Nacionales - 26-01-2015 / 08:01
INCERTIDUMBRE, DESCONTROL Y UN GOBIERNO EN RETIRADA
Caso Nisman: el gobierno de Cristina, cubierto con un temible manto de sospecha
Cristina: “A medida que avanza la investigación de la muerte de Nisman se va comprobando lo que YO, argentinos y argentinas, les dije desde un primer momento. Fue un suicidio. No quedan dudas. Cada prueba que va apareciendo lo ratifica: alguien lo mató. Estamos ante un asesinato espantoso. Lo que todavía no sabemos es por qué el fiscal decidió quitarse la vida. O que alguien se la quitara. Sí sabemos que fue una decisión voluntaria, propia de la angustia que estaba viviendo. Por supuesto, YO, como todos y todas, me pregunto quién pudo inducirlo a tomar esa trágica decisión. Porque claramente, lo voy a decir con todas las letras, estamos ante un ¿suicidio?, un (siniestro) asesinato inducido, un suicidio cometido por alguien que no es el fiscal. ¡Que nadie pretenda confundirnos! En momentos como éstos conviene ser muy prudentes, no arriesgar hipótesis, no andar bartoleando. Seriedad ante todo. Siento un clamor popular que me dice: "Cristina, siga explicándonos usted lo que pasó. A usted le entendemos. Qué bien lo está haciendo. Si no fuera por sus cartas estaríamos totalmente despistados". Por Carlos M. Reymundo Roberts | La Nación.
Se cumplió una semana de la muerte de Alberto Nisman, el fiscal que días antes de aparecer con un disparo en la cabeza había denunciando a Cristina Fernández por encubrir a terroristas responsables del atentado a la AMIA. El caso está envuelto en un cono de sombras. Hay muchas más dudas que certezas, lo que ha derivado en un escándalo político e institucional de proporciones que pone contra las cuerdas al gobierno de CFK.
Es tal el desconcierto, que los investigadores que todavía no pudieron determinar si Nisman fue asesinado o se quitó la vida. Acorralado, el cristinismo pasó en cuestión de horas de hablar de un suicidio relacionado con cuestiones personales a reconocer que se trató de un crimen con connotaciones políticas. A partir de esa primera hipótesis, los aplaudidores K salieron uno tras otro intentando desligar al cristinismo de la responsabilidad del hecho.
Pero ese análisis fue debilitándose a medida que se conocieron las conclusiones de algunos peritajes. Entre ellas, el resultado negativo que arrojó el barrido electrónico, una prueba clave que, de haber salido positiva, hubiera confirmado la hipótesis de suicidio. La incertidumbre se potenció, posteriormente, por el hallazgo de una tercera vía de acceso al departamento del fiscal fallecido.
A esa altura, la "historia oficial" no resistía el menor análisis y por eso Cristina tuvo que pegar el volantazo, que estuvo acompañado por la construcción discursiva, basada en su intuición sin ningún tipo de pruebas, de una supuesta conspiración internacional en su contra.
Si el Gobierno no tiene nada que ver con la muerte de Nisman, la forma en que actuaron, cómo no actuaron ni lo cuidaron, las declaraciones que realizaron, las manipulaciones que hicieron y la virtual desaparición de Cristina, los cubrió con un temible manto de sospecha. Se auto incriminaron hasta niveles inimaginables.
Hicieron todo mal: Berni en la escena del crimen durante 5 horas, ordenando quién entraba y quién no al departamento de Nisman, trataron de imponer la tesis del suicidio desde el comienzo, para después, dar un giro de 180°; buscaron forzar como 'normal' el silencio de Cristina, que es un grito de sospecha; plantaron en la investigación a elementos cristinistas para demoler la denuncia del Fiscal, en vez de esclarecer el hecho...
Las encuestas son muy claras: más de 70% de los consultados creen que Nisman no se suicidó, consideran que el Gobierno de CFK tiene "algún tipo de responsabilidad" y no esperan que la Justicia pueda atrapar a los culpables, ya sea materiales y, menos, intelectuales del hecho.
El Gobierno de CFK actuó como suele actuar cada vez que hay una crisis: Primero se escondieron, después negaron, luego denostaron, tergiversaron y relativizaron, pasaron a acusar y transferir culpas y, por fin, se victimizaron. Es un mecanismo de defensa cuando se sienten acorralados. Buscan así licuar el costo político con otros protagonistas y señalar responsables o inventar complot; todos tiros por la culata que los hace más culpables de lo que, quizás, ellos son.
