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Sociedad e Interés General - 18-01-2022 / 08:01
EL 18 DE ENERO DE 1983 FALLECE EL DIRIGENTE RADICAL

Arturo Illia, el presidente de una Argentina que jugaba con fuego

Arturo Illia, el presidente de una Argentina que jugaba con fuego
El 18 de enero de 1983, en Córdoba, fallece Arturo Umberto Illia.
 
El 18 de enero de 1983, en Córdoba, fallece Arturo Umberto Illia. Fue un médico y político radical elegido presidente de la Argentina, cargo en el que se desempeñó entre el 12 de octubre de 1963 y el 28 de junio de 1966, cuando fue derrocado por un golpe de estado cívico-militar.
 
Illia llegó a la presidencia de la Nación con el 25% de los votos, en elecciones controladas por las Fuerzas Armadas en las que se proscribió al Peronismo y mientras estaba preso el anterior presidente constitucional Arturo Frondizi.
 
En materia económica, se destaca el crecimiento del Producto Bruto Industrial un 18,9% en 1964 y un 13,8 en el año siguiente. El desempleo, que en 1963 ascendía al 8,8%, se redujo en 1966 al 5,2. La deuda externa, que alcanzaba la cifra de 3300 millones de dólares en 1963, bajó a 2600 millones en 1965.
 
Sostuvo el presupuesto educativo más alto que recuerde la Argentina; eliminó la censura en los espectáculos públicos, sancionó la Ley del Salario Mínimo, Vital y Móvil y se negó a enviar tropas argentinas en apoyo a la invasión yanquis a Santo Domingo en 1965.
 
Se desempeñó también como senador provincial, diputado nacional y vicegobernador de Córdoba. En 1962 fue elegido gobernador de la provincia de Córdoba, cargo que la dictadura instalada el 29 de marzo de 1962 le impidió asumir. Fue dirigente de la Unión Cívica Radical y de la Unión Cívica Radical del Pueblo. Sus adeptos destacan su comprobada honestidad y honradez.
 
Carlos Morales para La Opinión Popular

 
Arturo Illia, el presidente de una Argentina que jugaba con fuego
Foto: Cuando fue echado del gobierno por la fuerza, se retiró acompañado por su gabinete, amigos y correligionarios hasta las calles Rivadavia y Reconquista. Rechazó los autos que se le ofrecieron y se tomó un taxi.

Arturo Illia asumió en un contexto de división de las fuerzas armadas, hostigamiento sindical y peronismo proscripto
 
Aquel era un gobierno destinado al golpe. Estuvo jaqueado desde aún antes de que Arturo Illia triunfara en las elecciones del 7 de julio de 1963, con el peronismo proscripto, con el país ensangrentado por la división de las fuerzas armadas que se habían enfrentado en las calles en abril de ese año y en septiembre del año anterior, después de derrocar en marzo a Arturo Frondizi, y con un peronismo convertido, como casi siempre, en árbitro de la vida política del país que, esta vez, incluía un alto factor de riesgo: un sector del poderoso sindicalismo argentino, en la persona de Augusto Vandor, proponía la posibilidad de llevar adelante un peronismo sin Perón.
 
Aquello era un polvorín. Y el golpe de Estado contra el presidente Arturo Illia, el 28 de junio de 1966, encendió la mecha que lo haría estallar en los años siguientes hasta culminar en la brutal dictadura militar instaurada en marzo de 1976.
 
Illia llegó al poder apenas con el 25 por ciento de los votos, lo que entonces fue visto como un signo de debilidad: un porcentaje menor de votos le permitió al kirchnerismo, desde 2003, gobernar a lo largo de doce años.
 
Illia era un médico que había nacido en Pergamino, provincia de Buenos Aires, pero que había hecho su carrera, profesional y política en Cruz del Eje, Córdoba. Tenía 63 años cuando asumió el gobierno el 12 de octubre de 1963 y una imagen de hombre más mayor, bueno e inocente, que no se condecía en nada con una personalidad astuta, dura y decidida que se había fogueado en la UCR que lideraba Ricardo Balbín.
 
No era un hombre débil, como hizo creer la gigantesca campaña lanzada en su contra ni bien se hizo cargo del gobierno, pero encarnó a un gobierno debilitado: sin mayoría en el Congreso y con la mayor parte de los gobiernos provinciales en manos de la oposición.
 
