Nacionales - 28-11-2015 / 11:11
HARÁN VALER SU PESO TERRITORIAL Y CENTRAN SU PODERÍO EN EL CONGRESO
El Partido Justicialista busca la unidad y marcarle la cancha a Cristina
Dinosaurios Fellner, Domínguez, Scioli, Gioja, Bossio, Espinoza y Urribarri. En un intento de darle contenido a lo que hoy es una cáscara vacía, un sello de goma, una estructura política congelada, los principales dirigentes del Partido Justicialista buscan mantenerse unidos y consolidarse como principales interlocutores de Macri. Intentan lograr que retornen al PJ cuatro gobernadores críticos del cristinismo para ir a un proceso de renovación de autoridades partidarias a través del voto directo de los afiliados el año que viene, en un hecho inédito ya que el PJ jamás ungió con esa modalidad a la cúpula.
El Partido Justicialista busca la unidad y marcarle la cancha a Cristina Fernández. Después de años de obediencia debida a Cristina, el PJ empuja hacia la redefinición de su liderazgo e intenta transformarse en una oposición a Mauricio Macri que ya no lleve el sello sectario, y ahora derrotado, del cristinismo.
Objetivo 1: mantenerse unidos y consolidarse como principales interlocutores de Macri. Objetivo 2: lograr que retornen al PJ cuatro gobernadores críticos del cristinismo para ser en total 18. Objetivo 3: ir a un proceso de renovación de autoridades partidarias a través del voto directo de los afiliados el año que viene, en un hecho inédito ya que el PJ jamás ungió con esa modalidad a la cúpula.
La mayoría de los gobernadores del PJ adhiere a esas tres metas que apuntan a reconstruir el poder de la "Liga de gobernadores", que nació a fines de los 80 de la mano de Antonio Cafiero, cuando se apagaba el alfonsinismo. "De a uno somos más baratos", resumen. Ése es el espíritu: ganar posiciones dentro del PJ pero evitar fugas y fisuras.
No quieren expulsar a los sectores más duros del Frente para la Victoria, como La Cámpora o la misma Cristina, sino que aguardan que el paso del tiempo y el peso territorial que dicen tener harán de ordenador implacable para el fin de la época del "dedo". Después de una década de cabezas gachas y alineamiento automático al gobierno central, ahora marcan la cancha y se preparan una estructura propia.
Pretenden colocar a Eduardo Fellner en la presidencia de la Auditoría General de la Nación, a José Luis Gioja en la jefatura de bloque de la Cámara de Diputados, y avalan la continuidad de Miguel Pichetto en el Senado. Consideran que pueden contar con más de 30 de los 40 senadores del FPV, y más de 70 de 100 de los diputados oficialistas.
Es un interrogante qué hará Cristina. Para La Cámpora tienen respuesta. "Que compitan si quieren. Van a ser un actor más", anticipan. En sus análisis, el mapa político irá hacia la consolidación del bipartidismo. Por un lado, Macri y Cambiemos, y, por otro, el PJ. La repatriación de otros peronistas díscolos podría ser más fluida. En ese grupo están Mario Das Neves (Chubut), Carlos Verna (La Pampa), Alberto Rodríguez Saá (San Luis) y Juan Schiaretti (Córdoba). Los vasos comunicantes nunca estuvieron cortados, pero contarlos en la misma tropa es otra historia.
Y como hay peronistas que tienen muchos votos por afuera del PJ oficial, ya empezaron los contactos para tentar una posible reunificación. Van a tener que tejer y destejer mucho para articularse con figuras muy fuertes como Sergio Massa y José Manuel de la Sota, pero se trabaja en esa línea. Están hablando todos con todos.
Dialogan de un partido "moderno". No preparan una "resistencia", épica con la que los incondicionales a Cristina califican su papel en la era que asoma. Daniel Scioli, herido fatalmente por la derrota, intentará sobrevivir. Nadie le va a regalar un lugar protagónico.
Para ir hacia una elección interna, contemplan primero hacer campañas de afiliación y purificar los padrones. Hoy, el PJ tiene 3.531.000 de enrolados. ¿La fecha de la elección? El deseo es la segunda mitad del año que viene. En los papeles, en mayo vencen los mandatos.
