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“Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores… y hacer que nuestros simpatizantes lo repitan en todo momento”. De Joseph Goebbels a Javier Milei
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Entre Ríos - 20-09-2021 / 10:09
PANORAMA POLÍTICO PROVINCIAL

¿Hay posibilidades de revertir resultados el 14 de noviembre?

¿Hay posibilidades de revertir resultados el 14 de noviembre?
En Entre Ríos participó el 72,3% del padrón, 2.3% para votar en blanco y 3,8% de votos nulos; con el 67,48% de votos positivos. Es decir, hubo un 32,52% que no votó por ninguna opción válida. La bronca no se pintó de amarillo sino de ausencia. En ese 32,52% está la esperanza del oficialismo de revertir la situación o por lo menos reducir la distancia en votos con un trabajo territorial intenso, estudiado y militante. Al Gobierno le cabe hacerse entender mejor en campaña, acercarse más a la gente, escuchar. Y demostrar, en un lapso muy corto, que comprendió, que reencauza el rumbo, que hay voluntad e inteligencia para enfocar políticas consistentes con los reclamos populares. Solo así habrá posibilidades de revertir los resultados el 14 de noviembre. ¿Es difícil? Sí, pero no imposible.
Arrastrando la herencia de la peste macrista y la pandemia de covid, el fracaso oficialista estaba entre las posibilidades de una elección de medio término. Pero las elecciones PASO generaron una explosión en el Frente de Todos, aunque la magnitud de los daños podrá medirse recién el 14 de noviembre. Si se reitera la catástrofe, el Gobierno tendría minoría en ambas cámaras, en un Congreso muy dividido con una oposición salvaje, lo que llevaría a la ingobernabilidad. Como contrapartida, el peronismo podría perder su reconocida capacidad para evitar el estallido social.
 
El voto expresó un castigo: su motivo principal conjuga la situación económica, la inflación, el desempleo, las complicaciones para llegar a fin de mes. Juntos por el Cambio tuvo la suerte que los pésimos índices económicos que dejó la gestión de Mauricio Macri quedaran relativizados comparativamente por los efectos de la pandemia, lo que le permitió el milagro mantener su caudal electoral.
 
Más allá de los indudables méritos del gobierno de Alberto Fernández, que evitó, en las peores condiciones, la implosión sanitaria y social, lo que quedó en primer lugar fue el grado de destrucción medido en el número de negocios cerrados, de personas desocupadas, de restricciones para reducir la pandemia, del número de muertos. Hay una sociedad muy lastimada por la situación económica, por convivir más de un año y medio con el miedo, la enfermedad, las muertes en soledad, el encierro. Un costo cargado con mayor o menor justicia a los oficialismos. Un recuento de lo sucedido en América Latina lo demuestra. La pandemia se llevó puesto los oficialismos.
 
Lo más notable fue que el macrismo sólo mantuvo los mismos votos fidelizados que hace dos años, tras una pandemia y una crisis económica sin precedentes. A nivel nacional, conservó los votos obtenidos en los comicios nacionales del 2019, mientras el oficialismo perdió 15 puntos. Es que la abstención y el voto en blanco se alimentaron centralmente de los sufragios que perdió el oficialismo mientras que el macrismo sacó los mismos votos, o un poco menos, que en la anterior elección. Esta vez les alcanzó para ganar por el récord de ausentismo, votos en blanco o anulados.
 
El peronismo perdió volumen de votos pero el macrismo no creció. Lo más doloroso para el oficialismo está en que la participación fue muy baja en zonas populares que acompañan históricamente al peronismo. La ausencia de esos votantes propios es un mensaje contra la gestión oficial, que no los contuvo como esperaban de las consecuencias sociales y económicas de la pandemia. Y para no votar a Juntos hubo miles de personas que se quedaron en sus casas, la mayoría en barrios populares. Fue la manera que encontraron de expresar su descontento, sin interesarles que ayudaban a los candidatos opositores, porque la baja participación levantó los porcentajes de los ganadores.
 
