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Sociedad e Interés General - 12-06-2024 / 10:06
EL 12 DE JUNIO DE 1956 EN LA PENITENCIARÍA LAS HERAS

Fusilamiento de Juan José Valle, el general patriota

Fusilamiento de Juan José Valle, el general patriota
Juan José Valle fue fusilado el 12 de junio de 1956 en la Penitenciaría Nacional de la Ciudad de Buenos Aires, actual parque Las Heras (en las calles Coronel Díaz y Las Heras) donde se encuentra una placa colocada en su memoria y la de los demás fusilados.
 
En 1956, el General Juan José Valle encabezó una malograda sublevación cívico-militar contra la dictadura militar gorila autodenominada Revolución Libertadora del Teniente General Pedro Eugenio Aramburu y el Almirante Isaac Rojas.
 
Derrotado el movimiento, el gobierno militar decidió efectuar un castigo ejemplificador y completamente inusual disponiendo el fusilamiento de los sublevados. Entre el 9 y el 12 de junio de 1956, civiles y militares fueron fusilados, algunos de ellos en ajusticiamientos clandestinos realizados en el basural de José León Suárez, antes de la orden de ley marcial. Por ese aberrante acto se ha denominado a aquel régimen militar como "la Revolución Fusiladora", máxima expresión del odio gorila hacia el peronismo. 
 
El 12 de junio de 1956 es fusilado el General Juan José Valle en la Penitenciaría Nacional de la Ciudad de Buenos Aires, actual parque Las Heras (en las calles Coronel Díaz y Las Heras) Pidió ser fusilado como civil, rechazando al capellán militar y confesándose con el sacerdote Alberto Devoto, el que fuera luego el popular obispo de Goya.
 
La Opinión Popular 
 

Fusilamiento de Juan José Valle, el general patriota 
La orden de los dictadores Aramburu y Rojas era fusilar. Fue ese trágico final de Valle, a pesar de las promesas en contrario a la hora de las rendiciones, que dio lugar a la expresión popular de "la revolución fusiladora", como se la dio en llamar hasta nuestros días.


El fusilamiento del General  Juan José Valle
 
Por Roberto Bardini
 
En la noche del sábado 9 de junio de 1956, a nueve meses del derrocamiento del presidente constitucional Juan Domingo Perón por la autodenominada Revolución Libertadora, militares y civiles peronistas intentan recuperar el poder por las armas. Los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, junto con el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, encabezan una dispersa rebelión cívico-militar que tiene sus focos aislados en Buenos Aires, La Plata y Santa Rosa, capital de La Pampa. El intento es abortado en unas cuantas horas y concluye en un baño de sangre.
 
No se conoce el número exacto de rebeldes que participan del levantamiento. Se ha especulado que, como máximo, son quinientos hombres; es posible que no llegaran a los doscientos. Sí se sabe que les falta coordinación, actúan en forma dividida en las tres ciudades y carecen de armas pesadas. También se sabe que sus planes han sido descubiertos desde semanas antes por el servicio de inteligencia militar, están infiltrados y, en síntesis, no tienen ninguna posibilidad de triunfar. El régimen de la Revolución Libertadora, sin embargo, los deja actuar para poder aplicarles una medida ejemplificadora.
 
El domingo 10 de junio, a menos de veinticuatro horas del levantamiento peronista y cuando ya no existen focos de resistencia, el gobierno de facto encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas lanza el decreto Nº 10.364, que impone la ley marcial. La pena de muerte debía hacerse efectiva a partir de entonces. Sin embargo, se aplica retroactivamente a quienes se habían sublevado el sábado 9 y ya se han rendido y están prisioneros.
 
El artículo 18 de la Constitución Nacional vigente hasta ese momento aseguraba: Queda abolida para siempre la pena de muerte por motivos políticos. No obstante, con una velocidad sorprendente el régimen de la Revolución Libertadora ordena que en menos de 72 horas se efectúen 28 fusilamientos de militares y civiles en seis lugares distintos. Los pelotones de ejecución gastan más cartuchos que los que alcanzaron a disparar los rebeldes condenados.
 
