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“A muerte estoy con los jubilados. Lo que les hacen es una vergüenza. Yo defiendo a los jubilados ¿cómo no los voy a defender? Tenemos que ser muy cagones para no defender a los jubilados”. Diego Maradona
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Nacionales - 04-09-2022 / 10:09
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

El atentado a Cristina puede ser el final de la violencia política o el principio de una etapa mucho peor

El atentado a Cristina puede ser el final de la violencia política o el principio de una etapa mucho peor
Cuando llegue el momento, el fascismo que está haciendo metástasis en la sociedad occidental va a usar en contra nuestro con una efectividad y una brutalidad que no alcanzamos a sospechar. Si no se puede convencer a un tercio del país de que está mal dispararle a la vicepresidenta, el problema no se resuelve con una ley.
La Argentina tiene dos destinos ante sí y el magnicidio fallido contra Cristina Fernández de Kirchner nos sirve como recordatorio de que hay poco tiempo por delante para tomar el camino correcto. Las pericias determinarán el motivo por el cual no hubo disparo después de que Fernando Sabag Montiel gatillara un arma en perfecto estado de funcionamiento cargada con balas de plomo a pocos centímetros del rostro de la vicepresidenta.
 
Más allá del resultado, sobran los motivos para que las personas con fe hablen de un milagro. Otros, más cómodos con la idea del azar, podemos definir ese golpe de fortuna como sacar un pleno en la lotería cósmica. Le digamos como querramos decirle, lo cierto es que la impericia del tirador o un detalle nimio en el mecanismo evitaron que el país ingrese en una nueva etapa de violencia inédita cuyo final es imposible de imaginar pero siempre desastroso.
 
Los magnicidios han sido históricamente el preludio de guerras, revoluciones y períodos negrísimos; cuesta pensar en un desenlace distinto. Y acá está la Argentina, dilapidando su segunda, o enésima oportunidad. A 48 horas del ataque, pareciera que nada cambió. Y si nada cambió, lo que sucedió una vez, un hecho extremo de violencia política, puede volver a pasar. En cambio, los milagros ni los plenos de lotería suceden dos veces seguidas.
 
No existen, por ahora, elementos para considerar conspiraciones pero es incorrecto pensar en un loco suelto cuando existe un enorme dispositivo político, mediático, judicial y social que fue el caldo de cultivo en el que se gestó el impulso magnicida de Sabag Montiel.
 
Como se repitió muchas veces en estas horas, el límite no se cruzó el jueves sino que se había cruzado mucho antes: la bomba en una unidad básica de Bahía Blanca o el disparo con arma de fuego al diputado correntino Miguel Arias no tuvieron una censura unánime de la dirigencia política ni fueron resueltos de forma satisfactoria y ejemplar por el Poder Judicial al que la oposición sugiere encomendarse.
 
De la misma manera, la patética reacción opositora ante el acto de terrorismo más impactante desde el atentado a la AMIA, por lo menos, vuelve a correr esa línea un poco más allá. Por momentos parece que en la Argentina no se cruzan límites sino puntos de no retorno. 
 

 
Por eso parece irresponsable que el gobierno no haya hecho todo lo que tenía a mano para facilitar el trance a una oposición dispuesta a aferrarse a cualquier excusa con tal de no asumir su responsabilidad. Es cierto: en el '87 fue el opositor Antonio Cafiero quien se puso a disposición de Raúl Alfonsín durante el levantamiento militar. Tiene sentido: si triunfaba, a la dirigencia peronista le esperaba el exilio o algo peor.
 
Una similitud y una diferencia. Otra vez es el peronismo el que lleva las de perder si la situación se radicaliza; pero esta vez la oposición no está dispuesta a hacer lo que haya que hacer para defender la democracia y opera maliciosamente bajo la premisa de que puede sacar beneficios de una mayor inestabilidad.
 
Para el oficialismo, no hay combinación más nociva que escalar la retórica sin actuar en consecuencia, porque da pie para justificar e intensificar la violencia sin hacer nada (ni siquiera algo equivocado) para combatirla. Por deber institucional y por instinto de preservación, deberá calibrar su discurso, algo que sólo parece haber entendido, hasta ahora, la propia CFK.
 
Que las responsabilidades no sean exclusivas no quiere decir que sean simétricas, porque no lo son, de la misma manera que no es unilateral pero tampoco simétrica la violencia política en la Argentina, ni ahora ni nunca.
 
