Por Fernando Straface* - 05-03-2012 / 19:03
¿Qué salario merece la función pública?
Función pública.
Luego del aumento a los legisladores nacionales se abrió la discusión sobre los mecanismos usados para sincerar las remunera ciones que perciben los políticos.
Las decisiones sobre salarios políticos se realizan de manera espasmódica y hermética, hacia el final o al principio de un período de gobierno, para minimizar el costo político. La opacidad incrementa el cuestionamiento social hacia las funciones políticas y alimenta, así, un círculo vicioso de constante deslegitimación.
Esta dinámica es tolerada por una clase política temerosa de plantear un debate sincero y transparente sobre los niveles salariales adecuados para las funciones políticas.
Existe también una hipocresía social que demanda mérito y profesionalismo en la función pública y, al mismo tiempo, cuestiona cualquier intento de sincerar la discusión sobre las remuneraciones en los cargos políticos.
Hace ya casi un siglo Max Weber indicó: "Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive 'para' la política o se vive 'de' la política.
* DIRECTOR EJECUTIVO DE CIPPEC
¿Qué salario merece la función pública?
Por Fernando Straface
DIRECTOR EJECUTIVO DE CIPPEC
Luego del aumento a los legisladores nacionales, el prestigioso constitucionalista Roberto Gargarella enunció en esta sección diversos criterios igualitarios -equivalencia con la sociedad representada, ausencia de privilegios y compensación no monetaria por el "honor" de ejercer la política- que deberían funcionar como "techo" a los salarios en la función pública.
Es necesario analizar algunas ideas complementarias, vinculadas con condiciones de oferta e incentivos socialmente favorables, para quienes se plantean la posibilidad de trabajar en la cosa pública.
El nivel salarial es una variable relevante para quienes consideran iniciar una carrera política o ingresar en el Estado. La política será más aristocrática y menos transparente si los niveles esperables de ingreso formales son bajos, porque actúan como barreras de entrada para un conjunto amplio de los ciudadanos.
La sociedad se vería mejor reflejada en un sistema político con mayor demanda de ingreso, distintos perfiles y trayectorias de vida.
En segundo lugar, el equilibrio entre la jerarquización salarial de la actividad pública y las condiciones de equidad con los representados que plantea Gargarella exige un proceso de discusión pública informada. Sin embargo, los mecanismos usados para no sincerar las remuneraciones que perciben los políticos exacerban la desconfianza frente a la política.
Además, las decisiones sobre salarios políticos se realizan de manera espasmódica y hermética, hacia el final o al principio de un período de gobierno, justamente para minimizar el costo político asociado. La opacidad incrementa el cuestionamiento social hacia las funciones políticas y alimenta, así, un círculo vicioso de constante deslegitimación.
Esta dinámica es tolerada por una clase política temerosa de plantear un debate sincero y transparente sobre los niveles salariales adecuados para las funciones políticas.
Y existe también una hipocresía social que demanda mérito y profesionalismo en la función pública y, al mismo tiempo, cuestiona cualquier intento de sincerar la discusión sobre las remuneraciones en los cargos políticos y gerenciales del Estado.
Un debate serio acerca de qué salario deberían recibir los funcionarios públicos requiere que la sociedad encuentre un equilibrio entre las demandas y expectativas que tiene respecto del trabajo de los funcionarios públicos y la valoración que pretenden asociar con su trabajo.
Y una dirigencia comprometida a rendir cuentas periódicamente sobre su trabajo, proceso que incrementa la visibilidad y valoración social de la actividad pública.
El nivel salarial expresa cómo la sociedad retribuye al servidor público por una serie de responsabilidades vinculadas con lo público. Por eso, la rendición de cuentas es una responsabilidad de dos sujetos - funcionario y representado- que acuerdan sobre la base de expectativas comunes.
La práctica de pedir y rendir cuentas es esencial para jerarquizar la política y la calidad del gobierno.
Frente a estos desafíos podemos ser optimistas. Hace ya casi un siglo Max Weber indicó: "Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive 'para' la política o se vive 'de' la política. La oposición no es en absoluto excluyente".
Fuente: Clarín