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Sociedad e Interés General - 20-11-2019 / 10:11
EFEMÉRIDES POPULARES. 19 DE NOVIEMBRE DE 1973

Juan Perón viaja a Montevideo para suscribir el Tratado del Río de la Plata

Juan Perón viaja a Montevideo para suscribir el Tratado del Río de la Plata
El 19 de noviembre de 1973, el General Juan Domingo Perón llega a Montevideo, para suscribir el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo. Es un tratado internacional entre Argentina y Uruguay y que puso fin a la disputa de límites en las aguas del Río de la Plata.
Juan Perón asumió su tercera presidencia el 12 de octubre de 1973 y el 19 de noviembre ya había firmado el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo, que estableció la libertad de navegación y la igualdad de uso de los canales situados en agua de uso común, permitiendo la navegación de buques comerciales y de guerra de terceros países autorizados por la otra parte, siempre que no afectaran el orden público y la seguridad.
 
Quedaba atrás casi un siglo de disputas y controversias que hipotecaron el destino común de ambos pueblos. El viejo general dejaba también a sus espaldas cualquier tipo de agravio o resentimiento con Uruguay, que fue el refugio permanente de los gorilas golpistas argentinos antes de 1955, para poner por delante su irrenunciable vocación por la unidad continental.
 
Perón no quiso morir sin poner de manifiesto su genuina vocación de reconciliación y fraternidad con el pueblo oriental. Sabía bien que estas dos naciones hijas de una misma patria, o construían un futuro común o no tendrían ninguno.
 
La Opinión Popular



19 DE NOVIEMBRE DE 1973
 
El General Perón en Montevideo
 
"Hemos tomado conciencia de las enormes riquezas naturales de que disponemos, cuya defensa y racional aprovechamiento nos crea una obligación irrenunciable ante la humanidad". (Discurso de Perón a la firma del Tratado del Río de la Plata)
 
Hace 40 años, el General Juan Domingo Perón llegaba a Montevideo, para suscribir el Tratado del Río de la Plata. Quedaba atrás casi un siglo de disputas y controversias que hipotecaron el destino común de ambos pueblos.
 
El viejo general dejaba también a sus espaldas cualquier tipo de agravio o resentimiento, para poner por delante su irrenunciable vocación por la unidad continental.
 
Así lo entendió el pueblo de Montevideo que se volcó a las calles para saludar a quien a menos de dos meses de haber asumido su tercera presidencia constitucional venía en nombre de todos los argentinos a reconocerle al Uruguay y a su pueblo, los derechos que absurdos desencuentros habían postergado.
 
Poco le importó a Perón la manifiesta ilegitimidad del gobierno uruguayo de entonces.
 
Perón sabía mejor que nadie y por experiencia propia, que los gobiernos pasan y los pueblos quedan y que es solo sobre el alma y la voluntad de los pueblos y a través de la correcta interpretación de sus intereses permanentes, que se sellan los acuerdos que les permiten avanzar juntos por el camino de su auténtica liberación.
 
Perón no quiso morir sin poner de manifiesto su genuina vocación de reconciliación y fraternidad con el pueblo oriental. Sabía bien que estas dos naciones hijas de una misma patria, o construían un futuro común o no tendrían ninguno.
 
Se abrió así un horizonte de esperanza que solo ensombreció la barbarie de las tiranías.
 
Hoy, a treinta y cinco años de aquellos acontecimientos y cuando las dificultades nos tientan al desaliento y convocan a los viejos fantasmas de patrioterismos adolescentes, resulta más necesario que nunca revivir el espíritu de grandeza que el pueblo uruguayo y Perón, pusieron por entonces de manifiesto.
 
Hoy también, cuando nuestros pueblos enfrentan una crisis que no provocaron y que como en oportunidades anteriores se pretende hacerles pagar con la postergación o renuncia de sus derechos inalienables, la consigna de la hora es la unidad.
 
