Nacionales - 21-10-2019 / 09:10
En el debate, Alberto evidenció la debacle social, económica y financiera que deja Macri
Los debates se ganan con ideas simples, como las de Fernández. O se pierden por enamorarse de estrategias que prometen lo que no pueden cumplir, como Macri. En la discusión pudo verse a un Presidente prometer —con gesto impostado y en clave de certeza— la consumación de ese país recurrentemente prometido y sucesivamente refutado por las evidencias de cuatro años de mandato. Adicionalmente unida al temerario eslogan que no solo se dará vuelta la elección sino la historia de la Argentina, lo que solo conduce a un magro resultado final: aumentar el fanatismo de los adherentes propios, mientras se alejan los votos independientes.
En el debate presidencial, Alberto Fernández comenzó golpeando donde le duele a Mauricio Macri: le recordó el blanqueo de millones de su hermano, bajo su gobierno. El Presidente contragolpeó con la corrupción en la obra pública y Fernández le señaló que es el hijo de Franco Macri y formó parte de sus negocios sucios con el Estado.
Cuando Alberto le preguntó a Macri si no había visto la corrupción en su familia en la obra pública, el presidente achacó toda la corrupción del Grupo Macri en su padre ya fallecido. "Es de mal gusto hablar de alguien que no se puede defender", afirmó, pero Fernández habló de la familia en general.
En la primera parte del debate, Macri, Espert y Gómez Centurión atacaron coordinadamente con argumentos de mano dura a Alberto Fernández. Intervino también Nicolás del Caño en los ataques, pero haciendo interpretaciones desde el ángulo opuesto a los anteriores.
José Gómez Centurión expuso con mucha transparencia el pensamiento de los militares argentinos. Con un discurso de orden y disciplina defiende la mano dura y ve a los sindicatos como su enemigo. Los sindicatos, en esa visión, representan la protesta social. Pero en lo económico es neoliberal y no se diferencia de Macri y Espert.
Fernández trató de centrarse en los indicadores desastrosos de la gestión macrista. Fue muy duro con el manejo de los índices por parte de Macri cuando se refirió a descenso del narcotráfico. Lo real, explicó, es que aumentó considerablemente el consumo de droga en Argentina.
Roberto Lavagna fue muy sobrio en su exposición y trató de no entrar en esa dicotomía, aunque se centró en la problemática actual, eludiendo la complicidad que trataba de buscar Macri, cuando lo elogiaba para diferenciarlo de Alberto Fernández.
Cuando Macri reivindicó la "revolución energética" de su gobierno, Fernández lo destrozó. "Presidente, lo que hizo su política energética fue sacarle plata del bolsillo a la gente para ponerla en el bolsillo de sus amigos". Hacía referencia a los dueños de Edenor y Edesur. Niky Caputo, es su amigo y Mindlin, es quien figura como comprador de empresas del Grupo Macri.
El discurso neoliberal duro, casi ridículo, de Espert y del conservador militar Gómez Centurión, buscaron naturalizar el discurso neoliberal de Macri y desvían la atención de la gestión macrista. Son parte de un esquema que podría funcionar si hubiera una segunda vuelta.
Macri es muy obvio cuando falsea los índices económicos o de seguridad de su gestión. No tiene demasiado para exhibir y se refugia en los ataques a los gobiernos K. Es una cantinela permanente cuando como presidente tendría que hacer campaña con su gestión y todas las promesas que decía que iba a realizar y que nunca cumplió.
La Opinión Popular
Debate presidencial: Seis tácticas en un formato rígido
Los seis competidores habrán repasado su desempeño en el primer debate. Tres trataron claramente de "reperfilar": Mauricio Macri, Roberto Lavagna, Juan José Gómez Centurión. Habían estado flojos "técnicamente" una semana atrás, los dos primeros mejoraron.
Alberto Fernández, José Luis Espert y Nicolás del Caño, que habían cumplido con sus diferentes metas, subrayaron el perfil presentado.
Este cronista se repite; el debate no es un como un partido de fútbol o una elección. No deja un resultado cuantificado, final. Ni acabó ayer a las once y cuarto de la noche. Se prorrogará en editados a menudo capciosos o parciales, polémicas en redes sociales, subrayados de momentos límite.
Visto como unidad, el segundo encuentro resultó más parejo que el primero en el que descolló Fernández, titubeó el presidente, Gómez Centurión se excedía en el tiempo y Lavagna parecía lento para desarrollar sus posturas.
A título de opinión escrita contrarreloj.
* Macri cumplió en polarizar permanente contra "ellos" (el vocativo que más usó para cuestionar al peronismo) y en acusar directamente a Fernández. En victimizarse, especialidad de la casa.
* Fernández reaccionó de volea ante ciertas críticas adecuando su discurso: fue contundente enumerando datos de la gestión M.