En Entre Ríos participó el 72,3% del padrón, 2.3% para votar en blanco y 3,8% de votos nulos; con el 67,48% de votos positivos. Es decir, hubo un 32,52% que no votó por ninguna opción válida. La bronca no se pintó de amarillo sino de ausencia. En ese 32,52% está la esperanza del oficialismo de revertir la situación o por lo menos reducir la distancia en votos con un trabajo territorial intenso, estudiado y militante. Al Gobierno le cabe hacerse entender mejor en campaña, acercarse más a la gente, escuchar. Y demostrar, en un lapso muy corto, que comprendió, que reencauza el rumbo, que hay voluntad e inteligencia para enfocar nuevas políticas consistentes con los reclamos populares. Solo así habrá posibilidades de revertir los resultados el 14 de noviembre. ¿Es difícil? Sí, pero no imposible.
 
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¿Hay posibilidades de revertir resultados el 14 de noviembre?

No fue una derrota, fue una catástrofe
 
La elección de medio término en cualquier país que no tenga la enorme grieta del nuestro se mide fundamentalmente por el número de bancas que se ganan o se pierdan en el Congreso. En cambio aquí, es principalmente un plebiscito donde se evalúa el respaldo o desaprobación de dos años de gobierno.
 
De 24 distritos electorales el oficialismo sólo ganó en 6 (Catamarca, Formosa, La Rioja, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán). En donde los referentes de la coalición oficialista son derrotados en sus bastiones: Cristina en Provincia Buenos Aires y Santa Cruz, Sergio Massa en Tigre y en Chubut, donde se pueden perder dos senadores, Alberto Fernández que colocó el primer candidato en el AMBA, en los dos tuvo fracasos significativos.
 
Una caída del PBI del 10%, en el 2020, más 5% de caída en los dos últimos años del gobierno de Macri, sumado a los más de 110.000 muertos por el COVID, cuatro años de caída del poder adquisitivo del salario que perdieron un 25%,  una inflación descontrolada e imposible de domar, una desigualdad en aumento, construyeron un escenario de un dolor económico y humano insondable.  
 
Algunas de las muchas inconsistencias del Gobierno fueron incubando primero desilusión y luego el voto bronca. La desilusión se canalizó a ambos extremos del arco político a través de los mal llamados libertarios y el Frente de Izquierda y el castigo a través de la principal oposición que es Juntos. Otro porcentaje en el mismo sentido se exteriorizó a través del voto en blanco y pasivamente en no concurrir a votar.
 
¿Hubo una ola de votantes ajenos a Juntos que consideró que este era la forma más adecuada de castigar al gobierno? Evidentemente no. En parte su buena elección más que un mérito propio, está conformada por un desplazamiento de sectores fluctuantes que hace menos de dos años votaron al peronismo y ahora lo castigaron permitiendo que ganara una alianza neoliberal que en apenas cuatro años perpetró una destrucción gigantesca. Por lo tanto, en un porcentaje impreciso, son votos provisorios que tal vez pueden retornar hacia el Frente de Todos, una vez dado el mensaje de protesta y atenuada la bronca más efervescente. Si eso ocurre, el resultado es reversible.
 

¿Hay posibilidades de revertir resultados el 14 de noviembre? 
 
La paliza de las PASO impactó de lleno en el Gabinete
 
El escrutinio provisorio había confirmado un par de horas antes, la derrota. El presidente Alberto Fernández acababa de reconocer el resultado, después ensayó algunas explicaciones que incluían al efecto devastador de la pandemia y después intentó sembrar una semilla de optimismo con una arenga dirigida a la militancia.
 
Dominaba el frente del escenario y las cámaras lo ubicaban en el centro de la imagen, pero la atención de todos estaba puesta unos metros más atrás, en la figura de Cristina que se valía de su lenguaje corporal para comunicar un mensaje mucho más potente que el de Alberto. Con la cabeza gacha y la mirada clavada en el piso, la vicepresidente dejaba en claro que no la conmovía la arenga del compañero de fórmula que ella misma había elegido. Estaba disconforme y se esforzaba en que se notara.
 
Hubo un primer intento de lavar los trapitos sucios en casa, pero duró poco, menos de 48 horas. En privado Cristina exigió cambios urgentes en el Gabinete, pero Alberto argumentó que eso debilitaría aún más su gestión. El presidente apostaba sus últimas fichas a un resultado menos malo en noviembre que le permitiera negociar en mejores condiciones.
 
