Nacionales - 25-04-2010 / 20:04
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL DE LOS ÚLTIMOS SIETE DÍAS
Ni Kirchner es Perón, ni el PJ contiene a todo el peronismo
Estrategia kirchnerista.
-Furiosa embestida K contra la oposición. Según el relato oficial, Kirchner, como Perón, vino a transformar la política, a trabajar por una Nueva Argentina, por un país en serio. Lo real es que, después que los sectores medios urbanos le dieran la espalda en 2007 y el conflicto del "campo" lo mal predispuso con los sectores medios rurales; la emprendió rabiosamente contra lo que denominó golpistas y "destituyentes", la nueva Unión Democrática: clase media en su conjunto, campo e Iglesia.
-Kirchner no es Perón. A diferencia de Perón, Kirchner inventa enemigos para tapar sus errores y genera conflictos para esconder los problemas que él mismo creó, en lugar de solucionar los problemas concretos como la inflación, la pobreza o la inseguridad.
-Clima sofocante y peligroso. Hay un clima de alta conflictividad, fragmentación política y social, donde el Gobierno K porfía en su intolerancia, autoritarismo y ausencia de voluntad de diálogo generando un grave escenario.
-Los K están jugando con fuego. Néstor y Cristina nada han hecho para evitarlo, por el contrario, ellos alientan ese tipo de manifestaciones y financian programas cloaca en la televisión oficial para escrachar a opositores y periodistas no alineados, con la intención poco disimulada de generar una legión de fanáticos que los hostiguen, en actitud contraria a cualquier modelo de convivencia democrática.
-El peronismo, no el PJ, debe bregar por la Unidad Nacional. En este contexto enrarecido, el Justicialismo en su conjunto, no el PJ que solo es una parte, debe procurar la reconciliación de los argentinos y la elaboración de una alternativa que consagre la Unidad Nacional como piedra fundamental de un sistema de vida democrático.
Editorial de la redacción de La Opinión Popular
Furiosa embestida K contra la oposición
Los Kirchner, nostálgicos de los 70, relatan sus acciones como batallas grandiosas contra distintas ligas de malvados poderosos, destinadas invariablemente a combatir la oligarquía y preservar alguna buena causa.
Según su relato, como Juan Perón en 1945, Néstor Kirchner vino a transformar la política, vino a construir transversalmente una original e inédita representación que incluyera a todas las nuevas expresiones de la sociedad civil que habían emergido durante la crisis del 2001, a trabajar por una Nueva Argentina feliz, por un país en serio.
La realidad es que, después que los sectores medios urbanos se hartaran y le dieran la espalda en las elecciones de 2007; y de fracasar con el conflicto del "campo" de 2008, que lo mal predispuso con los sectores medios rurales; la emprendió con los golpistas y "destituyentes", presencia resurgida de la Unión Democrática: clase media en su conjunto, campo e Iglesia contra el gobierno popular.
Por obra y gracia del kirchnerismo, el peronismo comienza a divorciarse de la sociedad, replegándose a los aparatos del PJ y la CGT, igual al peor peronismo, el de 1954 y 55. Enfrente, en lugar de ejército, el diario Clarín y los generales multimediáticos. Lo malo es que algunos le creen.
La profunda desconfianza K hacia el nuevo entorno sociopolítico se manifiesta en un tono crispado que desnuda el componente paranoico de la mentalidad totalitaria. Su traducción política es el sectarismo y su consecuencia el aislamiento.
Pero Kirchner no es Perón y hasta hace poco muchos dudaban del peronismo del ex presidente, porque jamás reivindicaba las figuras de sus fundadores ni mucho menos sus rituales, hoy lo tenemos, apelando a los históricos fantasmas del antiperonismo. El denominador común es una visión de la política y la sociedad incompatible a la que históricamente expresó el peronismo.
A diferencia de Perón, que tenia antagonistas reales y poderosos, Kirchner inventa enemigos para tapar errores de su gestión, genera conflictos para esconder los problemas que él mismo creó, obliga a la sociedad, y al peronismo, a optar entre dilemas falsos y alejados de toda realidad, en lugar de solucionar uno solo de los problemas concretos que vive la población, como la inflación, la pobreza o la inseguridad.
