Nacionales - 27-07-2014 / 10:07
LA SEMANA POLÍTICA QUE PASÓ
Cristina y su permanente búsqueda de la épica como telón de fondo
En medio de la tensa negociación con los holdouts y la justicia norteamericana, lo que importa para el gobierno de CFK es embanderarse nuevamente con un relato capaz de movilizar a la sociedad detrás de una Causa Nacional. La presidenta está envuelta en la premisa de que la Argentina no entrará en default porque "ya pagó" a los bonistas reestructurados.
En medio de la tensa negociación con los holdouts y la justicia yanqui, lo que importa para el gobierno de Cristina Fernández es embanderarse nuevamente con un relato capaz de movilizar a la sociedad detrás de una causa nacional. Dicen: "Hasta acá llegamos, ahora veremos si se paga o no se paga, cuánto y a quién le pagamos, pero lo importante es la épica del relato otra vez en lo más alto".
Embanderarse nuevamente con una épica capaz de movilizar a la sociedad, y no sólo al puñado de pibes de La Cámpora, detrás de una causa nacional. Como en su momento fueron las papeleras uruguayas, o en todo momento la siempre redituable causa Malvinas, ahora es la batalla a matar o morir contra un juez desalmado y sus socios los fondos buitres que quieren mandar al país al default.
Más allá de si el país entra o no en default esta semana, aunque la Presidenta ya haya dicho que a ella no le van a hacer firmar cualquier cosa, lo importante es lo otro: la posibilidad de -por primera vez en mucho tiempo- recuperar algo de estima social, como lo demostró la encuesta de Poliarquía conocida esta semana: algo más del 47% dijo estar de acuerdo en cómo la presidenta está llevando adelante la pelea con los fondos buitres.
Se entiende el motivo del festejo: hace poco más de un mes, esos mismos números apenas si superaban la barrera del 30%. El árbol no debería impedirles mirar todo el bosque: nadie tenía dudas de que la encuesta iba a resultar como resultó. "Es ganancia fácil, es como salir a preguntar a la gente sobre Malvinas", reflexionaba uno de los autores de ese sondeo.
Los estrategas del gobierno dicen que el empuje social detrás de la pelea con los buitres permite instalar que hay un país que quiere cumplir y pagarle a todos, pero sin aceptar presiones de un grupo minoritario que ha sido repudiado durante estas semanas en numerosos foros regionales y mundiales. Y de un juez que hasta desde la propia justicia norteamericana ha sido criticado.
Ser víctimas del juez y los buitres; si el país cae en default la culpa será de ellos y no de nosotros; el gobierno saldría a embanderarse con la épica de otra causa nacional. Y dicen que la Argentina no entrará en default porque "ya pagó". En realidad el gobierno argentino no pagó, lo que hizo fue depositar los fondos que después el juez Griesa decidió embargar. Por lo que el dato es materia opinable en cualquier juicio por incumplimiento del gobierno que pudiera iniciar un bonista reestructurado.
Nada alcanza para tapar la otra realidad. La que amenaza incluso con comprometer el normal tránsito de los 500 días que le quedan a Cristina para terminar su gobierno en los plazos previstos. Ahí se mezclan sin remedio Amado Boudou, los reclamos sindicales por ganancias y jubilados, la cada vez más expuesta rebeldía de Caló y los, por ahora, aliados sindicales, la desastrosa situación de la industria y del sector automotriz, el aumento de los precios, los bajos salarios y los suspendidos que ya se cuentan por miles.
Tras la permanente búsqueda de la épica como telón de fondo
Decía el viernes un hombre de la Casa Rosada: "Hasta acá llegamos, ahora veremos si se paga o no se paga, cuánto y a quién le pagamos, pero lo importante es la épica del relato otra vez en lo más alto".
El funcionario parecía a esa hora el poseedor de la mayor síntesis que guarda el gobierno en torno a la pelea con los fondos buitres, las idas y vueltas con el juez Thomas Griesa y el maltratado mediador Dan Pollack, a quien le avisan que los negociadores argentinos ya salen para su despacho y, a la media hora por contraorden de Cristina Fernández, le cambian los papeles o le corren la cancha.
Lo que importa para el gobierno en este caso es el fondo de la cuestión y no los pormenores: embanderarse nuevamente con una épica capaz de movilizar a la sociedad, y ya no sólo al puñado de pibes de La Cámpora, detrás de una causa nacional.
