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Sociedad e Interés General - 08-07-2024 / 07:07
LOS “PRESOS DE BRAGADO”

Son liberados los anarquistas injustamente encarcelados once años antes

Son liberados los anarquistas injustamente encarcelados once años antes
El 08 de julio de 1942, son liberados los tres anarquistas -Pascual Vuotto, Reclus de Diago y Santiago Mainini- injustamente encarcelados once años antes.
Se conoce como los "presos de Bragado" a un caso de tortura y violencia política en Argentina, durante la llamada Década Infame (1930-1942), en el cual decenas de personas fueron arbitrariamente detenidas y torturadas por la policía.
 
Fueron acusadas falsamente de haber puesto un bomba el 5 de agosto de 1931 en el pueblo de Bragado (provincia de Buenos Aires), en la casa del político conservador José María Blanch, causando la muerte a dos familiares de este, una mujer y una niña, y heridas graves a otra mujer.
 
Los cinco condenados eran obreros y militantes anarquistas. Entre las pruebas ignoradas por la justicia se encontraba la declaración del médico policial que fue testigo de las torturas. Las torturas y la arbitrariedad evidente de las acusaciones generaron un escándalo político y un fuerte movimiento social de apoyo a los presos y condena a los gobiernos involucrados.
 
La presión popular llevó al gobernador de Buenos Aires a reducir la pena a 17 años, una medida que permitía la liberación inmediata de los condenados. El 08 de julio de 1942, son liberados los «presos de Bragado», tres anarquistas -Pascual Vuotto, Reclus de Diago Santiago Mainini- injustamente encarcelados once años antes.
 
En 1985 se descubrió que el asesinato había sido realizado por un dirigente opositor del mismo partido conservador.
 
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El 16 de agosto de 1931, la policía detuvo al obrero ferroviario Pascual Vuotto en la estación de ferrocarril de Blas Durañona (partido de Veinticinco de Mayo), donde trabajaba; al obrero ferroviario Julián Ramos, en Mechita; a los obreros ladrilleros Reclús De Diago y Juan Rossini en Castelar, y al obrero ladrillero Santiago Mainini en Lomas del Mirador.
 
Uno de los acusados, Juan Perutti -militante de la Unión Cívica Radical-, se suicidó mientras se encontraba detenido. Otros cinco resultaron condenados a cadena perpetua por homicidio: Pascual Vuotto, Julián Ramos, Reclús De Diago, Juan Rossini y Santiago Mainini. Los cinco condenados eran obreros y militantes anarquistas. Entre las pruebas ignoradas por la justicia se encontraba la declaración del médico policial que fue testigo de las torturas.
 
Las torturas y la arbitrariedad evidente de las acusaciones generaron un escándalo político y un fuerte movimiento social de apoyo a los presos y condena a los gobiernos involucrados: la dictadura militar de José Félix Uriburu (1930-1932), el gobierno del conservador Agustín P. Justo (1932-1936), el gobierno del radical antipersonalista Roberto M. Ortiz (1936-1940) y el gobierno interino del conservador Ramón S. Castillo (1940-1942).
 
Los anarquistas permanecieron presos desde 1931 hasta 1942, cuando la presión popular llevó al gobernador de Buenos Aires a reducir la pena a 17 años, una medida que permitía la liberación inmediata de los condenados.
 
En 1985 se descubrió que el asesinato había sido realizado por un dirigente opositor del mismo partido conservador.
 
El 16 de febrero de 1993 falleció el último «preso de Bragado», Pascual Vuotto.
 
El 28 de julio de 1993 -cinco meses después de la muerte de Vuotto, y cincuenta y dos años después de los hechos-, el Congreso Nacional aprobó la ley 24.233, para desagraviar la injusta sentencia contra De Diago, Mainini y Vuotto y en homenaje a la memoria de todos los presos de Bragado.
 
En 2002, luego de llegar a un acuerdo, la provincia de Buenos Aires dispuso por ley 12.931 otorgar a Themis Vuotto -hija sobreviviente de uno de los presos-, una pensión vitalicia equivalente a la pensión social Islas Malvinas.
 
Fuente: Wikipedia

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Como cada 9 de Julio reivindicamos la lucha de las masas populares contra la permanente agresión política, económica y cultural neocolonial e imperialista, que busca disolver la identidad nacional y condenar a nuestra Patria a la condición de colonia dependiente como factoría de las metrópolis imperiales, mera proveedora de materias primas y alimentos baratos. 

El 09 de julio de 1816, el histórico Congreso, reunido en Tucumán, declara la independencia de las Provincias Unidas del Sur, que así rompe los lazos de dependencia con España y proclama la existencia de una nueva nación, libre e independiente. Lo hacía cuando la Santa Alianza, de Austria, Rusia y Prusia, promovía en Europa la restauración monárquica y combatía los movimientos liberales y democráticos.

Es el momento culminante de la gesta revolucionaria iniciada en 1810 y se realizó en Tucumán por el creciente malestar de los pueblos del interior contra Buenos Aires. Desde la supresión de la Junta Grande por el Primer Triunvirato en 1811 y hasta el Directorio de Carlos María de Alvear, la elite porteña había impuesto sus criterios centralistas, desconociendo el sentimiento federal de la mayoría del interior. La independencia, que se proclama en la sesión presidida por el sanjuanino Francisco Narciso de Laprida, es el fundamento a partir del cual José de San Martín impulsará la campaña para liberar Chile y luego Perú, consolidando la independencia argentina.

Las masas populares, con sus lanzas y su fuerte sentimiento de libertad, construyeron la Patria independiente con San Martín, las montoneras bravías del interior que nos legaron el federalismo, los ciudadanos revolucionarios de don Hipólito Irigoyen que cimentaron la democracia del Pueblo y las multitudes obreras movilizadas por Juan Perón que combatieron por la Justicia Social.
 
Invariablemente, la alternativa histórica fue siempre: independencia económica o subdesarrollo y miseria, e implica optar entre aceptar resignadamente la dependencia del país al FMI o luchar por la Liberación, por una Nación Justa, Libre y Soberana.
 
Tomamos el valiente ejemplo de San Martín que, para la Declaración de la Independencia, se impuso militarmente a los españoles y políticamente a aquellos sectores vinculados a la elite porteña que ya estaban negociando, tanto con el Imperio español como con el Reino Unido de Gran Bretaña, una nueva dependencia.
 
La nuestra es una historia de caudillos y masas populares. Los líderes pesaron profundo en los procesos. En 1816, San Martín, Belgrano, Güemes, Pueyrredón, Artigas, Juana Azurduy... Y la participación de las masas populares es una herencia del período independentista revolucionario, por la importancia que tempranamente tuvo la movilización popular, política y militar, en nuestra historia, desde la formación de las milicias urbanas para derrotar a los invasores británicos, y la voluntad del Pueblo que jugó un papel sin precedentes en la destitución de un virrey y el nombramiento de su sucesor.
 
Como decía don Arturo Jauretche"La historia es la política del pasado y la política es la historia del presente". Hoy, como siempre, peleamos por nuestra única, verdadera e irrenunciable independencia, evidenciando el aparato de colonización mental montada por los países centrales y sus operadores internos, como el macrismo y el mileismo, para perpetuar la dependencia.
 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista
Escribe: Blas García 

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