Nacionales - 24-04-2018 / 12:04
OCASO IMPREVISTO
Se inició la decadencia política de la alianza Cambiemos
La colección de errores políticos y de management, como telón de fondo de los irreductibles aumentos de tarifas, detonan el proceso político por el que la clase media puede encaminar su necesidad de cambio a futuros candidatos completamente inesperados, pero alejada de la confundida y contumaz alianza derechista gubernamental.
El gobierno de Mauricio Macri, una alianza política de conservadores y radicales, acaba de pisar, probablemente, la línea que lo separaba de su decadencia política.
La pérdida de sintonía fina con el impiadoso e inconmovible aumento de las tarifas, en un contexto de inflación por encima de las metas oficiales, falta de ingreso de inversiones genuinas y sequía que afecta al principal sector, el agroindustrial, que trae dólares para que la economía funcione, encamina la experiencia de Cambiemos al colapso, semejante en proporciones pero muy diferente al que en 2012 marcó el comienzo del final del malabarismo K, apenas un año después de conseguir la reelección de CFK con el 54% de los votos.
Y es distinta porque hace seis años la clase media salió a la calle, inéditamente, para decir "basta" a la intolerancia seudo izquierdista del kirchnerismo pero ahora el límite se está gestando sin manifestaciones, lo que, al ser menos visible, es tanto peor para una administración que ha comenzado a despeñarse en la necedad o, peor aún, en practicar la contumacia en el error.
Todo lo que hace el Gobierno conspira en contra de la reactivación económica, sin poder domar la inflación. De hecho, una encuesta de la consultora Opinaia encontró que el 45% de la población consideró que este año perderá poder adquisitivo y, como en economía las expectativas juegan un rol relevante, esa constatación puede tener coletazos perversos.
Lo cierto es que el manejo gubernamental del macrismo es una proyección del viejo y anticuado management verticalista de las grandes empresas, en cuya armadura no figuran las percepciones sociales ni comunicacionales ni políticas.
De ese modo, el gobierno de Cambiemos está encerrado en su lógica y desestima cualquier crítica porque, postula, proviene de la "vieja política", es decir, los viejos trucos de los necrosados partidos, como el peronismo o el radicalismo, o las izquierdas de todo pelaje.
Por esas razones, se acumulan los indicios, significativos y contundentes, de que la experiencia Cambiemos de Macri ha iniciado el proceso de pérdida de apoyo de la clase media, lo que comienza a poner en duda la reelección en 2019 y, en cambio, abrir un período de cambios inesperados en el recambio político, ya que la clase media en la Argentina ha demostrado que sus apoyos son solo temporales.
La coartada de los presuntos analistas políticos, como se autodefinen sin mucho más respaldo que la cosechas de datos estadísticos, indica asimismo casi el mismo tenor de error político, no sólo de las encuestas en las elecciones de 2015 sino del pretérito 2012, cuando no lograron percibir el cambio socio-político de la ciudadanía, especialmente de la clase media.
Así, según ese muy probable erróneo "análisis", el descrédito que marcan las encuestas hacia el Gobierno, por el aumento de las tarifas y la impericia en controlar la inflación, no se reflejaría en pérdida de adhesión política dado que el oficialismo tiene el salvoconducto fácil de culpar al kirchnerismo de la génesis de todos los males y que sus adherentes no tienen refugio en otro partido o tendencia política (porque el peronismo está atomizado y en franca confusión).
Pero sucede que en un período histórico de ruptura social aquellas dos excusas tienen una salida que en otros países, como Italia (donde un cómico obtuvo un amplio apoyo en las urnas), mostraron opciones: por un lado, asignarle toda la culpa al kirchnerismo puede ser claramente un bumerán cuando esa facción política profundiza su implosión (ha descendido en el apoyo en los sondeos del 33% al 20% en dos años), a lo que contribuye su silencio político o bien sus pataleos públicos con cada vez menos repercusión, en tanto sus jerarcas y asociados están en la cárcel o se encaminan hacia allí.
Por otro, la aparente falta de opciones políticas para que los votantes encuentren alternativas, se desdibuja cuando, como se vislumbra en el Brasil del Lula Da Silva preso, surgirán candidatos de partidos menores o, en el caso argentino y extremando la sinrazón, podrían aparecer figuras no políticas de sustitución rabiosa en lugar de Cambiemos (desde Roberto Moldavsky y Guido Kaczka hasta Mauricio Yattah, del Partido Popular -que obtuvo el 0,30% de los votos en las elecciones de 2015-, o una dupla cualquiera del estilo Juan José Campanella-Ricardo Darín).
La simetría de esas alternativas se apoya, por ejemplo, en el particular caso de Italia, en cuyas elecciones del pasado 4 de marzo se impuso el Movimiento 5 Estrellas, fundado por el comediante Beppe Grillo, al obtener un suculento 32,7% de los votos.
En otras palabras, ya la clase media en la Argentina ha demostrado que sus apoyos son solo temporales.
Según la encuestadora Aresco, que suele trabajar para el Gobierno, el principal motivo de preocupación económica, en un 48%, es la suba de tarifas, porque es el rubro que "más problemas" generan a las economías familiares.
