La Opinión Popular
                  06:23  |  Jueves 25 de Abril de 2013  |  Entre Ríos
El clima en Paraná
Groucho Marx dijo: "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". En ese punto, Javier Milei es marxista.
Recomendar Imprimir
Internacionales - 10-01-2023 / 10:01
LULA OBTIENE RESPALDO POPULAR, POLÍTICO Y JUDICIAL PARA CONDENAR A QUIENES ASALTARON BRASILIA

La esperanza vencerá al miedo que intenta imponer la derecha y su accionar violento

La esperanza vencerá al miedo que intenta imponer la derecha y su accionar violento
Con muchos vasos comunicantes con Bolsonaro, a la derecha argentina le costó horrores condenar el intento de golpe en Brasil. Hubo todo tipo de contorsiones dialécticas de Espert a Milei, Macri, Bullrich y Vidal. Pocos lograron conjugar una condena sin un "pero" y sin que se le trabara la lengua. Vidal se plegó a esa línea. Larreta y Santilli fueron desmarcados y corridos por los trolls. "Volá palomita", fue lo menos que les dijeron. La necesidad de responder a votantes cada vez más radicalizados hacia la derecha se notó en el sector duro de Juntos por el Cambio, que prefirió atacar al Gobierno argentino que hablar de lo que sucedía en Brasil.
Al día siguiente del asalto al Palacio del Planalto perpetrado por hordas fascistas de seguidores de Jair Bolsonaro, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, retornó a la sede del Poder Ejecutivo en ruinas. Decidido a revertir la marea golpista, en un gesto de fuerte peso simbólico, se dirigió a pie este lunes a la noche al Supremo Tribunal Federal (STF) en el centro de Brasilia. En su marcha por la plaza central de la capital, lo acompañaron la titular del STF, Rosa Weber, el vicepresidente Geraldo Alckmin, algunos gobernadores, senadores y diputados.
 
El intento de golpe de Estado en Brasil viene a confirmar que las fuerzas de la derecha y la ultraderecha no vacilan en atacar con violencia a los gobiernos democráticos a fin de imponer por la fuerza sus programas neoliberales. Con tonos diversos y diversos métodos estas expresiones neofascistas y neonazis han provocado en los últimos tiempos acontecimientos conmocionantes que deberían ser seriamente analizados por los espacios políticos democráticos.
 
El golpe de Estado y el intento de asesinato a Evo Morales en Bolivia, el asalto al Capitolio en Estados Unidos, el fallido ataque contra la vida de Cristina, la destitución de Pedro Castillo en Perú, el intento de asalto al Parlamento alemán, son los ejemplos recientes más resonantes pero no los únicos.
 
En Brasil, la gravedad de los hechos ha sido extrema ya que en ese país los cuatro nefastos años de gobierno de Bolsonaro consolidaron un bloque social que se ha dejado seducir por ideas extremas y por la violencia como herramienta política. Además, en parte de las fuerzas armadas y policiales se han enquistado representantes de esa ideología, como se pudo ver en los acontecimientos de este domingo.
 
Bolsonaro no aceptó el veredicto de las urnas y se fue del país sin reconocer la victoria de Lula da Silva para no participar de la ceremonia de traspaso del poder. Fue un mensaje contundente a sus seguidores al operar como una arenga para justificar los incontables actos de violencia antidemocrática que se produjeron en todo el país luego del proceso electoral que consagró la derrota del bolsonarismo. El destino de Bolsonaro fue la Florida, en Estados Unidos, el reducto predilecto de los seguidores de su amigo  Donald Trump.
 
Con muchos vasos comunicantes con Bolsonaro, a la derecha argentina le costó horrores condenar el intento de golpe en Brasil. Hubo todo tipo de contorsiones dialécticas de Espert a Milei, Macri, Bullrich y Vidal. Pocos lograron conjugar una condena sin un "pero" y sin que se le trabara la lengua. Vidal se plegó a esa línea. Larreta y Santilli fueron desmarcados y corridos por los trolls. "Volá palomita", fue lo menos que les dijeron. La necesidad de responder a votantes cada vez más radicalizados hacia la derecha se notó en el sector duro de Juntos por el Cambio, que prefirió atacar al Gobierno argentino que hablar de lo que sucedía en Brasil.
 
