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Sociedad e Interés General - 22-01-2020 / 19:01
EFEMÉRIDES POPULARES

Copamiento al regimiento de La Tablada: la última batalla de la guerrilla argentina

Copamiento al regimiento de La Tablada: la última batalla de la guerrilla argentina
El 23 de enero de 1989, militantes de la agrupación Movimiento Todos por la Patria (MTP), deficientemente armados y encabezados por el ex guerrillero Enrique Gorriarán Merlo, ocupan los cuarteles del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 General Belgrano, con el supuesto propósito de frustrar un supuesto golpe militar carapintada en contra del gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, quien había debido enfrentar varias asonadas militares a lo largo de su gestión.
El copamiento del cuartel de La Tablada es un intento de ocupación de los cuarteles del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano del Ejército Argentino en La Tablada, provincia de Buenos Aires, el 23 y 24 de enero de 1989 por parte de miembros del Movimiento Todos por la Patria (MTP). Resultaron muertos 32 guerrilleros, 9 militares y 2 policías.
 
Al momento de realizarse el ataque en la conducción del MTP se encontraban, además de Enrique Gorriarán Merlo, otros que como él habían militado en el Ejercito Revolucionario del Pueblo ERP pero que habían estado en la cárcel hasta el retorno de la democracia a la Argentina en diciembre de 1983, como Francisco Provenzano, Roberto Felicetti yCarlos Samojedny, que participaron en La Tablada.
 
Por otra parte, en diciembre de 1987 habían abandonado el MTP algunas personalidades notorias de la dirección como Rubén Dri y Manuel Gaggero, quienes habían participado allí desde el primer momento, así como grupos importantes de militantes, sobre todo en Buenos Aires, Gran Buenos Aires y Córdoba, disconformes con el rumbo abiertamente vanguardista y el cariz conspirativo que tomaba el MTP, y con la presencia cada vez más determinante de la figura de Gorriarán Merlo.
 
El 23 de enero de 1989, durante el gobierno de Raúl AlfonsínGorriarán Merlo (ex jefe del grupo guerrillero ERP) lideró un grupo armado de integrantes del MTP que atacó y ocupó parcialmente el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 con asiento en La Tablada.
 
El MTP, que desde el primer momento presentó la toma como el intento de impedir un supuesto golpe de Estado planeado por el entonces candidato a presidente Carlos Saúl Menem y el coronel Mohamed Alí Seineldín, al iniciarse el ataque arrojó en las cercanías del cuartel volantes atribuibles a un supuesto comando llamado «Nuevo Ejército Argentino» que pretendía derrocar al presidente Alfonsín.
 
Desde el primer momento, los militares conocían que el ataque era realizado por elementos de la izquierda e, incluso, inteligencia conocía previamente que un movimiento rebelde iba a atacar a alguna unidad militar del área metropolitana y que por eso el entonces titular del Ejército Argentino, teniente general Francisco Gassino, dispuso reforzar la infantería.
 
Inmediatamente después del copamiento, efectivos policiales de la Provincia de Buenos Aires, rodearon el cuartel a modo de primera línea de emergencia para repeler a los guerrilleros hecho que confundió a la población ya que se pensó que la Policía era la que atacaba las instalaciones militares, dado que no se tenía conocimiento del grupo.
 
Finalmente, efectivos pertenecientes al Ejército consiguieron la recuperación del cuartel, tras ser auxiliados y apoyados por la Policía de la Provincia de Buenos Aires, sin aceptar las tres solicitudes de rendición de los guerrilleros y atacando con fósforo blanco, arma prohibida por las Naciones Unidas. Además, se habrían realizado ejecuciones extrajudiciales, tortura y desaparición de guerrilleros.
 
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Copamiento al regimiento de La Tablada: la última batalla de la guerrilla argentina
 
EL ASALTO AL CUARTEL POR EL MTP FUE PARTE DE UN ENTRAMADO POLÍTICO. UNA HIPÓTESIS HABLA DE LA MANO DE LOS SERVICIOS
 
La Tablada: ¿una operación de la inteligencia militar?
 
Aquel lunes 23 de enero de 1989, hace 25 años, se presentaba casi tan caluroso como estos días. A primera hora de esa mañana veraniega el país se sobresaltó con la noticia: un camión había embestido contra el portón de acceso del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 del Ejército, en la localidad bonaerense de La Tablada. Tras él, ingresa una caravana de vehículos.
 
Sus ocupantes, al grito de "¡Viva Rico! ¡Viva Seineldín!", armados y a los tiros, se proponen copar la unidad militar.
 
