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Sociedad e Interés General - 25-02-2024 / 05:02
HUMILLACIÓN DE LOS UNITARIOS PORTEÑOS

Montoneros federales entrerrianos atan sus caballos en la Pirámide de Mayo

Montoneros federales entrerrianos atan sus caballos en la Pirámide de Mayo
El 25 de febrero de 1820, los combatientes federales hicieron el desfile triunfal por las calles de Buenos Aires ante la alarma de los vecinos de la ciudad. Ataron sus caballos en los postes y cadenas de la Pirámide de Mayo.
Proclamada la Independencia (1816), el Congreso de Tucumán se trasladó a Buenos Aires y en 1819 se dictó la Constitución basada en los principios unitarios, centralista y promonárquico. Las provincias la rechazaron furiosamente y la guerra civil se hizo general. La Liga de los Pueblos Libres se movilizó en defensa de la república y el federalismo.
 
En enero de 1820, los caudillos federales Francisco Ramírez (Entre Ríos) y Estanislao López (Santa Fe) reunieron sus fuerzas y marcharon contra Buenos Aires. El director supremo José Rondeau llegó a la frontera sur de Santa Fe. Se instaló en la margen derecha de la Cañada de Cepeda.
 
Pasadas las ocho de la mañana del sábado 1° de febrero, en medio de ritos atronadores, un ejército rebelde e irregular dirigido por caudillos atacó. Una sola carga de las montoneras federales bastó para desmoronar al ejército unitario porteño, de tropas regulares dirigidas por auténticos generales como: José Rondeau, Juan Ramón Balcarce Martín Rodríguez.
 
La artillería pasó a manos de los caudillos que se apoderaron de caballos y bueyes. La batalla no duró más de 10 minutos. Las bajas para los vencedores fueron de 40, entre muertos y heridos. Los derrotados, 300 muertos y 30 prisioneros. La caballería porteña no estaba para enfrentar a los veteranos del interior federal, aguerridos y fanáticos por sus líderes, que aún rodeados preferían morir con sus armas en las manos.
 
El 25 de febrero, los combatientes federales hicieron el desfile triunfal por las calles de Buenos Aires ante la alarma de los vecinos de la ciudad. La montonera se comportó con orden y los jinetes permanecieron cinco días en la ciudad sin que se registrase el menor atropello.
 
Los escoltas, integrada por indios entrerrianos "montieleros" que portaban una divisa roja en sus lanzas, ataron sus caballos en los postes y cadenas de la Pirámide de Mayo, mientras sus jefes se encontraban en el salón del Cabildo. Fue una humillación para los unitarios porteños y el primer paso institucional al sistema federal en la Argentina.
 
La Opinión Popular

 
 

Después de Cepeda, quedó abierto el camino a Buenos Aires. Se intimó al Cabildo que suprimiera el Congreso, que dejara sin efecto la Constitución de 1819 y renunciara el Directorio. Buenos Aires se convirtió en provincia y eligió gobernador a Manuel de Sarratea.
 
El 23 de febrero de 1820, se firmó el Tratado de Pilar, un acuerdo tripartito entre las provincias beligerantes poniendo fin al conflicto.
 
El porteño Juan Manuel Beruti (1777/1856), dejó escrito en sus Memorias Curiosas el 20/2/1820: "La gran ciudad de Buenos Aires, después de tantas glorias y nombre inmortal...ha venido a quedar reducida a un gobierno de provincia perdiendo la prominencia que obtenía de capital ...llegando a tal su infelicidad, que un ejército que se nombra federado...lo haya hecho ceder ...a ceder en mucha parte con su deshonor y bajeza, que se vio precisado a deponer al supremo director...admitir el gobierno federal...Así ha sucedido a Buenos Aires que de soberano, se ve reducido a vasallo..."
 
Todo el norte del territorio de Buenos Aires fue invadido por los caudillos, que llegaron en pocos días a los alrededores de la ciudad de Buenos Aires. El director supremo Rondeau renunció el 11 de febrero de 1820.
 