Después del peor resultado electoral de la historia de un gobierno peronista, ¿Alberto consideraba que no debía efectuar ningún cambio en el equipo que lo condujo al desastre? A los costos de la debacle los pagan los colaboradores del conductor, o los paga el conductor personalmente. En el poder, o se está en la mesa que toma las decisiones o se está en el menú de lo que van a comer los que estén sentados y a punto de "ordenar".
 
Cristina no aceptó las razones del presidente. Ya había planteado sus diferencias con algunos aspectos de la gestión de Alberto y las PASO eran la última fecha límite que estaba dispuesta a otorgar. Desde su óptica Alberto había chocado la calesita, le había hecho perder parte de lo que consideraba su voto duro del Conurbano y no había más tiempo para dilaciones.
 
Redoblar la apuesta en el triunfo como en la derrota fue siempre la línea de conducta de la vice y esta no iba a ser la excepción. El presidente quería ganar tiempo para establecer alianzas internas pero Cristina no estaba dispuesta a dárselo.
 
Puede que ya no tuviera el favor del kirchnerismo, la pata más firme del Frente de Todos, pero al presidente todavía le quedan más de dos años de mandato y el dominio de la lapicera presidencial siempre es una buena herramienta para ganarse el apoyo de gobernadores e intendentes.
 
Mientras Alberto diseñaba su próxima jugada, Cristina le dio una patada al tablero. Los portales y canales de televisión de todo el país hablaban de la rebelión K. La primera reacción del entorno presidencial fue minimizar la jugada argumentando que en realidad todos los funcionarios habían presentado sus renuncias, pero los más cercanos al presidente no lo habían hecho público. Nadie compró ese buzón y en Casa Rosada debieron asumir que ahora la pelea era abierta.
 
En ese punto, el presidente y su entorno se enfrentaban a una disyuntiva delicada: fundar la línea interna del albertismo, algo que había jurado no hacer, y presentar batalla o retirar las tropas e iniciar una negociación en posición de inferioridad.
 
Como recomienda el gran estratega Sun Tzu, lo primero que hizo fue medir sus fuerzas. Para ello salió a buscar apoyo entre los gobernadores y en ese plan logró hacer desfilar por Olivos al sanjuanino Sergio Uñac, el menos K de los mandatarios provinciales peronistas, y al tucumano Sergio Manzur. Consiguió además el apoyo de buena parte de la dirigencia sindical y de los gobernadores, pero en privado.
 
 La estrategia era consensuar un llamado a la unidad, pero con la aclaración de que esa unidad debía ser bajo la conducción del presidente.
 
Como si no conociera a su ex socia política devenida en rival interna, Alberto salió a tantear el terreno. Como quien le tira una piedra a un panal de avispas a ver qué pasa, utilizó sus redes sociales en un intento por recomponer su autoridad y de yapa dejó algún que otro dardo para su vice.
 
"La altisonancia y la prepotencia no anidan en mí", dijo dejando entrever que esos atributos sí anidarían en otra persona y luego agregó que "la gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente", algo que para cualquier otro mandatario sería casi una obviedad pero que para este caso particular sonó como un desafío.
 
Como cada vez que le tiran una piedra, Cristina respondió con un misil. Publicó una carta en la que criticó con dureza la gestión de Alberto, a quien acusó de llevar adelante "políticas de ajuste" aclaró que en 19 reuniones realizadas en lo que va del año le pidió al presidente que hiciera cambios en la política económica y consideró que la derrota electoral se produjo por la falta de respuesta a esos pedidos.
 
Volvió a pedir cambios en el Gabinete, propuso al gobernador tucumano Carlos Manzur como Jefe de Gabinete,  acusó abiertamente al vocero presidencial, Juan Pablo Biondi de orquestar operaciones de prensa contra ella y se ocupó de aclarar que nunca había pedido la renuncia del ministro de Economía, Martín Guzmán.
 
A Alberto le quedó claro que Cristina no iba a ceder ni esperar y finalmente optó por negociar. Aceptó avanzar en el recambio inmediato de funcionarios. Convocó a los gobernadores del Frente de Todos a una reunión para negociar lo que en realidad se estaba negociando con la vice. Horas después de la explosiva carta, estaba decidida la composición del nuevo Gabinete.
 