Los K ahora quieren hacer creer que se trató de una vendetta de los servicios de Inteligencia, una operación de alcance planetario en la que también intervendría -según la hipótesis oficial- la CIA norteamericana y el Mossad israelí. De seguir por este camino, en poco tiempo, el cristinismo terminará culpando de sus males a una confabulación intergaláctica.
La Opinión Popular
TRAMA POLÍTICA
Una muerte, inesperada mancha final
Primero, la acusación a la Presidenta de encubrir a Irán en el caso AMIA. Enseguida, la muerte del fiscal acusador. Frente al innegable cuadro de crisis que enfrentan el país y su gobierno, Cristina Fernández reaccionó con mezquindad personal y política. La defensa de su interés está puesto por delante, incluso, de la piedad que merece toda muerte.
Su actitud está orientada a disminuir del modo que fuera el costo político que debe afrontar. Ha puesto en esa ciclópea tarea defensiva sus mejores esfuerzos, las 5.086 palabras que abarcaron las dos contradictorias cartas públicas que difundió esta semana y el afán desmelenado de sus funcionarios y dirigentes.
Desde que el fiscal Nisman apareció muerto la Presidenta y su gobierno mutaron bruscamente su discurso. Pasaron del suicidio al posible homicidio. Nunca tuvieron el control de los hechos. Pocas frases muestran más la precariedad y el prejuicio que dominaron la acción oficial que ésta que Cristina Fernández escribió en su segunda carta: "No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas".
La Presidenta y su gobierno están convencidos de que todo forma parte de una conspiración poco menos que universal para perjudicarla. Puede entenderse desde cierta lógica de supervivencia. ¿Cómo seguir adelante si por un momento se acepta que, más allá de los móviles que pudieran tener las personas, hay hechos que son incontrastablemente ciertos? Mejor negar todo, cerrar los ojos, vociferar hasta aturdirse con el relato. La realidad puede ser insoportable.
La Presidenta y el kirchnerismo afrontan su peor momento en once años de poder. El final del mandato está a la vista. Es fácil entender el espanto ante la presunción de que estas acusaciones y esta muerte terminen siendo el sello que identifique el camino de salida, el registro que quedará en la historia.
Los hechos pueden organizarse alrededor del desconcierto político del Gobierno y la incompetencia de los funcionarios encargados de cuidar al fiscal Alberto Nisman. O también en torno de la infinita capacidad para el error y la irresponsabilidad, atributos que no pueden endilgarse sólo a este gobierno sino que son parte, indeseable y vergonzoza, de nuestro meneado ser nacional.
Además de la investigación de la muerte de Nisman en sí misma, hay tres ejes sobre los que circula la trama política de este tiempo.
La guerra de espías
El libreto que hoy usa el Gobierno como faro en la oscuridad de la crisis coloca al poderoso ex jefe de Contrainteligencia, Jaime Stiuso, como el gran titiritero que indujo a Nisman a presentar su acusación contra la Presidenta y después ordenó su muerte para cerrar el círculo del complot y el escándalo. Y detrás de Stiuso, las largas manos de la CIA y el Mossad.
Esta construcción olvida, sin ingenuidad, que Stiuso, desplazado por el descabezamiento de la Secretaría de Inteligencia en diciembre, construyó treinta años de poder en el submundo del espionaje. Y que once de esos años fueron bajo gobiernos kirchneristas. Así, acusar a Stiuso bordea la autoincriminación. Aunque contenta a sus viejos enemigos -civiles y militares- en la interna opaca y violenta de los servicios.
El objetivo del Gobierno es encarcelar a Stiuso. Ahora debe encontrar el sustento legal para pedir su detención. Ya dio un primer paso en esa línea: sus operadores judiciales detectaron una causa en la que hace poco más de dos años se había pedido la declaración indagatoria del espía.
La historia está llena de curiosidades. Esa causa fue abierta en octubre de 2012 por el secuestro de Enrique Alfonso Severo, un testigo del asesinato del militante trostskista Mariano Ferreyra. La procuradora Alejandra Gils Carbó encomendó la investigación al fiscal José María Campagnoli, el mismo al que después trataría sin éxito de echar por atreverse a investigar los manejos del empresario Lázaro Báez, de reconocido vínculo comercial con la Presidenta.
A Severo, un personaje resbaladizo, lo levantaron en Avellaneda y dijo haber estado las 20 horas que duró su secuestro dentro de una camioneta. Cuando reapareció sostuvo que su peripecia había sido "un mensaje para la Presidenta" y la vinculó a "poderes que están al lado del Gobierno".
El fiscal Campagnoli acusó a los espías y pidió la indagatoria de Stiuso. Enseguida el caso pasó a la Justicia federal cambiando así de juez y de fiscal. Desde entonces ese expediente duerme, ahora sería reactivado.