Aún así, tomó algunas decisiones controvertidas que, además, sirvieron casi de mortaja a su gobierno: pese a la intensa presión y a las amenazas nada veladas de la Embajada de Estados Unidos, Illia anuló los contratos petroleros firmados por Frondizi, sancionó una Ley de Medicamentos contraria a los intereses de los grandes laboratorios y levantó algunas de las restricciones electorales que pesaban sobre el peronismo, aunque la participación directa de Perón siguió prohibida.
 
Eso era poco menos que intolerable para unas fuerzas armadas enfrentadas entre colorados, de un antiperonismo irreductible, y azules, de un supuesto legalismo disfrazado que se animaba, al menos en teoría, a volver a aceptar al peronismo en el futuro: lejano, pero futuro al fin. Los dos bandos aspiraban a que Perón muriera en el exilio, opción que ni pasaba por la cabeza del ya anciano general.
 
Illia, como le ocurriría luego a los gobiernos radicales de Raúl Alfonsín en 1983 y de Fernando De la Rúa (1999), no pudo sancionar una ley que controlara el poder sindical: a seis meses de asumir el gobierno, enfrentó un masivo Plan de Lucha, lanzado por la CGT que, entre mayo y junio de 1964 puso a cuatro millones de obreros a ocupar once mil fábricas de todo el país.
 
La supuesta lentitud de su gobierno fue ridiculizada por el poder sindical que lanzó tortugas en la Plaza de Mayo, mientras los caricaturistas de la época mostraban al presidente como un cansino jubilado que daba de comer a las palomas.
 
En 1964, Vandor organizó el retorno de Perón a la Argentina, una operación destinada al fracaso, y el líder del peronismo fue detenido en Brasil, a pedido de la cancillería argentina, y obligado a retornar a España. El gobierno de Illia salió del episodio más deteriorado que la figura de Vandor, que pese a su proyecto de peronismo sin Perón, o precisamente a causa de él, fue asesinado en 1969.
 
Aquella Argentina jugaba con fuego. Incluso el periodista Jacobo Timerman pergeñó entonces una revista de actualidad política con la única finalidad de influir en la decisión militar de voltear a aquel gobierno que, en el lapso de dos años y ocho meses, enancado acaso en el envión económico que había implicado el desarrollismo frondicista entre 1958 y 1962, sostuvo el presupuesto educativo más alto que recuerde la Argentina; eliminó la censura en los espectáculos públicos, sancionó la Ley del Salario Mínimo, Vital y Móvil y se negó a enviar tropas argentinas en apoyo a la invasión de marines estadounidenses a Santo Domingo en 1965.
 
No era el de Illia el proyecto de gobierno que soñaban los militares en sus cabildeos golpistas y que tenían dos cabezas visibles y emparentadas: entre los civiles, el ingeniero Álvaro Alsogaray y, entre los militares, su hermano, el general Julio Alsogaray, jefe del Ejército tras el derrocamiento de Illia.
 
En la madrugada del 28 de junio, el general Alsogaray protagonizó un dramático y violento altercado en el despacho presidencial con el todavía presidente. Alsogaray, en nombre de las fuerzas armadas, invitó a Illia a dejar la Casa de Gobierno.
 
Illia reivindicó su rol de comandante en jefe de las fuerzas armadas: "Usted -le dijo- y quienes lo acompañan, actúan como salteadores nocturnos que, como los bandidos, aparecen de madrugada".
 
Poco después, el presidente fue desalojado de la Casa de Gobierno por una brigada lanza gases de la Policía Federal. En el único gesto mediático de su presidencia, acaso involuntario, Illia paró un taxi frente a la Rosada y se hundió en la historia.
 
Por Alberto Amato
 
Fuente: Clarín

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Arturo Illia, el presidente de una Argentina que jugaba con fuego
Arturo Illia, como presidente de la Argentina, proporcionando el Mensaje Legislativo del año 1965.
17-10-2025 / 18:10
17-10-2025 / 18:10
17-10-2025 / 09:10
El coronel Juan Perón estaba preso. Nada se oponía a la restauración oligárquica y al retorno a la fraudulenta y corrupta Década Infame, interrumpida por la irrupción de la Revolución de Junio de 1943. Pero en ese momento la clase obrera se movilizó y desde ese instante se convertiría en un actor determinante del proceso político nacional.
 