Con el transcurso de las horas, el aparente alzamiento militar "carapintada" -uno más de los varios que ya había sufrido el gobierno de Raúl Alfonsín- mostrará ser en realidad una operación planeada y ejecutada por dirigentes y militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP), organización que nucleaba a ex guerrilleros del ERP y jóvenes militantes de izquierda.
 
Al desconcierto y estupor inicial le sigue el baño de sangre, y casi cuarenta horas de enfrentamientos que dejarán un saldo de 47 muertos, varias decenas de heridos, dos desaparecidos, y repercusiones políticas de larga duración.
 
En "La Tablada. A vencer o morir" (Aguilar), Felipe Celesia y Pablo Waisberg reconstruyen paso a paso los sucesos de lo que describen como "la última batalla de la guerrilla argentina", una acción que aparecía como enajenada de la realidad, pero estaba inscripta en una trama de intereses. Los numerosos testimonios ofrecidos en libros, actuaciones judiciales e investigaciones periodísticas permiten entrever que algo se venía preparando a fuego lento.
 
El antecedente inmediato había sido el último levantamiento carapintada de Villa Martelli, el 2 de diciembre del '88, encabezado por el coronel Mohammed Alí Seineldín, que provocó tres muertos y 40 heridos y estuvo plagado de desplazamientos de confusa filiación.
 
"Era posible observar maniobras que obedecían a los diseños clásicos de la acción directa cruzada entre grupos de extrema izquierda y extrema derecha que, enfrentados sobre el terreno, tenían un enemigo en común: el gobierno democrático y sus mandos militares. Allí estaban los fermentos de lo que poco tiempo después íbamos a vivir en La Tablada", recordará el entonces ministro de Defensa Horacio Jaunarena.
 
Entre quienes se negaron a reprimir aquel alzamiento carapintada estaba el entonces capitán César Milani, que había pasado por el Batallón de Inteligencia y revistaba en la Escuela Superior de Guerra. Milani será sancionado con 8 días de arresto por ese acto de indisciplina.
 
Por esos días, un grupo que hasta ese momento se identificaba con la defensa de los Derechos Humanos y la democracia, el Movimiento Todos por la Patria (MTP), denunciaba que en pocos días más iba a manifestarse un nuevo episodio de desestabilización protagonizado por elementos cercanos a Seineldín, con la complicidad y el apoyo de sectores del peronismo, complotados en un intento de golpe de Estado.
 
Acaso el MTP actuó sin saberlo por interpósitas personas, haciéndole el juego a quienes desde uno y otro sector del Ejército -aquellos que se definían como "nacionalistas" y aquellos que eran definidos como "liberales"-, y desde los sectores allegados al candidato del justicialismo Carlos Menem, querían demostrar que "la subversión marxista" seguía siendo una amenaza.
 
Un dato es cierto: los principales actores involucrados provenían de la inteligencia militar o tenían experiencia en materia de insurgencia y contrainsurgencia.
 
Además de Seineldín y Rico, el propio Enrique Gorriarán Merlo, cerebro de la operación, y los generales Francisco Gassino y Alfredo Arrillaga, al frente de la brutal represión del copamiento.
 
El general Martín Balza, por entonces Director de Institutos Militares, abona la hipótesis de una intervención de los servicios de inteligencia: "Hasta el día de hoy me pregunto: ¿Conocía la SIDE o el propio Ejército la probabilidad del ataque del MTP? Es difícil que lo ignorara. En caso afirmativo, y analizando la forma de la recuperación del cuartel, no descarto la intención de presentar ante la sociedad la necesidad de que las Fuerzas Armadas participaran en la Seguridad Interna".
 
Norberto Ceresole, ideólogo de Seineldín y nexo con el candidato Carlos Menem, escribirá un opúsculo ("La Tablada y la Hipótesis de guerra", con prólogo de César Arias) en el que define los sucesos del 23-1 como "una operación ad hoc montada por servicios gubernamentales (civiles y militares) con personal reclutado, sin ningún tipo de uniformidad ideológica y con un doble objetivo: interferir en la coyuntura electoral e implementar un plan estratégico regional/continental".
 
Una frase del presidente Raúl Alfonsín, perplejo y absorto al momento de producirse el ataque, dejará flotando las sospechas: "Esto -repetirá- está hecho por encargo". "Fue un suceso -reconocerá luego Alfonsín- que asestó un golpe devastador a mi gestión y alentó a los sectores más recalcitrantes y retardatarios".
 
La batalla de La Tablada será un montaje extemporáneo, una reverberación trágica, de los años '70. Consecuencia al fin, no sólo de la polarización ideológica en la lucha por el poder, la politización de los militares y la militarización de la política, sino también, de las pretensiones de encolumnar al Ejército con uno u otro "proyecto nacional", en lugar de fortalecer su papel profesional.
 
