Paraná - 17-04-2022 / 11:04
PERIODISTA Y DOCENTE
Alfieri, la ausencia sentida de un maestro sin diploma
A casi 4 años de su muerte, el nombre de Guillermo Alfieri sigue resistiendo el olvido.
A casi 4 años de su muerte, el nombre de Guillermo Alfieri sigue resistiendo el olvido. Luego de la presentación de sus Crónicas en claroscuro, a cargo de la Editorial de Entre Ríos, EDUNER tiene listo un material que recoge sus enseñanzas sobre periodismo. Alfieri se destacó por disponer de una potencia expresiva y de análisis propia de una persona culta, con habilidad para poner a conversar las distintas dimensiones de la existencia.
Caprichoso elemento el tiempo. Para algunos se escurre sin remedio entre los dedos de la rutina; para otros, no pasa nunca.
Envuelto en volutas evanescentes, Guillermo Alfieri asumió el tiempo como un compañero de aventuras. Aceptó vivir temporalidades diversas e hizo el intento para que se pierdan el natural recelo, se miren a los ojos y charlen, animadamente.
Cuatro décadas de su vida le ofrendó a Paraná, Guillermo Alfieri. Las recorrió como quien sube y baja por Los Vascos, con poética serenidad y a veces con desasosiego. Ese período de 40 años, que fue uno más en su vida, le alcanzó a Alfieri para dejar una huella firme entre quienes lo conocieron como docente y como periodista.
Alfieri fue un viajero de geografías y de proyectos; de lecturas variadas, desordenadas, pero sobre todo de conversaciones: vaya a saber a qué postal, a cuál ceremonia le resonaban esas charlas que le gustaba sostener con aquellos a los que se sentía conectado.
De un día para otro dejó de ser una presencia palpable y lo empezamos a ver de memoria. Se agotó una noción del tiempo y empezó a surgir otra, aún en ciernes.
En la sutileza de su influencia los que lo frecuentaron cayeron en la cuenta de la suerte que habían tenido al conocerlo. Hoy mismo, mientras desaparece ante nuestros ojos una vez más, de boina y chaleco, creemos advertir la estela tenue de sus esfuerzos para que la mediocridad y el conformismo no se nos vuelva una costumbre.
TRAYECTORIA
Cuando Alfieri nació, la bonaerense Ramos Mejía era sin dudas proletaria y levemente próspera. Estaba en medio de un proceso por el que fue cediendo a sus hermanas menores las ropas de caserío en expansión y se empezó a probar unas pilchas que no recordaban en nada los comienzos rurales de aquellos latifundios.
De pantalones cortos, Alfieri imaginó futuros asociados al progreso personal y colectivo. Y fue por ellos. Se encontró en la juventud con la palabra y al tiempito se instaló en La Rioja. En aquellos desolados parajes protagonizó una historia épica, como la de El Independiente pero también se topó con la maldad, con la banal y con la despiadada, y comprobó que no había diferencias sustantivas entre ellas.
Zamarreado por la injusticia, recorrió los rincones sombríos de distintos penales, a disposición del Poder Ejecutivo Nacional; hasta que un día un puente de luminosas penumbras, un puente verbal, hecho de suspiros, lo depositó en Paraná. Acá se afincó, en el vasto sentido de la palabra.
Cuarenta años amando y haciendo amar a esta ciudad singular. Ese pudo haber sido uno de sus probables epitafios.
Es verdad, Alfieri siempre prefirió estas calles, estas gentes, estas barrancas, este lado del río, incluso en los últimos años en que esperaba con candor navideño las vacaciones en Alpa Corral.
DIMENSIONES
Guillermo Alfieri nunca se pensó como un fuera de serie, aunque lo haya sido. Evitó ser considerado maestro, aunque tantos hemos aprendido de él sobre los oficios que honró y sobre la vida misma. No trabajó para el bronce, no le interesaba trascender y, sin embargo, las referencias hacia él aún hoy se llenan de temas pendientes, de reflexiones movilizadoras, de coloquios, de emplazamientos éticos, de crónicas en claroscuros y de diálogos interminables.
Tampoco se concibió como un escritor y, sin embargo, cuenta con una obra respetable. De hecho, estuvo al frente de los proyectos que derivaron en El Libro de Alipio Tito Paoletti, Coloquios de la comarca y Ver de memoria.
Recientemente la Editorial de Entre Ríos ha publicado una selección de sus Crónicas en claroscuro. Y la Editorial de la UNER acaba de terminar un material que recoge sus enseñanzas, Periodismos, en coautoría. Seguramente no serán las últimas apariciones de este personaje que, caprichoso como el tiempo, prefería pasar desapercibido.
Diestro entrevistador, habilidoso formador de equipos, lúcido analista, Alfieri podía escribir columnas maravillosas y, en la mañana en que eran publicadas, llamar por teléfono a sus amigos no para hablar de las piezas sino para recomendarles una película que lo había deslumbrado el fin de semana.
Era un cazador de talentos, es cierto; pero no se dedicó a formar tribus de engrupidos. Su tarea consistió en inspirarlos e inspirarlas a que vayan por más, a que constituyan las condiciones propicias para que el diálogo constructivo suceda, para que la experiencia no se aísle en compartimentos estancos, para que los sucesos y las situaciones de la historia, la política y la vida personal vayan conectándose como hacen las ramas al tronco.
Alfieri sabía que el secreto de la flor o de la sombra en la arboleda no estaba a la vista, sino en las profundidades, donde lo valioso se pudre mientras transmite vida.
AVATARES
¡Cuarenta años le entregó Alfieri a estos lugares y a su gente! Parece tanto. Parece tan poco. La ciudad, la provincia y el país, los gobiernos y las instituciones, no fueron mejores porque Alfieri escribió sobre ellos. Tampoco el periodismo que le sucedió es mejor porque una nutrida camada de profesionales tuvo la suerte de cruzárselo en un aula, en una redacción o en un estudio. Pero nadie podrá reprocharle a Guillermo Alfieri que no hizo la parte que le correspondía.
Cuarenta años: una vida. En medio del camino, Alfieri es una ausencia presente, un aroma dulzón que nos envuelve cuando menos lo esperamos. Un aroma, sí; una esencia, mejor; que nos recuerda que un día nos hicimos promesas de singularidad, una inspiración que nos empuja a no resignarnos a ser del montón, un llamado a ir en contramano por la cultura, para que no nos dé lo mismo vivir de cualquier manera.
Probablemente ese sea uno de los mayores legados que nos ha dejado este ciudadano peculiar llamado Guillermo Alberto Alfieri.
Por Víctor Fleitas
Fuente: eldiario.com.ar