Nacionales - 04-07-2015 / 09:07
PARA QUE LA DISCUSIÓN ELECTORAL SEA SÚPER LIGHT
Pacto entre cristinistas y macristas
Lo que puso de manifiesto la contienda electoral porteña es que, evidentemente, existe una suerte de pacto entre macristas y cristinistas para que la discusión del proceso electoral sea súper light. Es decir, para que nada cambie y se mantenga así el status quo político y económico. Y esto no sólo atañe a la Capital Federal, sino que evidentemente el entendimiento tiene alcance nacional.
Mañana, en Capital Federal, se realizarán las elecciones cuyos resultados impactarán en el tablero político nacional. Todo indica que el macrismo no obtendrá más del 50% de los votos y habrá balotaje entre Horacio Rodríguez Larreta y quien quede en segundo lugar que, muy probablemente, sea Martín Lousteau. El camporista Mariano Recalde, podría quedar en el tercer puesto.
Ahora bien, lo que puso de manifiesto la contienda electoral porteña es que, evidentemente, existe una suerte de pacto entre macristas y cristinistas para que la discusión del proceso electoral sea súper light. Es decir, para que nada cambie y se mantenga así el status quo político y económico. Y esto no sólo atañe a la Capital Federal, sino que evidentemente el entendimiento tiene alcance nacional.
Así es como, sospechosamente, desde el cristinismo ya ni siquiera recuerdan los escándalos que involucraron a las empresas de Mauricio Macri y de su padre, que durante décadas manejaron la obra pública y se beneficiaron con las medidas económicas de los gobiernos de turno, como fue la estatización de la deuda privada mediante seguros de cambio que llevó a que aún hoy, el conjunto de los argentinos, estemos pagando los negociados hechos por unos pocos.
Macri y sus seguidores tampoco hablan de los grandes casos de corrupción de la era K como es la causa Hotesur, que tiene como principal protagonista a Máximo Kirchner, el hijo de la presidenta que está investigado, junto con Lázaro Báez y otros empresarios K, de lavar millones de dólares a través de negocios hoteleros.
Pese a la contundencia de las pruebas, como son las sumas millonarias invertidas por Baez en el alquiler de habitaciones que nunca se ocuparon, pareciera que Macri tiene decidido mirar para otro lado. Por eso se mantuvo en silencio cuando, su principal competidor en la pelea, como es Daniel Scioli, estuvo en Río Gallegos, en el lanzamiento de la candidatura del hijo de la presidenta.
El silencio de cristinistas y macristas es compartido y se extiende a otras áreas sensibles, donde tanto el Pro como los K tienen intereses económicos en común. Un ejemplo concreto es el negocio del juego que, en Capital Federal, es regenteado monopólicamente por el empresario K Cristóbal López.
Lo único que atinó a decir a Rodríguez Larreta, en la campaña, es que durante la gestión macrista "no aumentó la oferta del juego en capital Federal". La excusa no resiste el menor análisis ya que la recaudación de las tragamonedas crece de forma escandalosa producto de la falta de controles y la administración porteña tomó la decisión de abandonar la pelea por cobrar impuestos en función de las fabulosas ganancias que arrojan las maquinitas.
Los fuertes nexos entre macristas y cristinistas se extienden, además, al puñado de empresas que controlan el negocio de la obra pública, muchas de ellas involucradas en todo tipo de escándalos por casos de sobreprecios y pago de coimas.
Ojalá, antes de las PASO del 9 de Agosto, los principales candidatos le demuestren a la gente, con hechos concretos, que estamos equivocados.
La Opinión Popular
El escenario para la oposición
Voy a tratar de realizar algunos comentarios sobre el escenario político para la oposición, en especial para el líder del PRO, Mauricio Macri. Para eso, creo que conviene realizar primero algunos comentarios sobre el oficialismo. Veamos.
En la Argentina, durante tres cuartas partes del actual período democrático iniciado en 1983, han ejercido la Presidencia dirigentes que provienen del peronismo. El peronismo, sin embargo, puede perder elecciones; no es un partido hegemónico. Ocurrió en 1983 y en 1999, cuando comenzaron sus mandatos -que luego no terminaron- referentes de la UCR.
El actual oficialismo tiene, por estos antecedentes, una notoria ventaja, una carta más en el mazo. Como parte de ese escenario, el peronismo gobierna más provincias y municipios que la oposición y ha controlado el Senado desde que se recuperó la democracia, sin interrupciones. La mayoría de los sindicatos se alinean también con el peronismo.
El líder del PRO, Mauricio Macri, asegura que esa ventaja no prevalecerá, que ahora es él quien más posibilidades tiene de llegar a la Presidencia, porque "el 60 % de la gente quiere un cambio".
