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Sociedad e Interés General - 01-03-2015 / 10:03
EFEMÉRIDES POPULARES. EL 1 DE MARZO DE 1870 MORÍA HEROICAMENTE EL MARISCAL SOLANO LÓPEZ

La guerra de la “Triple Infamia” y el exterminio del Paraguay

La guerra de la “Triple Infamia” y el exterminio del Paraguay
Montón de cadáveres paraguayos. Foto tomada durante la guerra de la Triple Alianza ó Guerra del Paraguay y data del año 1866. Tras la derrota en la Guerra de la Triple Infamia, ya casi nada quedaba del Paraguay, su población masculina entre 15 y 60 años había muerto bajo la metralla.
La Guerra del Paraguay ocurrida entre 1865 y 1870 ha sido el más funesto y doloroso hecho de la historia de la América Latina. Llamada de la "Triple Alianza", fue un enfrentamiento bélico sin precedentes donde la República Argentina, el Imperio esclavista del Brasil y la República Oriental del Uruguay, que se aliaron en una guerra fraticida contra el heroico pueblo guaraní del Mariscal Francisco Solano López.

La guerra terminó el 1 de marzo de 1870 con la muerte de Solano López y una derrota total del Paraguay, que conllevó también un desastre demográfico: según las distintas fuentes, el país perdió entre el 50% y el 85% de su población y quizá más del 90% de su población masculina adulta. Fue un verdadero genocidio, de magnitudes inconmensurables que hoy siquiera cuesta imaginar. Asesinaron a más de 1.000.000 de paraguayos.

Paraguay perdió gran parte de su territorio - 169 174 km² - y fue obligado a pagar una abultada indemnización de guerra: el préstamo de £ 200.000 recibido del Reino Unido debió saldarse con sucesivas refinanciaciones, llevando la suma a £ 3.220.000.

En 1954, el historiador José María Rosa publica "La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas", obra canónica del pensamiento nacional y de lectura ineludible para comprender la naturaleza y los alcances de la conflagración. Este trabajo monumental abrió camino para que otros historiadores revisionistas profundizaran el tema. De allí en adelante, la "historia oficial" se derrumba y la verdad histórica se abre paso para grabar en la memoria colectiva de la Patria Grande un genocidio sin paralelo en la vida de América Latina.

"La guerra devastó al Paraguay en una medida desconocida en la historia americana. De 1.300.000 habitantes sobrevivieron 300.000, la mayoría mujeres y niños". Efraín Cardozo. "Breve historia del Paraguay". 

"En la guerra del Paraguay han triunfado no sólo la Republica Argentina sino también los grandes principios del libre cambio. Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto es sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado". Bartolomé Mitre. "Arengas".

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HOMENAJE DESDE LA PATRIA GRANDE A FRANCISCO SOLANO LÓPEZ

"Mariscal Del Paraguay Francisco Solano López, ¡ Presente!"

Escrito por José María Pepe Rosa

"¡Muero con mi Patria!" Con esa última frase en sus labios, el 1º de marzo de 1870, en Cerro-Corá, el Mariscal Francisco Solano López, herido, agotado y desangrado, medio ahogado, moribundo y anegada en sangre el agua inmunda del arroyo que, caído sentado, lo circundaba, recibió un tiro de Manlicher que le atravesó el corazón.

Ahí quedó, muerto de espaldas, con los ojos abiertos y la mano crispada en la empuñadura de su espadín de oro -en cuya hoja se leía "Independencia o Muerte"-. "O, diavo do López!" ["Oh, diablo de López!"], comentó el macaco recluta del Imperio brasileño mientras pateaba el cadáver.

Las últimas palabras del Mariscal eran algo más que una metáfora: ya casi nada quedaba del Paraguay, toda su población masculina entre los 15 y 60 años había muerto bajo la metralla.

Muchísimas mujeres y niños también, cuando no por las balas, por las terribles epidemias de cólera y fiebre amarilla, o simplemente sucumbieron de hambre.

Tampoco quedaron ni altos hornos, ni industrias, ni fundiciones, ni inmensos campos plantados con yerba o tabaco, ni ciudad que no fuera saqueada.

Apenas si un montón de ruinas cobijaba a los fantasmales trescientos mil ancianos, niños y mujeres sobrevivientes.

Se condenó al país a pagar fortísimas indemnizaciones por "gastos de guerra".

Paraguay perdió prácticamente la mitad de su territorio, que pasó a formar parte de Brasil y de Argentina (las actuales provincias de Misiones y Formosa).

Cinco años antes, al comenzar la guerra de la Triple Alianza, el
Paraguay de los López era un escándalo en América.

