Nacionales - 08-07-2018 / 10:07
Una derecha que no reconoce derechos y trata a los trabajadores como subalternos
Elisa Carrió se dirige a las clases medias y medias altas. Nada exhorta a las altas, a las grandes corporaciones o a los ricos, en jerga sencilla. Podría demandarles que honraran sus deberes impositivos. Tampoco le sugiere “al campo” que resigne parte de las super rentas que le garantiza la devaluación salvaje. Que, ante el derrumbe de la economía real, acuerde con el Gobierno posponer o abolir nuevas bajas de la alícuota de las retenciones.
John Maynard Keynes habrá dado un vuelco en la tumba que habita, cavada en el largo plazo. La diputada Elisa Carrió sacó de la galera un incentivo al consumo. Exhortó a "la clase media y la clase media alta" a dar propinas y conceder changas.
La clásica incontinencia verbal de Lilita deriva al descontrol, junto a la de la dirigencia de Cambiemos que se ha quedado sin brújula, sin conducción y sin libretistas. La entropía económica se corresponde con la perdida de cohesión interna, un clásico de los gobiernos en crisis. El éxito aglutina y hermana, la desdicha enfrenta, expulsa eventualmente.
Las frases de Carrió, como las confesiones taimadas del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne o las recriminaciones del ex de Energía Juan José Aranguren ofrecen síntomas de problemas mayores y tal vez por eso ameriten ser tomadas en cuenta. Hay expresiones o actos que equivalen a confesiones o a encefalogramas. Autorretratan o informan sobre la inteligencia y capacidad de razonar de los emisores.
Como iniciativa para paliar la grave situación de los trabajadores, la "boutade" de Lilita podría, a primera vista, reducirse a una charla de quincho entre dos tilingos: ella y el periodista que la entrevistó, sin osar una repregunta, colar un matiz, diferenciarse así fuera para evitar el ridículo.
Pero es más: un testimonio de la ideología de la dirigencia de Cambiemos, en dos facetas. Su visión del mundo: una derecha que no reconoce derechos, tratando a los trabajadores como subalternos. Y su patética carencia de conocimiento.
El equipazo está desnudo: forman un Gobierno de clase, benefician a una en particular. Su elenco rejunta cuadros políticos muy limitados. La educación privada deja mucho que desear, el tránsito de la actividad empresarial (la financiera en particular) a la pública es escarpado y arduo.
Carrió se dirige a las clases medias y medias altas. Nada exhorta a las altas, a las grandes corporaciones o a los ricos, en jerga sencilla. Podría demandarles que honraran sus deberes impositivos. Tampoco le sugiere "al campo" que resigne parte de las super rentas que le garantiza la devaluación salvaje. Que, ante el derrumbe de la economía real, acuerde con el Gobierno posponer o abolir nuevas bajas de la alícuota de las retenciones.
De eso no se habla. Eso ni se piensa. La diputada alude a la magnanimidad de quien otorga una limosna, una dádiva, como quien arroja miguitas a las palomas. Los derechos escapan a su diccionario.
Poder dominación, matices
El dialecto neo-con prescinde de los derechos tanto como de las relaciones de poder, por ejemplo la laboral. Una de sus claves es la dominación que se dirime combinando negociación, imposición del más fuerte y conflicto.
Las leyes, las correlaciones de fuerzas, el sistema político, la afiliación y el activismo sindical, el pleno empleo, contrapesan para el lado de la justicia social. La desocupación, los gobiernos market friénd o patronalistas, la falta de combatividad, cooperan para acentuar la asimetría de poder, preexistente.
El capital es más poderoso que los trabajadores. La proporción varía históricamente, tanto como el rol del Estado como amortiguador o acelerador de las desigualdades. La igualdad es noble, canta el Himno en, acaso, su estrofa más bella. Se disputa, eventualmente se conquista, no existe sin lucha ni "naturalmente".
Imposible formular reglas históricas de alcance absoluto. Baste enunciar, para este abordaje de trazo grueso, que los períodos de descenso o empobrecimiento colectivo desafían a la solidaridad, no la garantizan... más bien al contrario.
El modelo macrista en su estadio actual desampara a amplios estamentos sociales. Desde las clases medias o las Pymes, hasta los trabajadores estatales, pasando por los informales, las empresas recuperadas, las cooperativas, los profesionales independientes. Todos ruedan cuesta abajo, a diferente velocidad y no forzosamente articulando entre sí.
La fragmentación social se incrementa y complejiza. Cada quien cae desde una posición previa que condiciona sus recursos, sus competencias y su imaginario. Usualmente sigue tomando como referencia la posición que ocupó antes y no la, imprecisa, que le toca en desgracia ahora.
En su libro Fitoussi y Rosanvallon explican que "un empresario en quiebra, un ejecutivo desocupado y un asalariado con empleo precario no forman una categoría homogénea, aunque las diferencias de ingresos terminen por borrarse. (...)". Siguen teniendo como referencia la categoría a la que pertenecían. Lo que es un escollo, agregamos, para la acción colectiva.
Plan de evasión
Dado que el oficialismo es aliado del gremialista Luis Barrionuevo, Carrió podía haber reescrito la famosa consigna: "hay que dejar de evadir por dos años". E interpelar a las clases dominantes, a la familia del presidente y a su equipo de ministros, empezando por el de Hacienda, Nicolás Dujovne.