Tiene la esperanzada ingenuidad de que, con solo el 20 por ciento de imagen positiva, negando realidades como la inflación, divorciado de la opinión pública, alentando el conflicto permanente y aislado de las tendencias centrales del mundo se puede conservar el poder en 2011.
Clima sofocante y peligroso
Hoy recorre a la Nación un clima de alta conflictividad y fragmentación política y social. El Gobierno Nacional se obstina en su intolerancia, autoritarismo y ausencia de voluntad de diálogo generando un grave escenario para la República Argentina.
Los estallidos de violencia política nunca son espontáneos, siempre hay alguien que se ha dedicado a prepararlos. Antes de que los partidarios de una causa comiencen a atacar físicamente a sus adversarios, tienen que legitimar su propia conducta convenciéndose de que, en vista de la importancia de lo que está en juego, no ven otra alternativa que defenderse a palos.
Imbuidos de un peligroso fanatismo, una vieja dirigente de derechos humanos y grupos paraoficiales de intelectuales y periodistas financiados por el gobierno K pretenden instaurar "juicios populares" y callejeros contra periodistas que han sido señalados con afiches por el hecho de no someterse a la bajada de línea editorial que emana desde la Casa Rosada.
Los K están jugando con fuego
Nada han hecho Néstor y Cristina Kirchner para evitarlo, por el contrario, se agranda con el paso de las horas la presunción de que ellos alientan ese tipo de manifestaciones, financiando programas cloaca en la televisión oficial para escrachar una y otra vez, insistentemente, a opositores y periodistas no alineados, con la intención poco disimulada de generar una pequeña legión de fanáticos que los hostiguen, en actitud contraria a cualquier modelo de convivencia democrática.
Hay peligro de que algunos exaltados de esos que nunca faltan, en las bravas huestes del matrimonio K, salga a patear periodistas, o al vicepresidente Julio Cobos, o a cualquier sospechado por el simple hecho de no militar en el bando de la pareja presidencial, y sume un gravísimo eslabón al clima, por momentos irrespirable, que vivimos.
El peronismo debe lograr la Unidad Nacional
Desde los días en que regenteaban Santa Cruz a su antojo, los Kirchner no han compartido el poder con nadie; y parece que ya es tarde para que aprendan a hacerlo. Tienen, junto con sus operadores, una propensión a conducirse como matones de barrio acostumbrados a intimidar a cualquiera que se les cruce por el camino.
Pero, lo entiendan o no los Kirchner y sus adictos, pocos quieren que la Argentina regrese a los años setenta, en que los sectores democráticos se vieron marginados por grupos fascistas, de izquierda y derecha, parecidos a ciertas agrupaciones afines al gobierno actual.
Un gobierno autista y centralista no solo ha vaciado de contenido la esencia federal del peronismo, maltratando a las provincias que saquea, sino que ha destruido el concepto de Frente Nacional que impulsara Perón, que no es otra cosa que la formación de un ancho arco en el que confluyan todos los sectores sociales y políticos objetivamente enfrentados a la dependencia y que pelean por la justicia social.
Un Partido Peronista almidonado, prolijo y complaciente con las ventajas del alineamiento incondicional con el poder centralista, intrascendente para la suerte de los pueblos de las provincias e inoperante en cuanto a la posibilidad de producir cambios en la sociedad, por un lado. Por el otro, el Peronismo Federal, que a diferencia del PJ kirchnerista, busca el consenso de las mayorías, no se propone organizar a un solo sector social y tiene capacidad para asumir y sintetizar las contradicciones internas de la sociedad.
El congelamiento del peronismo en el PJ kirchnerista, sumado a la desastrosa experiencia gubernamental durante la "crisis del campo" y a la probada incapacidad para articular un discurso político amplio que recompusiera las solidaridades sociales perdidas, imposibilitan la misión de adecuarse al cambio del escenario político de la Argentina y conduce al PJ a la derrota en 2011.
En este contexto enrarecido, el Justicialismo en su conjunto, no el PJ que solo es una parte, debe procurar la reconciliación de los argentinos para la superación del estado actual y la elaboración de una alternativa diferente que consagre la Unidad Nacional como piedra fundamental de un sistema democrático.
Editorial de la redacción de La Opinión Popular