Nacionales
10-11-2025 / 10:11
“EL CIPAYO” MILEI Y EL PODER ECONÓMICO BUSCAN DESTRUIR AL MOVIMIENTO NACIONAL Y POPULAR
El peronismo está frente a uno de los mayores desafíos de su historia

Un oficialismo ordenado, una oposición sumida en internas. El Gobierno de Javier "el Cipayo" Milei avanzará con sus reformas regresivas, mientras el principal partido de oposición sigue sin salir del shock que fue el resultado sorpresa de octubre para propios y extraños. Que no haya una dirección política unificada, o directamente que no haya conducción, es inescindible del presente fragmentado.
Un oficialismo ordenado, una oposición sumida en internas. El Gobierno de Javier "el Cipayo" Milei avanzará con sus reformas regresivas, mientras el principal partido de oposición sigue sin salir del shock que fue el resultado sorpresa de octubre para propios y extraños. Que no haya una dirección política unificada, o directamente que no haya conducción, es inescindible del presente fragmentado.
A apenas dos semanas de haber ido a votar, la sensación es de un escenario político planchado, sin novedades y a espera de algún acontecimiento que sacuda esa relativa tranquilidad otorgada al Gobierno libertario tras las elecciones. Semeja, cada vez con mayor intensidad, que las responsabilidades están en el campo opositor.
Habrá otra ofensiva profundizada contra los trabajadores, a través de los proyectos de reforma laboral que persiguen achicar más todavía a la clase media (¿cuánto más puede apretarse hacia abajo?). Tal vez no sea inminente, porque voces en off del Gobierno indican que son más bien "bombas de humo" para medir el humor social. Como fuere, el momento llegará y cabe seguir preguntándose si la dirigencia sindical mayoritaria persistirá en sus nubes de Úbeda.
El interrogante, por supuesto, se extiende al conjunto de referentes políticos opositores. Podría considerarse lógico que, al cabo de un resultado electoral que no esperaba ni el propio oficialismo, la oposición se encuentre en estado de shock. Sin embargo, hay el reparo de que, en esa franja, las dificultades e indecisiones vienen de antes. De bastante antes. El dictamen de las urnas sólo acentuó que la tierra barrida debajo de la alfombra volviera a exponerse.
Que no haya una dirección política unificada, o directamente que no haya conducción, es inescindible del presente fragmentado. Será más temprano que tarde cuando el peronismo, como única fuerza no testimonial en condiciones de disputar poder, o gobierno, deba resolver su situación indefinida. Y si no es mediante un consenso que pueda abroquelar de forma convincente, sería la oportunidad de hacerlo con elecciones internas.
¿Alguien tiene una fórmula más apta, si no se arriba a acuerdos básicos? De paso, o en primer término, reiteremos ciertas incógnitas.
¿Hablamos de diferencias programáticas y, luego, acerca de tácticas de alianzas que permitan un arco lo más amplio posible, como para enfrentar con éxito a un bloque dominante envalentonado? ¿Hablamos de disidencias respecto de las administraciones territoriales, que pudieran significar divisiones insalvables entre la gobernación bonaerense y La Cámpora? ¿O estamos hablando de disputas de figuración, por más antipático que resuene?
No pareciera que fuesen las dos primeras variantes, salvo habernos perdido algún aspecto sustancial. ¿Cuáles serían los enfrentamientos ideológicos marcados, e incluso secundarios, entre los idearios de Cristina y Kicillof o entre aquellos que responden a una y otro?
Si no los hay; si la respuesta es efectivamente negativa; si no rige algún cisma político profundo susceptible de ser arreglado entre cuatro paredes y como debería corresponder a gente grande, entonces resta la opción de que lo irresoluto pasa por razones de contienda individual. Y en esa alternativa, no cabría más que la ruptura.
Es decir: justo lo esperado por los libertaristas y sus socios para seguir comiendo pochoclo mientras Washington no les suelte la mano. Sería tristísimo y peligroso. Por eso es dable esperar que haya freno, si es que se llega al borde del abismo.
A apenas dos semanas de haber ido a votar, la sensación es de un escenario político planchado, sin novedades y a espera de algún acontecimiento que sacuda esa relativa tranquilidad otorgada al Gobierno libertario tras las elecciones. Semeja, cada vez con mayor intensidad, que las responsabilidades están en el campo opositor.
