La Opinión Popular
                  15:24  |  Jueves 28 de Marzo de 2013  |  Entre Ríos
El clima en Paraná
“Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores… y hacer que nuestros simpatizantes lo repitan en todo momento”. De Joseph Goebbels a Javier Milei
Recomendar Imprimir
Sociedad e Interés General - 23-12-2017 / 18:12
EFEMÉRIDES POPULARES. RESISTENCIA PERONISTA

Un comando armado de Uturuncos asalta la comisaría de Frías, en Santiago del Estero

Un comando armado de Uturuncos asalta la comisaría de Frías, en Santiago del Estero
En la primavera de 1959 un grupo de militantes de los comandos de la resistencia peronista de la zona noroeste del país decidieron encarar la primera experiencia de guerrilla rural de la Argentina contemporánea. Influidos por el ejemplo de la lucha de liberación en Argelia y de la Revolución Cubana; constituyeron el Movimiento Peronista de Liberación - Ejercito de Liberación Nacional (MPL- ELN), más conocidos como Uturuncos (hombres-puma u hombres-tigre). En la imagen, grupo de uturuncos detenidos por Gendarmería.
En la primavera de 1959 un grupo de militantes de los comandos de la resistencia peronista de la zona noroeste del país decidieron encarar la primera experiencia de guerrilla rural de la Argentina contemporánea. Influidos por el ejemplo de la lucha de liberación en Argelia y de la Revolución Cubana; constituyeron el Movimiento Peronista de Liberación - Ejercito de Liberación Nacional (MPL- ELN), más conocidos como Uturuncos (hombres-puma u hombres-tigre).
 
Como respuesta a la situación represiva y excluyente de los gobiernos gorilas, tanto de dictaduras militares como civiles tutelados por las Fuerzas Armadas, la experiencia guerrillera pasó a ser una de las tantas formas de lucha político-social que llevó adelante el Peronismo para recuperar el poder, integrándose en las múltiples, y por momentos dispersas, acciones defensivas de los sectores populares frente a un régimen totalitario y violento.
 
Uturuncos fue el primer grupo guerrillero insurgente del siglo XX en la Argentina, formado con el propósito de recuperar los derechos sociales del Peronismo, conseguir el levantamiento de la proscripción del Justicialismo y el regreso de Juan Perón de su injusto exilio, tras haber sido derrocado violentamente en 1955 por el golpe militar oligárquico de la auto denominada "Revolución Libertadora".
 
Surgido de los llamados "comandos de la resistencia" y respondiendo al liderazgo ideológico de John William Cooke, tuvo una efímera vida entre mediados de 1959 y mediados del 60. El asesinato de un obrero azucarero en Tucumán encendió la chispa. Enrique Manuel Mena, líder peronista de izquierda que tomó el alias de "comandante Uturunco", exhortó a otros obreros y campesinos a escalar los cerros tucumanos y "combatir al Imperio".
 
Desde allí iniciaron sus acciones, con ataques a comisarías, cuarteles de bomberos y asaltos a comercios. La primera acción guerrillera de importancia se concretó el 24 de diciembre de 1959, con la toma de la Jefatura de Policía en la ciudad de Frías, Santiago del Estero, en el límite con la provincia de Catamarca. Integraban el grupo unos 30 jóvenes guerrilleros, mayormente trabajadores y campesinos tucumanos y santiagueños.
 
Dirigidos por Félix Serravalle  (a) "comandante Puma"  y  Felipe Genaro Carabajal, (a) "comandante Alhaja", la Nochebuena redujeron a la guardia -unos quince hombres- y mantuvieron la central policial bajo control durante unos veinte minutos. Tiempo suficiente para llevarse todo el armamento que había allí, además de municiones y desmontar el equipo de comunicaciones policial.
 
Pero el grupo rebelde, mal entrenado y carente de apoyo político por parte de la dirigencia del PJ, quedó desbaratado en poco tiempo por las fuerzas militares y de seguridad del Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) del presidente Arturo Frondizi. El Comandante Uturunco fue arrestado en 1960.
 
