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Sociedad e Interés General - 26-07-2024 / 08:07
LAS SANGRIENTAS JORNADAS DONDE, EN NOMBRE DE LA LIBERTAD Y DE LA INSTITUCIONALIDAD, SE MURIÓ Y SE MATÓ EN BUENOS AIRES

Revolución del Parque: tres días de combates en el centro porteño que provocaron la caída del Gobierno

Revolución del Parque: tres días de combates en el centro porteño que provocaron la caída del Gobierno
El 26 de julio de 1890, estalla la Revolución del Parque. Milicianos de la Unión Cívica con sus boinas blancas.
El 26 de julio de 1890, estalló en Buenos Aires la Revolución del Parque, dirigida por un amplio frente opositor que, bajo el nombre de Unión Cívica, venía manifestándose contra la política de Miguel Juárez Celman. La Junta Revolucionaria estaba presidida por Leandro N. Alem.
 
Las fuerzas militares sublevadas dirigidas por el general Manuel J. Campos tomaron el Parque de Artillería, en la actual Plaza Lavalle, mientras se levantaba en armas también un sector de la Marina. Pronto el gobierno logró controlar la situación y las fuerzas leales, comandadas por el ministro de Guerra, general LevalleCarlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña obtuvieron la rendición de los rebeldes. La revolución fue derrotada, pero Juárez Celman, desgastado y sin apoyos, debió renunciar.
 
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La Revolución del Parque: tres días de combates en pleno centro porteño que provocaron la caída de un gobierno 
Techos y balcones se convirtieron en reductos, desde donde civiles combatían. Esta fotografía corresponde a un edificio en Mitre y Talcahuano.
 
26 DE JULIO DE 1890
 
Los Repetto vivían en una casa de bajos sobre Talcahuano, casi esquina Lavalle, a pocos pasos del Parque de Artillería. Era una construcción baja y maciza. En la madrugada del sábado 26 de julio de 1890 los cuatro hermanos de la familia fueron despertados por una discusión de sus padres, que no se ponían de acuerdo sobre el origen de los ruidos que venían de la calle. La mujer decía que había estallado la revolución, que hacía días se esperaba, mientras que el marido los atribuía a "la artillería de Bollini", el nombre que los vecinos le habían puesto a las máquinas barredoras tiradas por caballos que el recién asumido intendente Francisco Bollini había implementado para la limpieza de calles. Cuando sonaron los primeros disparos, los tres hermanos varones se vistieron a las apuradas y salieron a la vereda. La madre estaba en lo cierto: había estallado la revolución.
 
Desde 1886 gobernaba el país el cordobés Miguel Juárez Celman, quien para todos significaba la continuación del régimen inaugurado en 1880 por su concuñado, Julio A. Roca. Responsable de una administración que no escatimaba en gastos, se fue endeudando, abusó de la emisión, generó una inflación que se fue acelerando en medio de una descontrolada especulación, entre otros tantos desatinos. Paulatinamente, esta crisis económica -que ya se percibía a mediados de 1889- provocó el surgimiento de una oposición al gobierno, que no mostraba capacidad de reacción y que, además, maniobraba para disputarle poder político a Roca.
 
 
En busca de fe y honradez
 
Jóvenes de distintos extractos y políticos organizaron, el 1 de septiembre de 1889, un acto en Jardín Florida, un predio ubicado en Florida y Paraguay. Si bien no logró una masiva concurrencia, alcanzó para que hombres de la talla de Leandro N. Alem, Francisco Barroetaveña, Aristóbulo del Valle y Pedro Goyena, entre otros, fundasen la Unión Cívica de la Juventud.
 
Denunciaban que el pueblo estaba excluido de la vida pública. Alem dijo: "No hay, no puede haber buenas finanzas, donde no hay buena política. Para hacer esta buena política se necesita grandes móviles, se necesita buena fe, honradez, nobles ideales; se necesita, en una palabra, patriotismo". Rápidamente, afloraron comités en diversos barrios de la ciudad.
 