Habrá otra ofensiva profundizada contra los trabajadores, a través de los proyectos de reforma laboral que persiguen achicar más todavía a la clase media (¿cuánto más puede apretarse hacia abajo?). Tal vez no sea inminente, porque voces en off del Gobierno indican que son más bien "bombas de humo" para medir el humor social. Como fuere, el momento llegará y cabe seguir preguntándose si la dirigencia sindical mayoritaria persistirá en sus nubes de Úbeda.
El interrogante, por supuesto, se extiende al conjunto de referentes políticos opositores. Podría considerarse lógico que, al cabo de un resultado electoral que no esperaba ni el propio oficialismo, la oposición se encuentre en estado de shock. Sin embargo, hay el reparo de que, en esa franja, las dificultades e indecisiones vienen de antes. De bastante antes. El dictamen de las urnas sólo acentuó que la tierra barrida debajo de la alfombra volviera a exponerse.
Que no haya una dirección política unificada, o directamente que no haya conducción, es inescindible del presente fragmentado. Será más temprano que tarde cuando el peronismo, como única fuerza no testimonial en condiciones de disputar poder, o gobierno, deba resolver su situación indefinida. Y si no es mediante un consenso que pueda abroquelar de forma convincente, sería la oportunidad de hacerlo con elecciones internas.
¿Alguien tiene una fórmula más apta, si no se arriba a acuerdos básicos? De paso, o en primer término, reiteremos ciertas incógnitas.
¿Hablamos de diferencias programáticas y, luego, acerca de tácticas de alianzas que permitan un arco lo más amplio posible, como para enfrentar con éxito a un bloque dominante envalentonado? ¿Hablamos de disidencias respecto de las administraciones territoriales, que pudieran significar divisiones insalvables entre la gobernación bonaerense y La Cámpora? ¿O estamos hablando de disputas de figuración, por más antipático que resuene?
No pareciera que fuesen las dos primeras variantes, salvo habernos perdido algún aspecto sustancial. ¿Cuáles serían los enfrentamientos ideológicos marcados, e incluso secundarios, entre los idearios de Cristina y Kicillof o entre aquellos que responden a una y otro?
Si no los hay; si la respuesta es efectivamente negativa; si no rige algún cisma político profundo susceptible de ser arreglado entre cuatro paredes y como debería corresponder a gente grande, entonces resta la opción de que lo irresoluto pasa por razones de contienda individual. Y en esa alternativa, no cabría más que la ruptura.
Es decir: justo lo esperado por los libertaristas y sus socios para seguir comiendo pochoclo mientras Washington no les suelte la mano. Sería tristísimo y peligroso. Por eso es dable esperar que haya freno, si es que se llega al borde del abismo.
Pueden pegársele todas las vueltas que se quieran a la interna oficialista, saldadas -en apariencia, o no- a favor de La Hermanísima Karina y de los Menem. El asesor monotributista Caputo Santiago continuaría ejerciendo desde las sombras, cuando todos lo daban asumiendo en un lugar expuesto de relevancia.
Se entiende que, por razones de llenado de espacio y operetas, hay periodismo dedicado a hurgar en los avatares intestinos de los libertaristas. Pero, ¿es creíble, realmente, que haya quienes en el fondo no asuman la superficialidad de esta cuestión? ¿Qué modifica si ganó Karina contra Las Fuerzas del Cielo? ¿Qué cambio significativo implica que el Colorado votado con la cruz al Pelado sea ministro del Interior, habiéndose convertido así en un candidato tan testimonial como Manuel Adorni?
Que no representa nada sustantivo lo imprime el recalcado viaje de placer, pagado con "la nuestra", que el Presidente volvió a permitirse rumbo a Estados Unidos para danzarse un bailecito MAGA y rendir el examen habitual ante el Consejo de las Américas. Se fue tranquilo, con la seguridad de que por acá ya ocurrió lo que debía pasarle a fines de esperar las fiestas y el verano sin grandes alteraciones. Habrá de verse, por aquello de que esto es Argentina. Pero la imagen es esa.