No hubo intercambio de rehenes, el kirchnerismo se quedó prácticamente con todos los ministros que tenía, salvo por el de Ciencia y Técnica, Roberto Salvarezza, que fue reemplazado por otro hombre cercano al kirchnerismo, el ex ministro de Educación de Cristina, Daniel Filmus. Incluso conservó su cargo el titular de la cartera de Interior Wado De Pedro, el iniciador de la catarata de renuncias.
 
Tal como sugiriera la vice, como Jefe de Gabinete fue designado Juan Manzur, con lo cual Alberto perderá en el día a día de la gestión a uno de los hombres de su mayor confianza, Santiago Cafiero, que saltará de avión en avión como nuevo ministro de Relaciones Exteriores.
 
Una victoria para el presidente fue el hecho de haber podido conservar a su ministro de Economía, Martín Guzmán y a Gabriel Katopodis, de Obras Públicas, ambos cuestionados por los K. No se relevó a ninguna figura del gabinete económico ni del Ministerio de Trabajo. Llama la atención porque las principales fallas del Gobierno son una política antiinflacionaria ineficaz y una política de ingresos temerosa. Hasta aquí los salarios no le están ganando a la inflación.
 
Sin embargo quedó en claro que más allá de los nombres, lo que se impondrá al menos en los próximos 60 días es la receta que impulsa el kirchnerismo: emisión monetaria y redistribución. Las próximas medidas que anunciará el Gobierno van en ese sentido. La duda que queda es cómo repercutirán esas políticas en el mediano plazo, especialmente en dos aspectos esenciales, la inflación y la brecha cambiaria.
 
El Gobierno necesitaba reformular la gestión después del revés electoral. Más allá de las formas y los malhumores, el Frente de Todos saldrá fortalecido de un debate que lo proveyó de las herramientas para introducir esos cambios.
 

¿Hay posibilidades de revertir resultados el 14 de noviembre? 
 
Pasaron las PASO en Entre Ríos
 
En la derrota, resulta paradójico que la Casa Gris advirtiera la dimensión en el plano de la salud, pero que no se viera cómo estaba afectando la economía doméstica de la mayoría de los ciudadanos, sumidos muchos de ellos en estado de emergencia. Comerciantes, profesionales y trabajadores vivieron estos meses en una economía de guerra.
 
El IFE y las ATP implicaron un enorme esfuerzo financiero y, si bien sirvieron como paliativo, se cortaron antes de que comenzara la reactivación. Y esa reactivación que ha comenzado no llega a todos los que fueron afectados, muchos de los cuales ya venían en baja desde el gobierno macrista.
 
Hubo lecturas sobre el resultado electoral que se tranquilizaban con la excusa de que los votantes del Frente de Todos no habían asistido a los comicios porque no se definía nada en la interna de esa fuerza. Es probable que haya sido una de las causas de esa inasistencia. Pero confiarse en esa sola variable implicaba no ver las otras causas que desmotivaron a los votantes. Después del revés electoral, el Gobierno provincial tiene que comprender el mensaje popular, necesita reformular y relanzar su gestión y su campaña, arbitrar medidas.
 
A la inesperada debacle electoral del gobierno de Alberto Fernández y Cristina, le siguió la semana política más brusca desde la crisis de 2001. La oposición nacional y provincial empezó a reconfigurarse de hecho por el resultado electoral, y el país entero estuvo en vilo por una interna feroz y expuesta en la cúspide del poder nacional, que tuvo como saldo un debilitamiento de la figura presidencial.
 
El poder provincial actuó ante todo eso como si Entre Ríos no perteneciera al país donde sucedieron los hechos. El gobernador Gustavo Bordet acentuó su bajo perfil y no hubo muchas palabras; apenas algunos tuits con su nombre, para ratificar el modelo de gestión nacional y la gobernabilidad como valor supremo.
 