Por Blas García

Un comando armado de Uturuncos asalta la comisaría de Frías, en Santiago del Estero
Bandera de Uturuncos, la argentina con la estrella federal, símbolo originado en el siglo XIX, usada por los peronistas.
 
El asalto a la comisaría de Frías 
 
El Estado Mayor de la guerrilla se reunió en Noviembre. Decidieron encarar una operación mayor que les diera prestigio entre los campesinos y para ver si los dirigentes peronistas que vivían en Uruguay se decidían a prestar su apoyo.
 
En apoyo a Juan Carlos Díaz, Ángel Castro fue relevado de toda responsabilidad, mientras el Uturunco y Felipe Genaro Carabajal, comandante Alhaja, Pila o Joya, miembro del Estado Mayor y cuñado de Manuel Mena, eran enviados a Santiago del Estero con un grupo de militantes para acompañar a los santiagueños de Félix Serravalle.
 
Este era un hombre audaz y decidido, además de ser un excelente tirador, subteniente de reserva y participante de varios operativos anteriores. Entre los dos consiguieron juntar un grupo de 22 hombres, cuyas edades oscilaban entre los quince y los veinticinco años. Serravalle tenía treinta y cuatro y había elegido como nombre de clandestinidad el de comandante Puma.
 
Un mes antes comenzó el entrenamiento en la finca ladrillera de Manuel Paz, en Chumillo. Previamente, algunos habían recibido alojamiento en la casa de José Benito Argibay, ex intendente peronista de la ciudad de La Banda.
 
El 23 de Diciembre, el grupo, simulando ser acampantes, fue trasladado en un colectivo, prestado por gitanos amigos de Serravalle, hasta Puesto del Cielo, a 35 kilómetros de Santiago del Estero. Allí esperaron hasta el día siguiente, cuando fueron recogidos por el camión que los conduciría a Frías, una ciudad de 25.000 habitantes a 160 Km. de Santiago del Estero.
 
La noche del 24, Félix Serravalle, Carlos Alberto Gerez y Pedro Adolfo Velárdez, tomaron el automóvil de alquiler, chapa 3637, de Timoteo Rojo y se hicieron conducir hasta los talleres de Obras Sanitarias de La Banda. El camión Ford modelo 1957, chapa 1631, los estaba esperando con el tanque lleno. Los trabajadores de la repartición se lo habían dejado preparado.
 
Con un ardid engañaron al sereno, robaron el camión y se dirigieron a buscar al resto del grupo guerrillero. A las cuatro de la mañana llegaron a Frías y con decisión encararon a la guardia de la comisaría: -¡Ha triunfado una revolución, venimos a hacernos cargo!, dijo Genaro Carabajal con tono marcial y vestido de Teniente Coronel.
 
Por ese entonces se comentaba que los militares estaban preparando un golpe militar contra Frondizi. La tropa formó frente a los supuestos militares, sin sospechar. En pocos minutos y sin disparar un tiro, los Uturuncos tomaron la comisaría.
 
A los policías les sacaron las armas y los uniformes y los metieron en el calabozo. A culatazos rompieron la radio policial y cortaron los cables del teléfono. Un agente aseguró después a la prensa que quién los dirigía se hacía llamar comandante Uturunco y el nombre llegó a los diarios. En la huída dejaron el camión abandonado en un lugar llamado El Potrerillo y se internaron en el monte.
 
Al día siguiente la noticia conmovió al país y fue tapa de todos los diarios de la Capital: un grupo guerrillero peronista al mando del capitán Uturunco operaba en la provincia de Tucumán.
 
El ministro del Interior, Alfredo Vítolo, en conferencia de prensa identificó a varios de los asaltantes. El remisero, Timoteo Rojo, los había denunciado. Por su testimonio, las autoridades conocieron la identidad de Félix Serravalle y la de su compadre Carlos Geréz. La policía comenzó entonces una serie de allanamientos.
 
