Nacionales - 20-07-2014 / 10:07
LA SEMANA POLÍTICA QUE PASÓ
Cristina y una ensoñación internacional que le impide mirar a su alrededor
La presidenta Cristina Fernández, entre Boudou y la cumbre de los BRICS. Mientras Cristina, obnubilada con su protagonismo en la escena internacional busca presencia externa, internamente se acumulan desafíos de gestión como la alta inflación, la caída de salarios, la pérdida de empleos, los holdouts, la comprometida situación de Boudou y el creciente malestar sindical peronista.
Juan Carlos Schmidt, uno de los dirigentes sindicales más lúcidos y brazo derecho de Hugo Moyano en la CGT opositora, decía: "Ustedes saben cómo es esto, marchamos con los dirigentes a la cabeza, o los trabajadores marcharán con la cabeza de los dirigentes".
Hablaba de los desafíos que enfrentará el gobierno: alta inflación, caída de salarios, pérdida de empleo, miles de suspensiones, creciente malestar social; y la necesidad del sindicalismo de salir a enfrentar a un gobierno que persiste en no escuchar, de modo de no ser presa de aquel apotegma peronista.
De a poco, los dirigentes que hasta ahora se habían arrodillado ante Cristina Fernández han comenzado a tomar nota de que llegó la hora de pararse de otra manera frente al cada vez más menguado poder K. De a poco, "todos se le animan" a la doctora. Desde Florencio Randazzo hasta Miguel Pichetto, pasando -y he aquí la novedad- por Antonio Caló y Hugo Yasky.
En la cita de mañana con Capitanich, el gobierno escuchará la queja de Caló por ese combo peligroso de necesidades básicas insatisfechas y viejos reclamos no zanjados, con dirigentes dispuestos a volver a su ejercicio preferido, que es acosar gobiernos, en especial el que corre, convertido en "pato rengo" y de tránsito incierto de aquí a diciembre de 2015.
La Presidenta se ha obnubilado con su protagonismo en la escena internacional. Cree haber encontrado allí, en medio de tanta pálida interna y de tantos y repentinos desafíos a su autoridad, la nave sobre la que atravesar suavemente los mares hacia su salida del poder.
Ha dejado en manos de otros la resolución de temas que realmente le provocan molestia en medio de tanto lustre externo: con Putin, los Brics, Xi Jimping, Unasur, un rutilante paso que prepara por la Asamblea Anual de la ONU en septiembre, y también la cumbre del G-20 en noviembre en Australia.
Desoyó, en medio de ese embelesamiento, advertencias sobre que las manifestaciones de violencia de los últimos días podrían no ser sólo el accionar de cien "loquitos", como ocurrió en el Obelisco. Y que no será bueno hacer de Sergio Berni el personaje más mediático del gobierno de los próximos tiempos, mientras los gremios de base claramente le ganan la calle al kirchnerismo.
También se ha desentendido, y dejado en manos de otros, la resolución del caso Boudou, que lastima como pocos otros su imagen en las encuestas. Se busca una salida que no lesione el relato ni su tozudez anterior para cortar de una buena vez con ese verdadero pelotazo en contra. Carlos Zannini ya tiene la fórmula: un pedido de licencia de parte del vice, con su firma al pie.
En medio de aquella ensoñación internacional que le impide mirar a su alrededor, la presidenta está jugando al borde del precipicio con los fondos buitre. La idea de dejar de pagar y echarle la culpa al juez Griesa es cada vez más fuerte, es lo que ella escucha obediente de la boca de Axel Kicillof.
LA SEMANA POLÍTICA QUE PASÓ
Una ensoñación internacional que impide mirar a su alrededor
Juan Carlos Schmidt, uno de los dirigentes sindicales más lúcidos y brazo derecho de Hugo Moyano en la CGT opositora, decía como al pasar esta semana, mientras repasaba la realidad nacional en un encuentro convocado para analizar la situación en los puertos, en su carácter de jefe del sindicato de Dragado y Balizamiento: "Ustedes saben cómo es esto, marchamos con los dirigentes a la cabeza, o los trabajadores marcharán con la cabeza de los dirigentes".
Hablaba de los desafíos naturales que enfrentará el gobierno en su esfuerzo por atravesar sus últimos 500 días de gestión sin demasiados sobresaltos (alta inflación, caída de salarios, pérdida de empleo, miles de suspensiones, creciente malestar social) y la necesidad del sindicalismo, sea cual fuere la vereda en la que hoy se encuentre parado, de salir a enfrentar a un gobierno que persiste en no escuchar, de modo de no ser presa de aquel apotegma peronista.