Como en su momento fueron las papeleras uruguayas, o en todo momento la siempre redituable causa Malvinas, ahora es la batalla a matar o morir contra un juez desalmado y sus socios los fondos buitres que quieren mandar al país al default.
Con una pequeña diferencia: en la misma Casa Rosada hay a la vez quejas por la escasa movilización que ha generado la prédica, incendiaria por momentos, de la doctora detrás de su pelea con Griesa y los holdouts, como no sea con los mismos grupos pagos todoterreno al servicio de la inteligencia oficial.
Siguiendo aquella línea argumental del hombre que frecuenta los pasillos oficiales, más allá de si el país entra o no en default esta semana, aunque la presidenta ya haya dicho que a ella no le van a hacer firmar cualquier cosa, lo verdaderamente importante es lo otro: la posibilidad de -por primera vez en mucho tiempo- recuperar algo de estima social, como lo demostró la encuesta de Poliarquía conocida esta semana que arrojó un resultado no por imaginado, menos aprovechado para exprimirle el jugo: casi la mitad de la población, algo más del 47%, dijo estar de acuerdo en cómo la presidenta está llevando adelante la pelea con los fondos buitres.
Se entiende el motivo del festejo: hace poco más de un mes, esos mismos números apenas si superaban la barrera del 30%. El árbol no debería impedirles mirar todo el bosque: nadie tenía dudas de que la encuesta iba a resultar como resultó. "Es ganancia fácil, es como salir a preguntar a la gente sobre Malvinas", reflexionaba uno de los autores de ese sondeo.
Está por verse el uso que la presidenta y su entorno quieran hacer de esos números. Ya se sabe que fanáticos hay en todos lados y el kirchnerismo no es la excepción. Y que la primera gran encandilada, gravísimo error que cometería, podría ser ella misma.
Ni tanto ni tan poco: los estrategas del gobierno dicen que el empuje social detrás de la pelea con los buitres en todo caso permite instalar que hay un país que quiere cumplir y pagarle a todos, pero sin aceptar presiones de un grupo minoritario que ha sido repudiado durante estas semanas en numerosos foros regionales y mundiales. Y de un juez que hasta desde la propia justicia norteamericana ha sido criticado.
La parte del león, en todo caso, sería la que ha comenzado a verse y que demuestra, por si hacía falta, que en toda esta larga saga novelada no hubo una pizca de improvisación. Todo fue cuidadosamente planificado por la presidenta, Carlos Zannini y el ministro de Economía una vez que tuvieron los resultados de aquella encuesta en la mano.
Ser víctimas del juez y los buitres; si el país cae en default la culpa será de ellos y no de nosotros; el gobierno saldría a embanderarse con la épica de otra causa nacional, mientras la decisión de complicar toda la operación puesta en marcha por Griesa cuando ofreció a Pollack se ponía en marcha.
Ya lo dijo un experto y autoridad en la materia como Guillermo Nielsen, autor junto a Roberto Lavagna de la exitosa renegociación de 2005: "La designación del mediador fue un centro que nos tiró el juez pero el gobierno no quiso cabecearlo".
La presidenta se fue el viernes a Río Gallegos envuelta en una falsa premisa, en una opción equivocada, según varios de los mejores analistas que opinaron durante la semana a propósito del camino que ha tomado el gobierno. Y tal parece que ella volverá de su descanso sin moverse un centímetro de esa postura.
Es la que dice que la Argentina no entrará en default porque "ya pagó". Para el economista Alejandro Pérez Escoda, en realidad el gobierno argentino no pagó, lo que hizo fue depositar los fondos que después el juez Griesa decidió embargar. Por lo que el dato es materia opinable en cualquier juicio por incumplimiento del gobierno que pudiera iniciar un bonista reestructurado.
Nada alcanza para tapar la otra realidad. La que amenaza incluso con comprometer el normal tránsito de los 500 días que le quedan a Cristina para terminar su gobierno en los plazos previstos.
Ahí se mezclan sin remedio Amado Boudou, los reclamos sindicales por ganancias y jubilados, la cada vez más expuesta rebeldía de Caló y los, por ahora, aliados sindicales, la desastrosa situación de la industria y del sector automotriz, el aumento de los precios, los bajos salarios y los suspendidos que ya se cuentan por miles.
La decisión de Jorge Capitanich de volver a su provincia para intentar recuperar algo del prestigio perdido es un poroto frente a semejante panorama de desmadre nacional.
Por Eugenio Paillet
Fuente: lanueva.com