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Internacionales - 18-01-2021 / 11:01
ASALTO AL CAPITOLIO

El mundo en peligro con la post-verdad y el pre-fascismo

El mundo en peligro con la post-verdad y el pre-fascismo
En EE.UU. los muchachos que abrazaron la superstición llamada “Qannon” produjeron hace diez días unos incidentes gravísimos en el Capitolio, que causaron la muerte de al menos cinco personas, y pusieron en riesgo cierto la vida misma de los legisladores que intentaban cumplir con el trabajo para el que fueron elegidos.
Hoy, el peligro de un asalto al poder por medio de la ultraderecha está vigente. Pensemos en la invasión al Capitolio en EEUU. Hay fotos que lo dicen todo. Por ejemplo: un tipo entra en el Capitolio portando una bandera del Sur confederado. La guerra de Secesión (1861-1865) no ha terminado. El país del Norte está lleno de banderas confederadas. Tienen estados que les responden fiel y ferozmente: Mississippi, Texas, Indiana, Tennessee y otros.
 
El Sur de EE.UU. siempre quiso seguir peleando. Y ahora lo hace por medio de estas bandas que retoman la tradición de la SA alemanas. Odian a los indios, a los negros, a los judíos y a todos los hispánicos, los detestados inmigrantes. Son violentos, brutales. Y durante cuatro años han creído en un presidente que ahora los alentó para la insurgencia. Donald Trump debiera ser juzgado por atentar contra el orden constitucional. Les dijo a los suyos: "Sé que están furiosos, ofendidos. Y tienen razón porque nos robaron las elecciones. Sin embargo, vayan a casa". Eso era alentarlos a seguir con los disturbios.
 
En EE.UU. los muchachos que abrazaron la superstición llamada "Qannon" produjeron hace diez días unos incidentes gravísimos en el Capitolio, que causaron la muerte de al menos cinco personas, y pusieron en riesgo cierto la vida misma de los legisladores que intentaban cumplir con el trabajo para el que fueron elegidos.
 
Esta teoría conspirativa sostiene que las elites gobernantes -en particular los miembros del Partido Demócrata- serían una oscura secta de pedófilos, con centro de operaciones en los subsuelos de una pizzería en Washington. Curiosamente el lugar fue allanado por la justicia, que condujo una búsqueda más que exhaustiva, en la que no encontraron ningún rastro de la supuesta asociación delictiva. Ni siquiera encontraron una partida de mozzarella en mal estado.
 

 
Vale decir, la teoría ha sido desbaratada hace años por un procedimiento judicial, llevado a cabo con la más moderna tecnología investigativa. Pero, una vez más: ¿desde cuándo la realidad comprobada ha sido un obstáculo para la paranoia? Que gente de pueblo más o menos simple pueda creer estas cosas, vaya y pase. El problema es cuando las pavadas se filtran en los más altos grupos dirigentes.
 
Bien cerca, están los responsables de que en Olavarría se haya dejado vencer un gran lote de vacunas Sputnik-V (desenchufando la heladera y también la cámara que la apuntaba) a no dudarlo como parte de la conspiranoia sobre ese fármaco ruso, que supuestamente volvería comunista a la gente.
 
Estos episodios, lejanos y desconectados entre sí, tienen sin embargo un hilo común: la actitud de abrazar una creencia estrafalaria, acientífica, renunciando por completo a asumir la realidad. Y la lucha por traerlos de vuelta a esa realidad -a veces cruda- que todos padecemos, parece ser uno de los desafíos de la época.
 
Cuidado. En medio de una pandemia que ya se tomó dos millones de vidas en todo el mundo, la ultraderecha sale a la calle. No le importa morir. Vive y ha vivido en un mundo de muerte. Quieren destruir lo que odian. Porque, como se acaba de ver en Washington, el estado de la "post-verdad" se parece mucho al "pre-fascismo".
 
La Opinión Popular
 
 
El mundo en peligro
 
En Alemania, sobre todo en Berlín, desde 1930 las bandas nazis de las SA, lideradas por un hombre con sobrepeso y despiadado, recorrían las calles moliendo a palos a los comunistas y a los judíos. El hombre era Ernest Röhm. Hitler, por el momento, confiaba en él. El Partido Nacional Socialista, con la complicidad del Parlamento y el anciano Mariscal Hindenburg, héroe de la Primera Guerra, marchaba hacia el poder parlamentario. Por fin, en 1933 ganan las elecciones.
 
Pero la batalla de las SA en las calles es central en este trabajo. Hitler lo sabía bien. El que piensa en otra cosa es Röhm. Quiere llevar el partido hacia una radicalidad de izquierda. Hitler no va a permitir eso. Ya tiene demasiados compromisos con los banqueros, con los Krupp, la Siemmens, la Ford y la ITT. Hitler es el resultado de una aceptación y un apoyo total del capitalismo de Occidente. Pero vale insistir en esto. La toma del poder empezó en la lucha callejera.
 