Ese argumento, que parece calcado de la teoría de los dos demonios, intenta justificar el atentado contra la vicepresidenta (¿tanto les piden?) por actos previos del propio peronismo y forma parte del discurso dominante en la oposición en estos días. No resiste un análisis, porque a lo largo de la historia, al igual que ahora, el uso de la violencia política en todas sus formas, fue desproporcionadamente en contra del peronismo y las clases populares.
 
Es decir: uno puede encontrar en el pasado un montón de ejemplos de momentos en los que el peronismo actuó de manera reñida con la convivencia democrática pero en cualquier caso empalidecen en comparación con el daño soportado: desde los bombardeos a Plaza de Mayo y los fusilamientos a la resistencia hasta el plan de exterminio de la última dictadura, no existe parangón que permita defender una comparación.
 
De la misma manera que los exabruptos y las canalladas cometidas en nombre del peronismo en los últimos años no tienen nada que ver con la persecución y el hostigamiento que recae ahora sobre Fernández de Kirchner. No es lo mismo.
 
Una vez que se llegó a este punto no existen las salidas sencillas. Hay que decirlo sencillo para que no quede lugar a la interpretación resbaladiza: a esta altura del partido la única forma de evitar un derramamiento de sangre en la Argentina es pacificar.
 
No hay forma de llegar a una solución si no se reconstruye una cosa pública en común entre dos placas tectónicas destinadas a separarse cada vez más, abriendo un abismo entre ellas. Es necesario construir un ámbito público de intercambio del que puedan participar todos los partidos políticos, los empresarios, los sindicatos, el Poder Judicial y los medios de comunicación con la sola condición de trabajar para evitar la violencia.
 
Eso suena difícil pero es la primera mitad y la más sencilla del problema. Sucede que ese ecosistema de poder ha demostrado hasta ahora una profunda incapacidad de autorregularse, por lo que no alcanza con propiciar las condiciones para el intercambio sino que el Estado debe, además, erigirse en árbitro de lo que allí se decida.
 
Y para eso necesita construir una autoridad que hoy no existe. Alguien que mira el vaso medio vacío puede reparar en la paradoja: un gobierno que necesita pacificar al país para reconstruir su autoridad y reconstruir su autoridad para pacificar al país. Alguien que ve el vaso medio lleno, o que no le queda otra, puede reparar en que la pacificación del país quizás sea ese sendero virtuoso que estaba buscando el peronismo para salir del pantano.
 
Dos condiciones necesarias para encarrilar en ese camino. La primera es un acuerdo que incluya, al menos parcialmente, a un sector de la derecha y del establishment, para romper la narrativa centrífuga imperante, que beneficia a los marginales y premia a los extremos.
 
Es lo que permitió el triunfo de Joe Biden en Estados Unidos y también la alianza que construyó Lula en Brasil para competir este año. La presencia de algunos empresarios en la reunión del viernes en la Casa Rosada puede abrir un canal de diálogo. Tienen mucho que perder si el país cae en una espiral de violencia. La interna del PRO con sus socios exhibida el sábado en el Congreso es otra rendija para entrar.
 
La segunda condición es que la sociedad empiece a percibir resultados. Si no, es muy difícil. El año que viene se cumplen cuarenta años desde 1983 y veinte años desde el 2003. No sirve de nada enojarse con los que asocian sus penurias con la democracia o con el kirchnerismo, aunque estén equivocados.
 
Tener razón no sirve para ganar elecciones ni para detener baños de sangre. A esta altura del partido, después de varios años de economía rota y crisis recurrente, la demanda es de tranquilidad y plata en el bolsillo. O, como diría Sergio Massa si no estuviera silbando bajito, "sin estabilidad macro no hay paz social y sin paz social no hay estabilidad macro".
 
No existen recetas mágicas así que nada menos que eso va a funcionar. Menos que menos el punitivismo estúpido que suele surgir como primera reacción después de una tragedia y deja siempre detrás de sí una huella de más violencia: de esto no se salva la derecha ni la izquierda.
 
