Nacionales - 14-10-2019 / 10:10
EL PRESIDENTE SUFRIÓ AL SOSTENER UNA GESTIÓN DESASTROSA
Alberto, equilibrado y punzante, aventajó a un Macri con cara de poker y demasiado a la defensiva
En el arranque del debate, Alberto Fernández criticó duramente a Mauricio Macri. El candidato del Frente de Todos advirtió que el actual presidente "mintió" en 2015 cuando se enfrentó con Daniel Scioli. “Hace cuatro años hubo otro debate y en ese debate alguien mintió mucho y otro dijo la verdad. El que mintió es el Presidente, que hoy quiere volver a ser Presidente. El que dijo la verdad hoy está sentado en primera fila del salón (en alusión a la presencia de Daniel Scioli). Yo vengo a decirles la verdad, vengo a proponerles en que juntos pensemos que país queremos, podemos hacerlo es otro desafío que tenemos como argentinos”, afirmó el exjefe de Gabinete.
El primer round dejó la sensación que Alberto Fernández ganó. No hubo momentos destacados ni frases que sorprendieran -el propio formato del debate no se prestaba para el intercambio intenso- pero aun así, se vio al candidato opositor más dominador de su discurso y más consciente que el debate no se lee, sino que se escucha y se ve.
Fernández estuvo agresivo cuando lo necesitó, recurrió a la ironía cuando Mauricio Macri quiso argumentar con datos y, en general, toda su gestualidad lo mostró descontracturado, mostrando su indignación de manera convincente para buscar la identificación con el votante enojado o desencantado.
Del lado de enfrente, Macri dejó traslucir nerviosismo y un exceso de presión por sus dos grandes debilidades: primero, ser el presidente de un país en brutal crisis y por lo tanto blanco de críticas; y segundo, ir detrás en las encuestas y tener la obligación de salir a pegar el "golpe salvador". En esas circunstancias, ofreció flancos para que los cinco candidatos opositores le disparasen con su arsenal discursivo de críticas, datos y recordatorios de promesas incumplidas. Pero aun así, la performance del presidente fue más baja de lo esperado, y no tanto por aciertos de sus rivales, sino por errores propios.
Macri tuvo que hacer un esfuerzo con su eje discursivo para explicar que, pese a los malos resultados, es necesario continuar las mismas políticas. Eso lo llevó a exponer debilidades, como reconocer que había errado el diagnóstico al creer que la inflación sería más fácil de resolver. Pero, más allá de lo argumentativo, la mayor debilidad que mostró Macri fue el estar demasiado apegado a un discurso aprendido de memoria y con pocos reflejos para contestar los ataques en la esgrima retórica. En ese terreno, Fernández lo superó con claridad.
Cada una de sus intervenciones empezaba con una frase introductoria que tenía el objeto de anular una argumentación previa del presidente. "No puedo dejar de asombrarme", "No sé en qué país vive Macri" o "el presidente no entiende", fueron una fórmula recurrente. En algunos pasajes a esas frases le seguían datos, pero en otros lo que venía era una respuesta a una frase de Macri, lo cual contribuía a "desacartonar" el discurso, dando una certeza de dominio de un tema para contestar el argumento ajeno. Como cuando contestó al presidente sobre el presupuesto educativo o cuando ironizó sobre la posibilidad de que los jubilados pudieran seguir sus trámites a través del celular.
Fernández se mostró suelto en lo gestual, transmitió indignación al hablar de la crisis, pero no perdió el aplomo al punto de que se lo viera agresivo. No se apartó de su táctica de mencionarlo a Macri y hablarle directamente, mirando hacia un costado y apuntando con el dedo para reforzar la actitud acusadora. Macri no entró en el juego de responder, lo cual lo dejó en la postura de aceptar por omisión las acusaciones hechas, como la de haber defendido a la enseñanza privada por sobre la pública o la de que habían reaparecido enfermedades antes erradicadas. En conclusión, Alberto le sacó una ventaja a Macri.
La Opinión Popular
Las claves de la primera victoria discursiva de Alberto Fernández
Por Federico González
Más allá de las limitaciones -acaso opresivas- inherentes al formato previamente consensuado, lo cierto es que el debate permitió su función básica: aumentar la visibilidad pública y el ideario de los candidatos.
Ciertamente, el formato desnaturalizó la lógica misma del debate en tanto argumentación y confrontación de ideas. Pero tal limitación no impidió que cada candidato pudiera expresar sus definiciones políticas, propuestas y valores.
Luego de realizado el debate se imponen, casi de modo axiomático, dos preguntas recurrentes: ¿Quién ganó? ¿Puede el debate cambiar el voto o apenas sirve para consolidar la decisión previa? En estas líneas se esbozará una respuesta a lo primero. Para lo segundo, en cambio, quedaremos a la espera del resultado de un sondeo de opinión ya en curso.