* Lavagna consiguió encajar razonamientos elaborados en particular al hablar sobre economía.
* Del Caño y Espert portan ideologías claras, las expresaron con firmeza, interpelando tal vez en exceso a los muy convencidos. Gómez Centurión necesitará mejor coaching si es que llega a conseguir otra oportunidad.
Como en los combates de box que se definen por puntos, desde todos los rincones elevarán los brazos de su púgil cual si hubiera noqueado a los demás aunque posiblemente la abrumadora mayoría de la audiencia de ayer (u otres que se sumarán en días venideros) no habrá modificado ni repensado su voto.
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El ejercicio tuvo pimienta pese a estar encorsetado por las reglas rígidas: hubo acusaciones y reproches. Algunas señales, contados anuncios. Si el afán de Macri era dar vuelta la historia, parece haber fracasado. Si era mostrar enjundia, lo consiguió. Algo similar a su último tramo de campaña, más enderezado a mejorar la autoestima que a sumar nuevas adhesiones.
El presidente insertó todos los títulos o tips que la cadena oficial de medios privados propagará hasta el domingo 27. Comenzó con "la efedrina". Siguió con la corrupción, Lázaro Báez. Hasta se ingenió para "colar" al presidente venezolano Nicolás Maduro en el espacio dedicado a la calidad institucional y el federalismo.
Macaneó de lo lindo en cifras sobre economía y obra pública. Se ufanó falazmente de haber conseguido una merma record de la pobreza interrumpido por la "crisis de abril de 2018" cuyas causas o motivos ni siquiera insinuó. Mintió respecto de la autopsia realizada a Santiago Maldonado.
En los instantes finales vaticinó que habrá segunda vuelta y sobrevaloró las movilizaciones masivas de su núcleo duro. No brotaron de sus labios las palabras "derechos", "trabajadores" o alusiones al Fondo Monetario Internacional. Prometió reducir la actualización de los créditos hipotecarios UVA para enero de 2020, esto es si gana.
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Fernández fue asediado por Macri, Gómez Centurión y Espert, quien le hizo una pregunta directa, cual si fuera movilero de Macri. Anunció la creación del Ministerio de Vivienda y de un Consejo de Seguridad con integrantes de la sociedad civil. Destacó la necesidad de crecer, fustigó "la uberización de la economía macrista".
Si el debate hubiera sido un combate de box se habría alzado con el último round porque se dirigió a todos los argentinos prometiendo y señalando un rumbo común y no solo a quienes acuden a sus marchas, como Macri. Habló como posible representante de toda la ciudadanía, el rol del presidente.
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Lavagna se lució al prescribir que el crecimiento, la generación de empleo y la reactivación de la capacidad ociosa preceden a los equilibrios fiscales o a otros objetivos económicos. Se afirmó en su terreno aunque no plasmó una tercera posición porque quedó mucho más cerca de Fernández que de Macri.
En materia de Seguridad se diferenció de la "mano dura" (macrista, se infiere) y de la "mano fláccida" (peronista) pero, raro para él, quedó a nivel de slogan.
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Del Caño enarboló banderas contra la explotación minera, la represión en Chile, desempolvó una clásica demanda de la izquierda: la Asamblea Constituyente, que en nuestro sistema requiere muchos más votos y bancas que las del FIT-Unidad.
Espert dio cátedra de neoliberalismo recalentado, bregando para suprimir la coparticipación federal (creando, de facto, una Confederación), los sindicatos, las convenciones colectivas. Amenazó con encarcelar a los piqueteros. Engrosó con Juan Grabois su lista negra iniciada el domingo 20 con Hugo Moyano y Roberto Baradel.
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Cada cual atendió su juego. Macri se especializó en denuncias de corrupción (ajena). Frente a los datos de cierres de PyMEs, desempleo, pobreza, indigencia y hambre eligió la gambeta o tirar la pelota a la tribuna. Como recurso en el set de TV, pudo ser astuto. Como método para recuperar la legitimidad de ejercicio perdida... hummm.
Fernández ironizó sobre las alusiones a su "dedito" acusador versus los índices que desnudan el fracaso del Gobierno, Sin hacer alharaca, intentó blandirlo menos.
En menos de una semana la ciudadanía votará. Posiblemente prevalecerán las evaluaciones sobre su vida, sus derechos, su trabajo por encima de la esgrima verbal. Más de un 85 por ciento, acaso un 90 por ciento de los votos se repartirán entre dos fórmulas.
Los otros cuatro candidatos quizás se conformarían con repetir los porcentajes alcanzados en las Primarias Abiertas (PASO) o mejorarlos un cachito. Con tan poca espera por delante, es sensato resistir la tentación, entre arrogante y timbera, de hacer más vaticinios.
Por Mario Wainfeld
Fuente: pagina12.com.ar