En medio de las renuncias de los ministros del Gabinete Nacional tras los resultados de las elecciones de medio término del domingo, Bordet, manifestó su apoyo al presidente Fernández. "En tiempos como este es cuando más debemos conservar la unidad y cuidar la institucionalidad. Por eso quiero expresar todo mi respaldo al presidente Alberto Fernández, que es quien conduce el país hacia la salida de la pandemia y la reconstrucción", expresó el mandatario en sus redes sociales.
 
El sábado Bordet fue invitado a la reunión de gobernadores a la que concurrió por Zoom. El gobernador tiene un muy estable vínculo con la Casa Rosada, y diálogo permanente con otros gobernadores. La actitud de Bordet es coherente con la intención de instalarse en la escena nacional, que los peronistas entrerrianos le adjudican al gobernador. La posibilidad de construir una presencia nacional desde el mutismo no figura en ningún manual político.
 
La Casa Gris comparte el análisis predominante sobre el nuevo gabinete nacional: es un elenco de emergencia, sujeto por entero a los resultados de las generales. Todo indica que hasta que estén esos resultados -es decir, hasta saber si se reitera o no la catástrofe que vaticina que el Gobierno tendrá minoría en ambas cámaras del Congreso- se mantendrán.
 
Del renovado gabinete nacional, los bordetistas observan con cierto agrado la permanencia de dos nombres. La continuidad de Eduardo "Wado" de Pedro, el cristinista que hizo estallar la interna oficial pero que mantiene buen diálogo con la gestión provincial, y la de Fernanda Raverta en la Anses, el organismo nacional clave para los intereses de la Provincia.
 
Las cuotas para el financiamiento de la Caja de Jubilaciones provincial llegaron puntuales en lo que va de la gestión del Frente de Todos. Aunque está claro que ambos funcionarios responden directamente a  Cristina, en la Casa Gris confían en los nexos a nivel técnico y en un statu quo que no altere la gestión. Por la confianza en la buena relación institucional, consideran que peor sería un cambio de funcionarios.
 
Mientras tanto, el peronismo entrerriano se concentra en su objetivo prioritario: juntar los votos que le faltan para garantizarse un buen resultado el 14 de noviembre, que le permita la renovación de las bancas que pone en juego en Diputados.
 
Para la oposición provincial, nada permite presumir que el Frente de Todos vaya a lograr una recuperación en Entre Ríos. Para ellos, hay más chances de que ocurra lo contrario.
 

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La disputa de ahora y de 2023
 
No obstante, el objetivo principal de noviembre es otro. Ahora sí, el peronismo entrerriano deberá disputar con Juntos por el Cambio y con la figura de ese espacio que concentra los beneficios del rotundo triunfo del domingo pasado: el porteño Rogelio Frigerio.
 
Los 398.655 votos que obtuvo el macrismo en Entre Ríos en las Elecciones PASO 2021, si se los compara con 391.495 votos de las elecciones presidenciales de 2019 se llevaron a cabo el domingo 27 de octubre, no muestran un crecimiento apreciable. La ecuación es simple: hubo muchos votantes del oficialismo que no quisieron participar de estas elecciones y llevaron a una inesperada derrota.
 
Con poco más del 66% de participación a nivel nacional, las PASO del 12 de septiembre fueron las elecciones con el mayor ausentismo desde que se crearon las primarias, hace 10 años. La apuesta principal del oficialismo debería apuntar ausentismo electoral, el voto bronca por el hartazgo de la gente y los votos en blancos y anulados. Y muchos sufragios radicales podrían redireccionarse por el triunfo interno del macrista Frigerio. La Casa Gris procurará aceitar el buen vínculo que tiene con algunos intendentes de la UCR, y ellos lo saben.
 
La disputa con Frigerio se intensificará en la Capital. Adán Bahl ahora sí tendrá que salir a pelear votos, y eso también se notará. Equiparar en la ciudad que gobierna el desempeño electoral provincial es un imperativo para el intendente. El domingo pasado, el Frente de Todos sacó menos puntos en la Capital que en el total provincial.
 
Aunque los votantes entrerrianos dieron muestras reiteradamente de que saben diferenciar muy bien las elecciones legislativas de las ejecutivas, el peronismo no deja nunca de pensar en el final del mandato de Bordet. Frigerio, tampoco. Para los votantes, son elecciones distintas, para ellos, son los futuros adversarios de 2023.
 