Muchos se han sorprendido. Hace cuatro años que gobierna Donald Trump, ¿no lo conocían? ¿Recién ahora lo descubren? EEUU no es un país democrático, como tanto pregonan. Mataron a Lincoln, a Kennedy, a Luther King, invadieron países, mantienen la infame cárcel de Guantánamo, van de guerra en guerra y cada una es más cruel que la otra. Hay gente muy valiosa en ese dilatado territorio. Howard Zinn, Chomsky y tantos otros. Pero el peligro de la ultraderecha late siempre en sus entrañas.
 
Y aquí estamos mal. También la derecha violenta toma las calles. Los señores de la tierra siguen amenazando con sus tractores y sus rifles. Ya lo han dicho: hay que matar, hay que apuntar a la cabeza. Este es un país muy peligroso. Como en la Alemania de Hitler, como en Guantánamo, aquí hubo campos de concentración. De eso no se vuelve. Ahora la toma del Capitolio les indica el camino que más les gusta. Tomar por asalto el Congreso. Ya lo intentaron. Ya la policía rodeó con sus autos la Quinta de Olivos.
 
Cuidado. En medio de una pandemia que ya se tomó dos millones de vidas en todo el mundo, la ultraderecha sale a la calle. No le importa morir. Vive y ha vivido en un mundo de muerte. Quieren destruir lo que odian. El odio es la antesala de la muerte del Otro. Es arduo salir de esto. Hablar del amor y la solidaridad en estos tiempos condena a la falta de temperamento o vehemencia para enfrentar a los que vienen degollando.
 
Por José Pablo Feinmann, extractado de Página 12
 

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31-10-2025 / 07:10
30-10-2025 / 10:10
"¡Si son terroristas, fusílenlos!". La orden de eliminar a decenas de hombres, mayoritariamente jóvenes, cuando ya habrían sido reducidos, en los morros de Rio de Janeiro, parece haber sido impartida desde lo alto del poder. A los 64 muertos el martes en un operativo policial se sumaron otros 68. Con los cuerpos recuperados ayer, el número de muertos por la masacre perpetrada por la policía racista del gobernador ultra derechista Cláudio Castro ha llegado a 132. Estas cifras ya son más altas que las de la Masacre de Carandiru, y todavía hay informes de personas desaparecidas. Fue la peor matanza policial de la historia en la guerra contra el narco.

Los cuerpos de esas más de 60 víctimas fatales fueron encontrados por vecinos durante la madrugada de este miércoles en un área de floresta llamada Mata da Vacaria, un laberinto verde por donde los presuntos miembros del cártel Comando Vermelho intentaban darse a la fuga. Uno de los encargados del traslado de los cadáveres hasta la zona urbanizada de las favelas del Complexo da Penha, fue Raul Santiago. "En 36 años de favela, pasando por varias matanzas, nunca ví nada parecido a lo que estoy viendo hoy. Brutal. Esto es algo nuevo".

Según moradores que hablaron sin dar sus nombres al diario O Globo, algunos cuerpos tenían perforaciones de bala en la nuca, varios estaban con las manos amarradas. Signos de que fueron eliminados sin presentar resistencia. Cubiertos con mantas o lonas improvisadas, los cadáveres fueron depositados uno al lado del otro, en la Plaza San Lucas, de la favela Complexo da Penha. Allí también había muertos del Complexo do Alemão, donde están las otras comunidades atacadas por la Policía Militar. Junto a los cuerpos decenas de vecinos iban del desconsuelo a la indignación.

Las imágenes de ese velorio colectivo realizado en la mañana de este miércoles, se instaló en los canales de noticias locales, y después en los globales, que un día antes habían dedicado amplio espacio al Megaoperativo Contención, llevado a cabo por 2500 mil policías. El número de muertos el martes fue sesenta y cuatro mientras que los fallecidos en una supuesta, aún no confirmada, ejecución sumaria, en las primeras horas del miércoles, ascendió a sesenta y ocho según la Auditoría Pública. Dando un total de ciento treinta y dos. Para el gobierno de Rio de Janeiro, gestionado por Claudio Castro, el número de muertos entre martes y miércoles llegó a ciento diecinueve.

Castro, marioneta al servicio de los intereses del ex presidente, Jair Bolsonaro, y su clan familiar, declaró que el operativo más sangriento de la historia en las comunidades del norte carioca fue "un éxito", y sólo lamentaba la muerte de "cuatro" víctimas: los policías fallecidos en los tiroteos con el Comando Vermelho. Las expresiones del gobernador bolsonarista fueron repudiadas por organismos de derechos humanos y la bancada de diputados del PT, que lo indicó como uno de los culpables de la "masacre".

Este caso de violencia extrema en los morros coincide con el discurso bolsonarista sobre el combate al narcoterrorismo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirmó estar horrorizada por los hechos. "Esta operación mortal refuerza la tendencia de consecuencias letales extremas de las operaciones policiales en las comunidades marginadas de Brasil", indicó en una publicación en redes sociales la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, encabezada por Volker Turk.

El presidente Lula llamó a "combatir el crimen organizado" con un trabajo coordinado "sin poner en riesgo a policías, niños y familias inocentes".

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28-10-2025 / 20:10
28-10-2025 / 20:10
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