Nacionales - 25-11-2015 / 08:11
ENTORPECE LA ENTREGA DEL PODER A MAURICIO MACRI
Cristina Fernández sabotea una transición ordenada
Insólito, irracional, inexplicable. El momento era perfecto. Un presidente saliente que recibe a un presidente electo, foto juntos, saludos, besos, abrazos y promesas de ayuda. Eso era el mínimo. Pero no fue posible: la mezquindad de Cristina llegó al punto de negarle a Macri una sala para hablar con la prensa. Y no una de su casa o de sus departamentos de Puerto Madero, ni siquiera de alguno de sus sospechados hoteles en el Sur, sino de algo que no le pertenece y que la tiene de inquilina temporaria. Más tarde, fastidiado, Macri reconoció que no habrá colaboración alguna por parte de Cristina para la transición. Apenas el gesto de nombrar a alguien para que coordine todo. Muy poco para tanto cristinismo en un país que dijo que eso es lo que no quiere más.
Mauricio Macri creyó en la palabra de Cristina Fernández. Por ese motivo le ordenó a sus colaboradores no protestar por el 'choreo' en el balotaje y que el reclamo no entorpeciera la negociación por una transferencia ordenada. Pero, Cristina tiene menos "códigos" que Mauro Icardi, y boicoteó la transición en la visita de Macri a Olivos.
La reunión entre Cristina y Mauricio duró solo 20 minutos. El líder de Cambiemos se mostró decepcionado y aseguró anoche que la mandataria solo designará un "ministro de traspaso" el 9 de diciembre y sostuvo que la reunión realizada ayer entre ambos "no valió la pena" porque se redujo al protocolo de la ceremonia del 10 de diciembre.
No hubo foto oficial y no acordaron encuentros entre ministros para coordinar el proceso de transición. "Me dijo que me convocó para felicitarme personalmente antes de verme el 10 de diciembre. Hablamos formalidades de la reunión de traspaso. No hubo más que eso. Por eso fue tan corta", sostuvo Macri, en un notable tono molesto. Aunque Cristina habría pedido no ir presa en el marco de la causa Hotesur.
Al respecto, el líder del PRO, añadió: "No valió la pena. La verdad que la reunión no tenía temario y sentí que no valía la pena pedir por esos temas", al hacer alusión a su preocupación sobre las posibles continuidades de funcionarios militantes en organismos autónomos claves, más allá del 10 de diciembre.
Macri fue claro tras el triunfo en el balotaje: no quiere que Alejandro Vanoli y Alejandra Gils Carbó continúen en sus respectivos cargos en el Banco Central y la Procuraduría General de la Nación. "Aquellos funcionarios, más allá de sus mandatos, que han tenido una clara identificación partidaria militante con el oficialismo, más allá de su rol técnico, deberían tener la dignidad de renunciar y permitirle al nuevo gobierno designar gente que despierte la confianza", afirmó al ser consultado por la continuidad del presidente del BCRA, la Procuradora y el titular de la AFSCA, Martín Sabbatella.
En resumen, no habrá una transición ordenada, no habrá ingreso irrestricto de los nuevos equipos de gobierno a las oficinas gubernamentales. No habrá transparencia en el abordaje de los números. No habrá renuncia prolija de Alejandro Vanoli, Alejandra Gils Carbó y Martín Sabbatella.
Además, no habrá suspensión de designaciones en cargos públicos diversos. Menos que cese la alocada efectivización de empleados públicos 'ñoquis' de La Cámpora. No fue la reunión que Macri necesitaba ni lo que la sociedad argentina ambicionaba para dejar atrás la imagen de líderes inmaduros y egoístas que han construido los K.
El cristinismo tiene proyectos en el Congreso que la oposición reclama que no sean tratados. Si se mantienen en las respectivas órdenes del día, será evidente que no hay ningún tipo de acuerdo ni diálogo. En el final, Cristina volvió a mostrar más de lo mismo: lo importante es remarcar que acá se hace lo que a Ella se le cante. Fue otra vez "el Estado soy yo", reducido a gestos mínimos y mezquinos. Así, le dio un baño de realidad al proyecto de Cambiemos.
La Opinión Popular
EN FOCO
Sorpresas que Cristina oculta a Macri
Cristina Fernández cumplió con los rituales políticos forzados por el desenlace del balotaje. El lunes recibió a Daniel Scioli, con una módica generosidad que nunca demostró en la campaña. Al lado estuvo Carlos Zannini, por supuesto.
La mandataria no desearía ninguna expresión de desbande ostensible en su espacio político hasta después del 10 de diciembre. Hizo como si nada hubiera pasado el último domingo, amén de una derrota a la que consideró "digna". Con un volumen de votos aceptables para ejercer la resistencia.
Al atardecer de ayer se juntó a solas con Mauricio Macri. Se trata del presidente electo con quien debe coordinar la transición. El tiempo es corto. Las formas y la duración del encuentro no constituyeron ningún buen presagio.
Cristina escuchó poco al ingeniero sabiendo que traía novedades. Su decisión, por ejemplo, de pedir el alejamiento de Alejandro Vanoli, del Banco Central; de Alejandra Gils Carbó, de la Procuración General, y de Martín Sabbatella, de la AFSCA, el organismo que fiscaliza los medios de comunicación.
Este agregado tuvo como prólogo una conversación de Macri con su futuro titular del Sistema Nacional de Medios, Hernán Lombardi. Aquellos tres funcionarios habían manifestado la vocación de permanecer aún con la irrupción de un gobierno opositor. La abstinencia de poder aterra a los K.
