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Internacionales - 12-05-2020 / 19:05
EFEMÉRIDES POPULARES. A 39 AÑOS DEL ATENTADO EN LA SANTA SEDE

En el Vaticano, el terrorista turco Mehmet Ali Ağca atenta contra el papa Juan Pablo II

En el Vaticano, el terrorista turco Mehmet Ali Ağca atenta contra el papa Juan Pablo II
El día en que Juan Pablo II se reunió con Mehmet Ali Ağca.
 
El 13 de mayo de 1981, Mehmet Ali Ağca disparó contra el papa Juan Pablo II, mientras éste se desplazaba por la Plaza de San Pedro en un vehículo abierto. El pontífice fue herido en la mano, brazo y abdomen. Pocos años más tarde en diciembre de 1983, el papa lo visitó a la cárcel de Rebibbia, conversó con él y le otorgó el perdón.
 
El atentado motivó la construcción de un vehículo especial con cristales blindados diseñado especialmente para este tipo de actos y que fue popularmente bautizado como papamóvil. Un año después, en la noche del 12 al 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II sufrió un nuevo atentado en Fátima (Portugal) adonde había llegado para agradecer a la Virgen María por haber salvado su vida.
 
En esa ocasión un sacerdote español ultraconservador, Juan María Fernández Krohn, quiso ensartarlo con una bayoneta pero fue inmovilizado apenas a tiempo, aunque llegó a visualizarse la presencia de sangre en la vestimenta papal, todo lo cual fue revelado por el cardenal Stanislaw Dziwisz años después.
 
Desde la agresión de Mehmet Ali Ağca comenzó a sufrir diversos problemas de salud: además de las dificultades que tuvo para recuperarse de las heridas de bala que sufrió en el estómago y en una mano, padeció distintos accidentes y dolencias.
 
La Opinión Popular


Cuatro balas contra Juan Pablo II y un ataque aún inexplicado
 
Los disparos de la Browning automática calibre nueve milímetros empuñada por el turco Mehmet Alí Agca, de 23 años, espantaron a las siempre inquietas palomas de la Plaza San Pedro. Y espantaron también al resto de la humanidad.
 
El primer balazo dio de lleno en el abdomen del papa Juan Pablo II y por milagro -nunca mejor empleada la metáfora- no afectó ningún órgano vital. El segundo le dio en la mano izquierda cuando el Papa, con un gesto de dolor, se doblada en dos para caer casi sentado en el "papamóvil" con el que recorría la Plaza, ovacionado por una multitud, en el paseo previo a la gigantesca audiencia pública del miércoles 13 de mayo de 1981.
 
Si el Papa parecía no entender qué ocurría, su asistente personal y mano derecha en El Vaticano, monseñor Stanislaw Dziwisz, se había dado cuenta de todo en el acto: atentaban contra Juan Pablo. Lo que parecía imposible era real.
 
El tercer balazo hirió en el pecho a una turista americana, Ann Odre, de 58 años, que había viajado a Roma desde su ciudad natal, Búfalo y que, días más tarde, ya recuperada, recibiría la bendición en persona de Juan Pablo. El cuarto balazo rozó el brazo de la jamaiquina Rose Hill, de 21 años.
 
Para entonces, Agca, que había intentado fugar, ya estaba detenido y era llevado fuera del Estado vaticano, a la comisaría romana vecina a la puerta de Santa Ana, y Juan Pablo viajaba a toda velocidad rumbo al Policlínico Gemelli, que se haría famoso en todo el mundo.
 
Cinco horas duró la operación que salvó la vida del Papa, que quedó en terapia intensiva bajo un hermético diagnóstico, apto para todos los presagios: "en estado crítico, pero estable". Roma era ese día la capital de un mundo paralizado por el horror, que todavía no había digerido el atentado de cuarenta y cuatro días antes, cuando John Hinckley intentó asesinar en Washington al presidente Ronald Reagan.
 
Juan Pablo II dirigía, con mano firme y una asombrosa habilidad para comprender y valerse del naciente mundo mediático, a casi setecientos millones de católicos. Polaco de nacimiento, con una vocación de actor que sesgó la Segunda Guerra, sacerdote casi sin remedio y obispo de Cracovia, Karol Wojtyla se había convertido en 1978 en el primer papa no italiano en 456 años de historia; hablaba con fluidez siete idiomas y tenía un alma incorregible de viajero impenitente que extendió la presencia e influencia de la Iglesia.
 
Cuatro días después de ser herido, desde su lecho de enfermo y en pijama, nunca antes el mundo había visto así a un Papa, perdonó a su atacante. Tres semanas después, regresó sonriente a San Pedro.
 
El enigma era Agca. Los motivos de su ataque fueron una incógnita y lo son aún hoy. A inicios de los 70 Agca integraba un grupo terrorista turco de extrema derecha conocido como "Los Lobos Grises", responsable de decenas de atentados y asesinatos contra funcionarios, sindicalistas, periodistas y militantes turcos de izquierda.
 
En febrero de 1979 Agca fue detenido por el asesinato en Estambul del periodista Abdi Ipecki. Nueve meses después, mientras esperaba el juicio, escapó de una prisión militar supuestamente inexpugnable. En su celda encontraron una carta, a falta del preso, en la que acusaba al "imperialismo occidental" de temer por "la unidad política, militar y económica de Turquía y de los hermanos países islámicos". Tomaba el entonces inminente viaje de Juan Pablo II a Turquía como un intento de destruir esa unidad y anunciaba: "Voy a matar al Papa".
 