Si eso es fácil de deducir en las clases trabajadoras del Gran Buenos Aires, donde la gestión gubernamental concentra inversiones en obras públicas para corroer la base de sustentación política del peronismo, no deja de ser notable el impacto negativo en la clase media, eje del cambio político que captó Cambiemos en 2015 y que le puso en la Presidencia de la Nación y la poderosa Gobernación de la provincia de Buenos Aires.
Porque el incremento de las tarifas por encima de la inflación y aun cuando se abonen en cuotas (éstas se reciclarán, como interés compuesto, con las nuevas facturas que lleguen en los próximos meses, prolongando la restricción económica), se superponen a los incrementos de las naftas por arriba también de la inflación (25,4% versus un promedio de combustibles del 33,6%), mientras la AFIP ha redoblado los esfuerzos y los controles para evitar la evasión y elusión impositiva con el afán de que más miembros de la clase media paguen sus impuestos, lo que disminuye en conjunto su poder adquisitivo.
Efecto ése que se verifica en la pérdida de calidad de las compras cotidianas, en consumos alimenticios en supermercados, y en un incremento del uso del endeudamiento en tarjetas de crédito, lo que devendrá luego, por las altas tasas de interés, en mayor pérdida de consumo en términos ponderados.
En suma, todo lo que hace el Gobierno conspira en contra de la reactivación económica, sin poder domar la inflación. De hecho, una encuesta de la consultora Opinaia encontró que el 45% de la población consideró que este año perderá poder adquisitivo y, como en economía las expectativas juegan un rol relevante, esa constatación puede tener coletazos perversos.
A su vez, la inflación es renuente a bajar porque el déficit fiscal sigue elevado, mientras se lo cubre con endeudamiento externo.
Ese panorama se comienza a asemejar a una tormenta perfecta.
Para complicarlo todavía más, la acumulación de errores políticos de funcionarios del gobierno (como los de J.J. Aranguren y N. Dujovne, quienes admiten tener ahorros porque ni siquiera ellos confían en el país al que justamente procuran transformar en fiable), socava la viabilidad y aceptación pública de un Gobierno inmerso en su contradicción política, donde la población ya no suscribe y pierde confianza en el discurso sobre que en el futuro -al estilo de algunas religiones- vendrá el "reino de los cielos", la prosperidad.
Y eso tiene su origen en el management gubernamental, que es de cuño empresarial, de grandes empresas nacionales o internacionales. En él, ninguna de las profesiones que encarnan luego en puestos de máxima responsabilidad (ingenieros como M. Macri, J.J. Aranguren y Francisco Cabrera, economistas como N. Dujovne, Mario Quintana y Guillermo Dietrich, abogados como G. Garavano y G. Arribas, contadores como Gustavo Lopetegui) no tienen en su formación académica materias tales como política, sociología, geopolítica, comunicación y otros disciplinas.
Ese desconocimiento en esas materias los suelen transformar en carentes de sensibilidad política y social, porque de hecho, en esas compañías o en consultoras como de la que provienen Lopetegui y Quintana, solo tienen objetivos naturalmente económicos por alcanzar, con poco o ningún conocimiento o contexto político, como fue el management norteamericano (no el europeo) al menos hasta el advenimiento de "las cinco fuerzas" de Michael Porter (en 1985).
Ese es a menudo el motivo por el que los sindicalistas y los políticos profesionales pueden embaucar a los managers con cierta facilidad.
Ni siquiera, en rigor, los politólogos (como Marcos Peña y Gabriela Michetti) tienen en su formación materias en profundidad como la comunicación (una ciencia desde hace décadas), uno de los escollos más persistentes del Gobierno macrista.
De hecho, la confusión (a la que los consultores suelen confundir intencionadamente) entre marketing y comunicación determina que un filósofo escolástico como Jaime Durán Barba sea aceptado en el Gobierno como un experto en esas dos disciplinas, que no formaron parte de su formación académica.
Lo cierto es que el manejo gubernamental del macrismo es una proyección del viejo y anticuado management verticalista de las grandes empresas, en cuya panoplia no figuran las percepciones sociales ni comunicacionales ni políticas.
De ese modo, el gobierno de Cambiemos está encerrado en su lógica y desestima cualquier crítica porque, postula, proviene de la "vieja política", es decir, los viejos trucos de los necrosados partidos, como el peronismo o el radicalismo, o las izquierdas de todo pelaje.
El yerro radica en eso: no todos los cuestionamientos provienen de esa "vieja política" y con el prejuicio del management empresarial, ignorante entonces de qué es hoy la política y sus antecedentes, carecen de la perspectiva para diferenciar una cosa de la otra. O bien la desestimación pretende tener una coartada política para asignar un descrédito ajeno.
Por esas razones, se acumulan los indicios, significativos y contundentes, de que la experiencia Cambiemos de Macri ha iniciado el proceso de pérdida de apoyo de la clase media, lo que comienza a poner en duda la reelección en 2019 y, en cambio, abrir un período de cambios inesperados en el recambio político. Ya que, como pensaba Napoleón Bonaparte, "lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes."
Por Alphonse De Luxemburgo
Fuente: Urgente24