El 11 de septiembre de 1852 los unitarios toman el poder en Buenos Aires, excluyendo a los partidarios y representantes del general Urquiza; éste se negó a aplastar la rebelión, por considerar que gozaba de apoyo popular. Sólo después de que perdiera la posibilidad de derrotarlos, Urquiza supo que el Estado de Buenos Aires declaraba no reconocer ninguna autoridad nacional exterior a sí misma.
 
Después de años de enfrentamientos, el 23 de octubre de 1859 se libró la Batalla de Cepeda, con el triunfo de la Confederación, y se suscribió el Pacto de San José de Flores por el cual Buenos Aires se reincorporó y se produjo la reforma constitucional de 1860.

Finalmente, el 17 de septiembre de 1861, se dio la Batalla de Pavón, con un triunfo de Bartolomé Mitre, comandante de las fuerzas porteñas. De esta manera, se acordó el regreso de Buenos Aires a la Confederación, pero bajo los términos que la provincia impusiese.
 
Los porteños se comprometieron a compartir un porcentaje de sus ingresos aduaneros durante cinco años. De esta manera, el gobernador Mitre disolvió el Estado de Buenos Aires, reincorporándose como provincia a la República Argentina.
 
La Revolución del 11 de septiembre de 1852 fue el triunfo de una elite de la sociedad porteña, unitaria y centralista, subida al odio y menosprecio hacia todo lo que representaba el interior federal. Por 10 años Buenos Aires y la Argentina pasarían sus días separados en dos Estados independientes.
 
En ese período aciago, la sangre de los argentinos inundaría los campos linderos al Arroyo del Medio en las batallas de Cepeda y Pavón. La Plaza Once, en Capital, es el actual y absurdo homenaje porteño al más rancio centralismo y el recuerdo amargo de una etapa funesta para los argentinos.
 
La Opinión Popular 


En 1852, los porteños se separan de la Argentina 
Una caricatura, dibujada por Henry Meyer, tiene como protagonistas a Bartolomé Mitre y Justo José de Urquiza. Se comentaba por esos tiempos que el presidente Mitre solía "abrir el paraguas" y mostrarse indiferente ante la lluvia de problemas que caía sobre su gobierno (La Guerra contra Paraguay, el bloqueo del puerto de Montevideo, etc. -palabras de las que se cubre con su paraguas), y Urquiza se adaptaba a las decisiones de quien lo había vencido.

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Como cada 9 de Julio reivindicamos la lucha de las masas populares contra la permanente agresión política, económica y cultural neocolonial e imperialista, que busca disolver la identidad nacional y condenar a nuestra Patria a la condición de colonia dependiente como factoría de las metrópolis imperiales, mera proveedora de materias primas y alimentos baratos. 

El 09 de julio de 1816, el histórico Congreso, reunido en Tucumán, declara la independencia de las Provincias Unidas del Sur, que así rompe los lazos de dependencia con España y proclama la existencia de una nueva nación, libre e independiente. Lo hacía cuando la Santa Alianza, de Austria, Rusia y Prusia, promovía en Europa la restauración monárquica y combatía los movimientos liberales y democráticos.

Es el momento culminante de la gesta revolucionaria iniciada en 1810 y se realizó en Tucumán por el creciente malestar de los pueblos del interior contra Buenos Aires. Desde la supresión de la Junta Grande por el Primer Triunvirato en 1811 y hasta el Directorio de Carlos María de Alvear, la elite porteña había impuesto sus criterios centralistas, desconociendo el sentimiento federal de la mayoría del interior. La independencia, que se proclama en la sesión presidida por el sanjuanino Francisco Narciso de Laprida, es el fundamento a partir del cual José de San Martín impulsará la campaña para liberar Chile y luego Perú, consolidando la independencia argentina.

Las masas populares, con sus lanzas y su fuerte sentimiento de libertad, construyeron la Patria independiente con San Martín, las montoneras bravías del interior que nos legaron el federalismo, los ciudadanos revolucionarios de don Hipólito Irigoyen que cimentaron la democracia del Pueblo y las multitudes obreras movilizadas por Juan Perón que combatieron por la Justicia Social.
 
Invariablemente, la alternativa histórica fue siempre: independencia económica o subdesarrollo y miseria, e implica optar entre aceptar resignadamente la dependencia del país al FMI o luchar por la Liberación, por una Nación Justa, Libre y Soberana.
 
Tomamos el valiente ejemplo de San Martín que, para la Declaración de la Independencia, se impuso militarmente a los españoles y políticamente a aquellos sectores vinculados a la elite porteña que ya estaban negociando, tanto con el Imperio español como con el Reino Unido de Gran Bretaña, una nueva dependencia.
 
La nuestra es una historia de caudillos y masas populares. Los líderes pesaron profundo en los procesos. En 1816, San Martín, Belgrano, Güemes, Pueyrredón, Artigas, Juana Azurduy... Y la participación de las masas populares es una herencia del período independentista revolucionario, por la importancia que tempranamente tuvo la movilización popular, política y militar, en nuestra historia, desde la formación de las milicias urbanas para derrotar a los invasores británicos, y la voluntad del Pueblo que jugó un papel sin precedentes en la destitución de un virrey y el nombramiento de su sucesor.
 
Como decía don Arturo Jauretche"La historia es la política del pasado y la política es la historia del presente". Hoy, como siempre, peleamos por nuestra única, verdadera e irrenunciable independencia, evidenciando el aparato de colonización mental montada por los países centrales y sus operadores internos, como el macrismo y el mileismo, para perpetuar la dependencia.
 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista
Escribe: Blas García 

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