La Opinión Popular
EN FOCO
Primera batalla de la guerra peronista
Cristina bajó la orden: Aníbal Fernández debía ser elegido para presidir la Auditoría General de la Nación, puesto que le corresponde al principal partido de oposición. Los gobernadores peronistas, convocados por Daniel Scioli en el Banco Provincia, se conjuraron el miércoles para desobecederla: definieron que diputados y senadores justicialistas voten para ese cargo a Eduardo Fellner, titular formal del PJ y derrotado gobernador saliente de Jujuy. En cuestión de días se verá si pasan de la promesa al hecho.
El mismo miércoles Cristina bajó otra orden: el Senado debía darle ingreso a los pliegos de sus dos candidatos a cubrir vacantes en la Corte Suprema y acelerar todo el proceso previo a su aprobación o rechazo en el recinto. Pero Miguel Pichetto le hizo ver a la Presidenta que ir más allá del ingreso de los pliegos suponía violentar el trámite parlamentario. "Vos fuiste senadora, sabés cómo es esto", le habría dicho el jefe del bloque oficialista. Sólo se aprobó la entrada de las peticiones.
Los conatos de rebelión siguieron ayer en la Cámara de Diputados. Una larga decena de legisladores del Frente para la Victoria, entre los que había bonaerenses, riojanos, santafesinos, sanjuaninos y santiagueños, se resistió a levantar mansamente la mano para aprobar el centenar de proyectos que el Gobierno buscaba hacer votar, en la agonía de su condición mayoritaria y con el desalojo de Olivos a la vista porque allí debe entrar el nuevo inquilino. El incordio duró varias horas, hasta que se recompuso el quórum perdido.
"No vamos a votar cualquier cosa que nos manden", dijo un vocero de ese grupo rebelde, entre los que hay muchísimos que todos estos años votaron cualquier cosa que les mandaron. Son las primeras escaramuzas de la guerra peronista que viene. Quizás a esto se le llame cambio de época.
Lo que empezó a desarrollarse, antes de lo esperado, es el proceso de reagrupamiento del peronismo oficialista. Después de doce años de obediencia debida a Néstor y Cristina, este peronismo empuja hacia la redefinición de su liderazgo e intenta transformarse en una oposición a Macri que ya no lleve el sello sectario, y ahora derrotado, del kirchnerismo.
El próximo entrevero puede hacer ruido. Los nuevos diputados peronistas que entrarán el 10 de diciembre, junto a los que permanecen en sus bancas y responden a gobernadores, referentes territoriales o sectores sindicales, están dispuestos a rechazar la orden de reelegir a Juliana Di Tullio como presidenta del bloque, tal como mandó votar Cristina. El candidato que tienen para reemplazarla es José Luis Gioja, que llega al Congreso desde la gobernación de San Juan habiendo asegurado el control de esa provincia en manos de su sucesor peronista.
"A nosotros no nos conduce Wado De Pedro", estampa un diputado que asumirá en dos semanas y que trae la notoriedad de haber ocupado posiciones relevantes en el gobierno de Cristina. No es una cuestión personal con el secretario de la Presidencia y uno de los jefes de La Cámpora, que además es diputado electo y el cristinista de mejor relación con la estructura peronista. Sólo que De Pedro es el mensajero de las órdenes de Cristina. Y son amplia mayoría en el Congreso quienes parecen decididos a terminar de una vez con ese método cuartelero: subordinación y valor, sin debate ni derecho al pataleo.
La línea vertical de órdenes funcionó durante los largos años dorados de poder kirchnerista. Pero eso se terminó el domingo. Ni escasa diferencia como argumentó Cristina, ni casi un empate como pretendió Aníbal. Uno ganó y fue Macri. Los que perdieron, aún por muy poco, tienen que juntar sus cosas y desocupar hasta el último escritorio. Así es este negocio.
El primer atisbo de rebeldía lo había dado hace dos semanas Cristina Fiore, senadora de Salta alineada con el ascendente gobernador Juan Manuel Urtubey, que anunció que ya no volvería a cumplir órdenes de la Casa Rosada, cuando venía la aprobación de más funcionarios judiciales cercanos al Gobierno.