Prohibir discursos y aumentar penas no sirve y solamente legitima herramientas que, cuando llegue el momento, el fascismo que está haciendo metástasis en la sociedad occidental va a usar en contra nuestro con una efectividad y una brutalidad que no alcanzamos a sospechar. Si no se puede convencer a un tercio del país de que está mal dispararle a la vicepresidenta, el problema no se resuelve con una ley.
 
La Argentina tiene dos destinos ante sí. El segundo es más difícil pero vale la pena intentarlo. Esto es lo que deberían entender políticos, empresarios, comunicadores, sindicalistas, jueces e influencers. Si el atentado contra CFK marcara el punto final de esta etapa; si la clase dirigente tuviera la capacidad de transformar ese momento en la oportunidad de renovar el pacto de que nunca más la violencia política sea una herramienta de poder en este país; si en lugar de chicanas y tibios repudios en las redes sociales hubiera un verdadero acto de constricción y un compromiso real con la democracia, el país tiene un futuro inmenso de paz y prosperidad.
 
El acuerdo histórico entre YPF y la empresa malaya Petronas, que permite proyectar un horizonte en el que se duplique en pocos años la capacidad exportadora, no solamente tiene una importancia capital en términos económicos sino que abre la puerta de una opción geopolítica que el país debe explorar ante la creciente polarización entre China y Estados Unidos: la de asociarse a otros de tamaño mediano y grande y peso relativo alto en el concierto de naciones que tengan el mismo interés que la Argentina en mantener la buenas relaciones con las dos potencias en conflicto. La reciente visita oficial del canciller de la India, Subrahmanyam Jaishankar, también corre en ese sentido.
 
En el gobierno creen que el modelo de la asociación con la gigante petrolera, que le deja a YPF, una empresa privada en manos del Estado argentino, el 51 por ciento de la titularidad de la explotación, puede replicarse para activar otros proyectos de utilización de recursos naturales estratégicos como el litio, el petróleo offshore y las energías renovables, como una vía a mitad de camino entre la nacionalización, que ha demostrado ser subóptima en términos de eficiencia, y la privatización boba que deja al país sin el commodity ni los beneficios de extracción. Si pudiera aplicarse con éxito sería la llave para dejar atrás para siempre el loop de crisis recurrentes del sector externo.
 
En los próximos años se va a determinar la arquitectura legal de esos proyectos, las condiciones en las que van a extraerse los recursos durante décadas. Se va a definir si todos los argentinos van a ser socios de esa riqueza (a través, por ejemplo, de una renta universal financiada por las regalías de la explotación) o si será un negocio para los pocos mismos de siempre. Si las comunidades van a verse beneficiada por la generación de valor agregado y los riesgos ambientales van a trabajarse con profesionalismo o si los inversores van a llevarse todo y dejar atrás la desolación. Lo primero sólo puede lograrse en paz y con consensos básicos. La otra opción es más desigualdad, más violencia.
 
 
Cuando hablamos de consensos debemos hablar de las condiciones para que el país entre en un sendero productivo y vuelva a existir la esperanza de que mañana vamos a estar mejor y que nuestros hijos van a tener una vida mejor que la nuestra. Sin eso, tampoco puede haber democracia, o mejor dicho, sin eso, ¿por qué querríamos una democracia? Ahí está la pregunta que la sociedad argentina debe exigirle a sus dirigentes que contesten. Es algo básico pero hoy, a dos días de que alguien gatilló dos veces a centímetros de la cabeza de CFK, no tiene respuesta. A los tiros no hay futuro para nadie, pero mucho menos para los peronistas. La Argentina tiene dos destinos ante sí. Hay que actuar ya.
 
Por Nicolás Lantos
 
Fuente: El Destape
 

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16-11-2025 / 09:11
El fiscal Franco Picardi estableció que buena parte de los sobreprecios y coimas con remedios para discapacitados era manejada por hombres de Mauricio Macri. En base a escritos secuestrados, se llamó a indagatoria al íntimo de Javier Milei, Diego Spagnuolo, y se ordenó la detención del principal macrista. Pablo Atchahabian, un exfuncionario de Cambiemos, ordenaba desde afuera fraccionar pagos a las droguerías y hasta los despidos en la propia agencia. En los chats se habla de que "podemos sacar entre 1.600 y 1.700 palos". El rol de los Menem y la ruta del blanqueo que llega hasta José Luis Espert.
 
