Nacionales - 16-02-2018 / 09:02
PARA COLMO, LA INFLACIÓN MAYORISTA FUE DE 4,6%, LO QUE ANUNCIA NUEVAS SUBAS
Por la devaluación y los tarifazos, la inflación en enero fue de 1,8%, lo que implica un 25% anual
MAURICIO MACRI LO HIZO. Bajo el impacto de la devaluación y los tarifazos, se hunden las metas oficiales de Mauricio Macri para la inflación. Para el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) fue en enero de 1,8 % en los precios minoristas. Eso implica un 25 % anual, por encima de la de 2017. Para colmo, la inflación mayorista fue de 4,6 %, lo que anuncia nuevas subas.
Bajo el impacto de la devaluación y los tarifazos, se hunden las metas oficiales de Mauricio Macri para la inflación. Para el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) fue en enero de 1,8 % en los precios minoristas. Eso implica un 25 % anual, por encima de la de 2017. Para colmo, la inflación mayorista fue de 4,6 %, lo que anuncia nuevas subas.
La suba interanual del 25 % es una mala noticia si se tiene en cuenta la meta de inflación oficial del 15 %, que el Gobierno de Macri debió modificar a fines de 2017, cambiando incluso la meta inflacionaria votada por el Congreso en el Presupuesto Nacional.
De acuerdo al registro oficial, el nivel general del 1,8 % relevado durante el primer mes del año ascendió a un 1,9 % en la región Pampeana y en el Noreste, mientras que la Patagonia registró el mayor índice con un 2,6 %, aunque en el interanual reflejó un 23,5 %. En tanto, en el Gran Buenos Aires se registró la mayor suba interanual con un 25,4 %.
En tiempo de vacaciones, los mayores aumentos se registraron en recreación y cultura (3,5 %), restaurantes y hoteles (2,9 %) y bebidas alcohólicas y tabaco (2,3 %). También fue alto el aumento en el precio del transporte: 2,2 %, tras el anuncio realizado por el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, sobre una suba escalonada del precio del transporte hasta junio.
A esto, habrá que sumarle los aumentos tarifarios de febrero en la luz, los peajes, medicina prepaga y telefonía celular. Tampoco habrá que descontar la devaluación del peso, con un dólar que danza alrededor de los $20 y que, inevitablemente, repercute en los precios de las góndolas. Y los precios mayoristas que crecieron a una tasa insólita por el fuerte impacto de la devaluación.
En este panorama, suena a broma de mal gusto la afirmación del gobierno de Macri que el alza salarial supera a la inflación de 2017. Noticia que fue destacada por el Gobierno, como así también por las grandes empresas periodísticas ultra oficialistas y analistas económicos afines al macrismo.
La intención es desalentar el reclamo de compensaciones por lo perdido el año pasado. Y son engaños del macrismo para imponer un techo en paritarias. Pero la única verdad es la realidad: cuando los trabajadores reciban la primera cuota de aumento, la inflación ya le habrá erosionado por varios meses el salario. Son tajadas que los grandes empresarios se embolsan y no retornan más al bolsillo del trabajador.
La Opinión Popular
Una economía cada vez más vulnerable
Vulnerabilidad es la palabra que resume la situación actual de la economía local. Las políticas macroeconómicas, comerciales y financieras situaron a la Argentina en una posición de fragilidad externa, sostenida con un creciente endeudamiento. En paralelo, los resultados productivos y en el mercado de trabajo, inclusive en un año de rebote económico como 2017, dan cuenta de cambios regresivos en términos estructurales.
El frente externo preocupa: las ilusiones de un boom exportador y una lluvia de inversiones extranjeras como consecuencia de un gobierno más "amigable" con los mercados se esfumó. Luego de la liquidación del stock de soja retenida a comienzos de la gestión, las ventas al exterior mostraron un estancamiento en 2017. Ni Vaca Muerta, ni explosión del sector minero, ni "supermercado del mundo".
La apertura comercial, en cambio, otorgó un fuerte dinamismo a las importaciones en todos los sectores productivos. Las compras al exterior de vehículos terminados, por ejemplo, se duplicaron en los últimos dos años (pasaron de 3.800 millones en 2015 a 7.600 millones de dólares en 2017) y se cerró el año con un déficit comercial récord (8.500 millones), que promete repetirse (e incluso superarse) este año.
Un déficit de cuenta corriente rondando el 4,5 % del PBI, que está financiado casi en su totalidad por la entrada de capitales financieros (en particular con fuerte emisión de deuda externa pública), enciende las señales de alarma. Y las proyecciones para 2018 apuntan a una profundización del desequilibrio externo, rondando un 5 % del PBI.
Al mismo tiempo, la eliminación casi total de los controles de capital dejó a la economía expuesta a un "cambio de humor" de los mercados internacionales, como lo hemos podido comprobar en estos últimos días. Las recurrentes crisis de deuda del último cuarto del siglo XX son una lección que esta gestión decidió olvidar. Y si bien el tipo de cambio flexible toma distancia de la rigidez de la Convertibilidad, no evita el impacto regresivo en términos distributivos de un salto abrupto del dólar.
El escenario interno tampoco luce prometedor. El rebote económico de 2017 fue heterogéneo, impulsado por ciertos sectores en particular, como el agro y la construcción. El bienio 2016-2017 ha sido negativo para la mayor parte del entramado productivo, sobre todo la industria manufacturera y la producción de hidrocarburos.
Este escenario tiene un impacto directo en el mercado laboral donde se observan indicadores de precarización: crecimiento de la informalidad, creación de trabajo en puestos de menores salarios relativos o sin derechos laborales y aumento del cuentapropismo de baja calidad.
Las proyecciones oficiales de crecimiento de 3,5 % para 2018 son a todas luces demasiado optimistas. Si bien el acceso (por ahora) irrestricto al mercado internacional de créditos garantiza las divisas necesarias para financiar las necesidades del sector externo, con ello no alcanza para impulsar la economía en su conjunto y cuesta detectar el motor de este nivel crecimiento esperado.
En particular, el consumo masivo seguirá siendo el componente más rezagado de la demanda. El salario real no crecerá debido a la intención de contener los aumentos paritarios para reducir las presiones inflacionarias, luego de que el ancla de la tasa de interés no haya mostrado la efectividad esperada. A lo que se suma el cambio de fórmula de actualización de jubilaciones y pensiones, que también tendrá un impacto contractivo en el consumo.
La inversión privada mantendría su crecimiento, aunque liderada por la incorporación de bienes de capital importados y concentrado en ciertos sectores en particular (por ej. agro), sin difundirse al resto de la economía.
La necesidad de cumplir las "metas fiscales" hará que el gasto en obra pública tenga un efecto neutro o contractivo sobre el nivel de actividad. Por último, es poco probable que las exportaciones sean un gran motor de la economía: representan un nivel bajo de la demanda agregada y si bien la mejora de Brasil podría impulsar algunas exportaciones industriales, su impacto macro será limitado.
La economía se presenta cada vez más frágil en términos externos y dependiente del endeudamiento en mercados internacionales. Los problemas de empleo y productivos seguirán presentes y en aumento. El rebote económico se irá desinflando como consecuencia de las propias limitaciones del modelo y se prueba, una vez más, que el crecimiento del PIB puede esconder un importante deterioro de la estructura económica y social de nuestro país.
Por Paula Español. Economista. Directora de Radar Consultora.
Fuente: Página12