Nadie la conocía aun. Carecía de antecedentes. Venía de abajo, del subsuelo de la Patria, y su marcha fue irresistible. Si había demorado en aparecer, lo cierto es que nadie pudo, desde entonces, olvidarlo jamás.
 
En la madrugada del 17 de octubre de 1945 comenzó una movilización de la clase trabajadora en los barrios populares del oeste de Capital Federal así como de las zonas industriales de sus alrededores.
 
Los obreros no ingresaban a trabajar en las fábricas y talleres e iban recorriendo los establecimientos vecinos, incitando a abandonarlos a quienes se encontraban en ellos, para luego marchar coreando consignas en favor de Juan Perón, por las calles principales hacia el centro de la Capital Federal.
 
Aquel 17 de octubre los trabajadores dejaron sus herramientas, apagaron las máquinas de sus talleres y fabricas, se subieron al tranvía o al ómnibus y se fueron a la Plaza de Mayo. Estaban dispuestos a dar la vida por Perón. Un nuevo ciclo histórico se iniciaba en la Argentina.
 
El 17 de octubre de 1945 marcó un antes y un después en la historia de nuestro país: más de un millón de trabajadores, coparon la Plaza de Mayo para exigir la liberación del que ya entonces consideraban su líder: el coronel Perón, quien desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, había instrumentado numerosas medidas que favorecieron a los obreros, sentando las bases de la movilidad social ascendente y permitiéndoles integrarse a un país que, hasta entonces, no los reconocía.
 
Setenta y ocho años después, recordamos aquella expresión de lealtad mutua: de los trabajadores hacia su líder, pero también de Perón hacia ellos, al visibilizarlos y, una vez en el poder, haber seguido defendiendo sus derechos. Sin arriar nunca las banderas del trabajo, la dignidad y la justicia social.

 
Escribe Blas García  

17-10-2025 / 09:10
El 17 de Octubre de 1945, Juan Perón fue rescatado de la cárcel por la masiva movilización de la clase trabajadora, exponiendo así la falencia del anciano régimen oligárquico antinacional -rapaz y parasitario- y la caducidad de los viejos partidos políticos seudo democráticos, sobrepasados por el proletariado, que de ahora en más, podía obtener reivindicaciones que ya no se pedían, se reclamaban, porque ya no se confiaba en la buena voluntad de los sectores dominantes sino en la propia fuerza de los trabajadores.

Ese día resurge la Argentina profunda, el subsuelo de la Patria sublevado, y reaparece para continuar escribiendo la historia de las masas populares, una secuencia que va desde las lanzas primero -con las montoneras federales del interior-, el voto después -con el radicalismo yrigoyenista- y por último los sindicatos obreros -con el peronismo-. Tres momentos en los que el Pueblo lucha para realizarse con el federalismo, la soberanía política y la democracia social.

Como consecuencia de la actuación revolucionaria de las masas populares el 17 de octubre de 1945, el justicialismo llega al poder y produce transformaciones en todos los ámbitos de la realidad del país. La Revolución Nacional, de Eva y Juan Perón, rompió con el modelo semicolonial dependiente, logrando la independencia económica, la justicia social y permitiendo importantes conquistas a los sectores populares. Una Nueva Argentina con el Pueblo de protagonista.

La terrible reacción gorila de la vieja Argentina oligárquica y autoritaria, en el golpe de septiembre de 1955, dan la medida de la trascendencia revolucionaria del peronismo. Cómo los movimientos nacionales antecesores: el federalismo de Rosas y el radicalismo de Yrigoyen; solo se alcanzaron conquistas transitorias y fueron derrotados por la estructura de la injusticia y la dependencia. Revolución y contrarrevolución.

A partir de 1955, la exclusión política del peronismo produjo un proceso de Resistencia que ampliaría su perfil. Aglutinó, representó y canalizó a todas las rebeldías y críticas contra el sistema económico, social y político, crecientemente ineficaz y en el cual era el único actor apartado. En esta lucha, el peronismo constituyó el agrupamiento de las fuerzas populares y proletarias, mientras que el régimen militar se identificaba con los intereses de la oligarquía, la burguesía entreguista y los partidos liberales.