La soledad de Cristina y Macri impide todavía conocer la profundidad de esa charla. Con seguridad la Presidenta no debe haber confesado nada de todo lo que evaluó, un día antes, con Scioli y Zannini.
El secretario General hizo un pronóstico poco halagüeño sobre las dificultades que tendría la administración nacional del PRO. Utilizó incluso alguna palabra descalificadora. Nunca refirió, en cambio, a que la inmensa mayoría de esas dificultades estarían originadas en la "década ganada" que terminará en días más.
La Presidenta recibió a Macri mal impresionada por otros anuncios del ingeniero. Su afán con ser implacable en la lucha contra la corrupción. Un tema que había estado ausente en la agenda de campaña. Pero que figuraría entre las demandas de los ciudadanos que lo votaron. A ellos debe resguardar antes de ir a la caza de aquellos que, tapándose quizás la nariz, optaron por Scioli.
Cristina tendría entre manos tres cosas. Por un lado, pretende que Juliana Di Tullio continúe luego de diciembre a cargo del bloque de diputados del PJ. Habrá sido por su tatuaje en el cuello que replica una de las tantas frases presidenciales de la época para explicar su éxito presunto: "No fue magia".
No serían esos los únicos méritos de la gritona Di Tullio. Ha jurado, además, que piensa seguir reportando sólo a Cristina. Aún cuando decida residir en El Calafate. También ordenó que Axel Kicillof, el ministro de Economía, quede a futuro a cargo de la Comisión de Presupuesto. Guerra en puerta contra el macrismo.
Hay otro hilo en toda esa trama. La diputada fue clave y arrastró al titular de la Cámara, Julián Domínguez, para la designación de los camporistas Julián Álvarez y Juan Ignacio Forlón en la Auditoría General de la Nación. Esos nombramientos fueron invalidados por la Justicia.
Cristina no querría ser, en la oposición, menos que Macri en el combate de los corruptos. Un cambio evidente de conducta respecto de lo que hizo en el Gobierno.
La AGN está ahora conducida por el radical Leandro Despouy. Desde ese organismo denunció innumerables irregularidades de la administración K. La más recordada resultó la descripción calamitosa del estado de los ferrocarriles, apenas semanas antes de la tragedia de Once que dejó 51 víctimas.
La AGN tiene entre sus facultades la fiscalización de la gestión en la administración pública. Por ley, su conducción corresponde a un dirigente de la oposición. Cuando Macri asuma estará obligado a permitir la designación de un kirchnerista. Con la mayoría simple de Diputados y el Senado. Que las tienen.
A partir de ese momento el organismo deberá auditar la última parte del gobierno de Cristina. Es decir, todo el 2015. Luego arrancarían con el 2016. De allí el empeño por designar a Álvarez y Forlón y buscar al hombre indicado para sustituir a Despouy.
¿Cuál podría ser ese hombre? El primer apuntado fue Mariano Recalde, el titular de Aerolíneas Argentinas. Pero andaría flojo de antecedentes. Otro aspirante de la grilla es Zannini. En las últimas horas sonó fuerte Aníbal Fernández. El jefe de Gabinete en la futura dirección de la AGN sería un incordio cotidiano para Macri.
Claro que Aníbal tendría sus problemas. Los diputados macristas empezaron en las últimas horas a desempolvar papeles. El ex intendente noventista de Quilmes está involucrado en una causa resonante -el manejo de los fondos de Fútbol Para Todos- que sustancia la jueza María Servini de Cubría. Y que alumbró a partir de un informe de la AGN de Despouy. El camino para su encumbramiento no sería por lo visto sencillo.
Tampoco nadie sabe si Cristina se comprometió con Macri a no continuar con las designaciones en áreas del Estado a pocos días de su despedida. El Boletín Oficial se ha convertido en un interminable listado cotidiano de conchabos estatales.
Algunos de los ministerios en los cuales se registran mayores desembarcos son Justicia y la Cancillería. Ayer Macri notificó un giro en la lógica del manejo diplomático de la década K: Susana Malcorra conducirá en su gobierno la política exterior.
La mujer se desempeña desde el 2012 como secretaria del titular de la ONU, el surcoreano Ban Ki moon. El objetivo primario sería enviar una señal de próxima apertura a países que quedaron en la banquina de la consideración kirchnerista. En especial, de la Unión Europea.
Malcorra posee, para esa tarea, su currículum. Pero nadie conocería aún su destreza para rehacer un Ministerio de Relaciones Exteriores que fue destartalado por Héctor Timerman y La Cámpora.
Cristina viene colaborando, con empeño, en esa tarea. En las últimas semanas ha designado a diez embajadores en sedes diplomáticas que durante años permanecieron vacantes. En otros catorce casos dispuso relevos para ocupar los cargos.
¿Estará Malcorra al tanto de semejante situación? ¿Pensaría en un vicecanciller que se pudiera ocupar únicamente, al inicio, del ordenamiento interno y de quebrar el sistema camporista?
Es cierto que la designación de embajadores insume un tiempo relativamente largo. Por lo menos, hasta que el país anfitrión le concede el plácet. Según los casos, llevaría entre dos y tres meses. La futura canciller, que asume en 16 días, tendría facultades para interrumpirlas con una resolución interna. Y someterlas a una revisión.
Para que eso ocurra se requerirían tres condiciones: poseer cabal conocimiento del estado de la Cancillería; tener una férrea determinación política; actuar con mucha rapidez. No parecería poca cosa.
Por Eduardo van der Kooy
Fuentes: Clarín, Urgente 24, Diario Hoy y LOP