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Internacionales - 12-03-2024 / 05:03
EL 12 DE MARZO DE 1977, ES ASESINADO EN EL SALVADOR

Muere ametrallado el sacerdote jesuita Rutilio Grande

Muere ametrallado el sacerdote jesuita Rutilio Grande
El 12 de marzo de 1977, el sacerdote jesuita Rutilio Grande de El Salvador - acompañado por Manuel Solorzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16 - manejaba el Jeep otorgado por el arzobispado sobre la carretera que comunica el Municipio de Aguilares con el Municipio de El Paisnal, ya que partía de aquella parroquia para celebrar la misa vespertina de la novena de San José, cuando los tres quedaron emboscados y murieron ametrallados por Escuadrones de la Muerte.

Este hecho que impulsó a Monseñor Óscar Romero -de quien fue amigo- a insistir que el gobierno de El Salvador investigara la acción y, al no cumplir esa insistencia, a cambiar su posición sobre el papel de la iglesia y del individuo en la política.
 
El 24 de septiembre de 1972, el padre Grande se convirtió en párroco de Aguilares, la misma parroquia en que él había pasado su niñez y juventud. Allí fue uno de los jesuitas responsables de establecer las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) y de entrenar a los líderes, llamados "Delegados de la Palabra".

Este movimiento de organización campesina encontró oposición entre los terratenientes, que lo veían como una amenaza a su poder, y también entre sacerdotes conservadores quienes temían que la iglesia católica llegara a ser controlada por fuerzas políticas izquierdistas.

Grande también desafió al gobierno por su respuesta a acciones que le parecieron destinadas para perseguir a los sacerdotes salvadoreños hasta silenciarlos.

El sacerdote colombiano Mario Bernal Londoño, que servía en El Salvador, había sido secuestrado el 28 de enero de 1977 frente al templo de Apopa cerca de San Salvador - supuestamente por elementos guerrilleros - junto con un miembro de la parroquia, que pudo salir con vida. Posteriormente el padre Bernal fue expulsado del país por el gobierno.

El 13 de febrero de 1977, Grande predicó un sermón que llegó a ser llamado su "sermón de Apopa", denunciando la expulsión del padre Bernal por el gobierno (denuncia que la misma OEA indicó que pudiera haber provocado su asesinato):

Queridos hermanos y amigos, me doy perfecta cuenta que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán cruzar las fronteras. Sólo nos llegarán las cubiertas, ya que todas las páginas son subversivas-contra el pecado, se entiende. De manera que si Jesús cruza la frontera cerca de Chalatenango, no lo dejarán entrar. Le acusarían al Hombre-Dios... de agitador, de forastero judío, que confunde al pueblo con ideas exóticas y foráneas, ideas contra la democracia, esto es, contra las minoría. Ideas contra Dios, porque es un clan de Caínes. Hermanos, no hay duda que lo volverían a crucificar. Y lo han proclamado.


Muerte

El 12 de marzo de 1977, el padre Grande - acompañado por Manuel Solorzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16 - manejaba el Jeep otorgado por el arzobispado sobre la carretera que comunica el Municipio de Aguilares con el Municipio de El Paisnal, ya que partía de aquella parroquia para celebrar la misa vespertina de la novena de San José, cuando los tres quedaron emboscados y murieron ametrallados por Escuadrones de la Muerte.

Al saber de los asesinatos, Monseñor Óscar Romero fue al templo donde reposaban los tres cuerpos y celebró la misa. En la mañana del día siguiente, después de reunirse con los sacerdotes y consejeros, Romero anunció que no asistiría a ninguna ocasión gubernamental ni a ninguna junta con el presidente - siendo ambas actividades tradicionales del puesto - hasta que la muerte se investigara. Ya que nunca se condujo ninguna investigación nacional, resultó que Romero no asistió a ninguna ceremonia de estado, en absoluto, durante sus tres años como arzobispo.

