Nacionales - 24-11-2015 / 10:11
EL CRISTINISMO EN EXTINCIÓN
El Peronismo, el final de Cristina y las nuevas batallas que se aproximan
El cristinismo en extinción. A partir del 10 de diciembre, personajes corruptos como el multiprocesado vicepresidente Amado Boudou, el denunciado ministro de Planificación Federal, Julio De Vido; y el corrupto titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, dejará de preocuparse de la gestión gubernamental y deberán centrarse en lo que suceda en la Justicia. Todos ellos, seguramente, desfilarán por los tribunales, acusados de graves delitos en el manejo de la cosa pública. Algo similar le puede ocurrir a Cristina si avanza la causa Hotesur que incluye pruebas contundentes acerca de cómo la familia presidencial se habría enriquecido indebidamente durante la mal llamada década ganada, utilizando negocios hoteleros, en sociedad con el empresario Lázaro Báez, sospechado de actuar como testaferro.
Hace 65 millones de años un cometa hizo que se extinguieran los dinosaurios, la especie que había dominado el planeta durante 200 millones de años. El cristinismo, el fin de semana, sufrió un impacto similar que llegó desde cada rincón de la Argentina. Fue un verdadero aluvión de votos que sepultaron las aspiraciones hegemónicas tanto de Cristina Fernández como de sus funcionarios aplaudidores K.
El PJ no gobernará la Nación ni ninguna de las cinco principales provincias. Perdió Buenos Aires. La Capital sigue siendo una plaza fuerte del macrismo. Santa Fe está en manos del socialismo, que comparte una sociedad con la UCR, integrante a su vez de Cambiemos. Córdoba, donde Scioli sufrió la peor derrota, es gobernada por el peronismo anti K, con De la Sota. Y en Mendoza, el radicalismo desbancó al PJ.
Eso no es todo: el resultado del balotaje llevará a que muchos de quienes estuvieron al frente del poder político, durante la última década, pasen a retiro. Esto incluye, obviamente, al propio Daniel Scioli, la cara visible de la derrota del domingo pero que no fue el único responsable.
La historia del justicialismo demuestra que aquellos que sufrieron una derrota, como las del domingo pasado, nunca pudieron recuperarse y terminaron en el ostracismo o, en el mejor de los casos, cumpliendo un rol secundario en la política nacional.
Así le ocurrió a Italo Luder cuando perdió frente a Raúl Alfonsín en 1983; a Antonio Cafiero cuando cayó frente a Carlos Menem en la interna presidencial del PJ en 1988; y al propio Menem cuando decidió bajarse del balotaje en 2003. También Eduardo Duhalde pasó a ser un actor de reparto tras la derrota electoral que sufrió su esposa en los comicios legislativos de 2005 en la provincia de Buenos Aires.
Todo indica que Cristina no será la excepción, en la nueva etapa que se inicia a partir del 10 de diciembre. Si algo ha caracterizado al PJ, en las últimas décadas, es su pragmatismo. Los gobernadores e intendentes que conservan los votos, y el control territorial, tienen y tendrán como prioridad su propia supervivencia, algo que está atado a los recursos que administrará Mauricio Macri a nivel nacional.
Mucho se habla, por estas horas, de las eventuales trabas que podría poner el PJ al próximo gobierno en función del número de bancas que conserva en el Congreso. La realidad es que ese análisis está supeditado a cómo gestione Mauricio Macri. Si logra instrumentar algunos de cambios que pide la ciudadanía, las eventuales oposiciones legislativas quedarán reducidas a su mínima expresión. Será la voluntad popular la que terminará inclinando la balanza.
El PJ se debe un fuerte debate interno para dejar de ser una "cáscara vacía", un "sello de goma" utilizado por quienes eventualmente detentaron el poder para intentar avalar las prácticas políticas más aberrantes. En la actualidad es un partido anquilosado, que se quedó en el tiempo y que nada tiene que aportar ante las nuevas demandas ciudadanas.
Así como después de la desaparición de los dinosaurios, algunas especies se transformaron para sobrevivir y evolucionaron nuevas formas de vida, todo indica que en la Argentina se abre una nueva era.