Unidad sin la cual el precio a pagar será sin duda el bienestar, la dignidad de nuestros pueblos y la viabilidad de nuestras naciones.
 
Con esta convicción, con el espíritu de grandeza que hizo posible la firma del Tratado del Río de la Plata y con la serena esperanza de resolver con madurez nuestras circunstanciales diferencias, uruguayos y argentinos debemos celebrar este hecho histórico que alumbra con su ejemplo el camino a transitar.
 
Por Hernán Patiño Meyer, ex embajador de la República Argentina en la Republica Oriental del Uruguay
 
Fuente: Nac y Pop

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Como cada 9 de Julio reivindicamos la lucha de las masas populares contra la permanente agresión política, económica y cultural neocolonial e imperialista, que busca disolver la identidad nacional y condenar a nuestra Patria a la condición de colonia dependiente como factoría de las metrópolis imperiales, mera proveedora de materias primas y alimentos baratos. 

El 09 de julio de 1816, el histórico Congreso, reunido en Tucumán, declara la independencia de las Provincias Unidas del Sur, que así rompe los lazos de dependencia con España y proclama la existencia de una nueva nación, libre e independiente. Lo hacía cuando la Santa Alianza, de Austria, Rusia y Prusia, promovía en Europa la restauración monárquica y combatía los movimientos liberales y democráticos.

Es el momento culminante de la gesta revolucionaria iniciada en 1810 y se realizó en Tucumán por el creciente malestar de los pueblos del interior contra Buenos Aires. Desde la supresión de la Junta Grande por el Primer Triunvirato en 1811 y hasta el Directorio de Carlos María de Alvear, la elite porteña había impuesto sus criterios centralistas, desconociendo el sentimiento federal de la mayoría del interior. La independencia, que se proclama en la sesión presidida por el sanjuanino Francisco Narciso de Laprida, es el fundamento a partir del cual José de San Martín impulsará la campaña para liberar Chile y luego Perú, consolidando la independencia argentina.

Las masas populares, con sus lanzas y su fuerte sentimiento de libertad, construyeron la Patria independiente con San Martín, las montoneras bravías del interior que nos legaron el federalismo, los ciudadanos revolucionarios de don Hipólito Irigoyen que cimentaron la democracia del Pueblo y las multitudes obreras movilizadas por Juan Perón que combatieron por la Justicia Social.
 
Invariablemente, la alternativa histórica fue siempre: independencia económica o subdesarrollo y miseria, e implica optar entre aceptar resignadamente la dependencia del país al FMI o luchar por la Liberación, por una Nación Justa, Libre y Soberana.
 
Tomamos el valiente ejemplo de San Martín que, para la Declaración de la Independencia, se impuso militarmente a los españoles y políticamente a aquellos sectores vinculados a la elite porteña que ya estaban negociando, tanto con el Imperio español como con el Reino Unido de Gran Bretaña, una nueva dependencia.
 
La nuestra es una historia de caudillos y masas populares. Los líderes pesaron profundo en los procesos. En 1816, San Martín, Belgrano, Güemes, Pueyrredón, Artigas, Juana Azurduy... Y la participación de las masas populares es una herencia del período independentista revolucionario, por la importancia que tempranamente tuvo la movilización popular, política y militar, en nuestra historia, desde la formación de las milicias urbanas para derrotar a los invasores británicos, y la voluntad del Pueblo que jugó un papel sin precedentes en la destitución de un virrey y el nombramiento de su sucesor.
 
Como decía don Arturo Jauretche"La historia es la política del pasado y la política es la historia del presente". Hoy, como siempre, peleamos por nuestra única, verdadera e irrenunciable independencia, evidenciando el aparato de colonización mental montada por los países centrales y sus operadores internos, como el macrismo y el mileismo, para perpetuar la dependencia.
 
Gustavo Rearte, fundador y líder de la JP, héroe de la Resistencia Peronista
Escribe: Blas García 

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