Nacionales - 17-08-2014 / 09:08
FURIBUNDO ACERCAMIENTO AL MODELO DE GESTIÓN A LA VENEZOLANA
Cristina Fernández ha decidido profundizar el sesgo chavista de su gobierno
El presidente venezolano Nicolás Maduro y Cristina. Luego de comprobar que algunas encuestas mostraban una recuperación de su imagen, montada en la épica del “patria o buitres”, la presidenta Cristina Fernández ha decidido profundizar el sesgo chavista tardío del gobierno. En el acto oficial del jueves, la mandataria avisó que, a su izquierda, “solo está la pared”.
Cristina recorre un peligroso camino al borde de la democracia que pone bajo sospecha al país entero: todo aquel que no piense como Ella, o con lo que cree en la guerra contra el mundo exterior e interior que imagina en sus noches más afiebradas, será atacado y catalogado de desestabilizante.
No es un ataque repentino el que le nubla la razón a la Presidenta este acercamiento furibundo a una gestión a la venezolana, que reconoce, para peor, más de los disparates de Maduro que del mesianismo de Chávez. Es que las encuestas muestran una recuperación de la imagen de CFK montada en la épica "patria o buitres". Pero, esto duró lo que un suspiro, y los malos números han vuelto a aparecer.
Los K sobreactuaron ese dato y creyeron que otra vez podían ir por todo. Cuando la ciudadanía apenas si expresó una complacencia teñida de nacionalismo por esa pelea, pero al instante emergió otra vez la pavorosa inseguridad, la matanza de jubilados y de mujeres víctimas de la violencia de género, la inflación desenfrenada, los despidos y las suspensiones, los cierres de fábricas, la pérdida del poder adquisitivo,...
El peligroso viraje tiene otro componente grave. La consigna "patria o buitres" ha empezado a diluirse detrás de otra que aflora en los discursos y en los hechos: "Nosotros o el abismo". Es hija de la imposibilidad de la Presidenta en su plan para dejar a un delfín en 2015 al frente del gobierno, o para irse a El Calafate a esperar que alguien la vaya a buscar para convertirla en salvadora de la patria.
"Si no puede o no le alcanza, algo va a hacer, no se va a entregar así nomás", afirman. No le va a alcanzar, y ahí radicaría el problema. Las encuestas -de ahora y antes, propias o ajenas- dicen lo mismo: a la segunda vuelta electoral accederán Sergio Massa y Daniel Scioli, con Mauricio Macri como cercano tercero.
Cualquiera de aquellas variantes, aún con el matiz de "continuidad con cambios" que propone Scioli, es el inexorable fin de ciclo sin sobrevida para Cristina y sus seguidores. Le queda la imposible aventura de la candidatura de Kicillof. Sólo un emperramiento de CFK en medio de su desesperación por comprobar que, de aquel lote, no le iría quedando otro remedio que apoyar a Scioli.
Por estas razones es que la Presidenta ha decidido jugar al borde del abismo. Buitres son todos los que no piensan como ellos, las empresas a las que se acusará de terroristas si no se someten al modelo chavista tardío que se busca imponer. Son las cámaras empresarias que rechazan la Ley de Abastecimiento, tan nefasta que ni siquiera Guillermo Moreno se animó a aplicar. Y lo son los sindicatos que reclama por Ganancias, los obreros que reclaman por despidos y suspensiones, el ciudadano común que reclama por la inflación y el desempleo.
Están generando un clima absolutamente hostil, hay una evidente escalada de abusos del Estado contra empresas y personas. Buscan a la par infundir el temor al resto de los que ya han sido atacados, con el propósito evidente de acallar críticas.
LA SEMANA POLÍTICA QUE PASÓ
Un furibundo acercamiento hacia el modelo de gestión a la venezolana
La presidenta ha decidido profundizar el sesgo chavista de su gobierno. Un peligroso camino al borde de las instituciones democráticas que, además, impulsa poner bajo sospecha al país entero: todo aquel que no piense como ella, o que no cumpla con lo que cree el gobierno que debe ser un comportamiento asociado a la guerra contra el mundo exterior e interior que imagina en sus noches más afiebradas, será atacado y catalogado de desestabilizante, como ya sugirió Jorge Capitanich en su lenguaje siempre indescifrable.
Lo primero que hay que decir, antes de avanzar, es que no es un ataque repentino el que le nubla la razón a la presidenta. Aun para funcionarios de la administración que no son del riñón ultra K pero tampoco comen vidrio, este acercamiento furibundo a una gestión a la venezolana -que reconoce, para peor, más de las barrabasadas de Maduro que del mesianismo de Chávez- se veía venir.