Mauricio Macri
Dado que el análisis político lo había ya sentenciado augurando una especie de escarnio público ante la sombra de promesas incumplidas en 2015, quizás, y por contraste, el desempeño más bien mediocre del Presidente pasó desapercibido.
Más allá de debilidades o aciertos puntales, Mauricio Macri no pudo perforar su propia zona de confort. Extraña paradoja para un candidato que declama aspirar al desafiante logro de dar vuelta la elección.
A nivel actitudinal se lo vio firme y seguro en la expresión de sus convicciones. Por momentos exhibió cierta veta pasional aunque no pudo desprenderse de su propensión al esloganismo vacuo y al vicio de la sentencia acrítica declamada con cara de póker.
A nivel del contenido, algunas de sus afirmaciones fueron acaso verosímiles, aunque la mayoría resultó dudosa y/o negadora de lo obvio. Esa mixtura entre lo verosímil y lo falso dejaron una impronta de desempeño gris. Con sabor a poco.
Alberto Fernández
Fue quien mostró mayor aplomo y presencia. Asumió permanentemente el rol de quien toma la iniciativa y maneja la escena. Se lo vio firme y seguro. Reveló astucia y rapidez mental al replicar en tiempo real las afirmaciones de Mauricio Macri. Abundó en respuestas concisas e inteligentes. Junto a José Luis Espert quizás fue quién mejor asumió algo parecido a la lógica argumental confrontativa, típica de un debate. Junto a Mauricio Macri fue quien evidenció mayor pasionalidad política, aunque quizás, por momentos, se tornó algo excesivo, dando lugar a la réplica del actual presidente.
A nivel del contenido pudo presentar un mix que incluyó definiciones políticas y proyectos con razonable nivel de detalle. En su discurso prevalecieron los conceptos respecto del esloganismo.
Roberto Lavagna
Fiel a su estilo e impronta intelectual realizó algunos desarrollos plenos de conceptos aunque utilizó un tono monocorde que opacó sus ideas.
En términos de densidad conceptual su desempeño se acercó al de Alberto Fernández. Su referencia al tema del hambre en tanto violación a los derechos humanos representó su mejor momento. Sin embargo, su intervención en el bloque de economía estuvo por debajo de lo que su saber e historial hacían prever. Paradójicamente, esa fue su principal debilidad.
José Luis Espert
Su presencia y aplomó fueron similares a los exhibidos por Alberto Fernández. Se lo vio firme, seguro, dominando la escena y muy natural. Quizás fue el candidato que pareció expresarse con mayor naturalidad. Su mayor virtud fue la expresión de ideas complejas de modo simple.
A nivel de contenido sus ideas aparecieron fundadas. Aunque en algunos pasajes quizás pecó de una especie de simplismo disruptivo.
Nicolás Del Caño
Fiel a su estilo expresó su ideario con firmeza, argumentos y convicción. Asumió mejor que otros el rol de candidato anti grieta y anti establishment. Se mostró también seguro y sereno.
A nivel de contenido expresó claramente la crítica ideológica con la lógica argumentativa típica de un dirigente de izquierda. Su apelación a elementos simbólicos como el minuto de silencio por los muertos en Ecuador y el pañuelo verde fueron acaso excesivos y desvirtuaron la naturalidad de su discurso.
Juan José Gómez Centurión
Expresó sus ideas con gran firmeza. Fue el candidato que evidenció un posicionamiento más definido en torno a un eje: el de los valores y la defensa de las dos vidas. También enfatizo la defensa de la soberanía nacional.
Asimismo fue quien mejor intentó conceptualizar la grieta en términos alternativos, a saber: entre quienes defienden las dos vidas y el resto, etc. Manejó mal los tiempos. Y en algunos pasajes fue literalmente reiterativo. Esto le restó valor a su actuación.
¿Quién ganó el debate?
Considerando el conjunto de los aspectos evaluados, Alberto Fernández resultó un claro ganador del debate.
Tal vez las expectativas asociadas con la gran diferencia electoral proyectaron un imaginario de triunfo aplastante, cuya intensidad no se verificó. Pero eso no invalida el resultado.
En el marco del análisis político mucho se especuló en torno a cuestiones abstractas como si tal o cual candidato le hablaría solo a sus propios votantes, si saldría a confrontar o esquivaría adentrase en tal cual tema, etc. Sin duda, cuestiones tan atendibles como especulativas.
Aquí, en cambio, preferimos concluir con una sentencia simple, aunque no menos conjetural y arbitraria: a veces la política y la ideología son básicamente expresiones de la personalidad. Quizás allí se encuentra la clave de esta primera victoria discursiva de Alberto Fernández.
* El autor es consultor político y titular de la empresa especializada Federico González & Asociados.
Fuente: Infobae