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Internacionales - 12-01-2020 / 09:01
EFEMÉRIDES POPULARES

Revolución de 1964 en Zanzíbar

Revolución de 1964 en Zanzíbar
La Revolución de Zanzíbar consistió en el derrocamiento de un Gobierno minoritario árabe que ejercía un trato desigual sobre una mayoría africana. El 12 de enero de 1964, del sultán Jamshid bin Abdullah de Zanzíbar y de su gobierno principalmente árabe fueron desplazados por parte de revolucionarios africanos. En la imagen: Amani Abeid Karume fue el primer presidente de Zanzíbar.
La Revolución de Zanzíbar consistió en el derrocamiento de un Gobierno minoritario árabe que ejercía un trato desigual sobre una mayoría africana. El 12 de enero de 1964, del sultán Jamshid bin Abdullah de Zanzíbar y de su gobierno principalmente árabe fueron desplazados por parte de revolucionarios africanos.
 
El Partido Afro-Shirazi (PAS) se alió con el Partido Umma de ideología izquierdista y en la madrugada del 12 de enero de 1964, John Okello, miembro del PAS consiguió movilizar a unos 600-800 revolucionarios en la isla de Unguja, la principal isla de Zanzíbar.
 
La revolución terminó con doscientos años de dominación árabe de Zanzíbar, y varios cientos de árabes e indios fueron ejecutados y otros miles expulsados y sus propiedades y confiscadas por el nuevo gobierno de la República de Zanzíbar y Pemba.
 
Tiempo después, la nueva república alcanzó un acuerdo con la vecina Tanganika, uniéndose para formar el país de Tanzania, en el que Zanzíbar constituye una región autónoma.
 
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En el momento de la revolución, Zanzíbar era un estado muy diverso étnicamente que consistía en varias islas situadas en la costa oriental de Tanganika, que habían recibido la independencia como estado por parte del Reino Unido en 1963.
 
Sin embargo, las elecciones parlamentarias celebradas poco después de la independencia mantuvieron en el poder a la minoría árabe que había gobernado el territorio desde que Zanzíbar era un territorio colonial del sultanato de Omán.
 
Frustrados por su minoría parlamentaria a pesar de haber conseguido el 54 % de los votos en las elecciones de julio de 1963, los partidos africanos, en concreto el Partido Afro-Shirazi (PAS) se alió con el Partido Umma de ideología izquierdista y en la madrugada del 12 de enero de 1964 John Okello, miembro del PAS consiguió movilizar a unos 600-800 revolucionarios en la isla de Unguja, la principal isla de Zanzíbar.
 
Tras someter a la fuerza policial y apropiarse de sus armas, los insurgentes se dirigieron a Zanzibar Town, donde derrocaron al sultán y a su gobierno.
 
Se produjeron varios ataques contra los civiles árabes y surasiáticos de la isla, provocando un número de muertes estimado entre varios cientos hasta 20.000, según las diversas fuentes. Abeid Karume, líder moderado del PAS, se convirtió en el nuevo presidente del país y jefe de estado, y varios miembros del partido Umma también recibieron varias posiciones de poder.
 
Los aparentes lazos comunistas del nuevo gobierno preocuparon a los países occidentales, ya que en teoría Zanzíbar se encontraba en la esfera de influencia del Reino Unido, que preparó varios planes de intervención.
 
Sin embargo, el temido golpe de estado comunista nunca llegó a materializarse, y los ciudadanos británicos y estadounidenses fueron evacuados sin problemas, así que no se produjo una intervención militar británica.
 
Al mismo tiempo, países comunistas como China, la República Democrática Alemana y la Unión Soviética reconocieron al nuevo gobierno, iniciaron relaciones amistosas y enviaron consejeros políticos y económicos.
 
El presidente Karume negoció la adhesión de Zanzíbar a Tanganika, formando el nuevo país de Tanzania; un acto que los medios de comunicación interpretaron como un intento de evitar la subversión comunista de Zanzíbar. La revolución terminó con doscientos años de dominación árabe de Zanzíbar, y se conmemora cada año en la isla con celebraciones en la fiesta del aniversario.
 
