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“Si alguna vez llega el fascismo al poder lo hará en nombre de la libertad”. Thomas Mann, premio Nobel 1940.
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Sociedad e Interés General - 12-02-2024 / 08:02
12 DE FEBRERO DE 1817

Batalla de Chacabuco, decisiva para la Independencia de Chile

Batalla de Chacabuco, decisiva para la Independencia de Chile
Primera batalla de las tropas de José de San Martín en Chile tras cruzar los Andes. Las fuerzas realistas son derrotadas en Chacabuco, 55 kilómetros al norte de Santiago. Es un combate decisivo para liberar a Chile.
La batalla de Chacabuco fue una decisiva contienda de la Independencia de Chile en la cual combatieron el Ejército de los Andes de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Ejército Realista, resultando en un firme triunfo para el bando revolucionario independentista comandado por José de San Martín que contó con contingentes emigrados de Chile, pasando estos al Ejército Unido.
 
La madrugada del 12 de febrero, los hombres de San Martín se decidieron por atacar desde dos frentes, uno al mando de Bernardo OHiggins y otro por Miguel Estanislao Soler, aprovechando ser una fuerza más numerosa. Para las 14 horas, la batalla ya estaba ganada, y el saldo fue de 12 patriotas muertos en tanto que del lado de los realistas, 500 perdieron la vida. El gobernador de Chile, Marcó del Pont, intentó huir, pero fue tomado prisionero y confinado en San Luis.
 
"Fue tal la sensación que esta desgracia produjo entre las esparcidas tropas reales, que al día siguiente se abandonó la capital sin más pensamiento que el de acudir a Valparaíso, cada uno como podía, y embarcarse hacia Lima, aumentando el desorden y el espanto de las familias que se precipitaban a ganar un buque porque se creían comprometidas. Consiguientemente el general Marcó del Pont, muchos jefes y oficiales, las principales autoridades y la mayor parte de la tropa cayeron en poder de los vencedores, quienes sin mas resistencia invadieron todo el país hasta las confines de la fiel provincia de Concepción de Penco. La imparcialidad exige confesar que la pronta organización de un ejército en Mendoza con las dificultades que ofrece el país, el plan de la invasión a Chile y su entendida ejecución recomiendan el mérito de San Martín ...", dijo el General español Andrés García Camba.
 
Gracias a la Batalla de Chacabuco, en la que los patriotas salieron victoriosos, pudieron recuperar a Chile para la causa independentista y de ese modo finalizó el período de la Reconquista o Restauración y comenzó el período de la Patria Nueva. Un año después, en la misma fecha, OHiggins proclamaba el Acta de Independencia de Chile.
 
La Opinión Popular



Un resonante triunfo patriota
 
Por Claudio Chaves
 
San Martín abandonó España en setiembre de 1811. Dejaba atrás un país convulsionado por la invasión francesa como también una foja militar al servicio de una monarquía indigna en cualquiera de sus dos versiones, Carlos IV o Fernando VII.
 
Creció y se educó en el contexto europeo signado por la Revolución Francesa y las ideas liberales que le dieron origen y que en España encontró adeptos en lo que se llamó Despotismo Ilustrado, con figuras centrales como Gaspar Melchor de Jovellanos, Pedro Rodríguez de Campomanes o José Monino de Redondo, Conde de Floridablanca.
 
Como oficial del Ejército español simpatizó con la corriente política liberal que admiraba la figura de Napoleón, por militar exitoso, portador de valores modernos y jefe político de notable cualidades, capaz de conducir una revolución en orden y desde el centro del Estado. Simpatías que no le impidieron enfrentarlo cuando el Emperador invadió España.
 
Puesto en esa situación, San Martín, sin renunciar a sus ideas libertarias, defendió a su país. La invasión napoleónica no lo empujó a posiciones reaccionarias, fernandistas o monarquistas.
 