El gobierno comprobó lo que sospechaba: los integrantes de la guerrilla y sus apoyos eran viejos conocidos peronistas de la zona. Con la punta del ovillo descubierta, el gobernador de Santiago del Estero, Eduardo Miguel y su par de Tucumán, Celestino Gelsi, comenzaron a desenredarlo y tendieron una trampa a los guerrilleros.
 
Mediante un comunicado oficial, los diarios informaron que se libraban graves combates con la policía en las inmediaciones de la ciudad de Concepción de Tucumán. En el comunicado se afirmaba que las acciones son encarnizadas y hay muchas bajas.
 
Los padres de los menores, preocupados por su suerte y temerosos de que les hubiera sucedido lo peor se presentaron para recibir información; así, el gobierno conoció las identidades de seis de ellos. Entretanto, la policía provincial comenzó a tender el cerco a partir del lugar donde fue encontrado el camión.
 
En el monte, los guerrilleros caminaban y esperaban. El 28 de diciembre atacaron a tiros un jeep de la policía en el kilómetro 39 de la ruta 65, el que huyó sin intentar respuesta.
 
Según el relato de Serravalle: "Y agarramos y empezamos a caminar para el norte; cuando vos subes los cerros que son de 3500 metros más o menos de altura, es la zona boscosa que es la que te ofrece cubierta contra los vuelos y todas esas cosas, no tenemos ningún problema, agarramos la espina dorsal y empezamos a caminar, y a caminar, y a caminar, y bueno...primero se bajó Velardez que era el chofer del camión, se entregó a la policía."
 
Efectivamente, Pedro Velardez, quién había conducido el camión, fue el primero en abandonar a sus compañeros y se entregó a la policía. A partir de su delación se conocieron más detalles del grupo que estaba en los cerros y un dato adicional: en el campamento guerrillero cundía el desaliento al verse rodeados por la policía.
 
En los días posteriores al asalto y hasta fin de año pasaron por las localidades de Arcadia, Alpachiri, Alto Verde y se dedicaron al trabajo político, a explicar las causas del levantamiento, su lucha por el retorno de Perón.
 
Pero el cerco comenzaba a cerrarse. El 31 de Diciembre las madres de los muchachos más jóvenes radiaron por la emisora LV12 un mensaje para sus hijos en los que les pedían angustiosamente que bajaran del monte.
 
Las bajas temperaturas nocturnas, la escasez de alimentos, el cerco policial y las súplicas paternas minaron la moral de los más débiles. Además, muchos creían que eran sólo una parte de un operativo más vasto en el que se levantarían varios frentes adicionales, pero al retrasarse estos acontecimientos, la moral decayó.
 
Finalmente, el 1º de enero, los policías vieron descender desde lo alto de la montaña a cuatro jóvenes que iban en busca de víveres y agua y los detuvieron sin oponer resistencia. Un rato más tarde se entregaron otros cinco, que habían obtenido el permiso de sus jefes de bajar respondiendo al llamado de sus padres.
 
El mismo día, a pocos kilómetros de Concepción, fue detenido Juan Carlos Díaz. Según su relato había bajado unos días antes con el comandante Alhaja, José Genaro Carabajal para contactar con un nuevo grupo de combatientes, pero cuando estaban cruzando un río fue arrastrado por la corriente aguas abajo perdiendo el contacto con su compañero.
 
Medio atontado, con su ropa en jirones y las botas destrozadas, fue guiado por gente de la zona por donde no hubiera patrullas. Pero fue delatado y capturado.
 
Dos días después, una patrulla policial encontró dormidos a dos jóvenes más en el límite con Catamarca. Se trataba de Roberto Anaya, de 18 años, alias loco Perón y René Fernández, ambos tucumanos. Al ser descubiertos, Anaya se entregó pero Fernández logró huir hasta Concepción y tomó un micro hasta la ciudad de Tucumán, pero al bajar se le disparó un tiro que lo hirió en el muslo. Fue detenido en el hospital Padilla al que había concurrido para curarse.
 
Otros dos, Américo Moya y Tomas David Soraide, que fueron encontrados por sus padres en la selva del Aconquija, también se entregaron.
 