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18-03-2024 / 12:03
18-03-2024 / 10:03
Y finalmente pasó: todo lo que podía fallar, falló. Javier "el Loco" Milei sufrió el más duro golpe a su experimento anarco capitalista, cuando se le termina la "luna de miel" de los primeros 100 días de gestión. El rechazo del Senado al Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) -por 42 votos a 25- abre una enorme incertidumbre sobre qué sucederá en Diputados y la eventual firma del trucho "Pacto de Mayo", además de su impacto en amplios sectores de la economía. El intento del Presidente de minimizar la derrota elude valorar la reacción que podría despertarse en diversos ámbitos. La Cámara Baja puede convertirse en un hervidero por el debate del DNU, de la movilidad jubilatoria, del Fondo de Incentivo Docente (Fonid) y de la Ley Ómnibus Bis.
 
Producida la contundente derrota de Milei en el Senado, el primer gobernador que salió a respaldarlo, después del sopapo, fue Rogelio Frigerio. El porteño, a quien pareciera que le comieron la lengua los ratones cuando se trata de opinar sobre el destrato de Milei a las provincias, ratificó su apoyo a través de su cuenta de X (ex Twitter):"Hace poco menos de 100 días que la sociedad votó mayoritariamente un cambio para la Argentina. Los DNUs son una herramienta que han utilizado todos los presidentes de todos los signos políticos. Este DNU en particular generó ya cambios positivos en la ley de alquileres o en la posibilidad de tener mejores precios y ofertas en los vuelos locales, entre otros", afirmó. ¿Para qué tanta obsecuencia? ¿Busca sumarse a "las fuerzas del cielo"?
 
Resulta difícil de entender la actitud de Frigerio frente a un ajuste salvaje que se basa en una híper inflación provocada por la mega devaluación de 118%, en robarle la plata a trabajadores y jubilados con la liberalización descontrolada de los precios, y el saqueo a las provincias con la reducción de la coparticipación en educación y salud. Tampoco se entiende su apoyo incondicional al anticonstitucional DNU y al polémico proyecto de Ley Ómnibus, cuya intención evidente es despojar los recursos del interior federal y licuar salarios y jubilaciones de estatales y privados. Rogelio ha decidido bailar la misma música que se escucha en la residencia de Olivos.
 
Su estrategia oportunista tal vez se deba la urgencia de un auxilio nacional para intentar salir del ahogo financiero en el que se encuentra la provincia, producto de la motosierra de Milei. Esa es una obvia razón que lo lleva a comprometerse en un alineamiento total con Milei que sea el reaseguro para llegar al Pacto de Mayo, lo que supondría un previo auxilio fiscal para la provincia. Si es que el libertario cumple.
 
Pero hay una cuestión más de fondo. El PRO, el partido de Mauricio Macri y Frigerio, después de salir tercero en las elecciones generales 2023, se transformó en un grupo de timoratos y asustadizos que se espantan ante los trolls libertarios. Se han convertido en un grupo de obsecuentes de un líder improvisado e irresponsable, que solo amenaza, insulta y escracha, desdibujándose políticamente y comportándose como las mascotas de Milei.
 
Ahora bien, el DNU que tan jubilosamente apoya Frigerio es un golpe brutal a la clase media y demás sectores populares. Libera los precios en general y elimina todos los controles al poder económico. Permite un encarecimiento descomunal de las prepagas, los alquileres, las comisiones bancarias... El DNU también es la plataforma para el aumento brutal de las tarifas de la luz, el gas, el agua, el transporte y los peajes, y para la privatización masiva de empresas, incluso las que dan ganancias al Estado.
 
Lo que Milei llama privilegios de la "casta", y que Frigerio respalda, son los consumos característicos de la clase media, que quedan a merced del "mercado", o sea la decena de grandes empresas que le escribieron el DNU al libertario. Ahí se establece que se alquila según las reglas del mercado, se pagan tarifas de mercado, los combustibles van a precio internacional, aunque el país sea productor de hidrocarburos. Lo mismo que la carne y los alimentos. Manda el "mercado" y el Estado es una molestia.
 

17-03-2024 / 08:03
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