Cómo era el mecanismo utilizado, el lavado de dinero y los pasos que conducen a los Menem y la Casa Rosada. El fiscal Franco Picardi detalla en la acusación por las multimillonarias irregularidades en Discapacidad que buena parte de las maniobras las realizaron exfuncionarios del gobierno de Macri. Desde afuera de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) manejaban Andis.
 
Por ejemplo, se encontró un escrito en el que Pablo Atchahabian -exdirector Nacional de Acceso a la Salud durante el gobierno del PRO- ordenó fraccionar los pagos a una droguería y directamente no pagarles a otras seis "por no cumplir con lo acordado" o por ser "bocón". Es decir, no pagar las coimas, no intervenir en los sobreprecios y hablar de la trama de corrupción. La referencia seguramente es al 3 por ciento para Karina Milei y a la intervención de los primos Menem.
 
En ese terreno, el fiscal prepara otra resolución, que incluye las maniobras de la Droguería Suizo Argentina. El mismo exfuncionario macrista ordenó reducir personal (27 personas) despidiendo "rápido y sin piedad", según sus palabras. Otros exMacri accedían al sistema con usuarios y contraseñas truchas y resolvían a quién se compraba y a quién no. En los chats se habla de que "podemos sacar entre 1.600 y 1.700 palos" y de que se llevaron "90.000 dólares".
 
La plata sucia se blanqueaba por dos caminos: a través de criptomonedas mediante la aplicación Neblockshain y comprándole horas de vuelo a una empresa de aviones privados, Baires Fly, propiedad de Sergio Mastroprieto, el mismo que presentó al narco Fred Machado a José Luis Espert.
 
Como ejemplo, un medicamento para el cáncer, Keytruda, comprada a laboratorios extranjeros entre 12 y 16 millones de pesos se puede comprar a un laboratorio nacional en 4.5 millones. Bursosumab, 20 mg, se llegó a comprar a 45 millones de pesos, por lo que el fiscal calcula un sobreprecio de 115 por ciento. Debió comprarse en 21 millones.
  
A lo largo de 276 páginas, el fiscal le resume al juez Sebastián Casanello la forma en que no sólo se le robaron millones y millones de dólares al Estado sino también a las propias personas con discapacidad. La clave de la maniobra era que sólo unas pocas droguerías -cuatro o cinco- participaran de las compulsas especiales de precios (así las llamaron) en lo que se conoce como PACBI (prestaciones de alto costo y baja incidencia). Son especialmente medicamentos o elementos médicos que valen millones de pesos, principalmente oncológicos.
 
El juez Casanello, en la resolución que ordena la indagatoria de Diego Spagnuolo y otras 14 personas, transcribe que "las empresas Génesis S.A y Profarma S.A. se repartieron el 93 por ciento de los 30.000 millones de pesos en medicamentos en el marco de licitaciones reducidas. Asimismo, New Farma y Floresta se adjudicaron el 51 por ciento en el rubro implantes cocleares, audífonos e insumos vinculados". Tiembla Karina.
 

15-11-2025 / 10:11
Desde mayo la tendencia inflacionaria es al alza pero el IPC del Indec está lejos del sufrimiento de los bolsillos argentinos. Fuertes subas sub representadas que marcan un pulso en la calle muy distinto al que registra la estadística oficial. Es la mentira de las canastas de pobreza e indigencia. En ese marco, el Gobierno de Javier "el Loco" Milei atraviesa un momento de creciente desgaste político y social, marcado por una serie de errores estratégicos, decisiones económicas controvertidas y promesas de campaña que se han diluido con el paso del tiempo.
 
Aunque el presidente continúa sosteniendo su discurso de reformas estructurales y combate contra la "casta", distintos sectores señalan falencias de gestión, inconsistencias doctrinarias y retrocesos que han afectado tanto su imagen como el rumbo de la administración. Uno de los principales focos de crítica apunta a la política económica. Pese a haber prometido libertad absoluta de mercados, el oficialismo implementó un esquema de devaluaciones administradas que contradice su discurso inicial.
 
Mientras se aplicó un crawling peg que deterioró salarios, jubilaciones y capacidad de consumo, también se produjo un reacomodamiento financiero que impactó sobre pymes y sectores productivos. El desarme de instrumentos financieros, como las letras estatales, generó un clima de incertidumbre que especialistas atribuyen a errores propios de gestión más que a herencias recibidas.
 
