Nacionales - 20-08-2014 / 09:08
BLOOPER K Y RETROCESO EN CHANCLETAS
El disparate antiterrorista de Cristina Fernández
Otro "blooper" de la Presidenta Cristina Fernández. Creó un nuevo tipo de quiebra, la quiebra terrorista, para aplicársela a la imprenta Donnelley. Ayer, Donnelley quedó exceptuada de inaugurar la categoría. No es la imaginación al poder, es la improvisación al poder. En la imagen, haciendo “monerías” para La Cámpora en los patios internos de la Casa Rosada.
La semana pasada, sin suerte, Cristina Fernández intentó ligar, con los fondos buitre, a una presunta desestabilización interna por el cierre repudiable e intempestivo de la empresa yanqui Donnelley, que dejó en la calle a 400 trabajadores. Una Presidenta encendida había anunciado sin vueltas por cadena nacional: "Es el primer caso que vamos a tener de aplicación de ley antiterrorista".
Cristina creaba así un nuevo tipo de quiebra, la quiebra terrorista, para aplicársela a la imprenta Donnelley. Ayer, Donnelley quedó exceptuada de inaugurar la categoría. No es la imaginación al poder, es la improvisación al poder.
La comunicación estuvo hilvanada por un relato K que vinculó a los fondos buitre con un presunto intento por "aterrorizar a la población". Una obra demoníaca, según la descripción presidencial. La idea en su versión original, en medio del litigio con los buitres y el enfado contra EE.UU., tuvo un amplio recorrido en el poder sin que nadie, que se sepa, pusiera reparos a la aplicación de la norma antiterrorista.
En una síntesis rápida, se podría mencionar a Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico; a Axel Kicillof y su equipo jurídico del Ministerio de Economía; a Carlos Tomada, el ministro de Trabajo - que le negó un plan de ajuste-, y a Daniel Scioli, el gobernador de Buenos Aires (la planta se halla en Garín) enterados con antelación sobre el pleito laboral. También a Ricardo Echegaray, el jefe de la AFIP.
Nadie se habría percatado del error vecino con el disparate. Puede haber sucedido también el reinado de un ambiente de temor ante una Presidenta embalada por las teorías de Kicillof. El relato cristinista atraviesa la pulseada con los fondos buitre y cualquier acontecimiento debería estar ligado a esa realidad.
Después surgen los problemas: no existió marco jurídico y legal adecuado con la ley antiterrorista que Cristina hizo aprobar. Recién ayer por la mañana el titular de la CNV (Comisión Nacional de Valores) Alejandro Vanoli aclaró que se trató de "una confusión" y que la empresa podría ser investigada y penada por supuesta "quiebra fraudulenta". La cara para salir del bochorno correspondió a un dirigente de la tercera línea.
Resultó curioso el mecanismo de retroceso en chancletas de los K. Hasta que eso sucedió, hubo dirigentes que pisaron el palito en el afán por no dejar escurrir el tema en épocas de campaña. El principal fue Scioli: defendió a su manera, con medias palabras, la aplicación de aquella ley. Sergio Massa consideró que sería perjudicial para el mundo empresario y la economía.
Los verdaderos responsables se sumieron en el silencio. Si la de Cristina fuera una administración política más o menos normal, un par de funcionarios deberían estar ya al margen de sus cargos. Pero, hace mucho tiempo que demasiadas cosas del Gobierno parecieran estar conducidas por la lógica de la sinrazón.
La Opinión Popular
El blooper antiterrorista
El miércoles pasado, Cristina Kirchner creaba un nuevo tipo de quiebra, la quiebra terrorista, para aplicársela a la imprenta Donnelley. Ayer, Donnelley quedó exceptuada de inaugurar la categoría.
No es la imaginación al poder, es la improvisación al poder.
Una Presidenta encendida había anunciado sin vueltas por cadena nacional: "Es el primer caso que vamos a tener de aplicación de ley antiterrorista". Luego de tomarse casi una semana para aclarar que a la empresa norteamericana no se la denunciará por esa ley sino por quiebra fraudulenta, cosas que ni de lejos son parecidas, el Gobierno eligió a un funcionario de segundo orden para comunicar la noticia: el titular de la Comisión de Valores, Alejandro Vanoli. ¿Y qué se le ocurrió argumentar?: que hubo una confusión.
No hay ninguna duda de que si alguien confundió la ley antiterrorista con la ley de delitos económicos fue la propia Presidenta. Basta con tomarse el trabajo de leer otro párrafo de su discurso del miércoles. Cristina dijo que estaba "haciendo uso por primera vez de la ley que se llamó antiterrorista y en la cual no pocos compañeros tuvieron diferencias. Inclusive, alguna persona muy ligada a mí me dijo: ¿pero por qué aprobamos esto? Bueno, ya pensaban que esto era contra la protesta social ...".
Y fue por la sanción de esta ley, como ella dijo, que "no pocos compañeros tuvieron diferencias". Sencillamente porque interpretaron que por su amplitud y vaguedad podía caerle a los reclamos sindicales, lo cual es enteramente cierto fuera de cualquier relato.
Más todavía, la "persona muy ligada a mí" es Horacio Verbitsky, presidente del CELS, una organización defensora de los derechos humanos. El "por qué aprobamos esto" del periodista no se refería a la ley que penaliza los delitos económicos sino a la ley antiterrorista.
Hubo una confusión, como explicó Vanoli en un intento de diluir el disparate legal, y hubo también una marcha atrás de la Presidenta, que puso a los buitres detrás del cierre de Donnelley. Después de que su imagen subiera unos puntos por la pelea contra los holdouts, vamos a tener que acostumbrarnos a ver buitres por todas partes.
Entre paréntesis: no es cierto que Do nnelley iba a ser la primera aplicación de la ley antiterrorista. Un fiscal santiagueño acusó al periodista Juan Pablo Suárez, director del sitio Ultima Hora, de "incitación a la violencia colectiva" y de " aterrorizar a la población" por filmar la brutal detención de un policía que protestaba por los bajos salarios. Fue en diciembre pasado y con esa figura lo metieron en la ley antiterrorista.
Es la prueba de que la ley se puede usar contra los medios. También es la prueba de que manejada por el Gobierno, más que una ley antiterrorista puede ser una ley para infundir terror.
Por Ricardo Roa
Fuente: Clarín