Valle se hallaba oculto en el barrio de San Telmo. El general podría haberse asilado en una embajada pero al atardecer del 12 de junio decide entregarse para poner fin a la matanza. A pesar de que ha encabezado el levantamiento antes de la instauración de la pena de muerte, lo fusilan a las diez de la noche.
 
Aramburu, un católico a ultranza, no tuvo la más mínima piedad cristiana con sus camaradas de armas alzados. Se dice que lloró al firmar -junto a Rojas y otros tres militares de alta graduación- la pena de muerte de Valle, quien había sido su compañero en el Colegio Militar. No obstante, cuando la desesperada esposa del oficial condenado a morir fue a la residencia de Olivos a suplicarle que lo perdonara, le informaron que el presidente de facto no la podía recibir porque se encontraba descansando.
 
 
Vencedores y vencidos
 
 
La Revolución Libertadora del 16 de septiembre de 1955 se dedica a desmontar la maquinaria justicialista y a borrar todo lo que recuerde al gobierno derrocado. El Partido Peronista es disuelto. El ejército interviene la Confederación General del Trabajo y designa como responsable al capitán de navío Alberto Patrón Lapacette. Más de cien mil dirigentes obreros son destituidos. Grupos civiles, entre los que se encuentran conservadores, radicales y comunistas, asaltan sindicatos. Se desata la cacería: funcionarios, dirigentes políticos, empleados públicos, gremialistas, militantes y simples simpatizantes son perseguidos y encarcelados; aumentan las denuncias sobre torturas brutales.
 
El 5 de marzo de 1956, el decreto 4161 decide que en su existencia política, el Partido Peronista ofende el sentimiento democrático del pueblo argentino. La medida prohíbe en todo el país la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o de sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición. La prohibición se extiende a las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las marchas Los Muchachos Peronistas y Evita Capitana, los discursos del presidente depuesto y su esposa.
 
El nuevo régimen castiga con cárcel el hecho de nombrar a Juan Domingo Perón y a María Eva Duarte, y de exhibir los símbolos partidarios creados y por crearse. Durante años, el periodismo escrito y radial se referirá al general derrocado como el dictador depuesto y el tirano prófugo.
 
Se destruyen monumentos y se queman libros escolares. La Ciudad Infantil Evita es arrasada y se clausura la Fundación de Ayuda Social Eva Perón. El militar que asume como interventor elabora un informe en el que menciona el derroche peronista que significaba darles de comer carne y pescado todos los días a los chicos y, además, bañarlos y ponerles agua de colonia. El interventor contrata una cuadrilla para romper a martillazos toda la vajilla con el sello de la institución.
 
Se crean cincuenta comisiones investigadoras. Al contrario de las normas del derecho, no son los acusadores quienes tienen que probar el delito sino los acusados quienes deben demostrar su inocencia.
 
Durante el mandato de Aramburu y Rojas se acusa a Perón de 121 delitos, se le inicia un juicio por traición a la patria y se le prohíbe el uso del grado militar y el uniforme. En las fuerzas armadas, comienza una depuración que continuará durante varios años.
 
El cadáver de Evita, que aguardaba en el segundo piso de la CGT, en Azopardo al 800, la construcción de un mausoleo, es vejado por un grupo de militares, escondido en diversos lugares y, finalmente, sacado furtivamente fuera del país. El motivo: evitar que su sepultura se convierta en un lugar de peregrinación peronista. Los profanadores, entre los que se encuentra el capitán de navío Francisco Manrique, mantendrán el cuerpo oculto en Europa durante dieciséis años. Durante esos largos años, ella también fue una desaparecida, una tumba sin nombre, una N.N..
 
 
Favores que matan
 
Entre 1952 y 1955, el general Juan José Valle había sido profesor en la Escuela Superior de Guerra y en sus clases explicaba a los alumnos la noción de pueblo en armas, tomada del militar alemán Colmar von der Goltz.

