Nacionales - 09-09-2018 / 11:09
Las interminables desventuras de Tom y Jerry
Si Tom y Jerry quieren divertirse con esos jueguitos suicidas, allá ellos. Pero, ¿no ha sido ya demasiado? ¿Cuánto deberá sufrir la sociedad para que Macri se convenza de que el Estado tiene poder para equilibrar variables descontroladas y que su obligación, justamente, consiste en usarlo?
Tom y Jerry son dos personajes que andan correteando sin demasiado sentido, mientras hacen destrozos. En todo momento, parece que están por producir una tragedia que finalmente, por poquito, no ocurre. Pero, en el medio, dejan un tendal.
Tal vez el flamante secretario de Cultura, Pablo Avelutto, cuando comparó a Macri y Peña con Tom y Jerry, no haya empleado la metáfora en ese sentido, pero la verdad es que su inconsciente es bastante agudo.
¿Cuánto tiempo les durará la tranquilidad? ¿En qué momento volverán a corretear el gato y el ratón por la cornisa, demasiado cerca del precipicio?
Tom y Jerry tal vez disfruten de los porrazos y los chichones. Pero el resto de la sociedad sufre mucho cada vez que se acercan al abismo.
Muchos economistas perciben que algunos problemas serios no han sido resueltos y pueden provocar nuevos momentos de zozobra. El principal de esos problemas es el traspaso a precios de la mega devaluación. En los próximos meses se esperan cifras altísimas, que girarán alrededor del 4% mensual.
Ese proceso afecta el nivel de vida de las personas. Pero además ejerce presión sobre el tipo de cambio. El dogma liberal instalado en la Secretaría de Comercio impide pensar al Gobierno en la implementación de acuerdos de precios y salarios, como lo sugieren incluso economistas ortodoxos, como Guillermo Calvo.
¿Cuánto deberá sufrir la sociedad para que Macri se convenza de que el Estado tiene poder para equilibrar variables descontroladas y que su obligación, justamente, consiste en usarlo?
Al mismo tiempo, la bola de vencimientos de deuda a corto plazo es otra bomba de tiempo. Muchos de los mismos economistas que recomendaban las retenciones sostienen que es necesario canjear esa deuda por una de plazo más largo para aliviar esa tensión.
Finalmente, luego de lo que ha ocurrido, parece bastante discutible que cualquiera pueda comprar la cantidad de dólares que quiera. No es necesario volver al cepo ni afectar a los particulares.
Pero, ¿permitir a una empresa grande o a un fondo de inversión que compre 5 millones de dólares en medio de una corrida sin que tenga que dar ninguna explicación?
Si Tom y Jerry quieren divertirse con esos jueguitos suicidas, allá ellos. Pero, ¿no ha sido ya demasiado?
El domingo pasado, cuando el dólar todavía estaba a 40, y el horizonte de Mauricio Macri parecía más negro que nunca, un integrante de la mesa chica presidencial recibió un WhatsApp de una de las más prestigiosas encuestadoras argentinas. Lo abrió, lo leyó y se lo comentó a los demás: "Miren esto. Le dicen gato, pero tiene más de siete vidas".
El trabajo, al que accedió Infobae, ratifica una de las paradojas más resistentes de este período político. Las personas consultadas, muy mayoritariamente, dicen que les va peor que cuando asumió Macri, que han empeorado especialmente el último año, que no creen que el próximo mejore su situación. O sea: están mal.
Más aún, rara vez las preguntas sobre la situación general y personal reflejaron tanto pesimismo. Sin embargo, el Presidente mantiene una imagen positiva importante (41%), su gestión recibe el apoyo del 38% de la población y aparece aún como el candidato que más votos recibiría si se presentara a la reelección.
A mediados de ese mes, con el dólar a 20 pesos, Macri aventajaba a Cristina Kirchner por 38 puntos contra 29. En un momento, la diferencia se achicó a apenas dos puntos. Ahora, volvió a ampliarse. Si el estudio fuera preciso, el Presidente obtendría unas décimas más que 35% y su antecesora lograría 31 de cada cien votos.