Fuente: Wikipedia

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Revolución de 1964 en Zanzíbar
07-11-2025 / 18:11
07-11-2025 / 18:11
07-11-2025 / 09:11
Una realidad imposible de pensar apenas dos meses atrás acaba de imponerse en forma irrefutable al neoliberalismo del presidente yanqui Donald Trump, golpeando y diluyendo un poco más su promocionada intención de "hagamos nuevamente grande a los Estados Unidos". Por cierto, que las ideas base de hacer nuevamente grande -es decir: dominador- a su país atrasan un poco y se desubican otro tanto.
 
Si algo se puede estimar que le ha ido de acuerdo con sus planes es la relación con la Argentina de Javier Milei, un país que va quedando reducido a la condición de neocolonia, de un imperio decadente. Esa relación, que incluye el apartar la presencia china, también ha conseguido despertar las iras de los agricultores estadounidenses ya que, al disminuir a nuestro país como proveedor sojero, los chinos se han volcado a otros países latinoamericanos, Brasil fundamentalmente, desplazando a los yanquis.

También los manejos financieros en pro de la decadente moneda argentina han indignado a algunos sectores norteamericanos, que ven en esos millones de dólares facilitados a nuestro país una pérdida de posibles apoyos. Simultáneamente, la desubicación de Trump había anunciado la construcción en la Casa Blanca de un salón de baile, con un costo de más de 200 millones de la moneda norteamericana. La consiguiente reacción de la opinión pública lo obligó a desistir de la idea.

Como contrapartida, la semana que pasó los noticieros de todo el mundo informaron y visualizaron una noticia insólita, asombrosa: las largas colas en varias ciudades de los EE.UU. en procura de los bonos que les permitan adquirir algunos alimentos básicos. Esta vigencia del hambre, que lo es, numéricamente está estimada en unos 42 millones de personas (una cifra casi equivalente a la población argentina).

Sin embargo, al gobierno yanqui la más formidable bofetada política de los últimos tiempos se la dio el resultado de la reciente elección del alcalde de Nueva York, la ciudad más populosa del país y uno de los centros financieros y comerciales más importantes del mundo. Ocurre que, pese a la desvergonzada y falaz propaganda del Partido Republicano en el poder federal, los neoyorquinos eligieron como autoridad comunal a Zohran Mamdani, un miembro del Partido Demócrata que además es inmigrante que llegó a los EEUU siendo muy pequeño, de cultura y religión árabe y con ideas claramente inclinadas al socialismo, o al menos lo que los miembros del Partido Republicano entienden por socialismo.

Mamdani es un líder progresista y basó su campaña en un compromiso con la solución de los problemas de vivienda, educación y justicia social. Ha acumulado experiencia política y sabido conectarse con diversos grupos comunitarios de la ciudad, promoviendo una promesa de mejor calidad de vida, con aumento de los impuestos a las grandes fortunas de la ciudad. Esas condiciones principalmente le permitieron imponerse por una sorprendente mayoría de votos.


A los resultados de Nueva York se suman los batacazos demócratas de Nueva Jersey, donde ganó la demócrata Mikie Sherrill como gobernadora; de Virginia, donde ganó otra mujer (por primera vez en ese estado), Aigail Spanberger; en Detroit, donde se impuso otra mujer como alcalde (Mary Sheffield); y en Cincinnati, donde Aftab Pureval logró la reelección como alcalde, como hicieron también Corey OConnor en Pittsburgh y Andre Dickens en Atlanta.

La reacción del gobierno de Trump, dentro de todo, ha sido la que se podía esperar: calificar abiertamente a Mamdani de comunista y predecir una avalancha de fortunas neoyorquinas con destino a Miami, a imitación de los cubanos emigrados por el castrismo. 
Incluso Milei criticó a Mamdani e invitó a invertir en la Argentina.Por cierto, que esa ligereza en los juicios recuerda a actitudes muy parecidas que se dan por estas latitudes. Es el desafío en escala internacional que las derechas ultras y extremas, de Trump y Milei, les plantean a los progresismos y al peronismo en Argentina.


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06-11-2025 / 19:11
06-11-2025 / 19:11
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