El segundo escalón fue más robusto: la reunión de gobernadores que Scioli convocó el miércoles y que tuvo asistencia peronista casi perfecta, de los que se van del sillón y de los que están llegando. Estuvieron, en lista incompleta, el salteño Urtubey, el fomoseño Insfrán, el sanjuanino Gioja, el chubutense Buzzi, el chaqueño Peppo, el misionero Closs, el tucumano Manzur, la fueguina Bertone, la catamarqueña Corpacci, el mendocino Pérez y el entrerriano Bordet. Faltó Alicia Kirchner, pero parecieron no extrañarla.
Allí los gobernadores comentaron un episodio en común: Aníbal Fernández los había llamado uno por uno recolectando apoyo para ir a la Auditoría, tal como indicaba Cristina. Quién mejor que Aníbal, habrá pensando la todavía Presidenta, para hacer de la revisión de las cuentas del actual Gobierno un trámite sencillo y sumario, y luego transformarse en feroz perro de pelea cuando tocara auscultar la gestión de Macri.
Al parecer los gobernadores, sin otra referencia que esa llamada audaz y hábil de Aníbal, le habían anticipado apoyo. El miércoles, cuando todos se juntaron, cambió la dirección del viento. Les dio un ataque de coraje y se juramentaron en favor del jujeño Fellner. Habrá que ver si a todos les dura la guapeza cuando Cristina apriete de verdad.
La incógnita sobrevoló esa misma noche, entre esos hombres entrenados en la sumisión a la Presidenta. Lo mismo corre para los dirigentes territoriales que participaron del encuentro, entre ellos el santafesino -y cada vez más escuchado- Omar Perotti, el titular de la ANSeS y diputado electo Diego Bossio, y el intendente saliente de La Matanza y titular del PJ bonaerense, Fernando Espinoza. Alguien, entre la concurrencia, trató de calmar la ansiedad: "Muchachos, tranquilos, ella no va a estar más en el sillón". Le tienen pánico.
Un punto a observar es el papel de Scioli en lo que viene. A la luz de la escasa ventaja que terminó sacándole Macri, el peronismo parece haber revalorizado a su candidato. Le habían cuestionado mucho su capitulación frente al estilo kirchnerista expresado en la campaña del miedo, camino al balotaje. Pero como el resultado fue digno, ese cuestionamiento demostró tener más oportunismo que convicción.
Ahora volvieron a quererlo, aunque no tanto como para aceptarle el papel de eje de la reorganización peronista que el propio Scioli ambicionaría. Algún intendente ya le propuso que se postule a presidir el peronismo bonaerense, para hacer base en un territorio propio.
La mayoría parece ver a Scioli en esta etapa como aglutinador del peronismo que ahora quiere sacarse de la piel el tatuaje kirchnerista. No le perdonarán jamás la derrota, lo único que el peronismo no perdona. Pero destacan su abierta postura para el traspaso en la Provincia con su sucesora María Eugenia Vidal, y su llamado a "darle tiempo" a Macri y a tener ante el nuevo presidente "colaboración y prudencia". Fue un contraste nítido con la actitud miserable de la Presidenta y sus centuriones.
Esa es la tónica de la acción que pretenden llevar gobernadores y jefes legislativos, dirigentes de perfil alto como Florencio Randazzo y organizaciones sociales como el Movimiento Evita, en la relación con el nuevo oficialismo: colaboración indispensable y discurso crítico.
Ser ellos, y no Cristina y el kirchnerismo, los interlocutores o contradictores del nuevo gobierno. Esto, al menos, mientras procesen su propia reorganización. Después competirán con ferocidad, como peronistas que son.
Y como hay peronistas que tienen muchos votos por afuera del tinglado oficial, ya empezaron los contactos para tentar una posible reunificación. Van a tener que tejer y destejer mucho para articularse con figuras muy fuertes como Sergio Massa y José Manuel de la Sota, pero se trabaja en esa línea. Están hablando todos con todos.
Que se apure Macri a encontrar la receta de gobierno que le funcione. Esta gente, cuando está fuera del poder, se pone insoportablemente inquieta.
Por Julio Blanck
Por Jesica Bossi
Fuentes: Clarín, La Nación y LOP