En semejante escenario resultaron de importancia las numerosas expresiones de rechazo al golpe de Estado y el respaldo al presidente Lula da Silva por parte de casi todos los presidentes latinoamericanos e incluso del de Estados Unidos. Ese alineamiento político sin peros ni  fisuras con el gobierno democrático y legítimo de Brasil le significa un gran apoyo para afrontar con mayor fortaleza estos difíciles momentos en que deberán adoptarse medidas enérgicas tendientes a consolidar el orden constitucional y depurar de elementos tóxicos golpistas los altos mandos militares y policiales.
 
La Opinión Popular
   

 
EL PRESIDENTE DE BRASIL DENUNCIÓ APOYO DE POLICÍAS A LAS HORDAS FASCISTAS
 
Lula volvió al Planalto y avanzará contra los golpistas
 
El mandatario le marcó el terreno a bolsonaristas y militares pisando firme en el palacio presidencial con su vice y gobernadores. Detuvieron a los ultraderechistas. 
 
Esta suerte de marcha cívica se inició luego de una reunión con gobernadores para tratar la crisis causada por las invasiones a los palacios de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El presidente empleó un tono frontal para referirse a los hechos del domingo, diciendo que "vamos a investigar" quiénes fueron los manipulados y quiénes los responsables intelectuales que no se hicieron presentes en el Palacio del Planalto para realizar las tomas y generar un clima de ruptura institucional. "¿Qué estaban reivindicando, aumento de salario? No, ellos estaban reivindicando un golpe".
 
El presidente agregó que "hubo una convivencia de la policía apoyando a los manifestantes, mientras los soldados conversaban con las personas (subversivas) como si fuesen sus aliadas", denunció.
 
 
Desde temprano
 
Temprano, a las nueve de la mañana del lunes, el flamante jefe de Estado llegó al Planalto, sede del gobierno, donde casi nada quedó en pie. La turba de extrema derecha descargó el domingo su ira antidemocrática destruyendo todo lo que encontraba a su paso, desde muebles y computadoras hasta la pintura Las Mulatas de uno de los padres del modernismo nacional, el inmortal Di Cavalcanti. La obra de 1962, tasada en 1,4 millones de dólares, fue tajeada por los invasores.
 
¿Por qué tal ensañamiento con esa joya pictórica? Quizá porque retrata unas muchachas afrodescendientes, mal vistas por esta derecha racista y reivindicadas por el nuevo gobierno responsable de recrear el Ministerio de Inclusión Racial, a cargo de la joven negra Anielle Franco. Y quizá porque Di Cavalcanti fue afiliado al Partido Comunista.
 
En su retorno al predio destruido, un Lula con traje gris y camisa oscura sin corbata, observó a decenas de empleados recoger vidrios, apilar muebles, sacarlos en contenedores y limpiar las heces dejadas por ese grupo de fascistas tan escatológicos como políticamente iletrados.
 
Una de las pocas oficinas a salvo de la plaga fue el despacho presidencial, en el tercer piso, donde el mandatario del Partido de los Trabajadores (PT) y su vice Alckmin, del Partido Socialista Brasileño (PSB) se sentaron uno junto al otro. Los acompañaban el titular del Congreso, senador Veneziano Vital do Rego, el jefe de Diputados, Arthur Lira y la presidenta del STF, jueza Rosa Weber.
 
 
Unidos
 
"Estamos unidos para que las medidas institucionales sean tomadas, instamos a la sociedad a que mantenga la serenidad en defensa de la paz y la democracia, el país precisa de normalidad", señala un documento firmado por Lula, Vital do Rego, Lira y Weber. "Los poderes de la República, defensores de la Carta Constitucional, rechazan los actos terroristas, el vandalismo, las acciones criminales y golpistas que ocurrieron en la tarde de ayer en Brasilia".
 