La Opinión Popular
EN FOCO
PJ: el final de Cristina y las nuevas batallas
Cristina Fernández de Kirchner dejará Olivos en poco más de dos semanas, pero el mensaje de las urnas dijo algo más que eso: el espejo de la realidad la exhibe como principal imagen de la derrota.
Daniel Scioli eligió reconocer la caída abrazado, como en el tramo final de su campaña, a un discurso cerradamente K. Difícil hacerlo cargo de todo y despegar al kirchnerismo de su suerte.
Con ese cortinado de fondo, el PJ, sostén central del proyecto oficialista, se dará desde ahora a la doble tarea de procesar su interna y de armar rápidos puentes con el gobierno que viene, puentes formales y más reservados -algunos, ya insinuados después de la primera vuelta-, para enfrentar un panorama que se destaca por serias dificultades presupuestarias de provincias y municipios en sus manos.
Alineado hasta el momento de manera vertical con la Presidenta, el peronismo orgánico encarará este proceso en un marco singular: no gobernará ninguno de las cinco principales provincias, tendrá que asumir la pérdida a granel de municipios y exhibirá un poder parlamentario sujeto a los modos en que resuelva la relación con el oficialismo que nace y sus propias batallas.
En rigor, si se quiere y más allá del impacto mediático de sus facturas, el peronismo deberá atender en la interna varios frentes: la relación con la Presidenta que sale, las tensiones con el kirchnerismo duro y no peronista, y el papel de los dirigentes del peronismo desalineado, empezando por Sergio Massa y José Manuel de la Sota. En paralelo, claro, tendrá que armar sus vínculos con el nuevo poder nacional y en algunos casos -el ejemplo más notable es Buenos Aires- con los gobiernos de las provincias perdidas.
El primer punto, sin dudas, es cómo serán articulados y en qué tiempos el espacio al que aspira Cristina Fernández de Kirchner y el que consideran, para ella y para sí mismos, otros dirigentes. La Presidenta ha imaginado siempre un lugar de jefa partidaria, para marcar el terreno con Scioli si éste hubiera ganado, o para liderar la oposición ante la alternativa, finalmente convertida en realidad, de un triunfo de Mauricio Macri.
En cualquier caso, Cristina Fernández de Kirchner piensa en términos bastante estáticos. Y es probable que lo siga procesando de ese modo por naturaleza propia y porque la derrota, dura, no fue por la diferencia que algunos esperaban.
¿Se alineará el PJ con sus deseos? El contexto, claro, es diferente a los doce años de gestión kirchnerista: el poder ha cambiado de color político. Y la herencia kirchnerista, también en este plano, es pesada y empieza a convertirse en un problema para sus propios autores: un poder centralizado, que achicó a límites mínimos la capacidad de autonomía de las provincias y también de los municipios, en materia presupuestaria, de obras y de atención social.
El kirchnerismo conserva un tercio aproximadamente del bloque de diputados peronistas y un número impreciso en el Senado, donde el PJ es más fuerte. Esa realidad, de todos modos, dependerá en buena medida de lo que jueguen los gobernadores peronistas y, en ese marco, del desarrollo que vaya teniendo la interna.
En el imaginario kirchnerista se combinan dos factores o dos presupuestos: el referido esquema de la Presidenta convertida en jefa partidaria y la idea de que será relativamente fácil confrontar con Macri, por razones presuntamente ideológicas. Sigue dominando, en ese terreno, una concepción confrontativa sin matices, no de competencia sino de rivalidades extremas.
Cristina Fernández de Kirchner necesita en primer lugar imponer una evaluación según la cual la derrota es relativa: existiría un primer desafío de dos años para rearmarse y dar una primera batalla, con la mirada puesta en un regreso triunfal en 2019.
No existirían otros jugadores en el terreno: ni un nuevo gobierno, ni dirigentes del PJ orgánico con aspiraciones propias ni figuras del peronismo disidente dispuestas a intervenir en esa pelea.