Todos estos esfuerzos son partes de un mismo combate, en la que todavía no se han alcanzado triunfos definitivos. Corsi e ricorsi, la Patria aparece como un proyecto inacabado que debemos realizarlo plenamente hoy cuando el capitalismo globalizado pretende desembarazarse de las limitaciones que, a lo largo del siglo XX, le impusieran los Estados Nacionales y los movimientos sociales encabezados por la clase trabajadora, para aplicar sus políticas neoliberales de injusticia social.

Las medidas económicas impulsadas por Javier Milei y Luis Caputo están inspiradas en el más crudo neoliberalismo, que fue iniciado durante la Revolución Fusiladora, continuadas por la dictadura de Jorge Rafael Videla y por los votos en los gobiernos de Carlos MenemFernando de la Rua, Mauricio Macri y Javier Milei. Este tipo de recetas conservadoras y reaccionarias, que aumentan la injusticia quitando derechos sociales y agrandan la dependencia con el fuerte endeudamiento, siempre fracasaron, provocando resistencias populares y revueltas sociales. 


Por eso, como integrantes del Movimiento Nacional y Popular que cambió la historia política argentina, volvemos a levantar, como en 1945, el cuestionamiento del sistema neoliberal económico y social injusto y la necesidad de dar la pelea para cambiarlo. Con el peronismo, seremos una Nación independiente, y si nos sacamos la dependencia del capital financiero y del FMI volveremos al desarrollo económico. Caso contrario, podría retornar el neoliberalismo apátrida y seguiremos hundiéndonos aun más en la pobreza y la dependencia. 
La cuestión sigue siendo la misma, patria o colonia. El legado de la lucha continúa, hoy contra una de las formas mas crueles, brutales y salvajes de capitalismo, la de Javier Milei.


 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista 
 Escribe: Blas García 

 

15-10-2025 / 19:10
Juan Perón había surgido a la vida política dos años antes, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y había dignificado al obrero otorgando derechos vulnerados desde siempre. Unidos en el odio a Perón y defendiendo sus intereses, el frente oligárquico logra aislarlo, despojarlo de todos su cargos forzando su renuncia y recluirlo en la isla de Martín García. Parecía que una vez más en nuestra historia, los que más tenían, los que hacían las  leyes, los que vivían del trabajo ajeno, imponían su voluntad omnipotente.
 
Pero los trabajadores argentinos reaccionan y en la mañana del lunes 16 de octubre de 1945, los dirigentes de la CGT se entrevistan con presidente Edelmiro J. Farrell, al cual le trasmite su preocupación por la situación del coronel Perón, así como que algunos gremios han empezado a salir a la calle reclamando por su libertad. También le expresan la preocupación reinante en la clase trabajadora ante las versiones de los diarios acerca del nuevo gabinete que estaría integrado por hombres de la oligarquía y del conservadorismo.
 
Por su parte, la Unión Obrera Local- expresión sindical del Partido Comunista-sostiene que "desautoriza las versiones a favor de una huelga inminente lanzadas por un grupo afecto al gobierno desplazado y por elementos nazis que pretenden obstruir el camino de las elecciones libres".
 
A su vez, el Partido Socialista denuncia "la maniobra encaminada a confundir la opinión de los trabajadores y crear factores de perturbación y anarquía...tentativa de los dirigentes entregados a la dictadura implantada por el ex secretario de Trabajo y Previsión".
 
Los partidos de "izquierda" de la oligarquía, más que confundidos, no saben de donde sale esa "chusma" peroniana, como la denominan despectivamente, que nada tiene que ver con el modelo de obrero de sus libros y manuales, pulcro y atildado, con el que están acostumbrados a tratar.
 
A la tarde se conoce la decisión de la Central Obrera: por 16 votos contra 11, "la CGT, en defensa de las conquistas obtenidas y las por obtener y considerando que éstas se hallan en peligro ante la toma del poder por las fuerzas del capital y la oligarquía, declara un Paro General en todo el país por el término de 24 horas, que se hará efectivo el día jueves 18 de octubre, a partir de la cero hora".
 
Comienza así, el devenir histórico por el cual los trabajadores argentinos se introducen por primera vez y para siempre en la escena política nacional, para terminar con la semicolonia pastoril y construir una nación moderna e independiente, y lo hacen con un movimiento popular que tiene como eje al proletariado. En nuestro país nada volvería a ser igual.
 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista 
Escribe Blas García 

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