Arturo Frondizi, en 1962; luego al radical Arturo Illia, en 1966. Ambos golpes vinculados con uno de los temas más conflictivos de ese período: la imposibilidad de resolver el problema de la proscripción del peronismo, mantenido desde la sangrienta sedición militar del 16 de septiembre de 1955.
Illia, tal vez el presidente más honesto que tuvo el país, debió convivir con su propia debilidad derivada del hecho de haber sido elegido en elecciones tramposas, a causa de la proscripción del peronismo, cuyos simpatizantes votaron entonces en blanco, obteniendo la segunda minoría.
El triunfo del peronismo en 1965 agitó la situación interna de las Fuerzas Armadas y el golpe militar del general Juan Carlos Onganía se produjo para evitar el triunfo del peronismo en las elecciones a gobernador en la Provincia de Buenos Aires, que tenían que celebrarse en marzo de 1967.
El 28 de junio de 1966, la restauración militar oligárquica de 1955 se tragó al último de sus hijos civiles.
Por Carlos Morales
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