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Sociedad e Interés General - 04-04-2024 / 07:04
EL MENDOZAZO: MOVIMIENTO DE RESISTENCIA A LA OPRESIÓN MILITAR DEL 4 DE ABRIL DE 1972

En Mendoza estalla una rebelión popular

En Mendoza estalla una rebelión popular
Arde un trolebús Mercedes Benz en los violentos incidentes del "Mendozazo".
El "Mendozazo" fue una protesta social ocurrida el 04 de abril de 1972 en Mendoza, en una jornada importante del proceso de lucha y participación popular que puso en evidencia el descontento generalizado durante la dictadura militar auto denominada "Revolución Argentina" (1966-1973).
 
Cansados del hambre y la miseria, los mendocinos reclamaban un aumento de los salarios. En lugar de esto, la dictadura militar dispuso un aumento en las tarifas de la electricidad para las provincias. Este fue el motivo detonante de una protesta que se generalizó espontáneamente entre los ciudadanos de Mendoza que derivó en una violenta represión de las fuerzas policiales y militares.
 
Fue una pueblada, una rebelión popular que costó la vida de varias personas, la destrucción de más de 100 autos, el incendio de varios trolebúses, además de la quema de negocios. El primero en caer fue un canillita de 39 años: Ramón Quiroga. En Guaymallén cayó muerta por una bala Susana Gil de Aragón, de 46 años. Luego se registró otra muerte: un joven de 16 años, Luis Mallea. Hubo centenares de heridos y detenidos.
 
Esta reacción popular logró que renunciara el gobernador, que no aumentaran los impuestos, y además, la suba de emergencia de los salarios.
 
La Opinión Popular

 

En Mendoza estalla una rebelión popular 
Escena del Mendozazo.

 

El 04 de abril de 1972, un reclamo docente, al que se acoplaron otros, derivó en una violenta represión de las fuerzas policiales y militares y la renuncia del gobernador Francisco Gabrielli.

El Mendozazo, hace hoy 42 años, fue un estallido en el que en un escenario caldeado confluyeron el activismo de estudiantes, la pasividad del Gobierno local y la puja por apoderarse de la protesta de parte de sectores políticos apartidarios y sindicales, a lo que se sumó la represión.

A fines de marzo de 1972, el gremio de los docentes llevaba adelante un paro por tiempo indeterminado en reclamo de mejoras salariales y otros ítems. A ellos se acoplaban otros sectores. La gestión del gobernador Francisco Gabrielli no había sido capaz de darles una solución.

En ese contexto, se produjo un aumento de las tarifas eléctricas impuesto desde Buenos Aires y varias instituciones hicieron un llamado a no pagarlas. El 2 de abril marcharon a la Casa de Gobierno. Se reunieron unos 20 mil manifestantes.

El 3 de abril, la CGT se adueñó de la protesta, le exigió al Gobierno el retorno a las tarifas anteriores y convocó a una concentración para el martes 4, con paro activo de dos horas. El Gobierno respondió con la prohibición del acto, que iba a ser aprovechado por los docentes para acercarle un petitorio a Gabrielli.

Éste se reunió con los jefes de Policía para garantizar la no represión. Pero el Ejército decidió reprimir y el entonces jefe de la VIII Brigada de Montaña, general Luis Carlos Gómez Centurión, tomó el control de operación de la Policía. Gabrielli intentó que desde el Gobierno central se evitara esa actitud, pero renunció al ver infructuosos sus intentos.

El día de la manifestación, para la gente, Gabrielli seguía siendo el gobernador, por lo que las maestras se reunieron en el local de su sindicato, en Montevideo 444, a redactar el petitorio. Pero, a una cuadra, la policía, a cargo de José Naman García, esperaba la orden para dispersarlas.

Entró en escena uno de los símbolos de aquellas jornadas: el carro hidrante apodado Neptuno por los policías y Camello por los manifestantes. Las mujeres fueron dispersadas con agua coloreada de azul. Tras eso actuó la caballería y los fustazos arreciaron sobre las espaldas de las docentes. Las educadoras buscaron escapar por San Martín, pero, sospechando que irían a la sede de la CGT, en 25 de Mayo entre Gutiérrez y Espejo, se ordenó reprimir.

Ante la actitud policial, se hizo correr la noticia de llegar a toda costa a la Casa de Gobierno y la columna de la CGT se unió con los docentes. Al mediodía, unas 10 mil personas llegaron al Palacio de Gobierno.

La policía cargó a caballo sobre ellas, pero los manifestantes se defendieron con palos y piedrazos. El descontrol llevó a incendiar coches y romper todo lo que se podía. Entraron en acción Gendarmería y, luego, el Ejército, con gases lacrimógenos y lluvias de balas. El primero en caer fue un canillita de 39 años: Ramón Quiroga. La turba comenzó a huir hacia el centro destrozando y quemando lo que cruzaban a su paso.

Caía la noche cuando el cielo de la ciudad era surcado a escasa altura por aviones Sabre F-86 de la IV Brigada Aérea y el toque de queda se hacía sentir. Al otro día, el ánimo estaba caldeado debido a los 400 detenidos, entre manifestantes, dirigentes sindicales y transeúntes.

