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Internacionales - 15-04-2024 / 07:04
15 DE ABRIL DE 1856

Yanquis vs. Panameños: El incidente de la Tajada de Sandía

Yanquis vs. Panameños: El incidente de la Tajada de Sandía
Dibujo de lo ocurrido en la estación de ferrocarril durante los disturbios del incidente de la Tajada de Sandía, un hecho violento ocurrido entre colombianos del entonces departamento de Panamá y estadounidenses, en la ciudad de Panamá el 15 de abril de 1856 y que fue uno de los antecedentes para la primera intervención yanqui en Panamá.
El incidente de la Tajada de Sandía fue un hecho violento ocurrido entre colombianos del entonces departamento de Panamá y estadounidenses, en la ciudad de Panamá el 15 de abril de 1856 y que fue uno de los antecedentes para la primera intervención yanqui en Panamá.
 
Hacia 1850, se descubrió oro en California y Estados Unidos se encontraba construyendo el Ferrocarril trans ístmico en Panamá, una alternativa menos costosa en tiempo y dinero para llegar, lo que provocó una gran afluencia de yanquis en la zona, tanto de trabajadores como de viajeros, que mostraban un comportamiento extremadamente arrogante, violento y agresivo en contra de la población local.
 
El 15 de abril de 1856 un yanqui llamado Jack Olivier, borracho y junto a otros tres o cuatro estadounidenses, decidieron comprar una tajada de sandía y por la que se negó a pagar un real (5 centavos de dólar). Esto generó una gran discusión que finalizó cuando Olivier agarro un arma y disparó a un lugareño y escapó del lugar.
 
En ese momento llegaba a la estación el tren Illinois que transportaba yanquis provenientes de la ciudad de Colón, quienes se vieron involucrados en el pleito. Esto provocó una gran pelea entre los panameños y los yanquis, quienes, superados en número, retrocedieron y se refugiaron en la estación del ferrocarril.
 
Los lugareños, que salieron en persecución de los yanquis, prendieron fuego a las instalaciones donde estos se guarecían. La guardia local acudió al lugar y los estadounidenses comenzaron un tiroteo. Esto provocó que una pequeña guarnición yanqui asentada en la zona se dirigiera a reprimir a los colombianos panameños.
 
El saldo fue de 16 muertos y 15 heridos yanquis y 13 heridos y 2 muertos entre los locales. Esta fue la primera insurrección de los colombianos panameños contra los yanquis y la única que ganaron, al menos a nivel ciudadano.
 
Estados Unidos utilizó este incidente para cobrar una importante indemnización y como excusa para poner en práctica su prerrogativa de salvaguardar el libre tránsito en Panamá, utilizando para ello sus fuerzas armadas cuando, a su criterio, el Gobierno local no diera la seguridad necesaria, lo que motivó una serie de intervenciones yanquis en el istmo durante el siglo XIX y XX. Un nuevo concepto filibustero del Derecho.
 
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Este hecho ocurrió en el sitio que en la actualidad ocupa el Mercado de Mariscos, que en aquellos tiempos era un pantano adyacente a los patios del ferrocarril, lugar conocido como barrio de la Ciénaga, cercano a la playa Prieta, parte de la bahía de Panamá, hoy enmarcada por la avenida Balboa y la Cinta Costera.
 
 
Antecedentes
 
En 1846, mediante el tratado Mallarino-Bidlack, Estados Unidos se aseguró el derecho de tránsito a través de istmo de Panamá, una alternativa menos costosa en tiempo y dinero para pasar del océano Atlántico al Pacífico. La otra posibilidad era navegar hasta el sur de América y atravesar el estrecho de Magallanes. En 1848 se descubrió oro en California (Estados Unidos), cuestión que provocó una gran expansión estadounidense hacia el oeste, siendo vital el paso interoceánico del istmo panameño.
 