No lo hizo, pero el 9 de mayo de 1981 tomó un avión de Mallorca a Milán, entró en Italia con nombre falso y cuatro días después baleó a Juan Pablo.
 
Su vida después fue un carnaval de declaraciones políticas disparatadas que no ocultaban su deseo de ser tomado por un insano. Juan Pablo II lo visitó en su celda el 27 de diciembre de 1983 y volvió a perdonarlo, un sacramento que no contemplaba la conmutación de la pena. Pero en 2000, año del Jubileo, el Papa expresó su deseo de que el gobierno italiano perdonara a su atacante. El presidente italiano Carlo Ciampi lo hizo el 14 de junio de ese año y Agca fue extraditado a Turquía donde cumplió el resto de su condena por el asesinato de Ipecki.
 
Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005. Agca tiene hoy 58 años y sigue con sus andadas. En noviembre de 2014 pidió una audiencia con el papa Francisco para cuando viajara a Turquía entre el 28 y el 30 de noviembre de ese año, solicitud que la Santa Sede rechazó con elegancia. Entonces, el 27 de diciembre, Agca volvió al Vaticano para depositar un ramo de rosas en la tumba de Juan Pablo II, en el 31° aniversario del encuentro entre ambos en la cárcel.
 
El mundo siguió andando tras el atentado de Agca. Pero ya no fue el mismo. Lo supo mejor que nadie un joven sacerdote romano que lloraba casi a gritos y entre convulsiones la noche del 14 de mayo, en plena misa en San Pedro por la salud del Papa y ante un par de periodistas argentinos que apenas podían contenerlo. "No lloro por el Santo Padre: -dijo desgarrado el joven cura- Dios lo va a ayudar. Lloro por un mundo que terminó para siempre".
 
Por Alberto Amato
 
Fuente: Clarín

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30-10-2025 / 10:10
"¡Si son terroristas, fusílenlos!". La orden de eliminar a decenas de hombres, mayoritariamente jóvenes, cuando ya habrían sido reducidos, en los morros de Rio de Janeiro, parece haber sido impartida desde lo alto del poder. A los 64 muertos el martes en un operativo policial se sumaron otros 68. Con los cuerpos recuperados ayer, el número de muertos por la masacre perpetrada por la policía racista del gobernador ultra derechista Cláudio Castro ha llegado a 132. Estas cifras ya son más altas que las de la Masacre de Carandiru, y todavía hay informes de personas desaparecidas. Fue la peor matanza policial de la historia en la guerra contra el narco.

Los cuerpos de esas más de 60 víctimas fatales fueron encontrados por vecinos durante la madrugada de este miércoles en un área de floresta llamada Mata da Vacaria, un laberinto verde por donde los presuntos miembros del cártel Comando Vermelho intentaban darse a la fuga. Uno de los encargados del traslado de los cadáveres hasta la zona urbanizada de las favelas del Complexo da Penha, fue Raul Santiago. "En 36 años de favela, pasando por varias matanzas, nunca ví nada parecido a lo que estoy viendo hoy. Brutal. Esto es algo nuevo".

Según moradores que hablaron sin dar sus nombres al diario O Globo, algunos cuerpos tenían perforaciones de bala en la nuca, varios estaban con las manos amarradas. Signos de que fueron eliminados sin presentar resistencia. Cubiertos con mantas o lonas improvisadas, los cadáveres fueron depositados uno al lado del otro, en la Plaza San Lucas, de la favela Complexo da Penha. Allí también había muertos del Complexo do Alemão, donde están las otras comunidades atacadas por la Policía Militar. Junto a los cuerpos decenas de vecinos iban del desconsuelo a la indignación.

Las imágenes de ese velorio colectivo realizado en la mañana de este miércoles, se instaló en los canales de noticias locales, y después en los globales, que un día antes habían dedicado amplio espacio al Megaoperativo Contención, llevado a cabo por 2500 mil policías. El número de muertos el martes fue sesenta y cuatro mientras que los fallecidos en una supuesta, aún no confirmada, ejecución sumaria, en las primeras horas del miércoles, ascendió a sesenta y ocho según la Auditoría Pública. Dando un total de ciento treinta y dos. Para el gobierno de Rio de Janeiro, gestionado por Claudio Castro, el número de muertos entre martes y miércoles llegó a ciento diecinueve.

Castro, marioneta al servicio de los intereses del ex presidente, Jair Bolsonaro, y su clan familiar, declaró que el operativo más sangriento de la historia en las comunidades del norte carioca fue "un éxito", y sólo lamentaba la muerte de "cuatro" víctimas: los policías fallecidos en los tiroteos con el Comando Vermelho. Las expresiones del gobernador bolsonarista fueron repudiadas por organismos de derechos humanos y la bancada de diputados del PT, que lo indicó como uno de los culpables de la "masacre".

Este caso de violencia extrema en los morros coincide con el discurso bolsonarista sobre el combate al narcoterrorismo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirmó estar horrorizada por los hechos. "Esta operación mortal refuerza la tendencia de consecuencias letales extremas de las operaciones policiales en las comunidades marginadas de Brasil", indicó en una publicación en redes sociales la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, encabezada por Volker Turk.

El presidente Lula llamó a "combatir el crimen organizado" con un trabajo coordinado "sin poner en riesgo a policías, niños y familias inocentes".

La Opinión Popular

28-10-2025 / 20:10
28-10-2025 / 20:10
27-10-2025 / 22:10
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