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Internacionales - 08-11-2022 / 06:11
8 DE NOVIEMBRE DE 1923

Adolf Hitler y el Putsch de la Cervecería de Múnich

Adolf Hitler y el Putsch de la Cervecería de Múnich
Adolf Hitler y sus seguidores nazis llevan a cabo el Putsch de la Cervecería, intento fallido de golpe de estado organizado contra la república democrática.
El 08 de noviembre de 1923, Se produce el Putsch de la Cervecería en Munich, el primer gran intento de toma del poder por parte del nazismo. Adolf Hitler organiza un golpe de Estado en Baviera y reúne a las fuerzas de derecha.
 
El Putsch de Múnich o Putsch de la Cervecería es llevado a cabo por miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). El intento fallido de golpe de estado, organizado contra la república democrática, es mal ejecutado y la asonada fracasa.
 
Los cabecillas son llevados a juicio, por el que fueron procesados y condenados a prisión, por alta traición, Adolf Hitler y Rudolf Hess, entre otros dirigentes nazis. Hitler convierte su defensa en una arenga política y los jueces le dan una condena de cinco años de prisión. Sin embargo, es amnistiado. Saldrá de la cárcel en diciembre de 1924, con el manuscrito del libro "Mi Lucha" bajo el brazo.
 
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El putsch
 
En la tarde del 08 de noviembre de 1923, Hitler, junto con un contingente de las SA, llegó a la cervecería Bürgerbräukeller donde el gobernador de Baviera, Gustav von Kahr, pronunciaba un discurso delante de tres mil personas. Cerca de seiscientos hombres de las SA bloquearon las salidas. Hitler, rodeado por sus copartidarios Hermann Göring, Alfred Rosenberg y Rudolf Hess, entró por la puerta delantera a las 20:30 horas, disparó un tiro al techo y saltó sobre una silla gritando: «¡La revolución nacional ha comenzado!».
 
De inmediato se declaró un gobierno provisional en la misma cervecería. Los cuarteles de la Reichswehr (el ejército de la República de Weimar) y los de la Policía fueron ocupados por partidarios del golpe, no necesariamente nazis. Hitler y algunos de sus correligionarios tomaron como rehenes al Comisario de Baviera, Gustav von Kahr, y a sus dos hombres más importantes, von Lossow y von Seisser.
 
Al amanecer del 9 de noviembre, las fuerzas del comandante de las SA Ernst Röhm (entre las que se encontraba un joven Heinrich Himmler), siguiendo órdenes de Hitler, ocuparon el Ministerio de Defensa bávaro y se enfrentaron a las fuerzas gubernamentales, sufriendo dos bajas. Mientras tanto, los tres hombres del gobierno retenidos en la Bürgerbräukeller fueron liberados bajo palabra de compromiso con la «revolución nacional» por un ingenuo Erich Ludendorff.
 
Los tres gobernantes, inmediatamente después de ser liberados, dieron órdenes a la Policía de acabar con la revuelta y se mostraron firmes en sus puestos. Ante esta situación, Ludendorff propone marchar al centro de la ciudad para tomarla, seguro de que su presencia inhibiría a soldados y policías de cualquier acción represiva; no muy convencido, Hitler accedió.
 
Unos 2.500 hombres marcharon directamente hacia la Marienplatz, la plaza donde se encuentra el Ayuntamiento de Múnich, y allí se toparon con una importante masa de gente que había salido a la calle enterada del altercado. Tras unos minutos de desconcierto ante semejante aglomeración, Ludendorff decidió que se continuara caminando hacia el Ministerio de Defensa y así encontrarse con los hombres de Röhm, para lo cual había que atravesar la Odeonsplatz (Plaza del Odeón).
 
A lo largo del camino se iban uniendo más personas apoyando a Hitler y el putsch. Sin embargo, una vez arribada la marcha a la entrada de la Odeonsplatz, justo a la altura del Feldherrnhalle (monumento a los generales alemanes de las guerras patrias) se encontraron con un grupo de policías que les bloqueaban el paso.
 