El tratado Mallarino-Bidlack, en su artículo 35, otorgaba un tratamiento preferencial a los ciudadanos estadounidenses, respecto de los naturales y otros extranjeros residentes en la zona, quienes no veían con simpatía el tratado ni este artículo en particular, lo que provocó un fuerte sentimiento antiestadounidense. Adicionalmente a esto, los estadounidenses solían tratar con desprecio a los hispanos y europeos, con excepción de los británicos. Esta situación, acompañada de la costumbre de los estadounidenses de embriagarse notablemente, provocó constantes roces entre la gente.
 
Según el primer párrafo del artículo 35 del tratado Mallarino-Bidlack establecía que: Los ciudadanos, buques, mercancías de los Estados Unidos disfrutarán en los puertos de Nueva Granada, incluso los del istmo de Panamá, de todas las franquicias, privilegios e inmunidades en lo relativo a comercio y navegación de que ahora gozan los ciudadanos neogranadinos.
 
Otro hecho que provocó más ira fue el establecimiento, por parte de Cornelius K. Garrison, de un servicio de transporte de mercancías y pasajeros a través del istmo, en abierta competencia con los antiguos remeros y acarreadores nativos.
 
Todos estos hechos trajeron como consecuencia que se fuera creando en los istmeños, un resentimiento contra los estadounidenses que pululaban a través del istmo en viaje de ida y vuelta a California a través del Ferrocarril Transístmico.
 
Mientras que la mayoría de los emigrantes se comportaban con cierto respeto, los excesos notables de una minoría irresponsable mantuvieron al istmo en conmoción durante los primeros años de la fiebre del oro. Gran parte de los viajeros portaban armas de fuego y los problemas entre borrachos eran frecuentes. La violencia y los incidentes sangrientos de estos disturbios intensificaron la diferencia que ya existía entre colombianos y estadounidenses.
 
 
El incidente
 
El 15 de abril de 1856 un estadounidense llamado Jack Olivier, en visible estado de embriaguez y junto a otros tres o cuatro estadounidenses, decidieron comprarle a José Manuel Luna una tajada de sandía, la cual comió y por la que se negó a pagar un real (5 centavos de dólar). Esto generó una gran discusión que finalizó cuando Olivier agarro un arma y disparó a un lugareño y escapó del lugar. En ese momento llegaba a la estación el tren Illinois que transportaba estadounidenses provenientes de la ciudad de Colón, quienes se vieron involucrados en el pleito. «La primera insurrección antiestadounidense», artículo de Olmedo Beluche.
 
Esto provocó una gran pelea entre los panameños y los estadounidenses, quienes, superados en número, retrocedieron y se refugiaron en la estación del ferrocarril distante a pocos metros del lugar.
 
Los lugareños salieron en persecución de los estadounidenses, prendiendo fuego a las instalaciones donde estos se guarecían. La guardia granadina acudió al lugar y los estadounidenses comenzaron un tiroteo. Esto provocó que una pequeña guarnición estadounidense asentada en la zona se dirigiera a reprimir a los colombianos panameños.
 
Estos hechos se conocieron en las ciudades colindantes, incluso en la ciudad de Colón (distante a unos 90 km de donde comenzaran los hechos), donde estalló una ola de disturbios. Los tumultos duraron tres días, al cabo de los cuales ambas ciudades habían sido seriamente dañadas por los incendios, la destrucción y los saqueos, salvándose el barrio San Felipe, donde vivían los extranjeros de la clase dominante, ya que se encontraba amurallado.
 
El saldo fue de 16 muertos y 15 heridos estadounidenses y 13 heridos y 2 muertos entre los locales. Esta fue la primera insurrección de los colombianos panameños contra los estadounidenses y la única que ganaron, al menos a nivel ciudadano.
 
Los informes de los Gobiernos de Estados Unidos y Nueva Granada fueron contradictorios ya que ambos se acusaron mutuamente, sin embargo, es importante notar la actitud de Estados Unidos al no aceptar los testimonios oficiales de los cónsules en Panamá del Reino Unido, Francia y Ecuador, quienes acusaron a los estadounidenses de agresores y decían que la policía local era inocente de los cargos que le imputaba el Gobierno estadounidense de haberse puesto de parte de los istmeños.
 