Fuentes que conocen el universo de los espías sostienen que Stiuso estaría fuera del país. Antes de viajar pasó esta semana por Tribunales, para reclamar que se garantice la seguridad de su familia. El juez les puso custodia de la Policía Metropolitana.
Si el Gobierno busca de verdad identificar a sectores capaces de hacer un trabajo criminal en el departamento de Nisman, quizás debería reparar en todos quienes tienen esa temible capacidad operativa.
Los elementos desplazados de la Secretaría de Inteligencia están en la mira. Pero bien podría echarse un vistazo sobre servicios extranjeros. Y también sobre el sector más afín y que cuenta con más recursos: el que responde al jefe del Ejército, teniente general César Milani. Sería ingenuo, o perverso, suponer que la inteligencia sólo trabaja de modo unidireccional.
Las presiones sobre la Justicia
Desde que presentó su denuncia, a Nisman le llovieron ataques desde el Gobierno. Se le prometió el infierno cuando se presentara en el Congreso. Nunca llegó: murió el día anterior.
El primer discurso oficial habló de suicidio liso y llano. Después se sofisticó un poco la teoría: la comprobación de que la denuncia era una cáscara sin contenido lo llevó a tomar la fatal determinación, dijeron.
Cuando se cayó la hipótesis del suicidio, Nisman pasó a ser una víctima de poderes oscuros que lo controlaban. Pero ni siquiera muerto tuvo paz.
En su carta del jueves, donde puso rumbo a la hipótesis de asesinato, la Presidenta se preguntó: "¿Por qué se iba a suicidar alguien que siendo fiscal gozaba, él y su familia, de una excelente calidad de vida?" Fue como un carpetazo post mortem. De pésimo gusto.
Cuando el oficialismo atacaba a Nisman, la Asociación de Magistrados denunció "el contexto de extrema tensión y hostilidad" que había creado el oficialismo, que "resulta repugnante al respeto y sometimiento a la labor de la Justicia".
Producida la muerte del fiscal, el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, se reunió con el jefe del cuerpo forense, Roberto Godoy; y con la jueza de instrucción Fabiana Palmaghini. Significó el respaldo del Poder Judicial a quienes debían esclarecer el final de Nisman.
Lorenzetti le dijo a Palmaghini que le pidiera lo que necesitaba. Le ofreció un auto, recursos logísticos. La jueza lo rechazó. Sólo quiso que le consiguieran una caja fuerte para poner a resguardo todos los papeles de la investigación.
La jueza Palmaghini está formada en la carrera judicial. En Tribunales cuentan que tiene un carácter fuerte. Y que disfruta del reconocimiento de sus colegas. También a ella la Presidenta la atendió de refilón y sin nombrarla en su carta del jueves.
Más de una vez, en Facebook y Twitter, la doctora Palmaghini dejó escrito su cuestionamiento a posturas del Gobierno. El Gobierno la considera parte del enemigo. La jueza "fue imprudente", admiten sus amigos. Pero el fiscal Ricardo Sáenz, vicepresidente de la Asociación de Magistrados, dice bien: si la simpatía política fuese un impedimento, jueces y fiscales de la agrupación kirchnerista Justicia Legítima deberían dejar de inmediato sus funciones. No parece que ello vaya a suceder.
Las contradicciones de la política
Los políticos saben adaptarse a los giros más imprevistos. Es el caso de los consejeros nacionales del PJ, convocados el jueves para difundir un comunicado de defensa de Cristina, con ataques a jueces, fiscales y medios. Dirigentes que estuvieron allí aseguran que la absoluta mayoría de ellos se enteró del contenido del documento cuando fue leído ante la prensa. El texto lo trajo cocinado y listo para servir Carlos Zannini. Casi todos los demás hicieron de comparsa. Nada nuevo.
En el ambiente había preocupación y poca información. Pero ni siquiera Julio De Vido, el ministro más cercano a la conducción del PJ, tenía mucho para contar. La cúpula del poder está cada vez más cerrada.
"Esperábamos que Cristina hablara, no que escribiera", dijo un consejero bonaerense. "La elección se nos viene encima, tenemos este lío terrible y seguimos sin definir un candidato", protestó un intendente.
En la sede justicialista circuló, discretamente, una encuesta de urgencia en la provincia de Buenos Aires. La había encargado el martes José Ottavis, dirigente de La Cámpora y miembro de la conducción del PJ. La hizo una consultora amiga del Gobierno. Mostró 10 puntos de caída en la imagen de Cristina.
Por Julio Blanck
Fuentes: Clarín, Diario Hoy, Urgente 24 y LOP