De todos modos, el riesgo-país no termina de bajar a niveles que habiliten reingresar al crédito internacional. El tipo de cambio está en los márgenes que Caputo Toto consideró cómodos, en declaraciones públicas. Tiene razón, en su lógica, porque devaluaron sin decir que lo hicieron, aunque no deje de amenazar si a la primera de cambio hay alguna convulsión. Y por lo bajo, o no tanto, proliferan "agentes económicos" advirtiendo que algo no está bien si Estados Unidos compra pesos para que Argentina tenga dólares.
¿Cuánto importa, en las circunstancias actuales? ¿Quién se fija en esos detalles cuando se enseñorea el triunfo electoral que nadie calculó, por más que un porcentaje de 40 a 35, en números redondos de la suma general, no suponga una distancia aplastante ni mucho menos? El Gobierno y sus aliados mediático-judiciales avanzan sin perder un segundo. La agenda publicada, durante casi toda la semana, tuvo el dominio de eso que ya se instituyó como Causa Cuadernos.
No se trata de ignorar los hechos concretos ni las salpicaduras de corrupción que atraviesan a funcionarios del kirchnerismo, al igual que al entramado de empresarios y figuras políticas de todo color y pelaje. Sencillamente, y sin entrar en apreciaciones puntillosas que ameritan la opinión de especialistas, el objetivo excluyente de este desatino jurídico es reforzar la persecución contra Cristina Fernández de Kirchner. El proceso durará años, según previene toda fuente tribunalicia. Y cuanto más mejor, porque conllevará mantener el tema en boga.
Bien resumido por Raúl Kollmann, quien sabe largo del tema (ver su nota del jueves pasado, en Página/12), CFK no aparece en anotación alguna y ningún testigo, ni "arrepentido", pudo señalarla como receptora o peticionante de nada.
Los cuadernos en sí mismos, tal como agrega nuestro colega, son el primer delirio técnico. Oscar Centeno, chofer escribiente o eso dice, confesó haberlos quemado ¡en una parrilla!. Un año y medio después, aparecieron casi intactos y las pericias revelaron que la letra corresponde a más de una persona. Que los últimos fueron dictados. Que están llenos de centenares de tachaduras y alteraciones.
Una segunda prueba-base son las declaraciones de tales arrepentidos, a quienes se exigió involucrar a Cristina so pena de seguir en una celda o pasar a ella. Y ahora, como asimismo apunta Kollmann, los jueces se lanzaron a la manipulación suprema de que lo admitido por esos acongojados se incorpora mediante lectura, dando por veraz lo que dijeron sin control de las defensas. Ni a Cristina, ni a Julio de Vido, ni a Roberto Baratta, se les encontraron cuentas en el exterior ni bienes no declarados. Sí a la familia Macri, en cuyo gobierno nació la causa, pero eso no cuenta ni de lejos en el armado periodístico del asunto.
Es una versión renovada, o gastada pero penetrante, del argumento que usó el juez brasileño Sergio Moro -más tarde senador bolsonarista- para condenar a Lula. "Intima convicción". No tengo pruebas, pero basta con que tampoco tenga dudas. Exactamente lo mismo alcanzó para sentenciar a Cristina en la causa Vialidad, de la que ésta se desprende y en la que fue absuelta del cargo por asociación ilícita que, hoy, vuelve a serle imputado.
El bochorno susodicho se agrega al marco general de un Gobierno con el pecho inflado, excepto que los recurrentes habitantes de Narnia supongan a Comodoro Py y oficialismo -en su sentido de corpus de intereses económicos- como entidades separadas.
Mientras tanto, la victoria gremial de los trabajadores del Garrahan demostró que sí había y hay plata para satisfacer necesidades básicas de la población. En este caso, ligadas nada menos que a un establecimiento sanitario de excelencia mundial.
Fue también una victoria política que debiera ser de gran volumen pedagógico. Ratificó que la lucha firme es condición necesaria -no siempre suficiente- para torcer esa voluntad ajustadora, infinita, de un Gobierno que se regodea con la crueldad. Fue además una lección de cara a gremios tradicionales y a una CGT que no parece haber cambiado ni el perro ni el collar.
Por Eduardo Aliverti
Fuente: Página 12

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