La gobernabilidad es otro frente de debilidad. Sin una base legislativa sólida y con tensiones internas, el oficialismo se apoyó recurrentemente en decretos, lo que debilitó la capacidad de negociación y profundizó la distancia con fuerzas aliadas y opositoras. A ello se sumó un episodio político costoso: la fallida estrategia de forzar un plebiscito anticipado, que derivó en una derrota y dejó al Presidente expuesto en su momento de mayor fragilidad.
 
La estructura de poder extremadamente concentrada, especialmente en el círculo íntimo más reducido, manejado autoritariamente por su hermana Karina, también es señalada como un factor que limita la capacidad de reacción ante crisis. Otro golpe duro llegó con el escándalo de la criptomoneda LIBRA, impulsada desde sectores cercanos al oficialismo y que terminó desplomándose abruptamente.
 
La polémica, bautizada como "Cryptogate", dañó la credibilidad presidencial, instaló dudas sobre el rol corrupto de funcionarios vinculados al proyecto y abrió interrogantes sobre eventuales responsabilidades políticas. A esto se suman los efectos sociales del ajuste. Los recortes profundos en salud pública redujeron programas, afectaron personal y dejaron en situación crítica a áreas sensibles, lo que despertó fuertes cuestionamientos desde organizaciones médicas y sociales. La contradicción entre el discurso de eficiencia estatal y la caída de prestaciones esenciales alimenta críticas sobre la orientación del ajuste.
 
En paralelo, varias promesas centrales de campaña quedaron inconclusas. La privatización de Vaca Muerta y de empresas estatales no avanzó; la ruptura de vínculos comerciales con países catalogados como "comunistas" quedó en declaraciones simbólicas más que en acciones concretas; y el supuesto desmantelamiento del sistema de planes sociales no llegó acompañado de mejoras sostenibles en la asistencia. Incluso afirmaciones erróneas sobre vacunas, como en el caso de la prevención del dengue, generaron malestar por la falta de precisión en cuestiones de salud pública. Con este panorama, Milei enfrenta un desgaste que combina problemas económicos, errores políticos y promesas que no lograron materializarse.
 
La Opinión Popular
 

15-11-2025 / 09:11
En una sincronía que se ha repetido en la historia, al tiempo que en Naciones Unidas el representante del gobierno argentino acusaba de corruptas a las víctimas de la dictadura y a sus familiares, en Washington se anunciaba un acuerdo con el gobierno de Javier "el Loco" Milei de subordinación y entrega. En Argentina, la violación de los derechos humanos, o su negación como en este caso, siempre tuvo su correlato con una relación de sumisión abyecta con Estados Unidos. La injerencia yanqui sobre su colonia argentina se profundiza. 

El miserable discurso pronunciado en la Comisión contra la Tortura de la ONU generó rechazo entre los demás presentes. En general, revictimizar a personas que han sufrido las peores aberraciones en torturas, violaciones, secuestros y desapariciones, genera repugnancia.

El funcionario al que le tocó jugar ese papel denigrante fue el subsecretario de Derechos Humanos, el siniestro Alberto Baños. Acusó a los organismos de derechos humanos, a las víctimas de la represión y a sus familiares de inventar la cifra de los 30 mil desaparecidos "para hacer negocio".
 
Este personaje tenía que responder preguntas sobre la represión del gobierno de Javier Milei a la protesta social y por el cercenamiento de políticas de derechos humanos. Pero eligió el papel más repulsivo para desacreditar a los organismos de derechos humanos que han sido quizás el aporte más democratizador que tuvo el proceso de transición democrática en la Argentina.
 
Baños es un exponente típico de un amplio sector del Poder Judicial. Se incorporó al fuero civil de la ciudad de Buenos Aires durante la dictadura y fue designado juez en el gobierno de Carlos Menem. Tuvo a su cargo algunos casos de resonancia, como la desaparición del policía de la Ciudad Arshak Karshanyan, en la que estaban sospechados miembros de esa institución. Baños hizo que la misma policía sospechada participara en la investigación y después de un tiempo dejó el caso sin resolver.
 
En otro caso, declaró prescripta la corrupción por el vaciamiento de Aerolíneas, lo que después tuvo que ser reconsiderado por otro tribunal. Y cuando se reabrió la investigación por la desaparición de las manos de Perón, la carpeta donde estaban los resultados de la investigación fue misteriosamente sustraída de su despacho.
 