Ambos grupos de hombres armados quedaron frente a frente durante unos segundos, hasta que de pronto sonó un disparo y comenzó un importante tiroteo. Hitler y Göring fueron heridos, el último pudo escaparse. Nunca quedó claro quién disparó primero.
 
Hitler se refugió en casa de un amigo, Putzi Hanfstaengl, donde incluso planeó suicidarse, pensando que sería fusilado por las autoridades. Pasó dos noches escondido en el ático de Hanfstaengl y a la tercera noche, la Policía llegó y lo arrestó. Fue llevado a la prisión de Landsberg, donde supo que iba a ser juzgado por alta traición.
 
Fuente: Wikipedia

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"¡Si son terroristas, fusílenlos!". La orden de eliminar a decenas de hombres, mayoritariamente jóvenes, cuando ya habrían sido reducidos, en los morros de Rio de Janeiro, parece haber sido impartida desde lo alto del poder. A los 64 muertos el martes en un operativo policial se sumaron otros 68. Con los cuerpos recuperados ayer, el número de muertos por la masacre perpetrada por la policía racista del gobernador ultra derechista Cláudio Castro ha llegado a 132. Estas cifras ya son más altas que las de la Masacre de Carandiru, y todavía hay informes de personas desaparecidas. Fue la peor matanza policial de la historia en la guerra contra el narco.

Los cuerpos de esas más de 60 víctimas fatales fueron encontrados por vecinos durante la madrugada de este miércoles en un área de floresta llamada Mata da Vacaria, un laberinto verde por donde los presuntos miembros del cártel Comando Vermelho intentaban darse a la fuga. Uno de los encargados del traslado de los cadáveres hasta la zona urbanizada de las favelas del Complexo da Penha, fue Raul Santiago. "En 36 años de favela, pasando por varias matanzas, nunca ví nada parecido a lo que estoy viendo hoy. Brutal. Esto es algo nuevo".

Según moradores que hablaron sin dar sus nombres al diario O Globo, algunos cuerpos tenían perforaciones de bala en la nuca, varios estaban con las manos amarradas. Signos de que fueron eliminados sin presentar resistencia. Cubiertos con mantas o lonas improvisadas, los cadáveres fueron depositados uno al lado del otro, en la Plaza San Lucas, de la favela Complexo da Penha. Allí también había muertos del Complexo do Alemão, donde están las otras comunidades atacadas por la Policía Militar. Junto a los cuerpos decenas de vecinos iban del desconsuelo a la indignación.

Las imágenes de ese velorio colectivo realizado en la mañana de este miércoles, se instaló en los canales de noticias locales, y después en los globales, que un día antes habían dedicado amplio espacio al Megaoperativo Contención, llevado a cabo por 2500 mil policías. El número de muertos el martes fue sesenta y cuatro mientras que los fallecidos en una supuesta, aún no confirmada, ejecución sumaria, en las primeras horas del miércoles, ascendió a sesenta y ocho según la Auditoría Pública. Dando un total de ciento treinta y dos. Para el gobierno de Rio de Janeiro, gestionado por Claudio Castro, el número de muertos entre martes y miércoles llegó a ciento diecinueve.

Castro, marioneta al servicio de los intereses del ex presidente, Jair Bolsonaro, y su clan familiar, declaró que el operativo más sangriento de la historia en las comunidades del norte carioca fue "un éxito", y sólo lamentaba la muerte de "cuatro" víctimas: los policías fallecidos en los tiroteos con el Comando Vermelho. Las expresiones del gobernador bolsonarista fueron repudiadas por organismos de derechos humanos y la bancada de diputados del PT, que lo indicó como uno de los culpables de la "masacre".

Este caso de violencia extrema en los morros coincide con el discurso bolsonarista sobre el combate al narcoterrorismo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirmó estar horrorizada por los hechos. "Esta operación mortal refuerza la tendencia de consecuencias letales extremas de las operaciones policiales en las comunidades marginadas de Brasil", indicó en una publicación en redes sociales la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, encabezada por Volker Turk.

El presidente Lula llamó a "combatir el crimen organizado" con un trabajo coordinado "sin poner en riesgo a policías, niños y familias inocentes".

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