La escalada de la crisis hizo que el 12 de abril de 1890 los ministros presentaran sus renuncias. El gobierno, que no había tomado en serio esa manifestación, vio con otros ojos el acto multitudinario del 13 de abril de 1890 en el Frontón Buenos Aires, avenida Córdoba casi Cerrito, donde 10 mil personas vitorearon a Alem y a Mitre y clamaron por el fin del unicato, el regreso a la Constitución y a la reconquista de las libertades.
 
El "Manifiesto a los pueblos de la República" que se dio a conocer el 17, señalaba la "ineptitud y desquicio gubernamental, despilfarro e inmoralidad en la administración pública, fraude estatal".
 
La conspiración para derrocar al gobierno, reemplazarlo por otro que en dos o tres meses debía llamar a elecciones, se puso en marcha. Se armó una junta revolucionaria que se reunía todos los días, desde las ocho de la noche a las dos de la mañana, en la casa de Benjamín Buteler. Para la policía, que seguía los pasos de Alem, era "Cristo". Los revolucionarios le propusieron al general mitrista Manuel J. Campos, a tomar la dirección militar de la rebelión.
 
 
Los planes
 
La idea de Alem era tomar Plaza de Mayo y Casa de Gobierno a plena luz del día. Previamente se armaría una interpelación al ministro de Guerra, a la que debería asistir el vicepresidente Carlos Pellegrini, lo que dejaría al presidente Juárez Celman solo en su despacho. Sin embargo, los jefes militares dijeron que sería imposible sacar a los regimientos de los cuarteles durante el día. Entonces, Alem propuso hacerlo en la noche del 9 de julio, y sorprender al presidente y su gabinete en la función de gala. También fue descartada.
 
Se optó por tomar el Parque de Artillería (donde hoy está el Palacio de Tribunales) de donde saldrían dos columnas: una tomaría el cuartel de policía y otra enfrentaría a las fuerzas leales al gobierno. Con una victoria segura, se apoderarían de la Casa de Gobierno, del telégrafo y de la estación del ferrocarril. Pero esas columnas nunca llegaron a salir.
 
En una votación, los conjurados votaron a Alem como presidente provisional de la revolución que creían triunfante; el general Campos y el coronel Figueroa lo hicieron por Mitre, quien se enteró de la revolución en París.
 
El general Campos convenció a los jefes de que el día indicado era el 21 de julio. Los jefes de las unidades llevarían un farol con vidrios de colores para identificarse; el santo y seña se daría a conocer el domingo por la noche.
 
Sin embargo, una delación del mayor Palma, del 11° de Caballería, que simulaba estar con los complotados, hizo que detuvieran a Campos, a Figueroa y a un par de jefes más.
 
Todo parecía haber vuelto a fojas cero. Pero una misteriosa visita que Julio A. Roca le hizo a Campos en su lugar de detención la tarde del 25, cambió todo. Roca habría acordado con Campos que lo ayudaría a fugarse y que participara en la revolución y que, una vez derrocado Juárez Celman, nadie se opondría a una candidatura de Mitre. Varios historiadores señalan que Roca aprovechó la revolución para quitarse a su cuñado de encima, sacándolo de competencia del Partido Autonomista Nacional y, gracias a la complicidad del propio Campos, haría que el intento revolucionario fracasase. Campos quedó en libertad y tomó la dirección militar de la revolución.
 
Los revolucionarios determinaron que el golpe se daría a las cuatro de la mañana del sábado 26 de julio. A Lucio V. López le cupo la redacción del manifiesto de la junta revolucionaria, que se imprimió en los talleres gráficos del diario La Nación. Se convocaba a "evitar la ruina del país".
 