Que el primer documento de los representantes de los poderes de la república escoja la palabra "terroristas" para aludir a la horda de militantes que depredó los predios públicos, dice bastante sobre la gravedad de la intentona golpista, un plan sobre el cual Bolsonaro comenzó a hablar y a agitar desde hace dos años, en enero de 2021, cuando el presidente norteamericano Donald Trump persuadió a los suyos para que asaltaran el Capitolio en Washington. La aventura del oligarca del Partido Republicano naufragó, en parte, porque le faltó el apoyo de las Fuerzas Armadas.
 
Al revés de Estados Unidos, en Brasil las Fuerzas Armadas se afiliaron al bolsonarismo y comulgaron con el plan para desestabilizar a Lula. Por eso el Cuartel General del Ejército fue cedido como guarida donde dos mil extremistas montaron un campamento desde donde lanzaron operaciones de terrorismo urbano, la última de ellas el domingo pasado.
 
Según avanzan las investigaciones, se advierte cómo los militares utilizaron a los manifestantes para generar el caos e instalar la ingobernabilidad. Con los palacios capitalinos en llamas y la policía bolsonarista inmóvil, Lula se vería obligado a decretar la intervención militar en la seguridad interna. Es decir: abdicar ante la corporación castrense una semana después de asumir el gobierno.
 
El plan fracasó porque el presidente, en lugar de pedir que los militares salieran a patrullar las calles, optó por intervenir el gobierno de Brasilia y tomar el control de su policía para volver a la "normalidad", como dice el documento presentado este lunes.
 
 
Campamento
 
La intensa agenda presidencial de este lunes buscó ampliar las alianzas políticas que permitan aislar al núcleo concentrado del golpismo formado por Bolsonaro, los militares y los activistas zombies. Después de hablar con los jefes de los poderes Legislativo y Judicial a la mañana, por la noche Lula se reunió con los gobernadores para acordar medidas en común contra los sediciosos.
 
Mientras se realizaban los encuentros en el Planalto en fase de reconstrucción, Lula envió a un par de ministros al Cuartel General del Ejército para pactar la evacuación de los revolucionarios de derecha. Al principio, los generales pusieron objeciones, pero con el correr de las horas y la presión de la opinión pública, se vieron obligados a consentir la salida de mil doscientos acampados y su traslado a una sede de la Policía Federal para ser interrogados.
 
 
Dos ministros
 
Con esta presión sobre la cúpula militar bolsonarista, el gobierno conquistó una victoria, transitoria pero importante. El rédito político es para el presidente y su ministro de Justicia, Flavio Dino, partidario de hacer justicia con los autores materiales e intelectuales de los actos "terroristas". Si la tesis de Dino avanza, las investigaciones podrían revelar los nombres de los empresarios que financiaron el levantamiento del domingo. Y no solo eso: también echarán luz sobre la probable complicidad de los militares y la casi segura responsabilidad de Bolsonaro desde Estados Unidos, donde algunos diputados demócratas pidieron al gobierno de Joe Biden que lo expulse.
 
El triunfo del ministro de Justicia, Flavio Dino, con la expulsión de los militantes acampados frente al Ejército, fue una derrota para el contemporizador ministro de Defensa, José Mucio, oriundo del campo conservador, quien propuso una salida conciliada con los militares, incluyendo la tolerancia con los grupos amotinados a los que no trata de golpistas sino de manifestantes con derecho a expresar sus ideas. El titular de Defensa apunta hacia una amnistía, que también abarcaría a Bolsonaro. Ese proyecto hoy perdió una batalla con Lula caminando hacia el STF y Dino haciéndose fuerte en la búsqueda de justicia.
 
Por Dario Pignotti
 
Fuente: Página 12
 

NicoSal soluciones web

© Copyright 2009 LA OPINIÓN POPULAR – www.laopinionpopular.com.ar - Todos los derechos reservados.

E-mail: contacto@laopinionpopular.com.ar