Haría su aparición en escena apenas la presidenta comprobara lo que acaba de comprobar: que las encuestas que mostraban una recuperación de su imagen montada en la épica "patria o buitres" duró lo que un suspiro, y los malos números han vuelto a aparecer.
Ocurre que, como tantas otras cosas que suceden en la cima del poder, sobreactuaron ese dato y creyeron que otra vez podían ir por todo. Cuando la ciudadanía apenas si expresó una complacencia teñida de nacionalismo por esa pelea, pero al instante emergió otra vez preocupada por la pavorosa inseguridad, la matanza de jubilados y de mujeres víctimas de la violencia de género, la inflación desenfrenada, los despidos y las suspensiones, los cierres de fábricas, la pérdida del poder adquisitivo y, por si faltase algo, los rumores de la semana anterior sobre la estabilidad de los depósitos en los bancos, lo que ipso facto retrotrae en la mente del ciudadano imágenes de la tragedia de 2001.
No ha habido caso de que la presidenta y su fiel escudero -convertido por ella misma casi en otro presidente en ejercicio, pero sin banda ni bastón- escucharan algunas advertencias que partieron desde sus alrededores. Lo dijo un funcionario del segundo nivel espantado por este estado de cosas. "Vea, acá gobiernan Cristina y Axel, se hace lo que ellos dicen, el resto es de palo, no le busque más la vuelta".
La sorpresa, o no tanto, en medio de ese despropósito, y que aplica como muestra, es el reconocimiento de que hasta el mismísimo Carlos Zannini ha quedado en el cono de sospecha de esa dupla dispuesta a todo.
El peligroso viraje tiene además otro componente no menos grave. La consigna "patria o buitres", que tras aquel efímero repunte ha vuelto a ser aplaudida y vitoreada únicamente por los invitados a las interminables peroratas de la doctora, ha empezado a diluirse detrás de otra que aflora en los discursos y en los hechos: "Nosotros o el abismo".
Es hija, dicen, de la imposibilidad que estaría encontrando la presidenta en su innegociable plan para dejar a un delfín en 2015 al frente del gobierno, o para irse a El Calafate a esperar que mansamente alguien la vaya a buscar para convertirla en salvadora de la patria.
Con el peronismo en la oposición nunca hay garantías, como ya lo comprobó Fernando de la Rúa. "Si no puede o no le alcanza, algo va a hacer, no se va a entregar así nomás", concluye aquel confidente.
No le va a alcanzar, y ahí radicaría el problema. Las encuestas -de ahora y antes, propias o ajenas- dicen lo mismo con matices: a la segunda vuelta electoral accederán Sergio Massa y Daniel Scioli, con Mauricio Macri como cercano tercero.
Cualquiera de aquellas variantes, aún con el matiz de "continuidad con cambios" que propone Scioli, supone el inexorable fin de ciclo sin sobrevida para Cristina Fernández y sus seguidores.
Tanto y tan grave es ese panorama que ni siquiera una remota variante encabezada por Florencio Randazzo alcanzaría para modelar esa figura de continuidad a ultranza del modelo como pregonan Juliana Di Tulio, Andrés "Cuervo" Larroque o Luis D´Elía, por citar a los más fanáticos.
Le queda, o le quedaba, la imposible aventura de la candidatura de Kicillof. Sólo un emperramiento de la doctora en medio de su desesperación por comprobar que, de aquel lote, no le iría quedando otro remedio que apoyar a Scioli.
Por estas razones, y por las anteriores, es que la presidenta ha decidido jugar al borde del abismo. Buitres son, desde ahora, todos los que no piensan como ellos, las empresas a las que se acusará de terroristas si no se someten al modelo chavista que se busca imponer.
Son las cámaras empresarias casi sin excepciones que rechazan la Ley de Abastecimiento, tan nefasta que ni siquiera Guillermo Moreno se animó a aplicar. Y lo son los sindicatos que reclama por Ganancias, los obreros que reclaman por despidos y suspensiones, el ciudadano común que reclama por la inflación y el desempleo.
Están generando un clima absolutamente hostil, hay una evidente escalada de abusos del Estado contra empresas y personas. Buscan a la par infundir el temor al resto de los que ya han sido atacados, con el propósito evidente de acallar críticas. Nada bueno es lo que viene si hay que creer nomás que hoy gobiernan la presidenta y Kicillof. Nada, si encima ella avisa, como lo hizo esta semana, que a su izquierda "sólo está la pared".
Por Eugenio Paillet
Fuente: lanueva.com