 
La bandera
 
Los sublevados no podían identificarse con la bandera argentina, porque podrían confundirse con los efectivos del gobierno. La única tela en cantidad que se encontró en la ciudad fue de los colores blanca, verde y rosa y así Josefina de Rodríguez y Elvira Ballesteros cosieron la bandera y armaron divisas y gallardetes que los hombres llevaban colgados del hombro derecho. Y también se adquirieron un lote importante de boinas blancas, que luego serían la identificación de los radicales.
 
El santo y seña fue Patria y Libertad
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Revolución del Parque: tres días de combates en pleno centro porteño que provocaron la caída de un gobierno 
Buenos Aires se había transformado en el campo de batalla. La imagen muestra la esquina de Lavalle y Libertad en esos convulsionados días.

Los enfrentamientos
 
El 26 a la madrugada un millar de militares y 300 civiles coparon el Parque de Artillería, cuyos 1300 efectivos ya se habían pasado al bando revolucionario. Además, contaba con toda la artillería de la ciudad.
 
Como las horas pasaban y nada sucedía, los revolucionarios creyeron haber triunfado sin disparar un solo tiro. Aristóbulo del Valle, entusiasmado, mandó a hacer sonar las campanas de la iglesia de San Nicolás -protestas del cura párroco mediante- que se levantaba donde hoy está el Obelisco.
 
Pero los enfrentamientos comenzaron, en pleno centro porteño. Las fuerzas leales, cercanas al millar, que se habían agrupado en los cuarteles de Retiro, atacaron con los regimientos 6 y 11 de Caballería, parte de los batallones 4 y 6 de infantería, y con el 8 de Infantería. También contaban con el cuerpo de bomberos y la policía, en buena medida militarizada. Los comandaba el ministro de Guerra, teniente general Nicolás Levalle.
 
Estas fuerzas debían vérselas con 50 cantones revolucionarios diseminados por la ciudad, donde hasta se llegó a pelear cuerpo a cuerpo. Los había en el Palacio Miró, una residencia delimitada por Córdoba, Talcahuano, Viamonte y Libertad; también en Córdoba y Talcahuano; en Viamonte y Uruguay y una serie de barricadas por Lavalle que llegaban hasta Suipacha. Los revolucionarios tomaron el Colegio El Salvador, sobre Callao y la confitería El Molino.
 
La ciudad era el campo de batalla.
 
Muchas casas de las esquinas fueron copadas por civiles y usaban sus techos y azoteas para disparar. Se combatía en las calles, en un radio de cuarenta manzanas. Barcos de la escuadra que se habían plegado, al mando del teniente de navío OConnor, bombardearon durante el mediodía del 27 la Casa de Gobierno y hasta intentaron hacer blanco en la casa del presidente, que vivía en la calle 25 de mayo. Como producto de esas bombas, por lo menos murieron dos personas. El bombardeo fue visto por Estanislao Zeballos desde el mirador del Hotel de la Paz, en Cangallo y Reconquista.
 
Al mediodía del sábado hubo un momento de algarabía cuando se supo que Juárez Celman, a regañadientes, había abandonado la ciudad en tren. No demoraría en regresar.
 
Roca y Pellegrini, en los hechos a cargo del gobierno, enviaron emisarios. Querían saber si los revolucionarios depondrían las armas si Juárez Celman renunciaba. Les respondieron que no.
 
Para el domingo a la mañana, los revolucionarios cayeron en la cuenta de que no disponían de suficientes municiones para continuar peleando más de una hora. Además, la inacción de Campos los dejaba sin iniciativa. El Frontón Buenos Aires, a dos cuadras del Parque de Artillería, había caído en las primeras horas de ese día. Para ganar tiempo y conseguir munición, los revolucionarios pidieron una tregua para enterrar a sus 23 muertos, justo cuando fuerzas del gobierno -aprovechando la pasividad de Campos- se disponían a arrasar la resistencia en las plazas Libertad y del Parque, con tropas muy bien armadas, cañonear el cuartel revolucionario y tomarlo por asalto.
 