 
En junio de 1986, en una entrevista con un periódico, su hija Susana lo describió así: Papá era de los pocos militares no nazis. Su formación era otra, en donde la izquierda no asustaba. Estudió en La Sorbona, vio de cerca el fascismo en Italia y lo rechazó sin miramientos. Era un hombre que rara vez se vestía de uniforme, no tenía custodia, ni coche propio, ni chofer, ni miedo (...). Prefería hablar con los sectores civiles del peronismo, con los trabajadores, con el pueblo, que reunirse con los militares.
 
En las postrimerías del gobierno peronista, cuando Valle era miembro de la Junta de Calificaciones del ejército -en virtud de que su alto puntaje lo ubicaba como el primero de su promoción- había favorecido con el ascenso a general a su amigo Aramburu, que era uno de los últimos de esa camada. Fue entonces cuando Perón le dijo: Este hombre le va a pagar muy mal. Estos favores siempre se pagan caros.
 
Luego del triunfo de los militares subversivos, Valle fue encarcelado en el buque Washington de la marina de guerra. Ahí comienza a pensar en la posibilidad de una rebelión en la que participen militares, gremialistas y sectores del pueblo, y lo comenta con algunos camaradas de armas detenidos. Algunos se suman a la idea; otros, desmoralizados por el confinamiento, se apartan del oficial.
 
Después, el régimen de la Revolución Libertadora le impone un arresto domiciliario y lo envía a 60 kilómetros de la Capital Federal. Susana, su única hija, relata: Se va a la casa de mi abuela materna, con guardián en la puerta. Pero se les escapa. Nos escapamos todos. Mamá y yo por delante, porque no estábamos detenidas, y mientras hacemos esto papá escapa por la puerta de atrás, y se declara prófugo.
 
A partir de entonces -recuerda Susana- los tres deambulan de casa en casa, duermen y comen gracias a la solidaridad que les abre las puertas de algunos hogares, viven en villas miseria. El militar fugitivo se reúne clandestinamente con camaradas peronistas más jóvenes, como los coroneles Cortines e Irigoyen y el teniente coronel Cogorno. También entra en contacto con dirigentes sindicales como Andrés Framini y Armando Cabo.
 
 
"Ellos lo fusilaron, yo me lo llevé en el corazón"
 
En junio de 1956, Susana es una adolescente de 17 años. Esa noche, le permiten ver a su padre durante unos instantes en el patio gris de la Penitenciaría Nacional. Mientras ella llora, lo ve llegar erguido, entero y sonriente, rodeado por un grupo de Infantería de Marina que lleva puestos cascos de acero y porta ametralladoras. Los soldados parecen más asustados que el oficial que va a morir en veinte minutos más.
 
Las autoridades los dejan conversar unos minutos en una sala fría, custodiados por los infantes armados. El general se sienta en una silla y ella se coloca en sus rodillas. En un cuarto contiguo, un enfermero militar tiene preparados dos chalecos de fuerza por si el padre y la hija sufren un choque emocional. Ellos no dan muestras de ningún quebranto, pero algunos de los jóvenes custodios están a punto de desmayarse y otros deben ser retirados de la sala, víctimas de crisis nerviosas.
 
Valle le explica a Susana por qué decidió no asilarse en una embajada y entregarse: ¿Cómo podría mirar con honor a la cara de las esposas y madres de mis soldados asesinados? Yo no soy un revolucionario de café. Antes de enfrentar el pelotón, el oficial tiene varios gestos. Renuncia al ejército, pide ser fusilado de civil y rechaza al confesor que le han asignado, Iñaki de Aspiazu, por ser capellán militar. En su lugar, solicita la presencia de monseñor Devoto, el popular obispo de Goya.
 
Cuando Devoto llega, comienza a sollozar emocionado. Valle bromea: Ustedes son todos unos macaneadores. ¿No están proclamando que la otra vida es mejor?  Y a su hija, que tiene las mejillas llenas de lágrimas, le dice: Si vas a llorar, andáte, porque esto no es tan grave como vos suponés; vos te vas a quedar en este mundo y yo ya no tengo más problemas.
 