La sucesión del poder en Buenos Aires se vio enmarcada por gobiernos provisorios. El primer gobernador autónomo, Manuel de Sarratea, ascendido al poder con la protección de los federales, firmó con ellos el Tratado del Pilar. Por el mismo, la provincia de Buenos Aires reconocía a las demás el derecho de darse su propio gobierno y daba por extinguido el Congreso de Tucumán.
 
Fuente: La Nación

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26-07-2024 / 08:07
El 26 de julio es un día de recordación para todos los sectores populares, porque ese día murió de cáncer y a los 33 años,  esa gran revolucionaria que fue María Eva Duarte, Eva Duarte, Eva Perón, o Santa Evita y que quiso ser llamada simplemente Evita.

Querida por el Pueblo hasta el misticismo y odiada por la oligarquía hasta la profanación de su cadáver, legó a su Patria una extraordinaria obra de justicia social, los derechos de los trabajadores y de la mujer, y el ejemplo de su fuerte compromiso militante por el bienestar de los pobres.

Tuvo el derrotero de vida de una heroína predestinada a la grandeza, que consiguió sobreponerse al espanto de la niñez y la juventud para alcanzar la cima rompiendo con todos los mandatos sociales de la época. De origen humilde, migró a la ciudad de Buenos Aires a los 15 años donde se dedicó a la actuación, alcanzando renombre en el teatro, el radioteatro y el cine. En 1943 fue una de las fundadoras del sindicato de la Asociación Radial Argentina (ARA), siendo elegida presidenta. En 1944 conoció a Juan Perón, entonces secretario de Estado.

Participó activamente en la generación de la histórica movilización revolucionaria del proletariado argentino el 17 de octubre de 1945 y en la campaña electoral de 1946 que permitió el triunfo popular. Con el Pueblo en el Gobierno, impulsó y logró la sanción en 1947 de la ley de sufragio femenino. Tras lograr la igualdad política entre los hombres y las mujeres, buscó luego la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida con el artículo 39 de la Constitución de 1949.

En 1949 fundó el Partido Peronista Femenino, el que presidió hasta su muerte. Desarrolló una amplia acción social a través de la Fundación Eva Perón, dirigida a los sectores más pobres. La Fundación construyó hospitales, asilos, escuelas, impulsó el turismo social creando colonias de vacaciones, difundió el deporte entre los niños, otorgó becas para estudiantes, ayudas para la vivienda y promocionó a la mujer en diversas facetas. Adoptó una posición activa en las luchas por los derechos sociales y laborales y se constituyó en vínculo directo entre Perón y los sindicatos. 

Los gorilas oligarcas la despreciaron tanto que no lograron más que agigantar sus logros y volver más férrea la defensa popular. Su voz, sus discursos, su joven belleza y su rebeldía quedaron para siempre en el corazón de todo un pueblo. Inmortal, intocada por la muerte, agigantada en su martirio por el cáncer y el robo su cuerpo, es un mito que el tiempo se encarga de tener siempre vigente, aquí en su Patria y en el mundo.
 
Como a todos los grandes líderes populares de la historia, el odio la envolvió y la siguió más allá de la muerte. Sus enemigos, la antipatria y la oligarquía, ejecutaron la macabra y enfermiza venganza de profanar y secuestrar su cadáver.

Ni siquiera así, y prohibiendo nombrarla, sus enemigos pudieron arrancarla de la memoria y el cariño popular. El odio de la oligarquía y el amor del pueblo son parte del mismo fenómeno, escindido en dos efectos antagónicos; uno y otro se alimentan recíprocamente.

Evita sigue viva, mas revolucionara, más mujer, más combativa que nunca. Ya volvió, en los albores de los años ´70, como símbolo y bandera revolucionaria, en un periodo de grandes transformaciones políticas y sociales, en Argentina y en toda Latinoamérica, para sumar a vastos sectores juveniles a la militancia por el retorno de Juan Perón.

Evita reaparece siempre en su ejemplo, para que pongamos en práctica los valores que nos legó, como bien lo recordara el poeta José María Castiñeira de Dios en "Volveré y seré millones".

Reivindicando a Néstor Kirchner
Escribe: Blas García 

26-07-2024 / 08:07
25-07-2024 / 08:07
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24-07-2024 / 08:07
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