En plena Plaza Lavalle, se había armado un hospital de campaña. Una de las organizadoras era Elvira Rawson, una estudiante de medicina de 23 años, la única mujer en una clase de 85 hombres en la Facultad de Medicina. Junto a otros médicos, como Juan B. Justo y Julio Fernández Villanueva -que murió cuando rescataba un herido- atendían a hombres de ambos bandos. Su desempeño le valió el reconocimiento del propio Alem.
 
El lunes 28, el gobierno envió como mediadores a Benjamín Victorica, Luis Sáenz Peña, Francisco Madero y Ernesto Tornquist, mientras civiles que se sumaban al movimiento seguían ocupando cantones, y gastando municiones.
 
Si bien la situación a esa altura era una causa perdida, algunos creían que se podía resistir, como era el caso de Hipólito Yrigoyen y Mariano Demaría. Hubo un intento desesperado del coronel Mariano Espina, que con un grupo de hombres del regimiento 10° quiso llegar a Plaza de Mayo pero fue rechazado en Pellegrini y Lavalle. El envío de importantes fuerzas de la provincia de Buenos Aires para ayudar al gobierno, determinó el fin.
 
A las 8 de la mañana del martes 29 todo había concluido, a pesar de la resistencia de los civiles, empecinados en seguir combatiendo. Vencedores y vencidos se reunieron en el Palacio Miró donde acordaron que ninguno de los sublevados sería sometido a juicio, que los civiles dejarían las armas en el Parque de Artillería y que los cadetes del Colegio Militar no serían sancionados.
 
En las calles quedaron centenares de muertos, que en un lento desfile de carretas, eran llevados al cementerio de la Chacarita.
 
Para Juárez Celman, ya era tarde. Sin apoyo, debió renunciar el 6 de agosto y su vicepresidente Carlos Pellegrini se hizo cargo del gobierno. La maniobra de Roca había dado resultado. "¡Ya se fue!¡Ya se fue el burrito cordobés!", gritaba la gente.
 
El único que no festejó fue Leandro N. Alem, el último en abandonar el Parque de Artillería.
 
A los Repetto les llamó la atención que, en medio de la euforia popular, Alem mandó a colocar crespones al frente del comité, en señal de duelo. Razones no le faltaban. El gobierno había caído, pero no el sistema que lo sostenía. Lamentablemente para el fundador de la Unión Cívica Radical, no sería su último desencanto.
 
Por Adrián Pignatelli
 
Revolución del Parque: tres días de combates en pleno centro porteño que provocaron la caída de un gobierno
Parque de Artillería, el epicentro de los combates, en Plaza Lavalle, en el centro porteño. Hoy, en ese lugar, se levanta el Palacio de Tribunales.
 
Fuente: Infobae

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17-10-2025 / 18:10
17-10-2025 / 18:10
17-10-2025 / 09:10
El coronel Juan Perón estaba preso. Nada se oponía a la restauración oligárquica y al retorno a la fraudulenta y corrupta Década Infame, interrumpida por la irrupción de la Revolución de Junio de 1943. Pero en ese momento la clase obrera se movilizó y desde ese instante se convertiría en un actor determinante del proceso político nacional.
 
Nadie la conocía aun. Carecía de antecedentes. Venía de abajo, del subsuelo de la Patria, y su marcha fue irresistible. Si había demorado en aparecer, lo cierto es que nadie pudo, desde entonces, olvidarlo jamás.
 
En la madrugada del 17 de octubre de 1945 comenzó una movilización de la clase trabajadora en los barrios populares del oeste de Capital Federal así como de las zonas industriales de sus alrededores.
 
Los obreros no ingresaban a trabajar en las fábricas y talleres e iban recorriendo los establecimientos vecinos, incitando a abandonarlos a quienes se encontraban en ellos, para luego marchar coreando consignas en favor de Juan Perón, por las calles principales hacia el centro de la Capital Federal.
 