A cualquiera que haya vivido en la Argentina estos últimos meses ese escenario le producirá perplejidad. Mucho más cuando cualquiera que haya seguido los estudios de opinión de estos últimos años sabe que los votos de Cambiemos suelen estar subregistrados en las encuestas.
Un mes antes de la elección del año pasado, las encuestadoras del propio Gobierno registraban que Cristina le ganaba a Esteban Bullrich por 32 a 26 puntos. Llegada la elección, empataron en 34. Al final, el senador antiabortista obtuvo 42%, empujado claramente por el rechazo a la ex Presidente. No hay manera de medir cómo juega este último factor antes de que ella empiece la campaña. Pero a último momento se manifiesta.
Esa terquedad de un sector muy relevante de la sociedad que vota al oficialismo aunque esté mal la economía se complementó esta semana con la instalación de una calma cambiaria provisoria y endeble, pero que aleja al menos por unos días la sensación de abismo.
El fin de semana pasado ya había evidencia de que muchos argentinos empezaban a retirar sus depósitos en dólares para guardarlos en cajas de seguridad. No era un desborde sino un goteo. Nada nuevo, además: en mayo se produjo un fenómeno similar que luego, cuando el dólar se calmó alrededor de 30 pesos, se revirtió.
Pero si la situación seguía descontrolada, la gangrena podía trasladarse a los bancos. De hecho, el miércoles, cuando ya el dólar bajaba, los depósitos volvieron a caer 185 millones.
Una quiebra bancaria sería terrible para el país. Sin embargo, varios personajes relevantes de la oposición K intentaban empujarla. Ahí están como demostración las grabaciones de Víctor Hugo Morales, el tape de Diego Brancatelli en Intratables, y los tuits del dirigente social Luis D'Elía y del ex director de Télam, Fabián "Conu" Rodríguez. Algunas personas, en función de las pasiones políticas, se olvidan que viven en un país.
Gran parte de esa angustia se aquietó con la caída del dólar: el miércoles se estabilizó cuando el Banco Central vendió 500 millones, el jueves bajó por debajo de 39 pese a que el Central casi no vendió reservas y el viernes perforó el piso de los 38.
En los últimos días, varios economistas han sostenido que le ven una chance al Gobierno. El análisis sostiene que el dólar ha alcanzado un nivel tan alto que la presión alcista y el pánico disminuirán a lo largo de los días. Además, ese mismo factor contribuirá a equilibrar la balanza de pagos.
Por otro lado, la tibia medida distribucionista que tomó el Gobierno a comienzos de la semana, al implantar retenciones fijas al sector exportador, permitirá que se cierre el déficit fiscal primario. El crecimiento de la producción de Vaca Muerta irá derramando su efecto benéfico sobre ambos flancos: el fiscal y el de la cuentas externas.
El acuerdo con los gobernadores que se podría firmar el martes y el anuncio de mejores condiciones en el acuerdo con el Fondo podrían fortalecer este panorama.
Esa mitad de la biblioteca se compensa con otra mirada más pesimista, que el Gobierno debería escuchar si no quiere tropezar en poco tiempo con otra corrida.
"Algunas personas sostienen en estas horas, con cierta ingenuidad, que la crisis financiera que agitó a la Argentina ya terminó porque el dólar cerró un poquito para abajo el viernes. Otras consideran que el alivio será transitorio y que aún habrá que soportar temblores. Tal vez sea momento de advertir que el presidente Mauricio Macri y su equipo deberán actuar con extrema lucidez, autocrítica y precisión si pretenden evitar el estallido de una nueva crisis. Mucha gente se enoja cuando alguien marca que ese riesgo existe, como si el mero señalamiento contribuyera a incrementar las posibilidades de un desastre. Es un clásico. Pero la negación no ha sido nunca el método apropiado para enfrentar problemas realmente graves".
Con ese párrafo arrancaba esta columna el 8 de mayo de este año. La idea de que la crisis terminó es tan controvertida como entonces.
Por Ernesto Tenembaum
Fuente: Infobae