En las ciudades muchos miembros de la red fueron detenidos y sus domicilios allanados. Las delaciones no fueron la única causa del parcial descubrimiento de los contactos, resulta obvio que el gobierno conocía parte del hilo del que ahora tiraba, a causa de la previa existencia del Comando 17 de Octubre.
 
Las detenciones debilitaron aún más la situación de los que aún quedaban arriba. El Puma Serravalle, decidido a no entregarse, intentó romper el cerco con los siete hombre que aún le quedaban. La policía creía que el grupo se dirigía a Catamarca y extremó el patrullaje en esa zona.
 
Pero Serravalle forzó la marcha y, en un día, caminando a paso forzado cincuenta kilómetros, bajaron en Tucumán, en la zona del ingenio Providencia donde fueron protegidos en casas de obreros del ingenio que aún permanecían seguras. Tenían los pies destrozados y eran fácilmente reconocibles.
 
Sin embargo, lograron romper el cerco y llegar hasta el barrio 24 de noviembre, en Tucumán. Allí les dieron refugio en el prostíbulo de la Turca Fernández y en una iglesia donde se encontraron con Manuel Mena, quién los recibió quebrado por la emoción.
 
En Diciembre de 1959, mientras los Uturuncos asaltaban Frías, el gallego Mena y Guillén se encontraban en Buenos Aires buscando apoyos. John William Cooke delegó en su compañera Alicia Eguren la ayuda a los Uturuncos.
 
Por intermedio de ella, Mena pudo contactar a un grupo numeroso de militantes de la Juventud Peronista de diversos grupos de las zonas de San Martín y Pompeya.
 
En Buenos Aires, los diversos grupos de la Juventud Peronista se habían mostrado fervorosos partidarios de los uturuncos y se entusiasmaron con participar en la guerrilla. Organizaron grupos de apoyo, colectaron plata y muchos de ellos viajaron a Tucumán para unirse a ella.
 
El gallego Mena los reunió con la idea de formar un tercer grupo y subir al monte luego de las detenciones producidas por el asalto a Frías. Habían transcurrido dos meses, Serravalle se encontraba prófugo y Mena, siempre activo, no abandonaba la idea de la creación de un frente guerrillero permanente.
 
En Tucumán, sin embargo se vivía un clima de represión que dificultaba a la red prestarle apoyos, domicilios seguros, comida y elementos a las decenas de muchachos que querían participar subiendo al monte.
 
Finalmente, el 10 y 11 de Marzo la policía dio con uno de los refugios de los porteños, el ya conocido prostíbulo de la Turca Fernández y el domicilio de Manuel Haro, deteniendo a varias personas que se encontraban reunidas, entre ellos a José Luis Rojas, alias Zupay, que había participado de la toma de la comisaría.
 
En el procedimiento se secuestraron armas, municiones, granadas, mantas, botas y camisas con las sigla ELN (Ejército de Liberación Nacional). Días después, Manuel Enrique Mena fue detenido junto con el periodista Enrique Oliva y otros compañeros cuando intentaban subir a la montaña.
 
En ese comienzo del año 1960, los comandos urbanos del peronismo intensificaron sus acciones de sabotaje: el 15 de Febrero fue colocada una bomba en el depósito de Shell-Mex en Córdoba, incendiando 4 millones de litros de combustible y dejando 13 víctimas; el 11 de Marzo una bomba de explosivo plástico destruyó la casa del oficial de la SIDE, David Cabrera, activo represor, dando muerte a su pequeña hijita de 3 años.
 
El día 13 ocurrió una explosión en la planta de gas de Mar del Plata. Ese mismo día, la policía informó que el cabo del Ejército, Manuel Medina, que estaba detenido, se había tirado de una ventana de Coordinación Federal dando vivas a Perón.
 
El 14 de Marzo, debían realizarse las elecciones que renovarían la mitad de la Cámara. Unos días antes, Arturo Frondizi ordenó la ejecución del plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado). El país fue dividido en zonas operativas y se sometió a tribunales militares a todos aquellos acusados de terrorismo.
 