No sería el sujeto más indicado para hablar de corrupción o para ser la cara de los derechos humanos de un gobierno que los respete. Más bien, su función ha sido hasta ahora liquidar las políticas de derechos humanos que la sociedad construyó laboriosamente desde la retirada de la dictadura.
 
Y en su presentación en Ginebra ante la Comisión contra la Tortura intentó ocultar la violencia institucional del gobierno del estafador Milei que todos los miércoles es pública y notoria cuando reprime con violencia a los jubilados.
 
La presentación tan sucia de Baños coincidió con el anuncio del gobierno de Estados Unidos del acuerdo con Milei que levanta aranceles aduaneros a los productos de ese país, elimina controles de calidad, así como controles sanitarios y se compromete a obstaculizar el ingreso de productos de otros países.
 
La contrapartida es cero. Estados Unidos no se compromete a nada que favorezca a los productos argentinos. Lo que se conoce del acuerdo afectará gravemente a la industria local como advirtió el gobierno de la provincia de Buenos Aires, donde se asienta gran parte de esa actividad. Hay una regla invariable en la historia moderna del país: la violación sistemática de los derechos humanos ha estado siempre relacionada con gobiernos que al mismo tiempo entregaron soberanía. 
 

14-11-2025 / 09:11
La Casa Blanca de Estados Unidos dio a conocer unilateralmente los primeros lineamientos del acuerdo comercial entre Argentina y EE.UU., a espaldas de los argentinos y del debate en el Congreso. Anunciaron un acuerdo comercial y de inversiones que materializa el momento histórico de mayor subordinación colonialista de Argentina a Estados Unidos. Más apertura hacia la entrada de productos yanquis incluso agrarios, eliminación de barreras arancelarias y no arancelarias, entre otros puntos. Sin detalles, que todavía deben ser negociados, el texto muestra un completo alineamiento con todas las regulaciones norteamericanas, más allá del interés argentino, y la apertura total a sus mercaderías. El comunicado local no expresa claramente cuáles serían los "beneficios" para Argentina.
 
Los argentinos nos enteramos del acuerdo por el que Trump viene a cobrar su apoyo electoral a Milei, y que pagaremos todos los argentinos. Allí, se anuncia la firma de un convenio Marco para un Acuerdo sobre Comercio e Inversión Recíprocos con Argentina. Ambos países se comprometen en abrir sus mercados en "áreas clave", aunque en la letra del texto difundido es mucho más la Argentina abriendo sus fronteras a los productos norteamericanos que los "compromisos" asumidos por este último. Es una reversión de Pacto Roca-Runcimann de 1933, el Estatuto Legal del Coloniaje, que subordinó la economía argentina a los intereses británicos.
 
El acuerdo favorece mucho más a los Estados Unidos. Entre los puntos principales destaca que Argentina brindará "acceso preferencial a productos estadounidenses como medicamentos, maquinaria, tecnologías de la información y productos agrícolas". A su vez, Estados Unidos eliminará aranceles para "ciertos recursos naturales argentinos y bienes farmacéuticos no patentados" y considerará el impacto del acuerdo al aplicar medidas comerciales relacionadas con la seguridad nacional.
 
En el ámbito agrícola, ambas partes se comprometieron a mejorar las condiciones de acceso al mercado de carne vacuna y aviar, así como a facilitar el comercio de productos como menudencias, carne de cerdo y productos lácteos. También se acordó no restringir el uso de ciertos términos cárnicos y lácteos.
 
El documento subraya que Argentina eliminará barreras no arancelarias como licencias de importación y formalidades consulares, y se comprometió a desmantelar gradualmente el impuesto estadístico para productos estadounidenses. Asimismo, se alineará con estándares internacionales en múltiples sectores y reconocerá certificaciones de organismos estadounidenses como la FDA. Este último punto implica un mazazo para la industria farmacéutica nacional.
 
Es un acuerdo con costos. El Marco de Comercio Recíproco e Inversión se presenta como un paso histórico para el vínculo bilateral. Sin embargo, la letra fina sugiere que Milei es un títere de los yanquis y los principales beneficios inmediatos recaerán sobre la economía de la potencia del norte: mayor acceso a sectores industriales y tecnológicos argentinos, influencia regulatoria ampliada, apertura en agroalimentos y una posición reforzada en cadenas de valor estratégicas. Para Argentina, los potenciales beneficios -posible llegada de inversiones- dependerán de cómo se implementen las reformas y de si el país puede evitar que la apertura derive en una nueva dependencia comercial asimétrica.
 