Vale repasar el cuadro político que enfrenta el peronismo hacia su interior y el panorama externo pero gravitante en el escenario doméstico que se abre.
El PJ orgánico no gobernará ninguna de las cinco principales provincias. Perdió Buenos Aires a manos de María Eugenia Vidal y ayer ganó muy ajustadamente en ese territorio la disputa del balotaje. La Capital sigue siendo una plaza fuerte del macrismo. Santa Fe está en manos del socialismo, que comparte una sociedad con la UCR, integrante a su vez de Cambiemos. Córdoba, donde Scioli sufrió la peor derrota, es gobernada por el peronismo desalineado, con De la Sota como referente y Juan Schiaretti como sucesor. Y en Mendoza, el radicalismo desbancó al PJ.
En Buenos Aires, además, el peronismo dejó de ser el dueño casi exclusivo del poder territorial. Perdió más de la mitad de las comunas, entre ellas ciudades de peso -Mar del Plata y Bahía Blanca, en primer lugar- y varios municipios dominados tradicionalmente por el PJ en el GBA, como Lanús, Quilmes y Tres de Febrero.
El poder real del peronismo orgánico medido en gobernaciones, remite a once provincias: la más significativa de ellas es Tucumán. En ese universo se destaca como figura crítica el salteño Juan Manuel Urtubey. Pero el conjunto es heterogéneo: desde el chaqueño Jorge Capitanich -que deja de ser gobernador pero mantiene el control distrital- hasta "ortodoxos" históricos, como el formoseño Gildo Insfrán.
Si es un interrogante cómo se moverán esos jefes locales en la interna, más difícil es imaginar un comportamiento disciplinado como hasta ahora de los aliados del peronismo: el misionero Maurice Closs y el santiagueño Gerardo Zamora. Las necesidades también escribirán parte de esta historia.
Con todo, no se agota allí el universo peronista. Un jugador gravitante será sin dudas Sergio Massa. El ex candidato será de hecho un referente, aunque su plan inicial seguramente será tratar de colocarse como un convocante del peronismo, pero no como aspirante a la jefatura formal del PJ sino como armador de un espacio más amplio. No es un objetivo menor, pero es lo que deja trascender.
Más activo, aunque sin apuro, será posiblemente el papel que intentará De la Sota en una reconstrucción diferente del peronismo. Y habrá que ver cómo juegan otros dirigentes, de menor peso territorial, pero de largo recorrido. Es el caso de Adolfo Rodríguez Saá y, en menor medida, del chubutense Mario Das Neves, que logró ganarle su provincia al kirchnerismo duro.
El tema de fondo, que pesará sin dudas paralelamente en la interna, será la relación con el gobierno que viene. El poder central, en toda la era kirchnerista, creció significativamente en detrimento de las provincias. La coparticipación federal cedió hasta puntos patéticos, colocando a cada jefe provincial en niveles de dependencia aguda. Difícil, a pesar del discurso oficial, describir ese cuadro como federalismo.
El gobierno nacional no sólo maneja fondos que las provincias en casi todos los casos dejaron de reclamar, sino que lo ha hecho generando relaciones de subordinación de gobernadores y también de intendentes. Además de las deudas con la Nación, pesa que el grueso de los planes de infraestructura y la casi totalidad de los programas sociales han dependido de manera creciente del poder central.
Es posible que los jefes provinciales reclamen rediscutir la coparticipación, pero esa pulseada no se limitaría sólo a las provincias en manos del PJ, sino también a los grandes distritos, empezando por Buenos Aires.
Las necesidades de unos y otros marcarán en parte la agenda que viene. El interrogante es si se manejarán en tiempos razonables o se dispararán en función de las internas.
Los tanteos a escala bonaerense y los que descontaban un nuevo cuadro nacional han comenzado y se acelerarán a partir de ahora. Y los pases de cuentas en el peronismo seguramente no demorarán. La Presidenta saliente podrá experimentar entonces qué se siente lejos de Olivos.
Por Eduardo Aulicino
Fuentes: Clarín, Hoy en la Noticia y LOP