De acuerdo con el informe oficial de Amos B. Corwine, comisionado especial designado por el Gobierno estadounidense, con fecha del 18 de julio de 1856, decía que la población «de color» (negra) tomó como pretexto la disputa para asaltar a los estadounidenses, y saquear sus propiedades, que la policía y la turba habían planeado el asalto a la estación del ferrocarril y llegaba a la conclusión de que el Gobierno de Nueva Granada era incapaz de mantener el orden y suministrar protección adecuada para el tránsito y recomendaba la ocupación inmediata del istmo a menos que Nueva Granada los convenciera de su competencia e inclinación para suministrar adecuada protección y una rápida indemnización.
 
 
Consecuencias
 
El 18 de julio de 1856, el comisionado estadounidense, Amos Corwine, recomendó en su informe «la ocupación inmediata del istmo de océano a océano por Estados Unidos [...] a menos que Nueva Granada [...] nos convenza de su competencia e inclinación para suministrar [...] adecuada protección y una rápida indemnización».
 
Esto dio lugar a una serie de controversias diplomáticas. Obviamente, las autoridades estadounidenses atendieron este informe y en septiembre de 1856 las tropas estadounidenses desembarcaron en el istmo y tomaron la estación del ferrocarril.
 
El 19 de septiembre de 1856, desembarcó un destacamento de 160 soldados y tomó posesión de la estación de ferrocarril. La ciudad se mantuvo en calma y tres días más tarde, las tropas se retiraron sin haber hecho ni un solo disparo.
 
Esta breve ocupación, el primer caso de intervención armada en el istmo, estaba justificada según el Gobierno estadounidense por la cláusula del tratado de 1846, mediante la cual, los Estados Unidos garantizaba la neutralidad del istmo, para que el tránsito no se interrumpiera o se estorbara.
 
Aunque siempre se ha relacionado esta invasión al incidente de la Tajada de Sandía, lo cierto es que se dio a solicitud de Francisco de Fábrega, vicegobernador del Istmo, para evitar un conflicto armado entre miembros de los partidos Conservador y Liberal. Estos acusaban a aquellos de fraude en las elecciones del 29 de junio de ese año, y temiendo una revuelta liberal del arrabal que repitiese los eventos de abril, el vicegobernador Fábrega decidió pedir la intervención para calmar los ánimos y declarar así una victoria conservadora.
 
Por lo tanto, el incidente de la Tajada de Sandía se puede considerar como un antecedente, pero no una causa directa de la invasión estadounidense de septiembre de 1856.
 
El Gobierno de Estados Unidos hizo las siguientes propuestas:
 
-Que las ciudades de Panamá y Colón debían ser ciudades libres y que se gobernaran por sí mismas bajo la soberanía de Nueva Granada, y conjuntamente controlaran una franja de veinte millas de ancho de océano a océano, con el ferrocarril como línea central.
-Nueva Granada debía ceder a los Estados Unidos varias islas en la bahía de Panamá para usarlas como bases navales.
-Nueva Granada debía transferir a los Estados Unidos sus derechos sobre el Ferrocarril transístmico.
-Nueva Granada debía pagar una indemnización de perjuicios por la pérdida de vidas y la destrucción de propiedades.
 
Finalmente el Gobierno granadino aceptó su culpabilidad y firmó el tratado Herrán-Cass, el 10 de septiembre de 1857 y estableció una suma resarcitoria de 412 394 dólares estadounidenses en oro para los damnificados, que fueron integrados recién en 1865:
 
-195 410 dólares por indemnizaciones derivadas del motín.
-65 070 dólares por nuevos reclamos.
-9277 dólares por gastos de los comisionados.
-142 637 dólares por intereses.
 
Pero no fue solo Estados Unidos quién exigió indemnizaciones, también lo hicieron Francia y el Reino Unido, cuyos ciudadanos en el lugar se vieron afectados.
 