Milei celebró la difusión del acuerdo por parte del gobierno de Estados Unidos (que en Argentina no se oficializó formalmente). Para los norteamericanos, los "recates" al gobierno anarco capitalista tras haber fracasado no una, sino dos veces en menos de seis meses (salvataje del FMI en abril y de EEUU en octubre), están rindiendo con el sometimiento de Argentina en forma de entrega de soberanía.
 
La Opinión Popular

13-11-2025 / 09:11
Se perdieron más de 220.000 puestos de trabajo durante el gobierno cipayo, vende patria y pro oligarca de Javier "el Loco" Milei. Es la caída de empleo registrado privado, público y trabajadoras de casas particulares en agosto en relación a noviembre de 2023. En el mismo período creció el monotributo (+121.740). La precarización laboral avanza. En ese marco, Milei puso nuevamente en agenda la reforma laboral con el falso argumento de crear empleo. En la historia del país ya se demostró que eso no ocurrió, solo avanzó la precarización laboral, con salarios por el piso, que aumentó las ganancias de los empresarios.
 
El impensable y contundente resultado electoral de hace unos domingos atrás agrandó al gobierno anarco capitalista, que pasó a la ofensiva. La punta de lanza de esta ofensiva es la promocionada reforma laboral. ¿Se trata de una modernización equitativa y democrática de las relaciones capital trabajo, o se trata de una regresión a formas de dominio absoluto del capital sobre el trabajo?
 
Aprovechando el envión dado por las urnas, Milei está decidido a cumplir con las imposiciones del FMI. Que el Congreso apruebe el presupuesto 2026 en las sesiones extraordinarias de diciembre y sancione las leyes que impongan las reformas laboral esclavista y la tributaria, también exigidas por el Círculo Rojo, en enero. La previsional quedaría para más adelante.
 
Así como desde el inicio de su gestión creó una suerte de sentido común acerca de las bondades del equilibrio fiscal, que ya nadie en la oposición sistémica discute. Así ha buscado imponer un ambiente favorable a las reformas, particularmente la que tiene que ver en contra de los derechos del trabajo.
 
Los argumentos son por demás conocidos. Modernizar la legislación y sus normativas que estarían obsoletas frente a los nuevos procesos de producción y comercialización, que no se adaptarían a las nuevas tecnologías en continuo cambio, que su rigidez impediría la creación de empleo y por lo tanto obstaculizaría la reducción de la informalidad. Cuando el desempleo en Argentina llegó al 7,9% en el primer trimestre de 2025, según el INDEC. Casi 1,8 millones de personas estuvieron sin trabajo en ese período.
 
No se trata de ninguna modernización, es una regresión a las condiciones laborales del pre peronismo, si se quiere de fines del siglo XIX y principios del XX, que maximizan las ganancias de las empresas sobre la base de rebajar aún más el ingreso de los trabajadores. La experiencia demuestra que este tipo de reformas solo traen más precarización y pérdida de derechos. (Recordar "Ley de Empleo", 1991 y "Ley de Empleo, productividad y equidad", 2000 (Ley Banelco). La creación de empleos formales, que baja la informalidad, no depende de este tipo de normativas sino del crecimiento de la inversión productiva y la expansión de la actividad económica.
 
¿Qué tipo de reforma es necesaria? Una que compense la asimetría entre capital y trabajo, que no incline la cancha más de lo que está. Que por ejemplo reduzca la jornada para crear empleo. Que reconozca la calidad de trabajadores y por lo tanto sus derechos a quiénes se desempeñan en los servicios de plataformas. Que otorgue derechos a quienes trabajan en la Economía Popular. Que reconozca las licencias por paternidad y regule las tareas de cuidados...
 
Las condiciones de vida de los trabajadores no mejorarán con la reforma laboral de Milei, hay que rechazar el proyecto y conquistar trabajo con derecho para todos. No hay nada que negociar. Por el contrario, hay que resistir y luchar contra esta reforma antiobrera y antisindical que beneficia a los ricos y perjudica a los pobres. 
 
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