Días después, los diarios anunciaron que se habían efectuado 1600 allanamientos y que habían sido detenidos miles de militantes peronistas. Las elecciones se realizaron en orden y volvió a triunfar el voto en blanco propiciado por Perón.
 
El incansable Puma Serravalle comenzó entonces a planificar la forma de liberar a sus compañeros presos en la cárcel de Concepción, pero el 1º de abril, mientras viajaba por Tucumán con documento falso, fue detenido y juzgado por los tribunales militares del CONINTES.
 
Parecía el fin. Amenazada por la represión del Plan CONINTES y con sus principales líderes en prisión, la guerrilla quedó al mando de Genaro Carabajal, el Pila o Alhaja, quién aún no había sido detenido.
 
Pese a todo, el Pila reunió un nuevo grupo de militantes entre porteños y tucumanos y logró reinstalar el movimiento en la montaña por varios meses.
 
En el mes de junio de 1960 la policía, quién por la aplicación del Plan CONINTES había sido reforzada con tropas de Infantería del Ejército, descubrió el campamento guerrillero y detuvo a varios de los militantes presentes. En el enfrentamiento, uno de los pocos entre los Uturuncos y la represión, fue herido en la pierna Santiago Molina, el mejicano, mientras intentaba una fugaz resistencia.
 
Los tribunales militares fueron duros con los cabecillas de la rebelión. Manuel Enrique Mena fue condenado a 7 años de prisión. Antes de cumplir los tres, se fugó del hospital carcelario del Chaco y viajó a La Habana donde se entrevistó con el Che. A principios de 1963 comenzó a reorganizar los contactos en Tucumán.
 
Varios de los veteranos de la primera experiencia instalaron un campamento permanente en la selva tucumana en el mes de Mayo. Tiempo después, se les unió Mena con un grupo de militantes que habían recibido entrenamiento en Cuba.
 
Al parecer, el plan de Mena era complementario del grupo guerrillero comandado por Jorge Ricardo Masetti. Las vacilaciones de Masetti ante la elección nacional del 7 de julio, que dio el triunfo a Arturo Illia , parece ser la causa del desmembramiento del frente tucumano. A partir de allí, Mena perdió relevancia; en 1970 vivía en San Justo en un humilde barrio obrero. Murió de cáncer el 14 de julio de 1970.
 
Juan Carlos Díaz, el uturunco, fue condenado a 7 años de prisión. En 1963 fue amnistiado por el gobierno de Illia, en 1970 participó con el ERP en el asalto al Banco Comercial del Norte y un día después fue detenido. En 1973 fue nuevamente amnistiado y recibió un subsidio del gobierno peronista de Tucumán.
 
Los menores de edad fueron derivados a los Tribunales de Menores, excepción hecha a Luis Uriondo, quién dado su parentesco con el general Uriondo, su padre, fue devuelto a su familia.
 
Félix Serravalle cumplió la condena que le aplicaron los tribunales CONINTES, tres años y siete meses en varias prisiones. Le rompieron los ligamentos del brazo en la tortura. Al salir prometió a su familia, a la que casi no había visto en años, que se iba a ocupar de ellos. A los 74 años, vive en La Banda, orgulloso de su pasado y rodeado de sus recuerdos.
 
José Luis Rojas, el Zupay, participó en la experiencia guerrillera de las Fuerzas Armadas Peronistas y fue nuevamente detenido en Taco Ralo, Tucumán, en 1968. Una enfermedad lo dejó postrado y falleció hace algunos años en Tucumán y en la pobreza. En un último reportaje recordó que los chicos de HIJOS son mi única esperanza. Muchos militantes de la red, tanto tucumana como de Buenos Aires aún viven desperdigados por el país. De sus recuerdos está hecha gran parte de esta historia.
 
De Ernesto Salas: "Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (1959-1960)"

NicoSal soluciones web

© Copyright 2009 LA OPINIÓN POPULAR – www.laopinionpopular.com.ar - Todos los derechos reservados.

E-mail: contacto@laopinionpopular.com.ar