Los enfrentó con coraje al igual que el pueblo español que se levantó en armas contra el invasor, organizándose en Juntas, expresión de poder popular más cercana a la democracia que a la monarquía. Winston Churchill, en su Historia de los pueblos de habla inglesa, aseguraba:
 
"Desde aquel momento comenzaba la guerra peninsular. Por primera vez las fuerzas desencadenadas por la Revolución Francesa, a las que Napoleón había disciplinado y dirigido, se encontraban no con reyes o jerarquías del viejo mundo, sino con toda una población inspirada por la religión y el patriotismo."
 
A su manera y como afirmaba luminosamente Carlos Marx en su estudio sobre la Revolución Española: "El pueblo español luchaba contra el ejército revolucionario de Francia poniendo en movimiento la revolución francesa en España."
 
Contradicciones poco gratas a la historia de un pueblo, tantas veces postergado, y que ahora se apoderaba de su destino emprendiendo un camino de redención con sabor a república y democracia.
 
Pero como en toda época tumultuaria los excesos estuvieron a la orden del día, excesos que pusieron en riesgo la vida de San Martín. Y esto ocurrió cuando su Jefe y casi un padre adoptivo, el general Francisco Solano, que integraba las filas de lo que en España se denominó afrancesados, fue vilmente asesinado por una turba del bajo pueblo de Cádiz que hizo responsable al general y a su partido la suerte corrida a manos de los invasores.
 
Apuñalado y baleado por la muchedumbre, en medio de una pueblada, su cadáver fue arrastrado por las calles gaditanas. San Martín, su amigo, su hijo, casi estuvo a punto de correr la misma suerte, salvándolo un sacerdote cuando perseguido por unos desaforados se refugió en su Iglesia.
 
España ardía y su suelo temblaba sin un poder capaz de coordinar la lucha. Cientos de combatientes populares sin orden, valores, ni proyección emprendieron una guerra de guerrillas que enloqueció a los invasores pero que no fueron otra cosa más que simples salteadores que en nombre de la Patria se alzaron con fortunas ajenas.
 
El Empecinado, Chagarito, fueron algunos de aquellos primitivos jefes que hurgaban en las mochilas de los soldados muertos y en las propiedades de pacíficos habitantes para robarse cuanto podían y cuando alguna autoridad inquiría sobre sus crueldades u objetivos militares, afirmaban:
 
"Queremos matar a alguien, Señor, ellos (los franceses) han matado a una persona en Trujillo, una o dos más en Badajoz y alguna más en Mérida; y nosotros no queremos quedarnos atrás, Señor. Queremos matar."
 
San Martín y otros oficiales, dignos soldados de aquella guerra, ya nada tenían que hacer en una España que en manos de facinerosos marchaba a la derrota. Allí todo estaba perdido. Fundamentalmente la idea. La lucha por la libertad debía darse en América.
 
No es como algunos autores han afirmado acerca de que su venida ha tenido que ver con las pocas chances de realización personal en el escenario peninsular. En América se abría para estos hombres un gigantesco escenario donde poner a prueba las ideas emergentes de la modernidad liberal.
 
Desembarcó en Buenos Aires, en marzo de 1812, junto a Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola y Francisco Chilavert, entre otros militares, que por las mismas razones habían abandonado la guerra en España.
 
Vinculado rápidamente a la vida social y política del Plata creo el Regimiento de Granaderos a Caballo obteniendo el importante triunfo de San Lorenzo, a orillas del Paraná. Por su vínculo con Carlos María de Alvear fue nombrado Jefe del Ejército del Norte. Llegado a la región comprendió que no era por el Alto Perú, actual Bolivia, el lugar desde donde acabar con el poder español asentado en Lima.
 
Pergeñó, entonces, un plan que algunos historiadores atribuyen a otras voces. Por ejemplo a la de su secretario Tomás Guido, apoyándose en dichos de su hijo Carlos Guido y Spano; otros asignaron la idea a oficiales ingleses como Thomas Maitland que, a fines de 1790, pensaba apoderarse de América invadiendo Buenos Aires y luego traspasar los Andes.
 