Pero veamos un poco más allá y analicemos cómo se define la próxima elección. La Constitución Nacional determina que hay tres formas de "ganar". Una posibilidad es sumar más del 45 % de los votos. Otra es superar el 40 % de los votos y lograr al menos un 10 % de diferencia con el principal contendiente. Y la tercera es imponerse en una segunda vuelta.
Un elemento a tener en cuenta es que desde que está vigente, el balotaje nunca tuvo que ser utilizado. Pero tampoco habría sido utilizado en 1983 y 1989, si hubiese estado consagrado en la legislación. Tampoco se dio el caso de un presidente que se impusiera por el 40 % más uno de los votos, apelando al 10 % de diferencia con su principal rival.
Así, salvo el muy particular caso de las elecciones de 2003, cuando el peronismo concurrió a las urnas divido en neolemas, en todas las elecciones nacionales los presidentes obtuvieron más del 45 % de los votos.
El particular sistema argentino fue formalizado en la Constitución Nacional reformada en 1994. El presidente Carlos Menem impulsaba entonces la posibilidad de reelección y pactó con el líder de la UCR, Raúl Alfonsín, esa y otras modificaciones a la Carta Magna. Para una fuerza política que suele tener un piso de votos que ronda el 30 % a nivel nacional, como es el peronismo, esa cláusula quiere decir algo más que lo que indica la fría letra constitucional.
El significado es: si el peronismo está relativamente unido y las variables económicas están bajo control, ese partido tiene grandes posibilidades de imponerse en los comicios nacionales.
Hay que recordar que incluso en 1999, cuando el país ya había entrado en una larguísima recesión, estaba híperendeudado, la desocupación abierta había superado la barrera de los dos dígitos y los actuales sistemas de protección social, así como la fuerza de los sindicatos brillaban por su ausencia, Eduardo Duhalde sumó nada menos que el 38,2 % de los votos.
No se vivía una buena situación económica, el presidente de origen peronista no contaba con altos niveles de aprobación y la candidatura del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires se consolidó recién después de una durísima y extensa disputa con el jefe de Estado en ejercicio.
Veamos ahora a la oposición, sobre todo a su expresión mejor posicionada, que es la de Macri. Aun si el jefe de gobierno porteño no logra quebrar la hegemonía peronista, sí podría obtener una gran cantidad de votos en las próximas elecciones.
Si logra ese objetivo, el PRO estaría realizando un aporte sustancial a una mayor estabilidad del funcionamiento de los partidos políticos en el país. Para precisar un poco más, debería recordarse que en la Argentina, con la crisis de 2001, se registró un derrumbe parcial del sistema de partidos. El no peronismo se fragmentó y se atomizó. El peronismo logró recomponerse con cierta rapidez.
El país mostró así una importante diferencia con casos como los de Bolivia, Ecuador o Venezuela, en los que ante las crisis económicas que tuvieron lugar por serios problemas de las políticas neoliberales que derivaron a fines del siglo pasado, se puso fin de manera abrupta a un cierto esquema de funcionamiento partidario y surgieron fuerzas políticas totalmente nuevas.
Vamos a los antecedentes: ninguna propuesta que se enfrentara a alguna vertiente del PJ en elecciones presidenciales a partir del 2001 logró superar la marca que alcanzaron José Octavio Bordón y Carlos "Chacho" Álvarez -paradójicamente, dos peronistas- en 1995, cuando sumaron más del 29 % de los votos.
En 2003, el no peronista más votado fue Ricardo López Murphy, con el 16.37 % de los votos. En 2007, ese lugar lo ocupó Elisa Carrió (23,04 %). Y en 2011, Hermes Binner (16,81 %). Macri podría acercarse -aun si perdiera las elecciones- más a las marcas de las oposiciones de los años noventa, como fue la mencionada propuesta Bordón-Álvarez o el 32,45 % que obtuvo Eduardo Angeloz en 1989.
Un elemento más. Podría pensarse que en 2007 la suma de votos de Elisa Carrió y de Roberto Lavagna (apoyado entonces por la UCR) alcanzó casi el 40 % (39,94 %). Aun así, esa sumatoria hubiera resultado superada por la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos, que obtuvo el 45 % de los votos para imponerse en los comicios. Macri, quizás, pueda aglutinar el tipo de preferencias que en aquel entonces sumaban la líder de la Coalición Cívica y el exministro de economía.
El líder del PRO estaría entonces ante una posibilidad cierta: convertirse en un candidato no peronista muy votado a nivel nacional. Si eso le alcanzará para ganarle a Daniel Scioli, es otra historia.
Por: Nicolás Tereschuk
Fuentes: infobae.com y diariohoy.net