Aquel 17 de octubre los trabajadores dejaron sus herramientas, apagaron las máquinas de sus talleres y fabricas, se subieron al tranvía o al ómnibus y se fueron a la Plaza de Mayo. Estaban dispuestos a dar la vida por Perón. Un nuevo ciclo histórico se iniciaba en la Argentina.
 
El 17 de octubre de 1945 marcó un antes y un después en la historia de nuestro país: más de un millón de trabajadores, coparon la Plaza de Mayo para exigir la liberación del que ya entonces consideraban su líder: el coronel Perón, quien desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, había instrumentado numerosas medidas que favorecieron a los obreros, sentando las bases de la movilidad social ascendente y permitiéndoles integrarse a un país que, hasta entonces, no los reconocía.
 
Setenta y ocho años después, recordamos aquella expresión de lealtad mutua: de los trabajadores hacia su líder, pero también de Perón hacia ellos, al visibilizarlos y, una vez en el poder, haber seguido defendiendo sus derechos. Sin arriar nunca las banderas del trabajo, la dignidad y la justicia social.

 
Escribe Blas García  

17-10-2025 / 09:10
El 17 de Octubre de 1945, Juan Perón fue rescatado de la cárcel por la masiva movilización de la clase trabajadora, exponiendo así la falencia del anciano régimen oligárquico antinacional -rapaz y parasitario- y la caducidad de los viejos partidos políticos seudo democráticos, sobrepasados por el proletariado, que de ahora en más, podía obtener reivindicaciones que ya no se pedían, se reclamaban, porque ya no se confiaba en la buena voluntad de los sectores dominantes sino en la propia fuerza de los trabajadores.

Ese día resurge la Argentina profunda, el subsuelo de la Patria sublevado, y reaparece para continuar escribiendo la historia de las masas populares, una secuencia que va desde las lanzas primero -con las montoneras federales del interior-, el voto después -con el radicalismo yrigoyenista- y por último los sindicatos obreros -con el peronismo-. Tres momentos en los que el Pueblo lucha para realizarse con el federalismo, la soberanía política y la democracia social.

Como consecuencia de la actuación revolucionaria de las masas populares el 17 de octubre de 1945, el justicialismo llega al poder y produce transformaciones en todos los ámbitos de la realidad del país. La Revolución Nacional, de Eva y Juan Perón, rompió con el modelo semicolonial dependiente, logrando la independencia económica, la justicia social y permitiendo importantes conquistas a los sectores populares. Una Nueva Argentina con el Pueblo de protagonista.

La terrible reacción gorila de la vieja Argentina oligárquica y autoritaria, en el golpe de septiembre de 1955, dan la medida de la trascendencia revolucionaria del peronismo. Cómo los movimientos nacionales antecesores: el federalismo de Rosas y el radicalismo de Yrigoyen; solo se alcanzaron conquistas transitorias y fueron derrotados por la estructura de la injusticia y la dependencia. Revolución y contrarrevolución.

A partir de 1955, la exclusión política del peronismo produjo un proceso de Resistencia que ampliaría su perfil. Aglutinó, representó y canalizó a todas las rebeldías y críticas contra el sistema económico, social y político, crecientemente ineficaz y en el cual era el único actor apartado. En esta lucha, el peronismo constituyó el agrupamiento de las fuerzas populares y proletarias, mientras que el régimen militar se identificaba con los intereses de la oligarquía, la burguesía entreguista y los partidos liberales.

Todos estos esfuerzos son partes de un mismo combate, en la que todavía no se han alcanzado triunfos definitivos. Corsi e ricorsi, la Patria aparece como un proyecto inacabado que debemos realizarlo plenamente hoy cuando el capitalismo globalizado pretende desembarazarse de las limitaciones que, a lo largo del siglo XX, le impusieran los Estados Nacionales y los movimientos sociales encabezados por la clase trabajadora, para aplicar sus políticas neoliberales de injusticia social.