No lo dice el fiel colaborador del camionero pero es un dato de la realidad por estas horas en el mundillo gremial: de a poco, los dirigentes que hasta ahora se habían arrodillado ante Cristina Fernández han comenzado a tomar nota de que llegó la hora de pararse de otra manera frente al cada vez más menguado poder K.
Que es otra de las pruebas a la mano acerca de que, de a poco, "todos se le animan" a la doctora. Desde Florencio Randazzo hasta Miguel Pichetto, pasando -y he aquí la novedad- por Antonio Caló y Hugo Yasky, que protestará en una marcha el 4 de agosto.
En la última reunión de la CGT aliada -de la que Caló salió a pedir una audiencia urgente con Cristina o Capitanich, quien advertido de los tiempos que corren atravesaría sus últimos días como jefe de Gabinete- hubo durísimos cuestionamientos a la decisión del metalúrgico de mantenerse fiel a la Casa Rosada, mientras las comisiones de base y la izquierda tradicional ganan espacio y cargos en la conducción de los gremios. "Los muchachos están un poco cansados", tuvo que admitir después Caló.
En la cita de mañana con el chaqueño, el gobierno tal vez tenga la oportunidad de escuchar de primera mano la queja por ese combo peligroso de necesidades básicas insatisfechas y viejos reclamos no zanjados, con dirigentes dispuestos a volver a su ejercicio preferido, que es acosar gobiernos, en especial el que corre, inevitablemente convertido en "pato rengo" y de tránsito cuanto menos incierto de aquí a diciembre de 2015.
La presidenta, dicen a todo esto por los pasillos de la Casa Rosada, se ha obnubilado con su protagonismo en la escena internacional. Cree haber encontrado allí, en medio de tanta pálida interna y de tantos y repentinos desafíos a su autoridad, la nave sobre la que atravesar suavemente los mares hacia su salida del poder.
Ha dejado en manos de otros la resolución de temas que realmente le provocan molestia en medio de tanto lustre externo: con Putin, los Brics, Xi Jimping, Unasur, un rutilante paso que prepara por la Asamblea Anual de la ONU en septiembre, y también la cumbre del G-20 en noviembre en Australia.
Desoyó, en medio de ese embelesamiento, advertencias sobre que las manifestaciones de violencia de los últimos días podrían no ser sólo el accionar de cien "loquitos", como ocurrió en el Obelisco. Y que no será bueno hacer de Sergio Berni el personaje más mediático del gobierno de los próximos tiempos, mientras los gremios de base claramente le ganan la calle al kirchnerismo.
Se ha desentendido, y dejado en manos de otros, la resolución del caso Boudou, que lastima como pocos otros su imagen en las encuestas. Se busca una salida que no lesione el relato ni su tozudez anterior para cortar de una buena vez con ese verdadero pelotazo en contra.
Carlos Zannini ya tiene la fórmula: un pedido de licencia de parte del vice, con su firma al pie, basado en que no hay dudas de que probará su inocencia, pero que mientras tanto no puede impedir que los "grupos mediáticos y económicos" utilicen su figura para dañar a la doctora. Se entiende: ese papel lo escribió Zannini y Boudou no tendrá más remedio que ponerle la rúbrica, o será empujado sin remedio a la jaula de los leones.
La declinación del jury de enjuiciamiento del fiscal José María Campagnoli es otro síntoma de estos tiempos que corren. El fiscal recoge el 70% de adhesiones en una encuesta y en el gobierno prefieren ahora criticar a la procuradora Gils Carbó, que darle servido un candidato a futuro a la oposición.
En medio de aquella ensoñación internacional que le impide mirar a su alrededor, la presidenta está jugando al borde del precipicio con los fondos buitre. La idea de dejar de pagar y echarle la culpa al juez Griesa es cada vez más fuerte, es lo que ella escucha obediente de la boca de Axel Kicillof.
Otros, tal vez Juan Carlos Fábrega, temen un salto al vacío. Una sola corrida bancaria apurada por un default técnico o como se llame, puede generar efectos impensados en una sociedad que ya esta escaldada por los recuerdos de 2001.
Por Eugenio Paillet
Fuente: lanueva.com