San Martín no necesitaba de estas luces para comprender lo evidente. No se podía atacar a Lima desde los Andes bolivianos como la experiencia lo indicaba. Vilcapugio, Ayohuma y Sipe Sipe, como derrotas, evidenciaban el error. En cartas a Tomás Godoy Cruz y a Guido decía: "Defender Jujuy para proteger Salta y Tucumán" y "para hacer intransitables aquellos países no se necesita un solo soldado, sobra con la gauchada para que se mueran de hambre".
 
La guerra debía tener otro frente, el asunto consistía en alcanzar poder político y militar en Cuyo, cruzar los Andes, apoderarse de Chile, alejado de Lima y luego marchar por mar hacia el Perú. Y así fue. Logrado el nombramiento puso en movimiento su idea. Tres años le llevó la tarea.
 
Mil ochocientos dieciséis fue un año difícil para el Libertador. Debió suspender la marcha pues no fue autorizado por el Directorio, tiempo que le trajo enormes dificultades en el gobierno de Cuyo matizado con una gran satisfacción personal pues en agosto de ese año nació su hija Merceditas.
 
No obstante la dificultad señalada, dos hechos determinantes ocurrieron ese año: la entrevista de San Martín con el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón en Córdoba, en el mes de julio, cuando llegaron a un acuerdo con el proyecto sanmartiniano, y la declaración de la Independencia por la cual el Libertador bregaba insistentemente.
 
En carta a Godoy Cruz le imploraba "¿Cuándo se juntan y dan principio a sus sesiones? ¿Hasta cuándo esperamos para declarar nuestra independencia? ¿No le parece a Ud. Una cosa bien ridícula, acunar moneda, tener pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al Soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué relación podremos emprender si estamos a pupilo? Los enemigos nos tratan de insurgentes (y con mucha razón) pues nos declaramos vasallos."
 
Amerita observar que la declaración de la Independencia va en la línea del pensamiento y las ideas que hicieron a San Martín abandonar España pues el lector debe saber que a finales de 1814 Fernando VII se restauró como monarca absolutista en España retrotrayendo la situación a un clima pre revolución francesa.
 
Finalmente en enero de 1817 se puso en movimiento el Ejército de los Andes. Una división comandada por el general Gregorio de Las Heras cruzaría por Uspallata siguiendo el recorrido de la actual ruta 7 hasta las Cuevas y de ahí bajando hacia Chacabuco.
 
Lo más compacto del Ejército cruzaría por Los Patos en la provincia de San Juan. Una división al mando del general Estanislao Soler, otra a cuyo frente iba Bernardo de OHiggins y la reserva conducida por Matías Zapiola. Otras dos fracciones amenazarían por La Rioja y San Rafael con el afán de dispersar las fuerzas españolas ubicadas al otro lado de la cordillera. Debían encontrarse todas en la cuesta de Chacabuco.
 
 
La batalla de Chacabuco
 
Antes del enfrentamiento en la sierra de Chacabuco, San Martín dirigió un escrito al jefe político de la villa de San Felipe, cercana al lugar, exigiéndole reunir cuatrocientos caballos. En ella le advierte: "O la América es libre o desciende encorvada al cadalso que le preparan los tiranos. No hay medio. Mi ejército viene decidido a morir o ser libre".
 
Viniendo desde Cuyo, una vez traspasada la Cordillera, el Ejército de los Andes debía sortear un escollo más para alcanzar al lugar establecido por el Libertador: consistía en superar unas sierras de 1.200 metros para luego marchar en descenso hacia la cuesta de Chacabuco. Allí había planificado San Martin la batalla.
 
Los españoles estaban desconcertados pues no esperaban ni estaban preparados para la batalla dado que tenían sus fuerzas dispersas al desconocer el lugar exacto del cruce. San Martín los había mareado con sus distintas columnas.
 
Sin entrar en los detalles específicamente militares del encuentro diré que los españoles dudaron en acudir a la cita. Fue el Jefe político de Santiago, Francisco Casimiro Marcó del Pont quien decidió dar batalla en nombre del honor. Les fue mal. Muy mal.
 