Mucho tiempo más tarde, Susana recordará otros detalles. Estaba sentada en las rodillas del general, con sus manos entrelazadas y, a pesar de que ella no fumaba en su presencia, su padre le pidió un cigarrillo. También recuerdo la temperatura de sus manos: no era ni fría ni caliente; estaba absolutamente normal. Papá estaba convencido de lo que iba a hacer.
 
Un oficial dijo: Ya es hora. Valle se quitó el anillo que llevaba y lo colocó amorosamente en manos de la muchacha. También le entregó algunas cartas: una dirigida a Aramburu, otra para el pueblo argentino y otra para abuela, mamá y para mí. Le dio un abrazo, la besó y, aún más tranquilo que antes, se fue a paso firme por un largo pasillo después de hacer un despreocupado ademán de despedida. Sus custodios, en cambio, marchaban en forma vacilante, con las rodillas a punto de doblarse.
 
Uno de los soldaditos salió de la fila y se me prendió llorando: Te juro que yo no lo mato. A ese chico lo tuvieron que retirar con un ataque de nervios, relata Susana. Después, me fui. Ellos lo fusilaron, yo me lo llevé en el corazón. Al día siguiente, un lacónico comunicado oficial informó: Fue ejecutado el ex general Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado.
 
 
"Se acabó la leche de la clemencia"
 
En uno de los párrafos de la carta dirigida a Aramburu, Valle expresa:
 
Declaro que el grupo de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mi bastaba. Pero no, han querido ustedes escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta incontenible ola de asesinatos.
 
Más adelante, el oficial condenado al paredón agrega:
 
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones ytemplos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos a un solo hombre de ustedes.
 
El 21 de junio, el ministro consejero de la embajada de Estados Unidos, Garret G. Ackerson, envía un despacho confidencial a Washington en el que destaca: Al principio el presidente describió la revuelta como peronista y neoperonista, pero luego él y otros miembros del gobierno insistieron en su naturaleza esencialmente comunista y expresaron la convicción de que sus líneas de conducta apuntaban al Comunismo Internacional. (...) Las ejecuciones por rebelión han sido muy pocas en la historia argentina. Se había convertido en una especie de tradición no ser fusilado a sangre fría por participar en movimientos revolucionarios.
 
En esos días, el socialista de derecha Américo Ghioldi afirma eufórico en las páginas del periódico La Vanguardia: Se acabó la leche de la clemencia. El político, apodado popularmente Norteamérico, también es autor de otra frase elocuente: La letra con sangre entra. A partir de entonces, los peronistas rebautizan al régimen militar subversivo de septiembre de 1955 como la Revolución Fusiladora.
 
El gobierno de la Revolución Libertadora había esperado que el intento militar se realizara para provocar un mayúsculo escarmiento, escribe Ernesto Salas en la resistencia peronista: la toma del frigorífico Lisandro de la Torre. En un país donde no existía la pena de muerte y los fusilamientos por motivos políticos parecían cosa del pasado, donde la permanente agitación golpista no había cobrado consecuencias graves en los cabecillas militares, las reglas del juego fueron súbitamente dejadas de lado. La misma noche de la conspiración varios militares y civiles fueron pasados por las armas; algunos luego de juicios sumarios, otros ametrallados por la espalda en los basurales de José León Suárez. 

 
La orden de fusilamiento partía de un decreto que no podía ser aplicable a los prisioneros, ya que se había dictado con posterioridad a su detención. El general Valle fue fusilado unos días después, pese a los pedidos de perdón lanzados por distintos sectores, contra los muros de la antigua prisión de la calle Las Heras. Lo que constituía un horroroso crimen, falto de antecedentes, no impidió que una parte de la sociedad argentina y la mayoría de los partidos políticos, siguieran rindiendo homenaje a las obras de la Revolución Libertadora.
 
