Nacionales - 21-01-2017 / 08:01
El enigma de la era Trump
DONALD TRUMP Y SU ESPOSA ESLOVENA MELANIA. El discurso de asunción de Trump estuvo marcado por un claro tono demagógico, que mantuvo la línea de los realizados durante su campaña, sin referirse específicamente a ninguna de sus promesas ni cómo lograrlas. Se dirigió a sus votantes y atacó al establishment político. Luego de agradecer a Obama por la “cordial transición”, Trump apuntó directo a Washington: “Esta ceremonia tiene un significado particular porque hoy estamos transfiriendo el poder de Washington y devolviéndolo al pueblo”. Una de las primeras "órdenes ejecutivas" de Trump presidente fue limitar el "peso" que representa el seguro de salud conocido como Obamacare (aunque se desconocen sus implicancias por el momento).
Como si fueran poca cosa la inflación, la recesión, los problemas de empleo y la inseguridad en la Argentina, Mauricio Macri comenzó a enfrentarse con un planeta diferente. Muy distinto al que conoció luego de asumir como presidente.
Aquel mundo de apenas un año atrás tenía a Europa buscando soluciones al drama de los refugiados; a los Estados Unidos reconciliándose con la Cuba de Fidel Castro y a Barack Obama bailando tangos en el CCK.
Todo eran sonrisas mientras la canciller, Susana Malcorra, y el embajador en Washington, Martín Lousteau, gastaban a cuenta de un triunfo electoral de Hillary Clinton.
Ese mundo comenzó a crujir con el triunfo inesperado del Brexit en Gran Bretaña y voló por los aires el 8 de noviembre pasado en las elecciones estadounidenses. Ese mundo ayer comenzó a mostrar su rostro más inquietante.
Las excentricidades y la filosofía rupturista de Donald J. Trump son ahora las leyes que rigen el escenario global. El volcánico empresario del "you are fired" (¡queda despedido!), al menos por los próximos cuatro años, se convirtió en el hombre más poderoso de la tierra.
El impacto que las decisiones de Trump tengan sobre la Argentina es uno de los desafíos que se sumaron a la mochila presidencial de Macri. El primer reflejo fue recomponer la relación que ambos iniciaron cuando los negocios cruzaron al magnate del flequillo naranja con un emprendimiento empresario de su padre Franco.
Un diálogo telefónico de 15 minutos sirvió para limar las asperezas de la apuesta electoral por Clinton y sembrar las promesas de una visita del presidente argentino este año contra un viaje del estadounidense a Buenos Aires para la Cumbre del G20 del año próximo.
El siguiente movimiento fue más práctico y tuvo lugar en las primeras tres semanas de enero. El ministro de Finanzas, Luis Caputo, confirmó a que ya se consiguió el 70% del financiamiento externo imprescindible para este año. Unos 13.000 millones de dólares para ponerse a resguardo del dólar alto y la eventual suba de las tasas de interés, medidas inevitables para un gobierno que impulsa el retorno de EE.UU. al más duro proteccionismo.
Las antenas del Gobierno argentino deben enfocarse ahora en cómo enfrentarse al diseño del mundo en la era Trump. Dónde posicionarnos cuando estalle la ya anunciada guerra comercial entre los Estados Unidos y China y cuánto podrá afectarnos la ofensiva contra los mercados regionales en el contexto de un Mercosur debilitado por los sufrimientos económicos e institucionales de la Argentina y Brasil.
Todavía es temprano para deducir si el nuevo esquema mundial favorecerá o perjudicará a nuestro país, pero hay una conclusión sobre la que nadie puede tener dudas. El mundo de Trump será un mundo diferente.
"Hoy el pueblo vuelve a dirigir EE.UU.", dijo Trump al asumir
En el instante mismo en que inició su discurso, la lluvia que fue una amenaza toda la mañana comenzó a hacerse realidad. El goteo apenas intermitente le humedeció un poco el sobretodo oscuro y la corbata roja a Donald Trump, pero no alteró un ápice su inconfundible peinado batido.
Ya ungido como presidente, pudo levantar la vista y ver una enorme multitud que se agolpaba en las escalinatas del Capitolio y más allá por el Mall, el espacio verde que atraviesa la ciudad. Pero, para frustración del magnate, se veían sillas desocupadas, varios espacios vacíos, en una ceremonia que cumplió con todos los ritos pero se vio opacada por un clima de violencia y divisiones en la sociedad.
Con un rostro serio y algo tenso, Donald John Trump juró hoy al mediodía sobre la Biblia que utilizó Abraham Lincoln y otra que le regaló su madre cuando terminó la escuela primaria. Fue investido como el 45° presidente de los EE.UU. y en su primer discurso como jefe del país más poderoso de la Tierra dijo que "llegó la hora de la acción".