El resonante triunfo patriota hoy lo conmemoramos los argentinos y los hermanos chilenos al cumplirse el 12 de febrero doscientos años de aquella memorable jornada.
 
Fuente: Infobae

 

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26-07-2024 / 08:07
El 26 de julio es un día de recordación para todos los sectores populares, porque ese día murió de cáncer y a los 33 años,  esa gran revolucionaria que fue María Eva Duarte, Eva Duarte, Eva Perón, o Santa Evita y que quiso ser llamada simplemente Evita.

Querida por el Pueblo hasta el misticismo y odiada por la oligarquía hasta la profanación de su cadáver, legó a su Patria una extraordinaria obra de justicia social, los derechos de los trabajadores y de la mujer, y el ejemplo de su fuerte compromiso militante por el bienestar de los pobres.

Tuvo el derrotero de vida de una heroína predestinada a la grandeza, que consiguió sobreponerse al espanto de la niñez y la juventud para alcanzar la cima rompiendo con todos los mandatos sociales de la época. De origen humilde, migró a la ciudad de Buenos Aires a los 15 años donde se dedicó a la actuación, alcanzando renombre en el teatro, el radioteatro y el cine. En 1943 fue una de las fundadoras del sindicato de la Asociación Radial Argentina (ARA), siendo elegida presidenta. En 1944 conoció a Juan Perón, entonces secretario de Estado.

Participó activamente en la generación de la histórica movilización revolucionaria del proletariado argentino el 17 de octubre de 1945 y en la campaña electoral de 1946 que permitió el triunfo popular. Con el Pueblo en el Gobierno, impulsó y logró la sanción en 1947 de la ley de sufragio femenino. Tras lograr la igualdad política entre los hombres y las mujeres, buscó luego la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida con el artículo 39 de la Constitución de 1949.

En 1949 fundó el Partido Peronista Femenino, el que presidió hasta su muerte. Desarrolló una amplia acción social a través de la Fundación Eva Perón, dirigida a los sectores más pobres. La Fundación construyó hospitales, asilos, escuelas, impulsó el turismo social creando colonias de vacaciones, difundió el deporte entre los niños, otorgó becas para estudiantes, ayudas para la vivienda y promocionó a la mujer en diversas facetas. Adoptó una posición activa en las luchas por los derechos sociales y laborales y se constituyó en vínculo directo entre Perón y los sindicatos. 

Los gorilas oligarcas la despreciaron tanto que no lograron más que agigantar sus logros y volver más férrea la defensa popular. Su voz, sus discursos, su joven belleza y su rebeldía quedaron para siempre en el corazón de todo un pueblo. Inmortal, intocada por la muerte, agigantada en su martirio por el cáncer y el robo su cuerpo, es un mito que el tiempo se encarga de tener siempre vigente, aquí en su Patria y en el mundo.
 
Como a todos los grandes líderes populares de la historia, el odio la envolvió y la siguió más allá de la muerte. Sus enemigos, la antipatria y la oligarquía, ejecutaron la macabra y enfermiza venganza de profanar y secuestrar su cadáver.

Ni siquiera así, y prohibiendo nombrarla, sus enemigos pudieron arrancarla de la memoria y el cariño popular. El odio de la oligarquía y el amor del pueblo son parte del mismo fenómeno, escindido en dos efectos antagónicos; uno y otro se alimentan recíprocamente.

Evita sigue viva, mas revolucionara, más mujer, más combativa que nunca. Ya volvió, en los albores de los años ´70, como símbolo y bandera revolucionaria, en un periodo de grandes transformaciones políticas y sociales, en Argentina y en toda Latinoamérica, para sumar a vastos sectores juveniles a la militancia por el retorno de Juan Perón.

Evita reaparece siempre en su ejemplo, para que pongamos en práctica los valores que nos legó, como bien lo recordara el poeta José María Castiñeira de Dios en "Volveré y seré millones".

Reivindicando a Néstor Kirchner
Escribe: Blas García 

26-07-2024 / 08:07
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