El hombre, tan modosito en apariencia, se reveló como un evasor contumaz: de impuestos nacionales y de tasas municipales. Adeudaba estas por truchar información sobre la suntuosa vivienda particular que declaró como baldío. De nuevo: la información es poder, a veces se ejerce ocultándola.
Descubierto por una investigación del diario Tiempo Argentino, parece que se puso al día. Recién cuando lo pescaron, subrayamos. En declaraciones periodísticas aseguró haber pagado 325.000 pesos. No acompañó boletas, no explicó por qué concepto: si solo saldó deuda atrasada, o si fue sancionado pecuniariamente por falsear información pública. Lo dijo en tono desafiante, como si fuera una virtud. Asombra la lógica meritocrática de Cambiemos.
Dujovne se acogió al blanqueo fiscal macrista. El primero porque hay dos más en preembarque: una segunda versión de la anterior y uno laboral referido a cargas sociales.
Los blanqueos equivalen a amnistías o indultos para quienes como Dujovne son (seguro) evasores, posiblemente fugadores de divisas. O, tal vez, lavadores de dinero. Imposible corroborarlo porque se cobijan en el secreto fiscal. El ministro- estrella arguye que se trata de un hecho privado, incurre en una falacia. Nada menos privado que el blanqueo de un funcionario público con competencia en economía.
El secreto fiscal es un derecho pero no una obligación para el contribuyente: si Dujovne deseara ser transparente podría dar a conocer qué blanqueó.
El funcionario asevera que re-importó a la Argentina los activos líquidos que tenía a buen resguardo, fuera del país, No aporta datos, ni documentos. En criollo: no existen motivos para creerle; casi siempre macanea o se equivoca.
Los daños causados por la corrupción, entiende este cronista, son como regla, menos graves que los causados por las políticas públicas. La plata que escurrió el ventajero ministro, las trapisondas como contribuyente comunal o nacional parecen pichinchas comparadas con el sufrimiento social que está infligiendo, la estanflación, el desbaratamiento del aparato productivo, los despidos salvajes en sector público, los cierres de negocios y pequeñas empresas.
De cualquier forma, las irregularidades le restan legitimidad al staff de millonarios en dólares que convocan a los humildes al sacrificio, a restringir consumos imprescindibles, a aterirse de frío, a volver a los comedores comunitarios o al trueque.
Tal vez sea por eso, por solidaridad entre ricos, que Carrió ni nombra al combate a la evasión como instrumento para achicar el déficit fiscal. El programa de contingencia se reduce a recorte de gastos y propina. Toda una novedad del macrismo para futuros seminarios internacionales de economía política. Una mesa redonda en Davos, quién le dice...
La City y los conurbanos
Carrió expresa con desbordante personalidad una tendencia general. Funcionarios, legisladores, periodistas orgánicos que reciben parvas de publicidad oficial, se "sacan" delante de cámaras o micrófonos. La desazón se propaga, hay poco para celebrar, tal vez nada. Un día de sosiego en la City se festeja como si fuera el desembarco aliado en Normandía.
Por lo bajo, en confidencia aún con cronistas críticos, la nomenklatura macrista reconoce que mira con temor los Conurbanos, la pobreza creciente, la indigencia que aumenta, el hambre que se empieza a notar.
"El estallido" (expresión impropia y desmesurada) se maneja como hipótesis de trabajo. Si hubiera un conato, el manual impone culpar a los punteros o al peronismo. Cuanto menores sean las precisiones, mejor. Pero, puertas adentro, las contadas mentes lúcidas del macrismo perciben el clima de desolación, angustia y necesidad.
El jueves algún hipermercado del sur del Conurbano cerró sus puertas, fue rodeado y custodiado por patrulleros policiales. Corrían rumores: "vienen los piqueteros". Nada sucedió, a menudo esas versiones son alimentadas por las fuerzas de seguridad.
El resquemor, todo modo, recorre despachos oficiales. Desconcertaron, en ese contexto, zigzagueos de la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. Primero anunció al diario Clarín que ofrecería importantes cantidades de plata a los movimientos sociales. El Multimedios lo difundió como nota de tapa y en un editorial de un importante columnista. La información provenía de fuente oficial, de "la boca del caballo".
Los dirigentes sociales acudieron a la cita dando por hecha esa oferta pública. Sin embargo, la oferta concreta de Stanley fue misérrima, filo insultante. Cuesta comprender para qué prometió de más, acentuando la consiguiente defraudación. Sonó a gesto provocativo y no a procurar "paz social".
La explicación más factible, que se aborda también en nota aparte, son las desinteligencias y desautorizaciones dentro del Gabinete. En especial, la primacía del ajuste sobre cualquier política compensatoria o paliativa.
Como sucedió con la Convertibilidad, el Blindaje y el Megacanje la política económica y financiera, la centralidad del ajuste y del pago de la deuda van dejando a Macri o sus ministros sin "políticas", achicando su margen de acción.
Hoy mismo, el Estado destina más fondos a pagar deuda que a obra pública. El gasto, el déficit se incrementan por los servicios que no generan ninguna externalidad positiva. El dato, sencillo y cuantificable, describe las prioridades del gobierno y la asfixia que debilita todo tipo de acción estatal. Ojo al piojo, el desbalance no incluye todavía lo que se pagará al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Uno de tantos factores que ayudan a predecir que, si junio fue un mes terrible para la mayoría de los argentinos, el resto del invierno y del año serán peores.
Por Mario Wainfeld
Fuente: pagina12.com.ar