Pero la historia tiene sus vueltas. Cuando 18 años más tarde, en junio de 1970, Susana se enteró de la muerte de Aramburu a manos del Comando Juan José Valle, de los Montoneros, sintió que sólo la cirugía estética le podría borrar de su cara la alegría, según declaró al semanario La causa peronista el 20 de agosto de 1974.
 
Fuente: Nac & Pop

 
Fusilamiento de Juan José Valle, el general patriota 
El 9 de junio de 1956 fracasaba el levantamiento del general peronista Juan José Valle desatando una represión que transformó a la autodenominada Revolución Libertadora en la Fusiladora.

 

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15-10-2025 / 19:10
Juan Perón había surgido a la vida política dos años antes, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y había dignificado al obrero otorgando derechos vulnerados desde siempre. Unidos en el odio a Perón y defendiendo sus intereses, el frente oligárquico logra aislarlo, despojarlo de todos su cargos forzando su renuncia y recluirlo en la isla de Martín García. Parecía que una vez más en nuestra historia, los que más tenían, los que hacían las  leyes, los que vivían del trabajo ajeno, imponían su voluntad omnipotente.
 
Pero los trabajadores argentinos reaccionan y en la mañana del lunes 16 de octubre de 1945, los dirigentes de la CGT se entrevistan con presidente Edelmiro J. Farrell, al cual le trasmite su preocupación por la situación del coronel Perón, así como que algunos gremios han empezado a salir a la calle reclamando por su libertad. También le expresan la preocupación reinante en la clase trabajadora ante las versiones de los diarios acerca del nuevo gabinete que estaría integrado por hombres de la oligarquía y del conservadorismo.
 
Por su parte, la Unión Obrera Local- expresión sindical del Partido Comunista-sostiene que "desautoriza las versiones a favor de una huelga inminente lanzadas por un grupo afecto al gobierno desplazado y por elementos nazis que pretenden obstruir el camino de las elecciones libres".
 
A su vez, el Partido Socialista denuncia "la maniobra encaminada a confundir la opinión de los trabajadores y crear factores de perturbación y anarquía...tentativa de los dirigentes entregados a la dictadura implantada por el ex secretario de Trabajo y Previsión".
 
Los partidos de "izquierda" de la oligarquía, más que confundidos, no saben de donde sale esa "chusma" peroniana, como la denominan despectivamente, que nada tiene que ver con el modelo de obrero de sus libros y manuales, pulcro y atildado, con el que están acostumbrados a tratar.
 
A la tarde se conoce la decisión de la Central Obrera: por 16 votos contra 11, "la CGT, en defensa de las conquistas obtenidas y las por obtener y considerando que éstas se hallan en peligro ante la toma del poder por las fuerzas del capital y la oligarquía, declara un Paro General en todo el país por el término de 24 horas, que se hará efectivo el día jueves 18 de octubre, a partir de la cero hora".
 
Comienza así, el devenir histórico por el cual los trabajadores argentinos se introducen por primera vez y para siempre en la escena política nacional, para terminar con la semicolonia pastoril y construir una nación moderna e independiente, y lo hacen con un movimiento popular que tiene como eje al proletariado. En nuestro país nada volvería a ser igual.
 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista 
Escribe Blas García 

15-10-2025 / 09:10
Encabezando la reacción oligárquica, el general Eduardo Jorge Ávalos y el almirante Héctor Vernengo Lima, de Ejército y Marina respectivamente, pidieron al presidente Edelmiro J. Farrell que destituyese a Juan Perón por su política popular y obrerista. Este fue detenido y llevado a la isla prisión de Martín García.
 
El 15 de octubre de 1945, el capitán Miguel Ángel Mazza, médico y amigo personal de Perón, entrevista al presidente Farrell y le entrega su informe acerca del deterioro de la salud de Perón"lo cual obliga imprescindible e impostergablemente a un examen clínico y de laboratorio en un ambiente hospitalario". Farrell asiente, en principio, a la solicitud, pero envía a Mazza para que formule la misma petición ante el ministro de Guerra, general Ávalos.
 