El domingo siguiente, para protestar por los asesinatos de Grande y sus compañeros, el recién instalado Monseñor Romero canceló las misas en toda la arquidiócesis, para sustituirlas por una sola misa en la catedral de San Salvador.

Oficiales de la iglesia criticaron la decisión, pero más de 150 sacerdotes concelebraron la misa y más de 100.000 personas acudieron a la catedral para escuchar el discurso de Romero, quien pidió el fin de la violencia.

De Wikipedia, la enciclopedia libre

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"¡Si son terroristas, fusílenlos!". La orden de eliminar a decenas de hombres, mayoritariamente jóvenes, cuando ya habrían sido reducidos, en los morros de Rio de Janeiro, parece haber sido impartida desde lo alto del poder. A los 64 muertos el martes en un operativo policial se sumaron otros 68. Con los cuerpos recuperados ayer, el número de muertos por la masacre perpetrada por la policía racista del gobernador ultra derechista Cláudio Castro ha llegado a 132. Estas cifras ya son más altas que las de la Masacre de Carandiru, y todavía hay informes de personas desaparecidas. Fue la peor matanza policial de la historia en la guerra contra el narco.

Los cuerpos de esas más de 60 víctimas fatales fueron encontrados por vecinos durante la madrugada de este miércoles en un área de floresta llamada Mata da Vacaria, un laberinto verde por donde los presuntos miembros del cártel Comando Vermelho intentaban darse a la fuga. Uno de los encargados del traslado de los cadáveres hasta la zona urbanizada de las favelas del Complexo da Penha, fue Raul Santiago. "En 36 años de favela, pasando por varias matanzas, nunca ví nada parecido a lo que estoy viendo hoy. Brutal. Esto es algo nuevo".

Según moradores que hablaron sin dar sus nombres al diario O Globo, algunos cuerpos tenían perforaciones de bala en la nuca, varios estaban con las manos amarradas. Signos de que fueron eliminados sin presentar resistencia. Cubiertos con mantas o lonas improvisadas, los cadáveres fueron depositados uno al lado del otro, en la Plaza San Lucas, de la favela Complexo da Penha. Allí también había muertos del Complexo do Alemão, donde están las otras comunidades atacadas por la Policía Militar. Junto a los cuerpos decenas de vecinos iban del desconsuelo a la indignación.

Las imágenes de ese velorio colectivo realizado en la mañana de este miércoles, se instaló en los canales de noticias locales, y después en los globales, que un día antes habían dedicado amplio espacio al Megaoperativo Contención, llevado a cabo por 2500 mil policías. El número de muertos el martes fue sesenta y cuatro mientras que los fallecidos en una supuesta, aún no confirmada, ejecución sumaria, en las primeras horas del miércoles, ascendió a sesenta y ocho según la Auditoría Pública. Dando un total de ciento treinta y dos. Para el gobierno de Rio de Janeiro, gestionado por Claudio Castro, el número de muertos entre martes y miércoles llegó a ciento diecinueve.

Castro, marioneta al servicio de los intereses del ex presidente, Jair Bolsonaro, y su clan familiar, declaró que el operativo más sangriento de la historia en las comunidades del norte carioca fue "un éxito", y sólo lamentaba la muerte de "cuatro" víctimas: los policías fallecidos en los tiroteos con el Comando Vermelho. Las expresiones del gobernador bolsonarista fueron repudiadas por organismos de derechos humanos y la bancada de diputados del PT, que lo indicó como uno de los culpables de la "masacre".

Este caso de violencia extrema en los morros coincide con el discurso bolsonarista sobre el combate al narcoterrorismo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirmó estar horrorizada por los hechos. "Esta operación mortal refuerza la tendencia de consecuencias letales extremas de las operaciones policiales en las comunidades marginadas de Brasil", indicó en una publicación en redes sociales la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, encabezada por Volker Turk.

El presidente Lula llamó a "combatir el crimen organizado" con un trabajo coordinado "sin poner en riesgo a policías, niños y familias inocentes".

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