Como flamante jefe de la Casa Blanca, Trump no abandonó el tono populista y nacionalista de campaña: "Basta de charlatanería, es hora de actuar, y lo haremos juntos", clamó, y así criticó al establishment de Washington, que estaba sentado precisamente a sus espaldas, escuchando su mensaje.
Pocas horas después confirmaba lo dicho y firmaba dos órdenes ejecutivas, congelando regulaciones y reduciendo el alcance del ObamaCare, el ambicioso plan de salud de su antecesor Barack Obama que cubre a 20 millones de personas que era detestado por las corporaciones y la derecha republicana.
"Ellos pensaron en sí mismos y no en los ciudadanos de este país" dijo en el discurso y prometió: "Le devolveré el poder al pueblo. Transferiré el poder de Washington a ustedes, a los estadounidenses. Les devolveré el American Dream (el sueño americano)". "El 20 de enero de 2017 será recordado como el día en que el pueblo se convirtió de nuevo en el gobernante de la nación (...) en que vuelve a dirigir a EE.UU.", añadió.
Mientras Trump pronunciaba su discurso de 15 minutos florecido de consignas y tonos populistas, por las calles de la ciudad se plasmaba la notable grieta que existe entre los estadounidenses.
Miles de manifestantes protestaban porque consideran que su asunción no es legítima porque sacó 2,9 millones menos de votos populares que su rival Hillary Clinton; porque denuncian que fue ayudado por Rusia; porque consideran que sus políticas van en contra de las mujeres y minorías como afroamericanos gays o inmigrantes, entre otros temas.
Por la noche las protestas derivaron en violencia, con choques con la policía, gases lacrimógenos, vidrieras rotas y autos rotos y quemados. Hubo casi 100 detenidos.
En el mensaje, Trump repitió varias veces su lema de campaña, "Estados Unidos primero". Trump fue Trump durante todo su mensaje, sencillo, directo, con frases potentes que resuenan como slogans.
En el que es claramente el inicio de una nueva era, aseguró que impondrá dos reglas simples: "Comprar estadounidense, contratar estadounidenses", o sea, prioridad a los productos nacionales y que los puestos de trabajo sean ocupados por los estadounidenses, un claro mensaje antiinmigrante como el que predominó en la contienda electoral.
Para enfatizar su política proteccionista, agregó que "toda decisión sobre comercio, impuestos inmigración y asuntos exteriores se tomará para beneficiar a los trabajadores y las familias de EE.UU. (...) Vamos a hacer EE.UU. fuerte de nuevo, lo vamos a hacer rico, orgulloso, seguro y, juntos, lo vamos a hacer grande de nuevo". No detalló cómo lo hará.
En una apelación directa a ese electorado blanco de la América profunda, frustrado, trabajadores sin un alto nivel de educación que no se vieron representados por el multiculturalismo globalizador de Obama y que hallaron en el republicano una opción de cambio, dijo: "Los olvidados y olvidadas de nuestros país dejarán de estar olvidados".
Trump comentó que trabajó durante más de tres semanas en ese discurso, y que se inspiró en los mensajes de Ronald Reagan y de John Kennedy para escribirlo, pero no se advirtió demasiado porque puso su sello.
En una descripción de la situación general del país, el presidente prometió: "Basta ya con esta carnicería estadounidense, la detendré inmediatamente", en una de las frases más fuertes de su discurso. Con esa palabra refería no sólo a la pérdida de puestos de trabajo y a las industrias en decadencia, sino también a las ciudades afectadas por el crimen y a los guetos donde hay tanta gente olvidada.
El presidente hablaba desde una tarima con vidrios blindados, a su lado, en un palco, lo escuchaban Obama, su esposa Michelle y otros ex mandatarios: James Carter, George W Bush (su padre, George Herbert Walker Bush, está hospitalizado) y Bill Clinton con Hillary. Vestida de blanco, ella apareció sonriente pero se la vio algo tensa durante la ceremonia.
En otra muestra de división, más de 40 legisladores demócratas decidieron no asistir a la jura, en repudio a las políticas anti diversidad de Trump y a las críticas que el presidente asestó a un líder de los derechos civiles, el legislador John Lewis.
Luego del discurso y cuando la llovizna ya se había esfumado, Trump y los invitados VIP se fueron a comer a un elegante salón del edificio. Antes del almuerzo, el flamante presidente tuvo un gesto con el hombre que le dejaba el poder: acompañó a Obama y a Michelle hasta el helicóptero en el que dejaron el Congreso.
Por Paula Lugones
Por Fernando González
Fuente: Clarín