Eso no atenuará la responsabilidad del grupo de jóvenes y ex militantes de la lucha armada que confundieron el compromiso político con la acción criminal y traspasaron la línea que separa la movilización política y la resistencia civil de la violencia artera y asesina.
 
De las piezas del rompecabezas que faltan, sería bueno saber por qué el entonces capitán César Milani, hoy jefe del Ejército, que fue a negociar con Herminio Iglesias y Aldo Rico en Semana Santa '87, según declaró, "cumpliendo órdenes", se negó a cumplir un año más tarde, la orden de reprimir a quienes se habían levantado contra el orden democrático en Villa Martelli.
 
Por Fabián Bosoer
 
Fuente: Clarín

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Los militares atacaron sin piedad a quienes tomaron el regimiento.
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Para dar a entender que no había negociación posible, se desplegaron tanques.
26-10-2025 / 19:10
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El 27 de octubre de 2010, en El Calafate, muere Néstor Carlos Kirchner. Una figura política decisiva en la Argentina de los últimos tiempos. Su muerte llegó en forma sorpresiva y además de generar intensos efectos emotivos, también provocó un fuerte impacto político.
 
Su Gobierno, el mejor desde el retorno de la democracia, generó un estilo que rescató la política del descrédito en que había caído, privilegió una decidida militancia social y juvenil, jerarquizó la figura presidencial y su autoridad, amplió el poder del Estado, reconstruyó la autonomía nacional. Significó un cambio total respecto al nefasto modelo neoliberal que se implantó con el golpe militar de 1976, se profundizó en la década de los 90 con el menemismo, explotó con la crisis de 2001 y terminó con el nefasto gobierno radical de la Alianza.
 
Hoy todos debemos reconocer de Néstor los logros concretos de su gestión, como: el crecimiento económico; el desarrollo de la industria nacional y la importante contracción de la tasa del desempleo; las mejoras salariales en la mayoría de las actividades, que superaron las proyecciones inflacionarias; el auge del consumo y el crédito; la ampliación de los beneficios jubilatorios para personas que no habían hecho aportes; la función activa del Estado desplazando al "mercado". Estableció un tipo de cambio alto para favorecer las exportaciones, dispuso tasas de interés bajas para promover la industria y aumentos reales de salarios para impulsar el mercado interno.
 
Además, el discurso reivindicativo, nacional y popular, frente a las grandes corporaciones empresariales y a organismos internacionales como el FMI; la renovación de la Corte Suprema; el concreto desendeudamiento con el Fondo Monetario Internacional; la política de Derechos Humanos y la nulidad de las leyes de obediencia debida: la integración regional... Por todo esto, ya tiene un lugar en la historia, con toda justicia.
 
A pesar que en este proceso se colaron nichos de corrupción política, como consecuencia de una dilatada permanencia en el poder, el descuido en el reclutamiento de colaboradores y el escaso control de su irregular cuadro de funcionarios, que contravino objetivos y rumbo, la derecha gorila argentina utiliza esto para evitar la discusión política de fondo y negar la historia.
 
Jamás, hechos de corrupción de funcionarios puede ser la referencia esencial para juzgar gobiernos o etapas políticas. Siempre es más importante lo que hicieron y porque hicieron. La Privatización de YPF por Menem, la Reforma Laboral de De la rúa o el brutal endeudamiento de Macri son más dañinos que las coimas a algunos funcionarios. Los escándalos personales impactan en la gente común pero las grandes decisiones económicas y políticas gravitan mucho más.
 
El móvil actual de la operación cultural, política y mediática anti-kirchnerista es tapiar la discusión sobre las políticas públicas de Kirchner. Los medios lo ponen en manifiesto en todo momento para cubrir o conceder espacios secundarios a los terribles daños que causaron las medidas neoliberales de los gobiernos de Macri y Milei. Se concentran en aspecto del pasado para no hablar del presente. Pretenden ocultar los derechos populares alcanzados y la presente anulación de esos derechos.
 
Hoy, cuando se pretende minimizar o anular las realizaciones de Néstor Kirchner, lo cierto es que ha marcado un antes y un después. Es parte fundamental en la realidad argentina, vive en el corazón de su pueblo, porque puso nuevamente en marcha un proyecto político peronista transformador que forjó nuevos derechos, en la pelea por la igualdad y la equidad social, en la lucha permanente de la causa nacional y popular por: la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social, contra el neoliberalismo antipopular.

Propaganda macrista: De Goebbels a Durán Barba 
Por Blas García   

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