A su vez, Estados Unidos utilizó este incidente como excusa para poner el práctica el artículo 35 del tratado Mallarino-Bidlack, es decir su prerrogativa de salvaguardar la neutralidad y el libre tránsito en Panamá, utilizando para ello sus fuerzas armadas cuando, a su criterio, el Gobierno local no diera la seguridad necesaria, lo que motivó una serie de intervenciones estadounidenses en el istmo durante el siglo XIX y XX, lo que a la postre exacerbó la xenofobia y el sentimiento nacionalista de los panameños.
 
Según la Gaceta del Estado del 3 de mayo de 1856, hubo dos muertos locales -Lucas Prados y Apolinar N.- y 16 extranjeros: Octavio Dubois (de Francia), N. Stokes (de los filibusteros estadounidenses de William Walker), Robert Marks (del estado de Pensilvania), Alexander Sweet (del estado de Maine) y otros 12 de los cuales se desconocen sus nombres.
 
Fuente: Wikipedia

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El 20 de enero de 2017 entrevisté en la explanada frente al Capitolio de Washington a un hombre solo que daba vueltas silencioso con una pancarta colgada al cuello. A diferencia de las decenas de miles de personas que se concentraban en Washington para protestar durante la toma de posesión de Donald Trump, Dave Bojanowski me llamó la atención porque no gritaba ni enarbolaba caricaturas o grandes eslóganes. El mensaje de su letrero era sencillo: "Really?" ("¿de verdad?").
 
La incredulidad de aquel momento se reflejaba bien en la pancarta de este hombre de mediana edad dedicado a la conservación rural en un valle del noroeste del estado de Nueva York. Había llegado a ese mensaje con la ayuda de su hija, Julie: "Intentamos encontrar la manera más simple de expresar el desconcierto que sentimos por haber elegido a Donald Trump como presidente sin ser agresivo o despectivo... No creo que Trump sea una persona viable para ser presidente de Estados Unidos", me decía entonces.
 
Un rato más tarde, el expresidente George W. Bush resumió el estado de ánimo tras escuchar el discurso de la primera toma de posesión de Trump: "Menuda mierda tan rara". De hecho, las palabras de Trump, que había ganado por los pelos y a pesar de haber perdido el voto popular por casi tres millones, fueron inusualmente agresivas, un mensaje oscuro y nacionalista y la visión de un país que, según él, era "una carnicería" de terror, drogas y pobreza.
 
Lo que vendría después serían cuatro años de caos en la Casa Blanca, corrupción y conflictos de interés, mentiras, persecución de minorías, violencia supremacista y una pandemia que dividió todavía más a la sociedad. Pero también fueron años en los que los miembros del gabinete de Trump -su secretario de Defensa, el jefe del Estado Mayor, el jefe del FBI o su vicepresidente- pararon ocurrencias del presidente de atacar a Irán o China, disparar armas nucleares a los huracanes, hacer pruebas inyectándose lavandina contra el COVID o no reconocer el resultado de las elecciones.
 
Esos cuatro años terminaron con dos procesos de impeachment contra Trump: uno por intentar chantajear al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, para que buscara trapos sucios contra el hijo de Joe Biden; y otro por animar al asalto al Capitolio en 2021 e intentar revertir el resultado de las elecciones presidenciales de 2020 que perdió.
 
Pese a todo lo que ocurrió entre 2017 y 2020, Trump tenía entonces frenos dentro de su propio equipo y su propio partido y no contaba con una mayoría conservadora tan clara en el Tribunal Supremo ni con más de 200 jueces nombrados por él dentro del sistema. Para empresarios, periodistas e incluso votantes demócratas parecía un accidente que pasaría.
 
Esto facilitará la confirmación del gabinete de Trump, que ha propuesto para los cargos a hombres y mujeres con poca experiencia, trayectorias erráticas, problemas con la justicia, conflictos de interés y a menudo una carrera en Fox News. Son nombres conocidos y controvertidos, pero en puestos menos prominentes Trump también quiere colocar a personas menos conocidas pero igualmente dispuestas a aplicar sus ideas más extremistas. 
 

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