Las medidas económicas impulsadas por Javier Milei y Luis Caputo están inspiradas en el más crudo neoliberalismo, que fue iniciado durante la Revolución Fusiladora, continuadas por la dictadura de Jorge Rafael Videla y por los votos en los gobiernos de Carlos MenemFernando de la Rua, Mauricio Macri y Javier Milei. Este tipo de recetas conservadoras y reaccionarias, que aumentan la injusticia quitando derechos sociales y agrandan la dependencia con el fuerte endeudamiento, siempre fracasaron, provocando resistencias populares y revueltas sociales. 


Por eso, como integrantes del Movimiento Nacional y Popular que cambió la historia política argentina, volvemos a levantar, como en 1945, el cuestionamiento del sistema neoliberal económico y social injusto y la necesidad de dar la pelea para cambiarlo. Con el peronismo, seremos una Nación independiente, y si nos sacamos la dependencia del capital financiero y del FMI volveremos al desarrollo económico. Caso contrario, podría retornar el neoliberalismo apátrida y seguiremos hundiéndonos aun más en la pobreza y la dependencia. 
La cuestión sigue siendo la misma, patria o colonia. El legado de la lucha continúa, hoy contra una de las formas mas crueles, brutales y salvajes de capitalismo, la de Javier Milei.


 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista 
 Escribe: Blas García 

 

15-10-2025 / 19:10
Juan Perón había surgido a la vida política dos años antes, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y había dignificado al obrero otorgando derechos vulnerados desde siempre. Unidos en el odio a Perón y defendiendo sus intereses, el frente oligárquico logra aislarlo, despojarlo de todos su cargos forzando su renuncia y recluirlo en la isla de Martín García. Parecía que una vez más en nuestra historia, los que más tenían, los que hacían las  leyes, los que vivían del trabajo ajeno, imponían su voluntad omnipotente.
 
Pero los trabajadores argentinos reaccionan y en la mañana del lunes 16 de octubre de 1945, los dirigentes de la CGT se entrevistan con presidente Edelmiro J. Farrell, al cual le trasmite su preocupación por la situación del coronel Perón, así como que algunos gremios han empezado a salir a la calle reclamando por su libertad. También le expresan la preocupación reinante en la clase trabajadora ante las versiones de los diarios acerca del nuevo gabinete que estaría integrado por hombres de la oligarquía y del conservadorismo.
 
Por su parte, la Unión Obrera Local- expresión sindical del Partido Comunista-sostiene que "desautoriza las versiones a favor de una huelga inminente lanzadas por un grupo afecto al gobierno desplazado y por elementos nazis que pretenden obstruir el camino de las elecciones libres".
 
A su vez, el Partido Socialista denuncia "la maniobra encaminada a confundir la opinión de los trabajadores y crear factores de perturbación y anarquía...tentativa de los dirigentes entregados a la dictadura implantada por el ex secretario de Trabajo y Previsión".
 
Los partidos de "izquierda" de la oligarquía, más que confundidos, no saben de donde sale esa "chusma" peroniana, como la denominan despectivamente, que nada tiene que ver con el modelo de obrero de sus libros y manuales, pulcro y atildado, con el que están acostumbrados a tratar.
 
A la tarde se conoce la decisión de la Central Obrera: por 16 votos contra 11, "la CGT, en defensa de las conquistas obtenidas y las por obtener y considerando que éstas se hallan en peligro ante la toma del poder por las fuerzas del capital y la oligarquía, declara un Paro General en todo el país por el término de 24 horas, que se hará efectivo el día jueves 18 de octubre, a partir de la cero hora".
 
Comienza así, el devenir histórico por el cual los trabajadores argentinos se introducen por primera vez y para siempre en la escena política nacional, para terminar con la semicolonia pastoril y construir una nación moderna e independiente, y lo hacen con un movimiento popular que tiene como eje al proletariado. En nuestro país nada volvería a ser igual.
 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista 
Escribe Blas García 

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