El médico sabe que su argumento es un arma poderosa: las Fuerzas Armadas no pueden cargar con la responsabilidad, frente al pueblo, de que Perón enferme gravemente, con peligro de muerte, a causa de su detención, la cual, según los informes oficiales, procura protegerlo ante amenazas contra su vida.
 
Horas después, ya en su consultorio, Mazza es citado por el almirante Vernengo Lima quien opone reparos a lo que considera excesiva buena voluntad de Farrell. A la Armada le disgusta la posibilidad de flexibilizar el control sobre Perón y además, mantiene dudas acerca de la veracidad de la información médica. El traslado de Perón provoca diversas reuniones y tarda en definirse.
 
Por su parte, la embajada yanqui celebra la detención del Coronel: "Perón está fuera del juego políticamente hablando, sin apoyo palpable en el Ejército y muy poco del sector gremial colaboracionista".
 
Pero los imperialistas yanquis se equivocan. Disconformes con la medida, amplios sectores populares comienzan a movilizarse en todo el país para exigir y reclamar la libertad del que comenzaba a ser su Líder. Lo hicieron como clase obrera, utilizando el medio de lucha de los proletarios: la paralización de actividades.
 
El 15 de octubre se declara la huelga revolucionaria por tiempo indeterminado en todos los ingenios tucumanos. Asimismo, en Berisso, al impulso combativo de Cipriano Reyes, los trabajadores de la Carne comienzan a movilizarse. Y la cúpula de la Central Obrera, ante los reclamos de los gremios del interior, convoca al Comité Central Confederal para el martes 16 de octubre, a las 18 horas, en Buenos Aires, organismo al cual proponen declarar una huelga general en todo el país.
 
Va madurando el histórico 17 de octubre.
 
Escribe Blas García

Las jornadas de Octubre: Hasta el 18 de octubre, relataremos, día por día, los acontecimientos y eventos más importantes acaecidos en octubre de 1945, y que culminarán en el histórico 17.     

13-10-2025 / 20:10
13-10-2025 / 20:10
13-10-2025 / 19:10
El domingo 14 de octubre de 1945, la situación del coronel Juan Perón es incierta. Se encuentra detenido en la prisión de la isla de Martín García, traicionado por sus camaradas de armas, los militares nacionalistas, y cuando aún no se ha producido la reacción obrera y popular en su defensa.
 
El diario "La Época" informa que el planteo de la dirigencia política "democrática" de entregar el gobierno a la Corte Suprema significaría la asunción, como presidente, de Roberto Repetto, gran amigo del oligarca Robustiano Patrón Costas y de otros fuertes empresarios azucareros del Norte.
 
Ese mismo día 14, el general Eduardo Jorge Ávalos visita al dirigente comunista Victorio Codovilla en el Departamento de Policía. Pocas horas antes de que el jerarca stalinista recuperase la libertad, Avalos mantuvo una larga plática con él, de la cual sólo trascendió esta información: El dirigente comunista habría dicho: "Hemos cometido un error en no haber apoyado antes a este gobierno. Temo que ya sea tarde".
 
El historiador Rodolfo Puiggros se refiere a esta entrevista y comenta que, por supuesto, "al decir este gobierno, Codovilla se refería al que representaba Avalos, es decir, que para el secretario general del Partido Comunista los militares dejaban de ser nazifascistas por el mero hecho de haber detenido a Perón". 
 
Mientras, en Martín García, Perón escribe dos cartas. La primera, al general Avalos, donde afirma que "soy todavía un oficial superior del Ejército en actividad y desconozco el delito de que se me acusa".  La segunda es una nueva carta a Eva, caracterizada por las expresiones cariñosas hacia su compañera, donde le habla de su proyecto de alejarse de la acción pública. Lo que constituiría, según algunos ensayistas peronistas, un nuevo intento de despistar a quienes revisasen la correspondencia.
 
Escribe Blas García

Las jornadas de Octubre: Hasta el 18 de octubre, relataremos, día por día, los acontecimientos y eventos más importantes acaecidos en octubre de 1945, y que culminarán en el histórico 17.    

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