El país era rico, ordenado y próspero, se bastaba a sí mismo y no traía nada de Inglaterra... Abastecía de yerba y tabaco a toda la región y su madera en Europa cotizaba alto.

Veinte años había durado la presidencia del padre, don Carlos Antonio López, hasta su muerte en 1862, y desde entonces la del hijo Francisco Solano.

El Paraguay tenía 1.250.000 habitantes, la misma cantidad de la vecina Argentina de entonces (¡Se exterminó en la guerra nada menos que al 75% de la población!).

El país era de los paraguayos. Ningún extranjero podía adquirir propiedades, ni especular en el comercio exterior. Y casi todas las tierras y bienes eran del Estado.

La balanza comercial arrastraba un saldo ampliamente favorable, y carecía de deuda externa.

Contaba con altos hornos y la fundición de Ibicuy fabricaba cañones y armas largas. Funcionaba el primer ferrocarril de latinoamérica, un telégrafo y una poderosa flota mercante. Tenía el mejor ejército de Sudamérica.

El nivel de la educación popular también era el primero del continente.

Además, Paraguay era un importante productor de algodón, materia prima que necesitaba el capitalismo inglés en su etapa de expansión imperialista para su industria textil, principal motor de su economía.

El bloqueo al sur esclavista de la Confederación, que proveía de algodón a la industria inglesa, producido por la guerra de Secesión norteamericana (1861-1865), hizo indispensable para los intereses británicos la destrucción de tal nación soberana.

Esos intereses manipularon al círculo de influencia del emperador del Brasil y al partido mitrista y la oligarquía porteña y montevideana, hasta promover el vergonzoso exterminio espeluznante de todo un pueblo, que incluyó de paso a las montoneras argentinas.

Verdaderamente, como se ha dicho, la guerra de la Triple Alianza fue la guerra de la Triple Infamia.

Lo cierto es que la marcha final de siete meses de los últimos héroes paraguayos hacia Cerro-Corá, doscientas jornadas por el desierto, bajo el ardiente sol tropical, constituye una de las páginas más sórdidas pero también más gloriosas de la historia americana.

Soldados abrazados por la fiebre o por las llagas y extenuados por el hambre, sin más prendas que un calzón, descalzos porque los zapatos, como el morrión y las correas del uniforme, han sido comidos después de ablandar el cuero con agua de los esteros.

Todos están enfermos, todos escuálidos por el hambre, todos heridos sin cicatrizar. Pero nadie se queja. No se sabe adónde se va, pero se sigue mientras no sorprenda la muerte.

Conduce la hueste espectral el presidente y mariscal de la guerra Francisco Solano. Si no ha podido dar el triunfo a los suyos, les ofrecerá a generaciones venideras el ejemplo tremendo de un heroísmo nunca igualado.

Cinco años después, el gran Paraguay de los López quedó hundido, con todo su pueblo, en los esteros guaraníes. Desde entonces el Foreing Office quedaría como dueño absoluto de la región y dejaría desarticulada, por lo menos durante un largo período que todavía sufrimos, la posibilidad de integrar en una sola nación a la Patria Grande. La gran causa iniciada por Artigas en las primeras horas de la Revolución, continuada por San Martín y Bolívar al concretarse la Independencia, restaurada por la habilidad y energía de Rosas en los años del "sistema americano", y que tendría en el Gran Mariscal Francisco Solano López su adalid postrero.

Pero ya una año antes de Cerro-Corá, viejo y pobre en su destierro de Southampton, don Juan Manuel de Rosas, que por sostener lo mismo que López había sido traicionado y vencido en Caseros por los mismos que traicionaron y vencieron ahora al mariscal paraguayo, se conmovió, profundamente emocionado, ante la heroica epopeya americana. El Restaurador miró el sable de Chacabuco que pendía como único adorno en su modesta morada. Esa arma simbolizaba la soberanía de América; con ella San Martín había liberado a Chile y a Perú; después se la había legado a Rosas por su defensa de la Confederación contra las agresiones de Inglaterra y Francia. El viejo gaucho ordenó entonces que se cambie su testamento, porque había encontrado el digno destinatario del sable corvo de los Andes.

El 17 de febrero de 1869, mientras Francisco Solano López y el heroico pueblo guaraní se debatían en las últimas como jaguares decididos que se niegan a la derrota, Rosas testó el destino del "sable de la soberanía":

"Su excelencia el generalísimo, Capitán General don José de San Martín, me honró con la siguiente manda: 'La espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria'.

"Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su Excelencia el señor Gran Mariscal, presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible defender esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria".

Fuente: Nac & Pop

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