En el centro había francotiradores ubicados en lugares estratégicos, para dispersar posibles manifestaciones. Era pública la renuncia de Gabrielli y la intervención federal en nombre de Gómez Centurión.

El jueves seguía la violencia. Una columna de 4 mil lasherinos llegó al centro sin ser dispersada, pero tras un choque con la policía hubo 300 detenidos. Esa noche recrudeció la violencia en Guaymallén y Las Heras, adonde cayó muerta por una bala Susana Gil de Aragón, de 46 años. Fue de calibre 11.25 del Ejército.

El 7 se registró otra muerte: un joven de 16 años, Luis Mallea, quien falleció tras ser herido en la espalda por una bala 7.62 de un FAL, también del Ejército. Ese día, a Mendoza llegaron motociclistas antiguerrilla para sumarse a la represión.

Pero a la tarde comenzó a volver la paz a las calles y, si bien hubo focos de violencia durante varios días, pronto el conflicto tuvo una solución radical. El gobierno había decidido suspender la cobranza de las boletas de la luz.

 
En Mendoza estalla una rebelión popular 
Escena del Mendozazo.


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26-07-2024 / 08:07
El 26 de julio es un día de recordación para todos los sectores populares, porque ese día murió de cáncer y a los 33 años,  esa gran revolucionaria que fue María Eva Duarte, Eva Duarte, Eva Perón, o Santa Evita y que quiso ser llamada simplemente Evita.

Querida por el Pueblo hasta el misticismo y odiada por la oligarquía hasta la profanación de su cadáver, legó a su Patria una extraordinaria obra de justicia social, los derechos de los trabajadores y de la mujer, y el ejemplo de su fuerte compromiso militante por el bienestar de los pobres.

Tuvo el derrotero de vida de una heroína predestinada a la grandeza, que consiguió sobreponerse al espanto de la niñez y la juventud para alcanzar la cima rompiendo con todos los mandatos sociales de la época. De origen humilde, migró a la ciudad de Buenos Aires a los 15 años donde se dedicó a la actuación, alcanzando renombre en el teatro, el radioteatro y el cine. En 1943 fue una de las fundadoras del sindicato de la Asociación Radial Argentina (ARA), siendo elegida presidenta. En 1944 conoció a Juan Perón, entonces secretario de Estado.

Participó activamente en la generación de la histórica movilización revolucionaria del proletariado argentino el 17 de octubre de 1945 y en la campaña electoral de 1946 que permitió el triunfo popular. Con el Pueblo en el Gobierno, impulsó y logró la sanción en 1947 de la ley de sufragio femenino. Tras lograr la igualdad política entre los hombres y las mujeres, buscó luego la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida con el artículo 39 de la Constitución de 1949.

En 1949 fundó el Partido Peronista Femenino, el que presidió hasta su muerte. Desarrolló una amplia acción social a través de la Fundación Eva Perón, dirigida a los sectores más pobres. La Fundación construyó hospitales, asilos, escuelas, impulsó el turismo social creando colonias de vacaciones, difundió el deporte entre los niños, otorgó becas para estudiantes, ayudas para la vivienda y promocionó a la mujer en diversas facetas. Adoptó una posición activa en las luchas por los derechos sociales y laborales y se constituyó en vínculo directo entre Perón y los sindicatos. 

Los gorilas oligarcas la despreciaron tanto que no lograron más que agigantar sus logros y volver más férrea la defensa popular. Su voz, sus discursos, su joven belleza y su rebeldía quedaron para siempre en el corazón de todo un pueblo. Inmortal, intocada por la muerte, agigantada en su martirio por el cáncer y el robo su cuerpo, es un mito que el tiempo se encarga de tener siempre vigente, aquí en su Patria y en el mundo.
 
Como a todos los grandes líderes populares de la historia, el odio la envolvió y la siguió más allá de la muerte. Sus enemigos, la antipatria y la oligarquía, ejecutaron la macabra y enfermiza venganza de profanar y secuestrar su cadáver.

Ni siquiera así, y prohibiendo nombrarla, sus enemigos pudieron arrancarla de la memoria y el cariño popular. El odio de la oligarquía y el amor del pueblo son parte del mismo fenómeno, escindido en dos efectos antagónicos; uno y otro se alimentan recíprocamente.

Evita sigue viva, mas revolucionara, más mujer, más combativa que nunca. Ya volvió, en los albores de los años ´70, como símbolo y bandera revolucionaria, en un periodo de grandes transformaciones políticas y sociales, en Argentina y en toda Latinoamérica, para sumar a vastos sectores juveniles a la militancia por el retorno de Juan Perón.

Evita reaparece siempre en su ejemplo, para que pongamos en práctica los valores que nos legó, como bien lo recordara el poeta José María Castiñeira de Dios en "Volveré y seré millones".

Reivindicando a Néstor Kirchner
Escribe: Blas García 

26-07-2024 / 08:07
25-07-2024 / 08:07
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